Música
Él gustaba de escucharlo tocar, cada vez que el albino tomaba alguno de sus instrumentos, el coreano disfrutaba ir a sentarse a escucharlo y verlo, era un deleite hacerlo. El joven de plata usualmente no se daba cuenta de cuando llegaba su compañero, pues tocaba con una concentración y un sentimiento inigualables, cosa que quedaba reflejada por completo en la música; pero usualmente al terminar solía escuchar algunos aplausos y cuando se volvía encontraba ahí al de hebras avellanas, él tan solo sonreía complacido.
El de ojos ámbar disfrutaba de tocar un sin número de melodías y variados instrumentos, tocaba el piano, el violín, la flauta dulce y lo que en este momento: el cello, estaba tocando la primera sinfonía de Bach en G mayor, una pieza sumamente deliciosa, el melancólico y sensual sonido del cello expedía una melodía de la que se podía percibir un color entre café y dorado, la forma era de una especie de risos con textura lisa como la de una superficie barnizada y un sabor a café con una delicada pisca de canela, era realmente impresionante como lo que entonaba el albino, podía estimular a tal grado los sentidos del castaño.
Esa melodía dejaba un sentimiento de melancolía que no podía describir el de ojos bicolor, quería detenerle, pero al mismo tiempo quería seguir escuchando más, eran dos sentimientos que pugnaban dentro de él, pero había algo seguro y era que no podía esperar para abrazar al albino una vez que finalizara con aquel enervante sonido. Pero no, las melodías no cesaron, el albino continuó con las cinco sinfonías restantes hasta terminar envolviendo a ambos en una dimensión totalmente distinta.
Cuando el albino dejó de tocar, no escuchó los aplausos que generalmente oía, esta vez, sintió que unas manos que provenían de detrás de él, sujetaba su quijada y lo hacían voltear hacia arriba, ahí pudo sentir la lengua del castaño arremeter directamente contra su cavidad que se encontraba abierta al intentar formular una pregunta que terminó por no hacer. Ambas bocas estaban posicionadas de manera opuesta, pero se prestaba para jugar perfectamente la una con la otra, dándose caricias que en un beso convencional no podrían compartir. Una de sus manos sujetó la ajena, envolviendo los largos y finos dedos en ella, sintiendo el tacto sedoso que desprendía, mientras que en ningún momento su otra mano abandonó la quijada ajena, como para asegurar de esa manera la permanencia del beso tan delicioso que compartían.
Cuando sintieron que el oxigeno les hacía falta se separaron ligeramente dejando que un hilo de saliva les uniera aun, ahí Choe Guseong pudo verlo por fin, vio en las pupilas del albino un gran sentimiento de soledad que era casi palpable; así que procedió a taparle los ojos suavemente con una de sus manos y continuó besando de la misma manera al copo de nieve, esperando poder transmitirle con ese beso todo lo que él sentía, así como el de hebras plateadas lo hacía con su música.