Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La danza de las mariposas por Toko-chan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Un nuevo fanfic! Esta vez Drarry. 

En un inicio se trataba de un oneshoot pero... quedo demasiado largo y lo dividí en dos :P 

Es mi primer fanfic Drarry oficial, espero que os guste ^^

PD: Soy la misma persona que Natsuno Lawliet en Slasheaven, no hay plagio xD

Notas del capitulo:

Bueno este es el primer capítulo de este par de magos xDD Espero que les guste!!

- diálogo -

pensamientos

Sin más dilación....!


Ni los personajes ni el mundo de Harry Potter me pertenecen, son propiedad de J.K Rowling (por desgracia)

 

Capítulo 1

Unas fuertes manos lo sacudieron insistentemente, el barullo en la habitación era intolerante a esas tempranas horas de una, en teoría, tranquila mañana de Domingo. Pero claro, navidad tenía que ser, no es que no le gustará es solo que... ¡tenía sueño, por Merlín!

Se revolvió y cobijó caprichosamente bajo sus sábanas, evitando así que la fresca brisa que corría por la habitación le diera de lleno, ¡Maldito frío! Las manos que le habían estado molestando se detuvieron lo cual le dio la libertad para seguir durmiendo a su merced, eso es, pensaba dormir hasta tarde, muy tarde...

- ¡Oh vamos, Harry!

Su preciada cobija le fue arrebatada, él no pudo más que gemir por el impactante contacto con el aire helado y abrazarse protectoramente su propio cuerpo.

Un bufido impaciente por parte de Seamus que devolvía las sábanas a su sitio.

- Después dicen que yo soy dormilón – masculló por lo bajo.

Dean soltó un resoplido de risa.

- Déjalo, Seamus, ya bajará cuando se de cuenta de que se va a perder el baile de su novia.

Los ojos esmeralda se abrieron somnolientos, recién dándose cuenta de que día era, o más bien, de lo que implicaba ese día. 

- Harry, creo que a Ginny no le haría gracia que faltaras. 

Ese era Neville, con su apacible voz de siempre, tan afable. Era cierto, aquel era el gran día para su novia. “Su novia” era un extraño ese pensamiento, en su mente continuaba siendo Ginny a pesar de que llevaran saliendo poco más de un mes. No es que no le gustará, la quería mucho y era un chica preciosa. Sin embargo sentía que le faltaba algo, como si hubiera un resquicio de sensación incorrecta en esa relación. Sacudió la cabeza enérgicamente, tratando de alejar esas confusas ideas que no hacían más que aturullar su ya de por sí somnolienta mente recién despertada.

Se incorporó ligeramente, se apartó un mechón de pelo de la cara y, aún sentado en la mullida cama, echó una larga mirada a su alrededor donde sus compañeros habían vuelto a la tarea de asearse y vestirse, listos para el festín que iba a ser el desayuno. Y la comida, y la cena. Todo iba a ser una exhaustiva celebración ese día, lo cual en opinión de Harry equivalía a agotador. Pero tenían razón, no podía hacerle eso a Ginny, ella había estado esforzándose y trabajando muy duro para preparar ese baile en solitario, y lo hacía bien, extremadamente bien. Él quería verla, que tuviera un sueño atroz nada más despertar no indicaba en absoluto lo contrario. Acabó por desesperezarse e hizo un esfuerzo monumental por salir de su calentito resguardo y dirigirse al lavabo para darse una ducha. Aquel iba a ser un largo día y la necesitaba.

Cuando salió del aseo con una toalla colgando de su cintura y su negro y ahora húmedo cabello dejando correr translúcidas gotas de agua sobre su cuello, se encontró con los semblantes entre exasperados y divertidos de sus compañeros que miraban a un agobiado Ron revolver su baúl con una mueca de frustración.

- Eres un desastre, siempre igual – decía Dean con un suspiro.

- ¿Que ocurre, chicos? ¿Ron?

- ¡Ahh, mierda!

Parpadeó, perplejo, ante la respuesta poco coherente de Ron, e iba a volver a insistir cuando este habló con una nota suplicante tintelando su pregunta.

- ¿Harry, has visto mi camisa roja? – al ver el rostro desconcertado de Harry, añadió – Esa que me regaló mi madre el año pasado por mi cumpleaños.

- ¿Eh?... pues, um, no, hace tiempo que no la veo.

Una carcajada por parte de Seamus.

- Ves, lo que te decíamos.

Ron le lanzó una mirada furiosa antes de dejarse caer, vencido, sobre su cama, hundiendo la cara entre los almohadones. 

El ojiverde observó confuso el cuerpo inmóvil de su amigo, no recordaba que le gustara tanto esa prenda. De hecho, la última vez que se la había visto puesta fue un día en vacaciones cuando la señora Weasley le había hostigado reclamándole que nunca le veía con su regalo. Ron, con tal de convencer a su madre de que le encantaba, se la estuvo poniendo casi todo el verano. A partir de ahí, pensó Harry mientras se acababa de vestir con unos jeans azules y una polera blanca, nunca la había vuelto a vestir.

- ¿Porque ese interés por ponértela, Ron? Decías que la odiabas.

Un ronco bufido fue la contestación que recibió. El moreno rodó los ojos y volteó a ver a sus otros amigos, ya listos para bajar, con mirada interrogante y ambas cejas alzadas.

- ¿Alguien me puede explicar que pasa?

No pasó por alto el brillo pícaro en los ojos de Seamus, ni las sonrisas conciliadora e impaciente de Neville y Dean respectivamente.

- El otro día Hermione le dijo a Ron que le sentaba bien el rojo. – dijo el irlandés como única y concisa explicación. Fue suficiente.

Harry observó al que era su amigo desde los once años, el hermano que nunca tuvo. Sonrió con afecto al tiempo que se acercaba a él y le ponía una mano en el hombro.

- Eh, Ron, yo tengo una de ese mismo color, si quieres...

El aludido levantó el rostro tratando de enfocar a Harry y mirándolo esperanzado.

- ¿Enserio? – este asintió y una sonrisa se dibujó en la pecosa cara – Gracias, tío, te debo una.

Harry hizo un gesto con la mano quitándole importancia.

- ¿Para que están los amigos? – replicó a su vez, y luego añadió – Pero tendrás que hacerle un encantamiento para modificar la talla, yo no soy tan alto.

El pelirrojo asintió, agradecido. 

Después de eso tan solo tardaron unos minutos en terminar la dura tarea de arreglarse, ¿como les podía gustar tanto a las chicas hacer esas cosas? No, eso es distinto, se dijo el moreno a si mismo, ¡ellas tardaban horas! Negó mentalmente con la cabeza, dando gracias por haber nacido hombre, sino estaba seguro de que hubiera dado la nota como mujer. Entonces se le ocurrió que probablemente Malfoy, a diferencia de él, haría un buen papel como mujer; apostaba lo que fuera a que su amigo más íntimo era el espejo. Soltó una risa, divertido por su propia broma.

Una vez en la sala común se reunieron con los demás, incluida Hermione que parecía contemplar a un sonrojado Ron con un brillo de interés. Harry rió internamente, sus amigos podían llegar a ser exasperantes. Todos, y todos era absoluta y completamente TODOS, sabían que ellos acabarían juntos, ¿como es que se complicaban tanto? Hermione estaba loquita por Ron desde hacía mucho pero parecía esperar iniciativa por parte suya y el muy membrillo no se daba por enterado, todo un caso. 

Les dirigió una última mirada afectuosa, antes de que Ginny se le colgara del brazo. Suspiró internamente, ya empezando a sentirse algo agobiado y es que no soportaba que se le pegaran tanto, él disfrutaba de su espacio vital, ¿porque era que la pelirroja se veía en la necesidad de invadírselo? ¿o es que eso era lo que implicaba tener novia? ¿estar todo el tiempo juntos y repugnantemente acaramelados? Una sonrisa forzada se apoderó de sus labios cuando miró a su novia, que le miraba con amor. Y de pronto se sintió miserable por esos pensamientos en los que se veía sumergido últimamente, ella no se merecía eso. Sonrió esta vez más sinceramente, la quería, estaba seguro, le tenía un cariño enorme a esa chica pelirroja la que también era hermana de su mejor amigo.

Y así todos bajaron al Gran Comedor donde tendría lugar el primero de los espectáculos del día de hoy. La incipiente fiesta que Dumbledore había augurado con el objetivo de que, eso Harry lo tenía claro, la rivalidad entre las casas se viera disminuida ahora que Voldemort por fin había desaparecido, para siempre. Si, Voldemort ya no estaba, y él ya no tenía que luchar contra fuerzas de la oscuridad, ahora podía centrarse en otras cosas que no fueran conservarse con vida. Ahora, por fin, podía ser feliz. 

Ooo0O0ooO



Al abrir la puerta del gran comedor se llevaron una gran sorpresa. Todo había sido remodelado y decorado con un gusto exquisito. La iluminación de siempre había sido substituida por una ténue luz azulada que iba variando en tonalidad. Diminutas esferas flotantes que emitían un fulgor plateado relucían por toda la espaciosa sala, como luciérnagas. Había una justo al lado de la cabeza de Harry que levantó el brazo, curioso, y fue a rozarla con la yema de sus dedos. Pero entonces la esfera desapareció como si nunca hubiese estado. 

- Son bonitas, ¿verdad?

El moreno volteó a ver a Luna que repetía la misma acción que él había hecho hacía unos momentos con otra esfera que también se desvaneció como la espuma. 

- ¿Sabes que son? –pensó que era probable que su amiga le contestara algo extraño sobre Merlín sabe que criatura, pero la curiosidad pesaba más.

Sin embargo Luna negó con la cabeza.

- Nunca había escuchado hablar de ellas. Quizás vengan del...

- Parecen pequeñas estrellas. – comentó Hermione, cortando a su rubia amiga con suavidad.

Harry sonrió, para después volver a echar una mirada evaluadora al Gran Comedor. Las mesas de las casas no estaban y, en su lugar, se esparcían unas pequeñas y redondas que aportaban un toque más moderno; el resultado que se lograba contrastaba mágicamente con la clásica ornamentación de un castillo como Hogwarts.

- Harry, busquemos una mesa cerca del escenario.

- Tranquila, hermanita, no nos perderemos tu actuación – bufó Ron mientras le daba un codazo a Harry para llamar su atención – Aunque quizás sea lo mejor para nuestra salud mental...

Eso se ganó un golpe de Ginny y las consecuentes quejas de Ron por tener una hermana demasiado agresiva. Lo cual derivó en una discusión entre Seamus, Dean y Ron sobre el grado de femininidad mínimo que debía tener una mujer. Ante esto Hermione puso los ojos en blanco murmurando sobre lo machistas que eran algunos chicos aún hoy en día.

Cuando todos estuvieron sentados – tuvieron que ocupar dos mesas -, Harry se entretuvo observando el pódium que se hallaba justo frente a ellos, ubicado donde habitualmente estaba la mesa del cuerpo docente; ese día los profesores se habían sentado entre el alumnado. Lo cual era sumamente raro. Buscó entre la multitud hasta que dio con Hagrid, la profesora Sprout y Minerva McGonagall sentados unas mesas atrás, conversaban tranquilamente, parecían pasarlo bien. Quizás, pensó, hacer este tipo de celebraciones no era tan mala idea, después de todo. La gente estaba emocionada, y por ese día las sombras de la pasada guerra permanecían silenciosas. Y eso, era mucho.

No pasaron más de diez minutos antes de que McGonagall se dirigiera al escenario y, tras un breve discurso sobre la unión de casas y el prometedor futuro, dio inicio al festival. Los primeros en salir fueron unos chicos – a Harry le sonaba que eran de Hufflepuff – que tocaban distintos instrumentos: el violín, el saxo, la flauta y el piano. No es que entendiera mucho de música, pero al ojiverde juraría que era jazz, o almenos se parecía mucho. Los Dursley solían poner ese tipo de melodías de vez en cuando y él no tenía más remedio que escucharlas, claro. De todas formas no estaba mal del todo, aunque el prefería otros estilos. Todos aplaudieron al finalizar la canción, o bueno, casi todos, algún que otro Slytherin que se creía con el derecho de burlarse de los demás siempre dejaba ir su comentario despectivo; solían ser los más pequeños dado que los de los últimos cursos eran los que, como Harry y sus amigos, habían padecido la guerra en un mayor grado. Probablemente no tenían ganas de seguir en un sin sentido de infantiles pleitos.

Harry no pudo evitar dirigir una mirada al joven rubio platino que se hallaba rodeado de otros de su casa tres mesas a la izquierda. Parecía estár pasándoselo bien, es decir, se estaba riendo. Nunca lo había visto reír, no así almenos. Con esa despreocupación, con esa libertad. Lo cierto era que desde el final de la guerra Malfoy había cambiado, no había dejado de ser un estúpido prepotente – no, Harry ya daba por hecho la imposibilidad de que eso ocurriese- pero daba la sensación de estar más relajado, como todos en realidad; simplemente un chico normal que cursaba su último año en Hogwarts. 

Las próximas en salir fueron dos chicas de Gryffindor, que cantaron una canción.

- Pues yo no creo que canten tan bien.

- Oh, vamos, Dean, sabes que sí – replicó Ron.

- Solo digo que para mi hay mejores.

El pelirrojo negó con la cabeza dándolo por caso perdido. Seamus soltó una carcajada.

- Solo porque te haya gustado la rubia no quiere decir que canten como sirenas.

- ¡No es eso!

La cara de Ron se había puesto casi tan roja como su pelo, lo cual ya era decir mucho, provocando un estallido de risas entre los presentes excepto en Hermione que bebía de su vaso con el entrecejo fruncido.

- Bueno, chicos, yo tengo que irme a preparar – dijo Ginny mientras se ponía en pie y daba un beso a Harry – Estate atento.

Harry asintió con una sonrisa sin advertir unos ojos plateados que, furiosos, contemplaban la escena unas mesas a la izquierda. Vio ir a su novia hacia la parte de atrás del escenario, la cual había sido improvisada para el día de hoy; se accedía a través de un cuadro que pintaba un hermoso paisaje marino, la contraseña solo la sabían los que actuaban o organizaban el festival. Realmente habían puesto mucho empeño en la decoración, Harry se preguntaba quien había estado al cargo.

- Probablemente Flitwick – la voz de Hermione le hizo sobresaltarse - es el profesor de encantamientos por algo - volteó hacia ella sorprendido de que pudiera leer con tal facilidad sus pensamientos. La chica respondió con una sonrisa amable – Tu cara es como un libro abierto, Harry. Voldemort no hubiera necesitado la Legeremancia contigo.

- Mione... 

La aludida miró a Ron y no pudo hacer otra cosa que poner los ojos en blanco ante la expresión un tanto compungida que había tomado forma en su pecoso rostro. Harry solo sonrió condesciente.

- Ron, ya no está. Además sabes bien que no se le puede temer a un nombre.

- Según recuerdo, Harry, “ese” nombre se convirtió en algo más que en un nombre en algún momento de la guerra.

- Eso no tiene nada que ver, Ronald – cortó Hermione – Ya ha acabado todo, a las cosas se les debe llamar por su nombre.

Parecía que el pelirrojo abría la boca para volver a replicar pero Seamus interrumpió la discusión alegando que no era momento para hablar sobre asuntos oscuros, era pasado y ahí debían dejarlo. Todos sin excepción alguna de los que estaban sentados en esa mesa se asombraron de que dichas palabras provinieran del irlandés, pero lo cierto es que tenía razón por lo que nadie replicó. Solo Ron refunfuñó por lo bajo, no le gustaba que le cortaran en medio de una discusión. 

Justo en ese momento un alumno de Ravenclaw que debía ir a quinto año finalizaba con su espectáculo y dejaba paso al siguiente. Esa era Ginny. Harry tomó un sorbó de su bebida dejando en el proceso sus labios húmedos por el líquido. Ginny salía al escenario en ese instante con pasos que se mostraban firmes y seguros, pero el ojiverde era capaz de vislumbrar en ellos el resquicio de nerviosismo que uno, por mucho que quisiera, no podía ignorar en la primera actuación en público. Llevaba unos pantalones shorts tejanos que se le ceñían a la cintura y al trasero permitiendo a Harry – y a todos los que allí estaban – una fantástica visión, pues la pelirroja se había situado de espaldas al público, uno de los brazos alzados sensualmente. 

Harry pudo escuchar algún que otro silvido y palabras como “guapa”, “bombón” y otras muchas parecidas entre el pandemonium de estudiantes. Vio como su pelirrojo amigo se exaltaba y giraba dispuesto a meter en su sitio a los que fueran que le dijeran ese tipo de cosas a “su” hermanita. El moreno rió internamente ante lo protector que era Ron.

(Recomiendo que escuchen entá canción mientras leen lo que sigue: http://www.youtube.com/watch?v=sTKY5GTQ1HQ )

La música se empezó a escuchar rápida y energética por los inexistentes altavoces del Gran Comedor, esparciéndose por toda la estancia , envolviendola; Ginny no tardó en iniciar su sensual pero poderoso baile, con movimientos medidos que seguían el compás de la música perfectamente. Las luces cambiaban de tonalidades variando entre el rojo y el blanco, iluminando sus facciones aniñadas y dulces, creando un gran contraste con lo exótico del espectáculo que se estaba llevando a cabo. Harry pudo oír algunos comentarios de censura de Ron hacia los exagerados movimientos de cadera, pero él no estaba de acuerdo, evidentemente la opinión de su amigo era fruto de lo protector que era con Ginny; derrochaba subjetivismo. Nada más. 

Ginny siguió deslizándose por el escenario con su largo y liso cabello agitándose a su alrededor; los estudiantes, en general, aplaudían y gritaban entusiasmados, Ginny estaba despertando pasiones. Harry sonrió lleno de dicha por su novia, un sentimiento parecido al orgullo florecía en su interior. Se preguntó si eso era lo que acostumbraba a sentir un padre cuando veía a su hijo dar los primeros pasos; el pensamiento le inquieto un poco. 

Despertó de su ensoñación cuando notó que la música se iba extinguiendo entre las ovaciones del público, sacudió la cabeza y enfocó a Ginny que, aún sobre el escenario, lo miraba a él con una sonrisa de oreja a oreja. Él no pudo más que devolverle la sonrisa. Tras una reverencia de despedida, Ginny desapareció por la parte trasera del escenario para dar paso a otra actuación, no debían quedar muchas, una o dos a lo sumo ya que se extendían a lo largo del día.

- ¡Vaya, ha estado genial! – exclamó Dean - ¿Ves, Ron? Eso es una buena actuación.

- ¿Bromeas? ¡No hacia más que contorsionarse!

- Siento decirte que esta vez no te voy a apoyar, amigo – dijo Harry mientras le ponía una mano en el hombro, en socarrón apoyo.

- Ron solo dice eso porque es su hermana, sino su opinión sería muy diferente.

El último comentario de Hermione causó un estruendo de risas entre todos, excepto en el mencionado que tartamudeó con un ligero tono carmín adulcorando sus mejillas. Neville le sonrió amigablemente mientras le decía que no se cabreara, que solo bromeaban. Eso solo provocó otro comentario irónico por parte del irlandés y las consecuentes carcajadas. Luna, que era la única que no se reía pues estaba demasiado entretenida analizando algo en su bebida , fue la primera en alzar la cabeza y felicitar a Ginny por su actuación, la cual ya se había unido a ellos de nuevo.

- A mi me ha gustado mucho tu baile – había dicho con su dulce voz. 

Ginny había sonreído agradecida antes de plantar un efusivo beso en los labios de un atónito ojiverde que no se lo esperaba.

- ¿Y a ti que te ha parecido?

- Ha sido... – “sorprendente” iba a decir.

- Digno de un miembro de la vulgar familia Weasley – la sarcástica voz de Malfoy lo interrumpió, sobresaltando a todos dado que no le habían visto llegar y situarse tras la pelirroja, haciendo gala de su prepotente sonrisa de superioridad – Deberías sentirte orgullosa de haber seguido en la línea. 

- Piérdete un rato, Malfoy – replicó Ron.

- No creo poder perderme más que tú – echó una mirada asqueada a Hermione la cual solo frunció el entrecejo, luego volteó de nuevo hacia la Weasley – Aunque tu hermana casi lo consigue, con ese andrajoso baile – la recorrió con sus ojos de arriba abajo antes de que su rostro se contrajera en una mueca de asco - ¿realmente eres capaz de salir con esas pintas en público? 

- Eso a ti no te importa. Yo salgo como me da la gana, así que deja de fastidiar y lárgate. Nadie te quiere aquí, hurón.

El rubio frunció el ceño, contrariado ante el despectivo seudónimo.

- Deberías plantearte el no dañar la vista de otros, pequeña comadreja – dijo con retintín – No todos tenemos el mal gusto de San Potter.

El aludido se estremeció, ¿porque tenía que pronunciar su apellido de esa forma? Como si escupiera las palabras... Ni siquiera Voldemort lo decía con tanta repugnancia implícita. Pero eso era lo de menos, ya le estaba cansando esa estúpida discusión que el rubio Slytherin había iniciado.

- Si no te gusta no mires. Mis gustos no son de la incumbencia de nadie, y mucho menos de ti, Malfoy.

- ¡Oh, aquí está el Salvador defendiendo a su novia! – exclamó - Tus gustos se convierten en mi incumbencia cuando perjudican a la salud mental de toda la sociedad mágica, Potter – replicó entre divertido y desafiante.

- ¿De mortífago a guardián del orden mágico? Sorprendente evolución la tuya.

Apenas fueron unas centésimas de segundo pero Harry pudo apreciar como el rostro de Malfoy se comprimía en una mueca de dolor. Había sido un golpe bajo, lo sabía, pero ya le estaba tocando las narices, ¿porque Malfoy no podía seguir tranquilo como había estado el resto del curso? ¿porque tenía que acercarse a molestar el muy desgraciado?

- Déjalo, Harry, no vale la pena – oyó que decía Hermione disoluta, al tiempo que los otros aseveravan sus palabras.

Él se limitó a resoplar por lo bajo y a sentarse de nuevo en la silla, en algún momento de la concisa discusión se había puesto en pie inconscientemente; quizás en un intento por reducir la diferencia de alturas que ya de por si había entre el Slytherin y él.

Tenía la intención de pasar página sobre el reciente altercado, era lo más sano. Pero, aparentemente, el rubio no opinaba lo mismo.

- No te lo creas tanto, cara rajada. – las palabras de Malfoy tenían un matiz más furioso esta vez – Si te digo que el baile vale menos que la mierda de un basurero es por algo.

Los puños de Harry se cerraron con rabia, casi clavándose las uñas en las palmas de las manos. No lo soportaba, definitivamente no lo soportaba. Había sido un iluso al creer que Malfoy había madurado ese verano, un iluso al creer que podrían al menos mantener un trato cordial ahora que la guerra había finalizado. 

- ¡¡Cállate de una puta vez, Malfoy!! – prorrumpió en un grito a la par que golpeaba la mesa con ambos puños y se levantaba.

La estancia al completo se había quedado sumida en un tenso silencio, el barullo y las risas sofocadas habían desaparecido dejando de ello solo el triste recuerdo. Cientos de cabezas observaban ahora a un irascible moreno que con la mirada gacha permanecía en silencio, aún con los puños sobre la mesa. Incluso el pianista que en esos momentos tocaba una suave melodía se había detenido en seco, como congelado por la más fría ventisca. Draco, por su parte, no podía moverse. Con los ojos desmesuradamente abiertos observaba al que fuera el elegido, no había visto venir esa reacción. Ciertamente había querido cabrearlo pero no se había esperado conseguirlo de una forma tan factible y, además, rápida; Potter solía ser más paciente que el resto de sus amigos, pero tal parecía que el Gryffindor había decidido cambiar de patrón. En realidad, si se sinceraba consigo mismo, el propio Slytherin debería admitir que había perdido las riendas de sus propias palabras desde el momento en que el Gryffindor había sacado a colación el tema mortífago. Pero era su culpa, después de todo. Él no había sido el que se había inmiscuído en temas delicados.

- Harry, cariño...

- ¡No, Ginny! – la apartó con un manotazo que, si bien no fue brusco, tampoco gozaba de un gran caballerismo. - ¿porque no maduras, Malfoy?

El rubio Slytherin parpadeó un momento y, percatándose de que se había visto excesivamente sorprendido por la reacción del morocho, volvió a instalar en su semblante una expresión fría y burlesca. Ignoró las últimas palabras de su rival, ¿que sabría él de madurez? Al igual que Harry podía escuchar perfectamente los murmullos que se iban esparciendo por el Gran Comedor, entre todo el maremágnum de estudiantes. A Draco incluso le pareció distinguir la voz autoritaria de la profesora McGonagall en un infructuoso intento por acallar las voces, así como la oía proferir los apellidos “Malfoy” y “Potter” mientras se aproximaba. Pero estaba en la otra punta del salón y no pudo evitar que Potter volteara a mirarle, como tampoco pudo evitar que esmeralda y plata colisionaran en una danza letal.

- ¿Quien te crees que eres para meterte con las actuaciones de otra gente? ¡¿acaso crees que tú lo harías mejor?! ¡Ya me gustaría verte, estoy seguro que no sabes hacer otra cosa que reírte de los demás y correr cuando las cosas se ponen feas! – exclamó Harry con cierta mofa tiñendo sus afiladas palabras. No que pensara eso realmente, no lo pensaba, no hasta tal punto al menos. Después de todo tanto Malfoy como su madre le habían ayudado en la guerra, sin embargo, en ese momento, estaba furioso y cualquier razonamiento que no concluyera en lo mezquino que era el Slytherin era immediatamente despechado.

- Mira, Potter... – siseó amenazante.

- ¿Que? – dijo desafiante - ¿porque no bailas tú si eres tan listo? 

Las últimas palabras del moreno provocaron algunas risas entre las mesas, especialmente la de Ron para quien la imagen del hurón bailando parecía ser demasiado. Harry pudo comprovar, orgulloso, como el rostro del Slytheirn adquiría una tonalidad escarlata a la par que arrugaba la nariz ofendido. Probablemente algún que otro comentario, ligeramente insultante, de otros Gryffindors habían favorecido a esa reacción.

En ese preciso instante la Profesora McGonagall llegaba junto a ellos con semblante serio, centrando la atención de ambos jóvenes en ella.

- ¡Señores, deberían sentir vergüenza! Alumnos como ustedes, de séptimo año, montando semejante espectáculo...

Harry notó como Hermione parecía dispuesta a replicar quien había empezado todo eso, pero un grito proveniente de una de las mesas, donde en un principio había estado sentado Malfoy, se le adelantó; así como interrumpió la perorata de la subdirectora.

- ¡¡Draco, baila!! - Pansy Parkinson se había puesto en pie mientras gritaba eso, que fue seguido de alguna que otra exclamación alentadora de los individuos restantes en aquella mesa; sépase Blaise Zabini, Theodore Nott, y los dos gorilas que siempre acompañaban al rubio - ¡Baila y cierra la boca al estúpido de Potter!

- ¡Si, vamos, Draco!

- ¡Cállale!

Los murmullos y las exclamaciones de estupefacción no hicieron más que incrementar ante lo dicho por la pelinegra y los otros Slytherin del círculo cercano del rubio. Harry y todos sus amigos se encontraban igual de anonadados, ¿realmente la supuesta amiga de Malfoy había sugerido lo que parecía que había sugerido? ¿le había dicho que bailara? ¿Zabini estaba de acuerdo?

- Pff.. si, eso, baila – Ron estaba haciendo un gran esfuerzo por no romper en carcajadas, cuando Hermione le dio un disimulado codazo - ¡Auch! ¿Que haces?

De soslayo pudo observar como Hermione le susurraba algo en el oído a su pelirrojo amigo y como, a continuación, este emitía un sonido entre disconforme e incrédulo. Probablemente no estaba de acuerdo con lo que fuera que le había dicho la chica, ¿pero que le habría dicho? ¿Hermione no creería que Malfoy sabía bailar, o si? ¿pero que sentido tenía entonces que Parkinson dejara en ridículo a su compañero? Harry enfocó a Draco, evaluándolo con la mirada. Entonces fue que pudo apreciar la incipiente sonrisa que formaban las comisuras de sus labios, una sonrisa confiada. Inconscientemente enarcó una ceja, interrogante, cosa que no pasó desapercibida para su némesis. Al parecer la profesora McGonagall había quedado relevada a un segundo plano desde la intervención de Pansy.

- Creo... que debería enseñarte el arte de bailar, Potter. – con una mano se retiró un mechón de pelo de la cara - Me sentiría culpable si por no habértelo mostrado vivieras creyendo que lo que hace la pequeña comadreja es bailar – alardeó con evidente ironía, mientras que una sonrisa que a Harry se le antojó ¿coqueta? emmarcaba sus delicadas facciones, ahora exentas de cualquier tipo de mueca que las distorsionara. Se veían incluso agradables.

Harry se removió un poco al percatarse de lo que acababa de pensar. Se rehúsaba a aceptar que había pensado en el rostro de Malfoy calificándolo de dulce o agradable.

- Le agradecería que no empleara seudónimos que impliquen una falta de respeto, señor Malfoy.

- Si, profesora – masculló.

Súbitamente la voz de Dumbledore retumbó por los cuatro rincones del Gran Comedor, instaurando de immediato el silencio. Todos voltearon hacia el escenario, donde el anciano director se encontraba erguido, con la barbilla alzada y con esa majestuosa presencia imponiéndose entre la multitud. De alguna forma siempre lograba despertar cierto respeto en los demás, incluso Voldemort lo había reconocido como el gran mago que es. Para Harry era mucho más que solo el director de la escuela, mucho más que un gran mago; era su mentor, alguien a quien consideraba como familia, al igual que a los Weasleys. Dumbledore le había ocultado cosas, incluso se podía decir que le había mentido – a veces justificadamente y otras no -, pero eso solo demostraba que hasta personas tan sabías como el anciano director se equivocaban y cometían errores; solo demostraba que era humano, que no era perfecto.

Albus se aclaró la gargante antes de tomar la palabra.

- Queridos alumnos, parece que se ha desarrollado en esta sala un... pequeño incidente – dijo esto último mirando hacia donde Harry y Draco por encima de sus gafas de media luna. El moreno no pudo evitar sentirse en parte cohibido, no hacía falta leer entre líneas para apreciar el reproche entreluciendo en el tono conciliador y la amabilidad de su mirada – Pero como siempre vamos a aprovecharnos de ello y sacarle un buen partido. En mi opinión es una fantástica idea lo dicho por la señorita Parkinson, consecuentemente y, si el señor Malfoy nos hace el favor, procederemos a disfrutar de la última actuación del desayuno antes de seguir con el resto de las actividades. – una leve inclinación hacia el Slytherin - ¿Señor Malfoy?

- Hm... 

El aludido dejó aflorar una media sonrisa de desdén a la par que con sus dedos índice y pulgar capturaba una de las esferas plateadas que sobrevolaban alrededor de su cabeza, desvaneciéndola instantaneamente. Con su singular porte elegante avanzó unos pasos hacia el escenario mas, al llegar a las escaleras, ladeó la cabeza girándola levemente hasta clavar su mirada en un atónito Harry que aún no asimilaba que el rubio fuera a bailar realmente.

- Observa bien, Potter – alzó una ceja que fardaba superioridad – te podrías sorprender. 

A continuación, rompió el contacto visual y ascendió con pasos parsimoniosos hasta llegar junto a Dumbledore, aún en el centro del proscenio. Miró de reojo a un confundido Harry que no se había movido un pelo desde que le hubo mirado por última vez. Sonrió internamente, al entrelucir la mano que se agitaba frente a Harry despertándolo de su ensoñación. Potter, Potter...

- Muy bien, señor Malfoy – con un movimiento de mano captó la atención del pianista que anteriormente había sido interrumpido, el cual, sin embargo, no se había movido de donde estaba: frente al piano - si no le importa, señor Knowles, le agradecería que tocara una de sus piezas para que el señor Malfoy pueda deleitarnos con su baile.

El chico asintió con un “si, director” antes de acomodarse en el asiento, con las manos ya colocadas en posición a la espera de que su “compañero de actuación” estuviera listo. 

Harry, sentado en su silla, vio como Albus abandonaba la escena y esta era iluminada por intensos focos de luz azulada y plateada, el juego lumínico era realmente maravilloso. Sintió a Ginny apoyar la cabeza en su hombro y mascullar una serie de exabruptos por lo bajo que Harry no alcanzó a distinguir, pero que probablemente estaban inspirados en cierto Slytherin que en esos momentos hacia una seña al pianista. Este, tras cerrar los ojos, empezó a deslizar los ágiles dedos por las teclas del piano. Una sedosa y cálida melodía abrazó a todos los allí presentes, envolviéndolos con sus alas de algodón.

(En este punto recomiendo escuchar la siguiente canción: http://www.youtube.com/watch?v=a_mUuvgGnC4 )

Si Harry en algún punto de todo ese lío se había sentido tentado a burlarse de un Malfoy bailando, no pudo más que tirar sus estúpidos prejuicios por la borda. Si creía que lo que hacía Ginny era bailar, no pudo más que despechar esas creencias ante la visión de la que gozaban sus ojos en esos momentos. Malfoy se deslizaba por el escenario, apoyado sobre los dedos de los pies, agitando sus brazos con sedosos movimientos; su espalda no abandonaba la posición erguida ni su cuerpo el porte elegante mientras saltaba delicadamente pero con firmeza. Harry sintió su boca secarse, sus manos sudorosas por la impresión. ¿Malfoy está... bailando ballet?

La estancia había emmudecido de golpe. Como si solo se hallara Malfoy danzando entre inspiradoras notas musicales, como si el tiempo se hubiese detenido para todos excepto para él. La música engatusaba sus oídos con potentes compases, Malfoy lo engatusaba a él con su impecable baile. No podía dejar de mirarlo. El lacio cabello rubio, ahora más largo, ondeaba como flores salvajes en la brisa, acariciando el rostro blanquecino y nacarado que, a la luz de los focos, resplandecía con un brillo que parecía pertenecer a otro mundo. 

Trago saliva. Nunca había visto algo tan... Bello pensó contrariado.

En ese preciso momento la delgada figura de Malfoy giraba con perfecta exactitud, la blusa de seda negra flotando a su alrededor haciéndolo ver aún más celestial, antes de deslizarse hasta el suelo, casi al borde del escenario. Harry podía observarlo desde un primer plano. Abrió las piernas con gran elasticidad, echó la cabeza hacia atrás y rozó con la yema de los dedos el suelo trazando un círculo a su alrededor; cruzó las piernas al tiempo que sus brazos se estiraban hacia delante con movimientos desgarradores, como si quisiera aferrarse a algo. Con pasión, con dolor. Una mano en el corazón; rodó por el suelo y con asombrosa gracia se levantó. Los movimientos estaban medidos con exactitud ajustándose a la hermosa y funesta melodía, que poseía un aire de solemnidad. Harry estaba seguro de no haber visto nunca tantas emociones translucir en el rostro del Slytherin, sentía su pecho palpitar con fuerza, sucumbido, mientras contemplaba embelesado la fuerza con la que el rubio se entregaba a la canción. 

Fue entonces cuando los ojos plateados se clavaron en los suyos, haciéndole estremecer. Se sumergió en ellos bañandose en un mar de emociones, los halos de luz azulada rielaban en sus dilatadas pupilas por el esfuerzo. Harry solo pudo pensar que esos eran los ojos más bonitos que nunca antes había visto; incluso le pareció apreciar que Malfoy le dedicaba una sonrisa incitante. La música fue diluyéndose en el ambiente, cada vez más ténue, más lejana, más dispersa... Y sus últimos movimientos fueron perdiendo fuerza hasta desvanecerse entre los últimos ecos de las notas musicales, entre los últimos ecos de un susurro frenético.

Pero Malfoy seguía allí, tan claro, tan real. 

Tan deslumbrante...

Por un momento pareció que nadie iba a hacer nada, como temerosos de romper esa extraña magia que había acogido a la estancia. Mas solo fueron unos segundos, en cuanto los Slytherin reaccionaron estallaron en entusiastas vítores y ovaciones; algunos, incluso, se pusieron en pie. Los profesores les siguieron de una forma más comedida y, a continuación, alumnos de otras casa también se animaron inducidos por la espectacularidad y la calidad incuestionable del espectáculo que acababan de presenciar. ¿Quién se iba a imaginar que aquel pretencioso Slytherin fuese tan gran bailarín?

Harry se sintió absurdamente acorralado a causa del repentino bullicio que acaeció en el Gran Comedor. Parpadeó y se removió en su asiento, nervioso. Ni siquiera había notado cuando Ginny había dejado de estar apoyada en su hombro. 

- ¿Q-q..que mierdas a sido eso? – balbuceó Ron.

- Eso, Ron, ha sido fascinante.

- ¡Hermione! – exclamó Ginny, ofendida.

Esta le dirigió una mirada de disculpa, sintiéndose un poco mal por haber expresado su opinión en voz alta teniendo en cuanta la situación. Pero Harry podía entenderlo, su amiga era de las que analizaban desde un punto de vista objetivo. Y, diablos, si Harry se sinceraba tenía que admitir que, al lado de la de Malfoy, la actuación de su novia había sido muy pobre. Pero tampoco se trata de hacerla sentir mal, se dijo mientras escuchaba las diversas opiniones entre sus compañeros. Dean y Seamus apoyaban a Ginny; Hermione y Neville se mostraban reticentes a decir nada, pero sus expresiones hablaban por ellos, era evidente que creían que lo de Malfoy había sido sublime. Aunque después fuese un idiota, se le tenía que reconocer el mérito.

Echó una mirada a Ron, este no había vuelto a decir nada. El moreno lo conocía y sabía que probablemente estuviera demasiado impactado, y contrariado, como para reaccionar. Probablemente pasaría un rato antes de que asimilara que Malfoy sabía bailar estupendamente bien y pudiera vivir en paz con ello, ¿y como no si hasta a él le resultaba increíble? Dirigió una mirada disimulada hacia el rubio Slytherin el cual ya había descendido del escenario y estaba siendo alabado por unas chicas Slytherin de los primeros cursos. Una pícara sonrisa lucía en su rostro y un sutil destello en sus ojos de oro blanco. Harry se sobresaltó al percatarse de que estaba siendo observado de vuelta, y apartó la mirada.

- Umm... No deberías sentirte mal, Ginny – intervino Luna gentilmente – Bailasteis estilos diferentes, no creo que sea algo que se deba comparar. Mi padre siempre dice que no se debe mezclar el aceite con el agua.

Aunque se sentía un poco perdido en la conversación dado que había estado observando al rubio Slytherin, Harry se sintió dispensado ante las las palabras de la rubia las cuales permitían una vía de escape sin hacer sentir mal a Ginny. Poco le importaba si estas tenían alguna coherencia mientras calmaran a la pelirroja.

- Luna tiene razón, Ginny – Hermione le tomó la mano – simplemente son cosas diferentes. No le des vueltas, tú has estado genial.

- ¿Tú crees? – Hermione asintió, y ella volteó hacia el ojiverde - ¿Harry?

- Ehh... lo dicho, Ginny, no deberías tomártelo tan a pecho. Simplemente ignóralo.

La chica asintió. Pero Harry pudo ver que no estaba muy convencida, quizás le tendría que haber aclarado que lo había hecho muy bien, que le había gustado. Pero no más que Malfoy, insistió una maliciosa voz en su interior. Sacudió la cabeza queriendo mandarla muy lejos, donde no le entorpeciera con sus retorcidos susurros.

- Chicos, ¿nos vamos? 

Todos estuvieron de acuerdo con Dean, la gente ya había comenzado a salir del Gran Comedor. Pronto darían inicio las diversas actividades que se llevarían a cabo ese día. A Harry le interesaba particularmente el torneo de Quidditch y el de duelo, pero Ron quería ir al de ajedrez y Hermione a otras actividades que, tanto a él como al pelirrojo, se le antojaban aburridas.

El ojiverde se levanto instando a Ginny para que se levantara también, cuando, repentinamente, las voces a su alrededor se acallaron, supo, de alguna forma, que la atención estaba puesta en ellos; quizás el hecho de que Ginny se hubiera puesto rígida en ese preciso instante también había tenido algo que ver. Volteó hacia donde se perdía la mirada de su novia y se encontró con la burlona sonrisa de Malfoy, esta vez acompañado de sus amigos.

Y de sus guardaspaldas, pensó al ver a los estúpidos de Crabble y Goyle mirándole con los ojos entrecerrados.

Enfocó al rubio de nuevo, esperando a que se largase y los dejara en paz o, en su defecto, soltase lo que tuviera que decir de una vez por todas. Por desgracia, Malfoy optó por la segunda opción.

- ¿Sorprendido, Potter?

Frunció el entrecejo.

- No particularmente – mintió, no iba a darle la satisfacción al orgulloso Slytherin de que supiera cuan fascinado se había sentido. No, fascinado no, sorprendido. Se reprendió. - ¿Ya has acabado o piensas seguir jodiendo?

La sonrisa abandonó a Malfoy tras la contestación del Gryffindor, adoptando de pronto un semblante serio. Parkinson hizo ademán de ir a decir algo pero se detuvo ante la mano alzada del rubio, el cual curvaba las comisuras de sus labios y, de nuevo sonriente, avanzaba unos pasos hasta quedar a apenas unos centímetros de distancia del moreno. Se inclinó ligeramente, sus labios practicamente rozaban el oído de Harry.

- Cualquiera diría... – musitó en un hilo de voz, con lentitud, de forma que solo fuera audible para él. Harry no pudo hacer nada por evitar que todo su cuerpo se estremeciera al notar el aliento del otro chico sobre su oreja - ...que no se te estaban yendo los ojos hace un momento, Potter.

Abrió la boca, impactado y avergonzado por las palabras que habían aflorado de la boca de Malfoy. Sintió sofocarse y el rubor aglomerarse en sus mejillas. ¿Realmente había dicho lo que creía que había dicho? ¿Malfoy se había dado cuenta de como le había mirado? Aguarda, ¿como se supone que le he mirado? En su confusión, aún fue capaz de percibir la sutil risa del Slytherin antes de que se alejara de él comenzando a caminar hacia la salida, y seguido por sus compinches que pasaron a su lado mirándole con una mueca socarrona plasmada en sus caras. Parpadeó y, tras recomponerse de la sorpresa, giró en redondo dispuesto a perseguir a ese engreído y aclararle unos cuantos puntos. La mano de Ginny le retuvo.

- No le hagas caso – dijo – solo quiere llamar la atención.

- Cierto, compañero. Tú mismo lo has dicho antes, ignorémoslo – Ron le puso una mano sobre el hombro y, alzando la voz, agregó - ¡Gente que no sabe mostrarse agradecida no merecen ni nuetro desprecio!

Aparentemente, lo otros no se dieron por aludidos, pero era evidente que simplemente habían hecho oídos sordos al comentario de Ron.

- Menudos niñatos.

- Ya te digo, amigo – Seamus se desesperezó – Bueno, será mejor que vayamos tirando para el club de duelos. Creo que es lo siguiente.

- Lo siguiente que a ti te interesa, querrás decir – intervino Hermione, mientras bebía el último sorbo de un zumo de calabaza que había quedado olvidado sobre la mesa – Yo voy a una enriquecedora exposición de proyectos relacionados con las runas antiguas – rodó los ojos ante los rostros de incredulidad de todos los demás – Como sea, ¿quedamos dentro de dos horas en la cabaña de Hagrid? Según recuerdo también tenía bajo su mando alguna de las actividades, podría ser interesante.

Harry y los otros asintieron. Si en algo estaban de acuerdo todos, era en que la actividad relacionada con cuidado de criaturas mágicas no se la podían perder por nada del mundo. Especialmente, teniendo en cuenta la afición del semigigante por “adoptar” toda clase de criaturas peligrosas, desde repugnantes acromántulas hasta imponentes dragones. El moreno sonrió mientras negaba con la cabeza, Hagrid no tenía remedio.

Después de concretar donde reunirse, cada uno se fue por su lado en función de sus propios intereses. Sería bueno distraerse, porque debido a alguna razón que escapaba al entendimiento del salvador del mundo mágico no podía disipar de sus pensamientos las últimas palabras de cierto individuo. Habían quedado grabadas con fuego en su interior, y la sensación era, lo menos, inquietante.

Ooo0O0ooO



El día había transcurrido para el elegido de forma lenta y tortuosa, como la exhausta y desmadejada criatura que da pisadas a tientas en la noche más desabrida antes vista en su vida. Tenía conciencia de haber recorrido agotadoramente cada hierbajo de los terrenos de Hogwarts, cada burbuja de aire sobre su escoba. Luego recordaba a Ginny a su lado, un beso, dos, tres. Y el club de duelos, en el cual Ron había salido despedido por los aires al enfrentarse a su moreno amigo.

Suspiró, cediendo el paso a una ola de sentimientos que no se veía con ganas, ni con fuerzas, de registrar. Tumbado en su cama, a falta de solo unos minutos para que la luna despertara al completo de su languidez y se alzara en todo su calmoso apogeo, Harry no podía dejar de pensar en lo acontecido aquella mañana con el rubio Slytherin. Y lo peor de todo es que no sabía porque, o quizás si lo sabía pero simplemente no quería verlo. Si, probablemente era eso, las telarañas de su racionalidad no le permitían apreciar más que un velo translúcido, un conjunto de fantasmagóricas sombras que danzaban y reían refocilándose en su desorden.

Se estremeció. Hacía frío. El frío invernal le calaba los huesos como la más sangrienta mirada desdibujandose en la laguna de sus recuerdos. Dio vueltas en la cama en busca de una posición más adecuada y jaló del mullido edredón, quería ahogarse en él, cerrar los ojos y desentenderse del mundo perdido en el calor de sus manos. Pero el edredón no tenía manos.

De pronto ni siquiera estaba seguro de si había estado pensando en el edredón realmente o en alguna otra cosa. ¿Y que te dice el nombre “Malfoy”? inquirió la voz maliciosa fluctuando entre los entretejidos de su consciencia. Para nada, replicó y se encogió más sobre si mismo, e ignoró los suaves susurros que se repetían constantemente a su alrededor, susurros limitados a una sola palabra, a un solo nombre. 

No debieron pasar más de diez minutos antes de que el peso del silencio se le hiciera intolerable, y el hambre también. Por lo que, cauteloso pues no quería despertar a sus compañeros, se puso en pie, se colocó una sudadera vieja y, provisto de su capa de invisibilidad, se encaminó hacia las cocinas de Hogwarts. 

Cuando finalmente llegó a su destino, se sintió merecidamente aliviado. Se había cruzado con Snape por unos de los pasillos y el hombre, intuitivo como era, poco le había faltado para dar con él. Hubo un momento que Harry incluso pensó que chocarían, que sería descubierto y eso conllevaría la pérdida de valiosos puntos seguida de un irritante castigo; probablemente detención limpiando calderos por el resto del curso, especialmente si Snape ponía de su parte y, no sabía porque, el ojiverde no dudaba de que la pusiera. De todas formas, el peligro había pasado. Se despojó de la capa de invisibilidad y la dejó a un lado, sobre un mueble cercano. 

- Veamos, tiene que quedar algo dulce por aquí – dijo para si mismo mientras hurgaba en la nevera hasta dar con una cremosa tartaleta de frutas bañada con chocolate y lo que debía ser algún tipo de licor. – Como adoro este postre... 

No pudiendo resistirse a tomar una probada, hundió en la tartaleta la cucharilla que había cogido de uno de los armarios y, con febril deleite, la dirigió hacia sus labios, hacía la saciedad de su espíritu goloso. 

- Vaya, vaya, ¿pero que tenemos aquí?

La voz a sus espaldas, terriblemente conocida, le sobresaltó y el tentador pedazo de fruta con riachuelos de chocolate nunca se llegó a su boca. A pesar de haber reaccionado con rapidez, debido a sus entrenados reflejos, Harry solo pudo contemplar como el suculento manjar, llevado por la fuerza de la gravedad, impactaba en su mano alargada y caía al suelo, completamente arruinado.

Draco había contemplado el bizarro espectáculo divertido y orgulloso por haberse dado el lujo de sorprender al moreno por segunda vez en un mismo día. Pensó que se podía acostumbrar facilmente a eso. Harry levantó la mirada, el entrecejo levemente fruncido junto a la expresión frustrada de su rostro le daban un aspecto ampliamente sexy y oscuro.

- ¿Que pasa, Potter? ¿te quedaste sin comida?

- Vete a la mierda, Malfoy – resopló, a la par que aplicaba un hechizo de limpieza en el que debía ser, en esos momentos, un dulce y sabroso suelo.

- No, no me voy a ningún sitio – se acercó unos pasos, lo cual provocó que el ojiverde se tensara, atento a cualquier tipo de incipiente amenaza. Draco sonrió, pretencioso - ¿O es que el niño que vivió tiene más derecho a saltarse las reglas que los demás?

Harry guardó silencio, su mirada desafiante clavándose en el brillo burlón que destellaba en las orbes de tonalidad gris borrosa, como la de un cielo encapotado por las alicaídas nubes de una tarde de lluvia. Podía darse cuenta de que el rubio estaba muy cerca pues su rango visual apenas acaparaba la totalidad de su rostro, y casi creía percibir su respiración chocando con la propia. ¿Provocándole, quizás? ¿Pero provocándome a que?, pensó confundido. Desde esa mañana había tenido la sensación de que las cosas no estaban en su lugar, y la marea nerviosa y agitada, y a la vez impertérrita, que se ocultaba tras la cortina plateada de la mirada de Malfoy no hacía más que confirmárselo. Su palpitante corazón tampoco ayudaba. Mas no tenía la más mínima intención de iniciar una riña en las cocinas de la escuela pasada la media noche, tampoco tenía la intención de perder más tiempo de sueño en la misma habitación que el Slytherin, así como no tenía la intención de recortar la distancia y juntar sus labios en un beso ahogado. Cerró los ojos un momento y, cuando los volvió a abrir, se alejó del otro chico y comenzó a caminar hacia la salida. Solo tenía que ignorarlo, solo eso.

Ya no más, no volveré a caer en tus estúpidos pleitos infantiles, se prometió, rotundo.

- Tsk – masculló el Slytherin al tiempo que se plantaba agilmente frente a un sereno ojiverde, obstruyéndole la única salida. Las delicadas facciones se habían tensado por la ira, si había algo que odiara, era que le ignoraran - ¿Acaso no tienes educación, Potter? ¿no sabes que tienes que responder cuando te hacen una pregunta? – el elegido no le hizo el menor caso, al contario se balanceó hacia un lado en un intento por pasar por la apertura que había dejado Malfoy. Pero este reculó rapidamente, sus nervios practicamente crispados emergieron en una risa sofocada - ¡Oh, por Merlín! ¿Esa andrajosa familia de pobretones ni siquiera te enseñó eso?

Draco enseguida se arrepintió de sus últimas palabras. Sin embargo el otro no respondió a su provocación, se limitó, con la mirada enfocada en un punto indefinido de la negruzca pared, a decir:

- Perdiste la oportunidad de preguntarme cualquier cosa.

El ambiente emmudeció durante unos segundos a causa de lo dicho por el moreno. Solo el rumor de la noche y, tal vez, de los diminutos insectos que transitaban suelo y paredes, eran partícipes de la inaudible melodía. Draco no sabía que decir. Tenía muchas cosas por decir pero ninguna de ellas se atrevía a abandonar su boca, ninguna tenía el valor de enfrentarse a la impersonalidad con la que el elegido se había dirigido a él. Con un nudo en la garganta, característico del que es conocedor de su propio error, puedo ver como Potter negaba casi imperceptiblemente con la cabeza, en un gesto láguido y carente de energía.

– Hace 6 años perdiste la oportunidad de ser mi amigo. – empezó, con voz suave pero que no admitía réplica - Por lo que veo no te importó lo más mínimo, dado que te has estado esmerando todo este tiempo para ser odiado. Este curso... creí que este año habías madurado un poco, o eso parecía. Pero ya te has ocupado tú de desengañarme. Es una lástima, aunque realmente no me importa. – en ese punto fijó sus ojos verdes en los grises de Draco y su voz cobró un matiz venenoso y un olor a autoprotección – TÚ no me importas, Malfoy. No eres nada para mi, ni mi némesis, ni un rival, ni un mero conocido. ¡Así que dedícate a tu vida y deja de inmiscuírte en la mía y en la de mis amigos!

Las hirientes palabras habían ardido en su garganta cuando las estaba diciendo, y habían seguido consumándose en su interior cuando, de un brusco empujón, apartó al rubio de la salida y se fue apresuradamente, sin mirar atrás en ningún momento. Y sin ver, por lo tanto, las espinas clavadas tras la mirada de Draco Malfoy, que, recostado contra la pared, apretaba los puños hasta dejar de sentirlos.

Soy un completo idiota, un idiota... un condenado idiota. Y Potter también lo es.

Ooo0O0ooO



De nuevo en su habitación, amparado por el calor de su cama, Harry sentía un creciente nudo en la garganta, uno que se extendía por todo su cuerpo y que le provocaba aquel insistente escozor en los ojos. Uno que el sabía muy bien que significaba. La culpabilidad se derramaba en su interior como el precipitado llanto de un bebé, mojándolo todo de arrepentimientos contenidos. No quería sentirse culpable, no debía sentirse culpable. Y, sin embargo, estaba esa incordiante voz disfrazada de bondad que le repetía una y otra vez: Te has pasado... No era para tanto... Malfoy siempre ha sido así, incluso peor... Has sido cruel...

Hundió la cabeza en su almohada, ahogando el jadeo de congojada desesperación. Él no había querido decir todo lo que había dicho, no había tenido esa intención pero... Pero pagaste tu confusión con Malfoy. Volteó la cabeza y contempló la luna, blanca y esférica, coronando el cielo nocturno, risueña y magnánime vida que con indescifrables palabras le acusaba sentada en su trono, a la espera del alba. Si ahora se paraba a pensar se daba cuenta de que Malfoy no había ido con agresividad, sus palabras carecían del veneno que las caracterizaba, ni siquiera habían sido debidamente afiladas. Y en cambio, él había explotado. Maldita sea, había explotado porque estaba hasta las narices, porque no se esperaba volver a tener un enfrentamiento con el Slytherin dado que en el inicio de curso este había estado muy tranquilo, y se había decepcionado. Había explotado porque, por una milésima de segundo, había deseado reclamar la boca del rubio como suya, había deseado besar y succionar los rosados labios hasta olvidarse de todo lo demás. Por Merlín, ¡había deseado besar a un hombre! ¡A Malfoy!

Estaba asustado y había reaccionado como reaccionan los leones cuando se asustan: arañando.

Notas finales:

Primer capítulo finalizado!! xDD 

Publicaré ahora el 2 dado que en Slasheaven ya están publicados, encuentro una tonteria publicar aquí solo uno xD

besos! 
PD: dején rewiews!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).