Aislamiento.
Era fácil volverse celoso y posesivo con alguien como Makishima Shougo a su lado: un joven encantador, versado en temas diversos, inteligente y atractivo. ¿Cómo no ser posesivo?
Pero él lo sabía, sabía que no podía retener a ese joven, si lo intentaba lo más probable es que él se escurriría de entre sus dedos y jamás podría volver a tenerle en sus manos…era como el pájaro azul… un ser deseado y perseguido, pero jamas atrapado.
Si por él fuera, tomaría al albino y lo encerraría en un lugar que esté lejos de la vista de todos, mataría a todos aquellos con quienes alguna vez haya hablado, para que nadie más pudiese tener algo de él –incluso si ese algo era un simple pensamiento- y llenaría al de hebras plateadas de él, quería ser lo único que reflejaran sus ojos, incluso tenía celos de los propios parpados del joven de nieve. Tenía envidia de la ropa que portaba, quería ser lo único en el planeta que lo tocara. Odiaba al oxigeno, los alimentos y el agua, pues quería ser el único en el universo que pudiese ingresar en el cuerpo de marfil, quería ser imprescindible para él. Quería ser lo único que ocupara la mente del esbelto joven. Anhelaba devorar su cuerpo y alma.
Pero sabía que ese deseo era algo que no podría jamás cumplirse, y se desvanecería cruelmente sin importar cuantas veces se unieran, ambos eran dos criaturas separadas. Tragedia.
Choe Guseong se sentía frustrado por ello, se sentía a enloquecer de celos, pues sabía que incluso si lograba encerrarlo, se pondría celoso de esa habitación que sería testigo de cada vez que el albino se desnudara, de cada gesto que mostrara. Cada día que pasaba era más difícil poder convivir con ese yo dentro de él que quería asimilar completamente a ese hombre llamado Makishima Shougo. Canibalismo.
Ciertamente, no podría encerrarlo nunca, pero se encargó muy bien de ir alejando a las personas a su alrededor, solo les daba acceso al joven a aquellos que él calculara, lo mantuvieran lo suficientemente entretenido para que no notara como poco a poco iba aislándolo, para así ir tiendo el privilegio único de permanecer a su lado.
Desde que había comenzado a hacerlo, muy seguido veía al albino con una mirada melancólica: se sentía aun más solo. Cada vez que esto sucedía, el sonreía para sus adentros, se acercaba conciliadoramente al albino con una bandeja donde le servía un delicioso té Earl Gray y para acompañar unas esponjosas y exquisitas madalenas, depositaba un beso en la frente del otro y se sentaba en el sillón que quedaba frente a él, donde veía repetirse una y otra vez la escena celebre del libro "Por el camino de Swann" pero protagonizada por el joven de plata: en la que remojaba la madalena en el humeante té frente a él.
Así es, ciertamente no se podía mantener cautivo al pájaro azul, quizá, en este caso no podría conquistarse, pero quizá…y sólo quizá: podría aislarse.