Anillo
Se encontraban el albino y el castaño en medio de la merienda, el de cabellos plata degustaba un delicioso té de albahaca con leche y unos alfajores de maicena cubiertos con chocolate semiamargo –ambos ideales para una tarde fresca- mientras que el de hebras avellana disfrutaba de una cerveza helada con algunos bocadillos salados de mariscos.
Ninguno de los dos estaba hablando, tan solo pasaban el tiempo juntos, no era necesario ni incomodo el silencio, era de esos silencios que se disfrutan, en los que te es placentera la compañía del otro tal cual, el saber que esa persona está en la misma habitación que tu respirando, sin necesidad de más.
El joven de nieve disfrutaba su merienda ensimismado en sus pensamientos, pero aun disfrutando de la compañía del otro, mientras que por su parte, el coreano le observaba en silencio, observaba cada ligero movimiento que hacía, el cómo tomaba un pequeño alfajor con un grácil movimiento de manos, como lo mordía ligeramente, degustándolo, jugando con el relleno dulce dentro de su boca, saboreándolo; el cómo sujetaba la fina taza del juego de té que compró especialmente para él y la llevaba a su boca, donde la recibía con aquellos suaves labios, mientras la lengua traviesa se asomaba y ocultaba por la comisura de los mismos, evitando así dejar escapar cualquier gota; con la otra mano despejaba ligeramente su campo de vista de las hebras que se enredaban en sus largas pestañas, causándole algo de picazón. El albino no daba señal de percatarse de lo que sucedía, pero el castaño no perdía pista alguna de él, cada ligero movimiento, era visto por él como el movimiento más sensual del mundo, era un deleite ver a ese joven en su estado más natural.
Después de algunos minutos, luego de haber terminado de degustar la merienda que cada uno había optado por tomar, se quedaron en aquella acogedora sala jugando dominó, por lo que comenzaron a charlar amenamente sobre cualquier tema sin importancia. El de ojos ámbar seguía siendo presa de los ojos escarlata que no perdían detalle alguno de él. El castaño estaba totalmente hechizado por los refinados movimientos del otro, vio como esos deliciosos labios se movían separándose y juntándose, como danzando…emitían sonido:
- ¿Sucede algo? – inquirió al ver que no hacía movimiento alguno es su turno, no ponía, ni tomaba nada. Finalmente cayó en cuenta que era su turno y que esos labios se movían pues estaban de hecho, hablándole, así que negó ligeramente con la cabeza y mientras elegía que pieza colocar sobre la mesa.
- Sólo pensaba en algunas cosas…-dejó la oración al aire, no estaba seguro si era porque no quería del todo terminarla o si era porque quería ver que tan interesado estaba el albino en su desliz, mientras, colocaba la pieza elegida, sin perder pista de la mano del otro, que nuevamente se deslizaba delicadamente por sus cabellos para removerlos un poco de entre sus ojos, tomó una pieza y la estaba por colocar en la mesa, pero la mano del otro la interceptó, observándola cuidadosamente. El copo de nieve no retiró su mano, se dejó observar, animándose finalmente a preguntarle:
- ¿Qué tipo de cosas? – dándose cuenta que el otro, no había escuchado su pregunta le llamó por su nombre – ¿Choe Guseong?- el hombre de orbes bicolor comenzó a juguetear con la mano ajena y en breve a acariciarla ligeramente, específicamente en su dedo anular.
- A tu mano le hace falta un anillo –dijo simple, descolocando al de orbes ambarinas.
- ¿Qué? –fue todo lo que alcanzó a articular, pues realmente, no sabía que más podría decir. El de facciones zorrunas acercó la mano contraria a su rostro, hasta posar sus labios en el dorso de la misma, sosteniéndola de esa manera en sus labios - …- el de hebras plata no pronunció palabra, sólo estaba atento a lo que hacía el otro.
- ¿Qué opinas?- susurró sobre la mano del albino, nuevamente observando cada uno de los movimientos de sus músculos faciales, mientras los ojos ajenos le observaban expectantes sin decir nada, por lo que el castaño se adelantó a adivinar- ¿Eso es un "no"?
El albino salió de su ¿asombro? ¿Confusión? No sabía él como llamarlo- No, es sólo que nunca lo había pensado –se apresuró a decir, intentando hacerlo lo más calmado que pudiese- ¿piensas en comprar uno para mí? – inquirió sin percatarse de que por sus labios se asomaba una sonrisa.
- Probablemente. ¿Te gustaría? – inquirió un tanto más confiado.
- ¿Quién habría pensado que eras un romántico? Debe ser la diferencia de edades- mencionó con un deje burlón, sin contestarle realmente su pregunta.
- No soy tan viejo- sonrió ligeramente, poniéndose de pie para acercarse y colisionar su lengua con los labios ajenos, para romperlos como barrera e ingresar en la cavidad dulce que le recibía gustoso, entre beso y beso le preguntó nuevamente - ¿eso es un sí o un no?
Continuó con los besos susurrando en medio de ellos - ¿Tú qué crees?