Pez
El castaño se encontraba sentado al borde de la cama con la sabana cubriéndole modestamente parte de la cadera y parte de sus piernas, estaba fumando, poco usual en él ya que realmente no era un fumador muy activo, simplemente lo hacía de vez en cuando, era como una especie de gusto aislado que tenía.
Fumaba apaciblemente, mientras la luz matinal se colaba por la cortina, no perdía de vista el cuerpo que yacía a su lado, aquel delicioso joven que dormía como si nunca lo hubiese hecho en su vida. Ciertamente era extraño que el albino durmiera más de 3 horas diarias, así que podía entender su cansancio. Para el albino, el dormir tantas horas continuas era como para él el fumar: un gusto que tenía aislado. Lo observaba dormir como si fuese lo más interesante y provechoso del mundo, de pronto desvió su mirada a aquella pecera que contenía los peces que el albino insistía en cuidar, no supo porque pero se paró de la comodidad de la cama y les dio algo de comer a aquellos pequeños peces, se quedó admirándolos algunos minutos y aprovechó para sumergirse en sus pensamientos:
A veces he llegado a pensar que sería maravilloso si fueras un pez, si pudiese tenerte en una pecera donde siempre estuvieras a mi vista, en donde dependieras totalmente de mí… si fueras un pez.
Pero si fueras un pez y yo un humano, no podría tocarte…el contacto con mi piel sería algo doloroso para ti, porque sería algo que nunca antes habrías sentido…un calor abrasador. Aunque para tu corazón ya es así, ¿cierto?
Si fueras un pez que viviese en el océano…¿Cuánto tardaría en encontrarte? De por sí, ya eres tan esquivo y escurridizo…me internaría en el mismo abismo e inclusive me disolvería en burbujas solo para estar contigo.
A veces he pensado que sería bueno que ambos fuésemos peces…un par de peces que vivan en una pequeña pecera, un conjunto de muros de cristal que nos contenga y que nos haga ubicarnos en el mismo espacio. Un receptáculo que por milagro nos haya juntado a ambos.
Cerró sus ojos lentamente mientras dejaba caer el cigarrillo al piso, se acercó parsimoniosamente a la cama observando al joven de plata dormir, no se resistió y acarició la fina piel que le ofrecía un hombro de mármol, deslizó su palma acariciándole el delgado pero aun así, tonificado brazo y a como pudo, se acomodó de vuelta en la cama frente al joven sin despertarlo, observando las exquisitas facciones que acariciaba con suavidad, continuó con su pensar:
Pero no soy un pez, y tú tampoco. Puedo tocarte y disfrutar del tacto de tu piel, al igual que tu puedes hacerlo con el tacto de la mía. No somos peces.
Ante su último pensamiento se aferró al delgado cuerpo abrazándolo protectoramente, como si con ello pudiese resguardarlo incluso de sus propios sueños. Por su parte, el albino no supo porqué, pero al despertar sintió que ese había sido a lo que se le llama "un sueño reparador"