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Quimeras por Katja Kitayima

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Notas del fanfic:

Otro fic más realizado para la Blinger Party. Debo decir que este surgió en un momento de mi vida no muy bueno, así que, espero no haberme desquitado mucho con Jonghyun~

A veces, Kim Jonghyun se cuestionaba si en verdad era tan estúpido y patético como la gente decía que era. Se preguntaba, si, en aquello que tenía por cerebro no hacían sinapsis las pocas neuronas —sanas— que aún le quedaban.

¿Sería acaso que, en realidad,  sí era lo que podría denominarse como el ser más idiota sobre la tierra?

Su padre, —corrección—, padrastro de turno, a menudo le decía que el  ruido estridente  de su guitarra le había provocado un daño masivo, haciéndolo incompetente para cualquier clase de actividad que realizara.

“Sin futuro”, así le había calificado el desdeñoso señor Kim desde que había cumplido los diez años de edad.

De acuerdo, él mismo no se consideraba lo que podría llamarse un genio, ni alguien de  inteligencia superior o con aptitudes fuera de lo común. Sin embargo, tampoco creía estar muy por debajo del nivel como para ser considerado un completo incompetente y no tener ni jodida idea de qué hacer o cómo resolver un simple problema.

Mas bien, él pensaba que era una persona medianamente normal, promedio, común y corriente, con los problemas típicos de un adulto de veinte años, estudiante de música de una universidad de artes de nivel aceptable, con aspiraciones y sueños, con frustraciones y desilusiones. Nada nuevo que cualquier otra persona no pudiese resolver con un poquito más de empeño. Y eso precisamente, era mucho de lo que él tenía, aún a pesar de tener todo en su contra.

Entonces, si el se veía como una más de esas personas, no se explicaba de qué manera y en qué momento de su nefasta vida había cometido uno de los peores, y mas tontos, errores en su haber. Estaba por terminar de estropear una de las dos únicas cosas que funcionaban bien en su vida.

Eso es, Jonghyun, sí que tienes tacto para mandar a la mierda cualquier cosa a la que le pongas la mano encima.

Suspiró fuertemente abriendo los ojos, percibiendo a su alrededor el aura de ocaso que comenzó a inundar la habitación. Estaba demasiado obscuro ya para ser apenas las seis y media de la tarde.

Observó el reloj de pared de la pequeña cocineta de su apartamento. El ruido constante de la maquinaria que movía las manecillas le estaba taladrando los oídos; escuchar aquello durante las últimas cuatro horas debía ser una agonía o un castigo que creyó merecer. Se había pasado todo ese tiempo allí, sentado en el suelo de sucio mármol grisáceo en una posición nada ortodoxa, la cabeza reposando y golpeándose de vez en vez contra la pared maltrecha y pintada de un horrible color salmón que odió desde el primer día que alquiló el lugar.

Estiró la mano para alcanzar la botella de vodka barato que llevaba poco más de tres años guardada en el baúl de sus recuerdos.

Para ocasiones especiales, decía; en los momentos restantes, la mejor opción siempre era una cerveza helada de las de etiqueta roja, nacional y de agrio sabor. Excepto, por supuesto, cuando Kibum era su compañía; en esos casos, peculiarmente exclusivos, ni siquiera le pasaba por la cabeza —o las venas— el querer embriagarse con alcohol o alguna otra substancia ajena que no fuese la esencia y el sabor de los labios de su mejor amigo y pareja sentimental desde hacía ocho meses.

Kibum.

Instantáneamente vino a su mente la imagen del susodicho, con la graciosa y curiosa forma en que sus mejillas se acomodaban cada vez que le sonreía. Sincero, cálido, tierno. Hermoso y único en su haber.

Y por él es que estaba ahora en ese estado de ansiedad depresiva, queriendo pensar claramente en las causas de su error, o quizá sólo encontrar alguna excusa barata que le brindara la tranquilidad de saber que no era completamente culpable de lo sucedido; buscaba solamente justificarse ante sí mismo para evitar que el peso de sus acciones le carcomiera.

Jonghyun había hecho un desastre de lo que más amaba: había lastimado, sin quererlo, a la persona que había vuelto su fatídica existencia en algo que sí valía la pena por vivir.

Kim Kibum, Key, Kibummie, Bummie, babe, gatito….como fuera, de la manera en que le apeteciera nombrarle, todos eran la misma persona. El chico de cabellos artificialmente rubios, blanca piel de luna, delicada y jodidamente suave que le hacía delirar en cuanto le tocaba.

¿Qué es lo que le había hecho que ahora padecía de esa ansiedad y depresión? ¿Qué le hizo que estaba ahora al borde del colapso, queriendo ahogarse en alcohol y llorar de rabia y tristeza por no estar en esos momentos con él?

La respuesta fue sencilla y obvia: lo había arruinado, su relación, a Kibum, a él, a los dos y al vínculo tan especial que compartían de ser almas gemelas. Había deshecho su perfecta combinación.

Bebió, uno, dos, tres vasos repletos hasta el tope del añejado licor. Pero no le bastó, porque en su garganta aún estaba la sensación de ira contra sí mismo, y entre más tomaba más ardía, más dolía el hecho de ser la causante de arruinar lo que había construido con mucho esfuerzo durante esos meses.

Tomó la botella y la bebió directamente sin miras a detenerse hasta no haber satisfecho por completo la necesidad de castigo. Cerró los ojos en cuanto sintió que el mareo le nublaba la vista, tosió discretamente, limpiándose con la mano el sobrante de vodka que resbaló por su mentón.

Definitivamente tendría que ir después a comprar más suministros de aquel mágico elixir que le ayudaba a limpiar las penas y olvidar, por al menos un par de horas o lo que durara el efecto combinado con alguna otra sustancia.

Patético, como siempre, recurriendo a la salida más fácil.

Su vista recorrió el lugar como una cámara en toma panorámica. Vio, o imaginó, la silueta de Key parado junto al escritorio: brazos cruzados y semblante serio mientras le decía que era de cobardes recurrir al alcohol y que eso arruinaría su voz.

Sonrió discretamente; amaba la manera tan honesta y singular en que Key le decía que era un torpe y el cómo podía disfrazar los sentimientos para decirle, implícitamente, que "eres realmente un idiota pero aún así te amo".

Se dio cuenta entonces de lo mucho que extrañaba a Kibum, y cuánto es que le hacía falta. Solamente tres semanas de su ausencia y ya estaba hecho una piltrafa humana, tal vez en una semana más, y con un poco de suerte, podría estar muerto.

Jonghyun ladeó la cabeza mientras miraba atontado hacia el frente.

 

Un momento….

 

Su vista se quedó fija sobre el pequeño calendario de paisajes europeos que tenía puesto en el escritorio. Lo observó durante algunos instantes intentando enfocar el círculo rojizo que señalaba una fecha, al parecer, muy importante.

Sábado ocho de enero.

Le tomó algunos segundos más el darse cuenta de que precisamente esa fecha señalada era el día de hoy; dos días antes de regresar a clases del periodo vacacional entre semestres, y el mismo día en que Key regresaría finalmente a Seúl.

—¡Mierda! —su reloj de mano le decía que ya iba con retraso para la hora en que llegaría el tren proveniente de Daegu.

Se levantó del suelo en tiempo record, sin importarle lo mareado que se sentía o que llegaría a sentirse tras la cantidad de alcohol que hubo ingerido en todo el día. No le importó tampoco el hecho de que sus ropas parecían haber salido de una tienda de segunda mano; jeans negros deslavados, botas militares con un severo desgaste en las puntas y una playera en tono azul obscuro que no tenía distinción de gama contra la obscuridad de la noche.

De acuerdo, no era lo óptimo para las circunstancias, pero sencillamente no tenía tiempo de cambiarse por algo más presentable.

Sonrió amargamente. Si Kibum estuviera allí, seguramente ya le estaría regañando por elegir algo tan fuera de contexto y vestirse como si fuese a ir a un funeral de índole rockera de bajo presupuesto.

Sin embargo, el hecho era que Key no estaba allí con él ahora para darle lecciones de moda, para decirle qué era lo que le quedaba mejor, o criticarle duramente por usar algo tan horrible y después sonreírle y darle un beso mientras ambos terminan riendo por lo insulso de sus conversaciones.

No importaba cómo, pero llegaría a tiempo para recibir ese tren. Tenía que hacerlo, llegar a la estación para encontrarse con su novio y pedirle perdón por haber sido el mayor idiota del mundo, por haberle hecho daño y decirle, una y otra vez, lo mucho que lo amaba y que no podía dar un paso más sin él a su lado.

Porque de por si su vida era ya un completo caos, sin Key se volvía el infierno.

Con suerte y pudo hallar las llaves de su motocicleta, una Ducati Diavel Carbón en tono rojizo  de segundo uso, hasta el fondo del tarro donde guardaba las galletas; y ni idea de cómo es que habían terminado allí si las había usado la noche anterior. Más desastre a su vida, pues ni siquiera recordaba que tuviera esas galletas en primer lugar.

“Más errores, más tonterías, más distracciones. Jonghyun, vas por un excelente camino hacia tu perdición”.

Las típicas palabras de su padrastro que resonaban en su cabeza cada vez que hacía algo fuera de lo común y a contra corriente, lo cual, en adverbios de tiempo, era casi siempre.

¿Cómo es que podía tomar responsabilidad de sus actos siendo el completo caos que era?, ¿cómo es que Kibum, el ser más perfecto que hubo conocido, se había fijado en él aún después del centenar de veces en que creyó arruinarlo? Porque Kim Kibum seguía a su lado a pesar de no ser el mejor estudiante, o el más talentoso, o el más guapo, o el más atractivo físicamente, comparado con los sujetos bien parecidos y de más de un metro con ochenta del equipo de fútbol soccer; Key le seguía queriendo cuando lloraba, cuando reía como desquiciado, cuando se enfadaba o cuando simplemente no tenía ganas de hacer nada.

“Debe ser amor”.

Fue lo que pensaba en cada una de esas ocasiones en las que terminaban juntos, a pesar de la tormenta de problemas e inseguridades que generaba él mismo. Supo entonces que Key le amaba por lo que era sin pretender cambiarle. Le amaba por ser simplemente Kim Jonghyun, el loco de las canciones melosas que le cantaba al oído cada noche después de hacer el amor.

Era amor, del verdadero y raramente puro, y estaba a punto de perderlo definitivamente si no hacía algo ya.

Jonghyun tenía las manos sujetas con fuerza alrededor de las palancas, acelerando inconscientemente cada vez que sus pensamientos le llevaban a terminar con la escena de Key y él discutiendo por aquello que los había llevado a distanciarse.

¡Sí que era estúpido!, la escena había sido realmente perfecta, como todo cuando descansaban recostados y desnudos el uno junto al otro tras haberse brindado amor y cariño, hasta el momento en que tuvo que estropearla. Era repugnante el cómo pudo arruinarlo todo por su estupidez de una noche; sin embargo, nada de eso logró quitarle la sensación de calidez de Kibum que todavía  permanecía en él aún después de todo ese tiempo separados.

 

 

"—No me has dicho cómo te fue ayer en tu presentación —sus labios formaban un camino de besos por su cuello, subiendo por la marcada línea de su mentón; los dedos le ayudaban en la tarea de acariciar cada espacio de la piel contrastante contra la suya. Estaba siendo muy delicado en su tacto— no me llamaste.

Le escuchó decírselo casi en un susurro, en  un tono de voz que le causó escalofríos cuando el rubio recargó la cabeza contra su pecho desnudo.

Aspiró con fuerza, arropándole con sus brazos y besando su cabeza en un dejo de consolación.

—Anduvimos muy ocupados, lo siento, por no decirte.

Fue lo que le respondió tras quedarse en silencio por algunos segundos, tal vez minutos. Sabía que Key buscaba una respuesta, una que no estaba seguro de querer darle.

Le sintió respirar sobre la piel, ese cálido aliento que le recordaba que había cosas que jamás debían ser alteradas, cosas tan delicadas que ya incluso era pecado que él las tuviese entre sus podridas manos.

—Jonghyun —le llamó tan suavemente que se sintió culpable— dímelo.

Y el le miró, elevó el rostro para observarle con esos ojos de apariencia felina, brillantes y expectantes.

El sabía perfectamente, Key no era estúpido como él; Key era astuto, inteligente, perceptivo; su Kibum le leía a la perfección y sabía cuando las cosas no estaban bien, ni con el ni entre ellos.

Pero Jonghyun no pudo ni quiso seguir falseando tras una máscara, muy mal arreglada y quebradiza, la cual Key siempre vio como transparente aún a pesar de sus esfuerzos por mantenerla en posición a diario.

—Lo siento....

—¿Qué hiciste?

—Fue sólo un beso...

—¿La besaste?

—No fue importante, Bummie, ya no lo es —súbitamente había perdido toda su capacidad vocal y lo único que quedó fue un susurro, vacío y amargo.

El silencio acompañado de la frialdad fue lo que más le caló, más que el sentir cómo se alejaba el delicado cuerpo de su pareja de la cama que compartieron minutos antes; el rubio se había puesto en pie buscando su ropa entre las miles de cosas tiradas en el suelo.

Jonghyun no veía su rostro en la obscuridad, pero intuía, a juzgar por cómo dolía su pecho, que Key había comenzado a llorar, silencioso.

Él también lo hizo: llorar, sollozar, pero la diferencia radicaba en que Key había tenido las agallas de actuar; él, en cambio, se quedó quieto ante la incapacidad de reaccionar a tiempo. Su cabeza estaba hecha un desastre, lo mismo que su alma.

—¡Una noche, Jonghyun! ¡Te dejo solo por una maldita noche y lo arruinas por completo!

—Kibum....por favor.

Intentó detenerle. Fácil hubiese sido, con la fuerza reposante en ese par de musculosos brazos, el sostenerle por la muñeca, jalar de su piel delicada hasta dejar marcas y tirarle de nuevo sobre la cama para rendirle pleitesía y devorarle a base de besos y caricias.

Pero no.

Jonghyun se había quedado estático observando como Kibum se iba de su lado, quieto y silencioso pero inundado en lágrimas que no dejaban de fluir, tensando la mandíbula y llorando de coraje hacia él mismo por no poder ser capaz de hacer algo.

Se estaba castigando, quería que doliera porque tal vez, de ese modo, el veneno comenzaría a salir y limpiaría entonces las heridas.

—Eso dolió, Jonghyun…."

 

 

Fue entonces que recordó las palabras exactas de Key antes de que cerrara la puerta tras de si, cuando le dijo que era un miserable bastardo, y que le odiaba, mucho en realidad; y tras eso sus ojos se llenaron de lágrimas que el viento se encargo de secar

 

Ciento veinte kilómetros por hora.

El claxon de una camioneta a su derecha le hizo volver a su más cruenta realidad cuando su conductor le reclamó, con insultos en cinco de cada seis palabras que le dirigió, por haberse cambiado intempestivamente de carril. Meneó la cabeza para despabilarse de los recuerdos fortuitos que atacaban su mente, el semáforo todavía con luz verde no le hizo detenerse ni bajar la velocidad.

Le dolía, lo mismo que creyó dolerle a Key cuando se lo confesó, sólo que a un nivel inimaginable.

Jonghyun realmente no iba a confesárselo, que aquella noche de su presentación en el club del centro, cuando Kibum no estaría presente por estar regodeándose con los mejores chefs de la ciudad, después de su tocada y una actuación realmente memorable, falló a su instinto y su cabeza confundió un instante el intercambio emocional de un sentimiento mal entendido.

Jess, la chica pelirroja y facciones finas, la nueva bajista de su banda y recién llegada de Nueva York; la chica prodigio del instituto de artes en donde estudiaban.

Se había unido a la banda hacía unos meses atrás durante unas audiciones; enseguida se acopló al estilo rockero y rebelde que Jonghyun y compañía pretendía en su estilo musical. Era una chica muy alegre, decidida y temeraria, la imagen rockera iba acorde a su belleza física y porte. Hermosa y malditamente atractiva, según definió Jonghyun al cabo de una semana de conocerse. Él y Jess congeniaron al instante, sus ideas y conceptos musicales estaban a la par, tenían los mismos intereses y las mismas metas para lograr lo que los apasionaba: la música.

Jonghyun estaba enloquecido por aquella personalidad, aunque pensaba que más que su mente lo que realmente lo sedujo a primera vista había sido su físico.

No era un secreto que habían comenzado a ser muy buenos amigos, incluso Kibum llegó a conocerla en alguna ocasión debido a la incesante lluvia de cumplidos que Jonghyun dejaba caer cuando hablaba de ella. Una noche en una fiesta universitaria, el rubio y ella interactuaron por primera vez de frente; Kibum le sonrió amablemente sin dejar de mirarla a los ojos, presentándose formalmente como Key, el novio de Jonghyun.

Por supuesto que lo hizo, presumió su título sin dudarlo o que pudiera parecer de mal gusto por el énfasis de sus palabras. No le importaba si aquella chica era o no agradable, Key había puesto  las cosas en claro desde un inicio.

Jonghyun sonrió. Le parecía adorable cada vez que Kibum dejaba ver sus celos y refrendaba su pertenencia. Jamás le molestó que lo hiciera, porque encontraba tremendamente satisfactorio, placentero y orgulloso el hecho de que alguien le considerara como suyo.  Jonghyun se sentía amado y lleno de autoestima por primera vez en lo que iba de su miserable vida. Bajo esa capa de músculos y actitud de niño rebelde y malo, en realidad era una frágil masa de inseguridad disfrazada de un ego mal manejado, pero Kibum siempre vio mucho más allá de eso.

Pero, siendo Kim Jonghyun, no puedes tener algo bueno en la vida y conservarlo intacto por mucho tiempo.

Esa noche, tras haber llevado a cabo una de las mejores actuaciones en la corta e inestable carrera de su banda, la emoción y la felicidad se confundieron con otro sentimiento.

Él la besó, ella le secundó. Un contacto de labios, suave al principio y llevado a su clímax en los escasos cinco segundos que duró. Después de eso Jonghyun entendió la diferencia que siempre supo que existía, pero que desgraciadamente era demasiado torpe como para visualizar.

Sólo había sido un beso; un beso con ella, pero con Kibum, siempre había sido el beso.
Con ella fue una conexión superficial, con Key, en cambio, el vínculo provenía desde lo más profundo de sus almas. El problema fue que Jonghyun nunca pudo explicárselo de esa manera.

Una semana después de esa noche no volvieron a hablar de nuevo, ni siquiera pudo verlo por la universidad o en su departamento, Key era bastante bueno en eso de jugar a esconderse cuando no deseaba ser encontrado. Jonghyun trató inútilmente y por todos los medios de hablar con él, de explicarle, de hacerle razonar, pero todo fue en vano porque Kibum jamás le contestó las llamadas, o los mensajes, o los correos electrónicos plagados de disculpas estúpidas y sin sentido.

Días después se enteró por medio de uno de sus amigos en común, que Key había viajado a Daegu a visitar a su familia por las vacaciones que les daba la escuela en el periodo intermedio entre semestres. Tres semanas, veintiún días de permanecer solitario y no poder escuchar su voz, o verle sonreír. Estaba en un suplicio y ya no lo soportaba más, es que ya no se toleraba ni él mismo y deseaba a Kibum de vuelta en su vida con esa magia que le hacía acelerar el corazón de manera natural, incluso, más que con la música a la cual amaba con locura.

Jonghyun supo entonces que había roto el único lazo que le mantenía vivo y alejado de entre toda la basura que había creado a su alrededor.

Pero aun habría una oportunidad, de menos tenía que intentarlo. Y si esa fallaba entonces se encargaría de crearse una más, dos más, las que fuesen necesarias, porque no dejaría a Kibum alejarse de su vida. Lo necesitaba porque lo amaba, porque era de lo único que siempre estuvo seguro, aún sabiendo que no era merecedor de un amor tan puro y desinteresado como el de Key.

Tenía que llegar a tiempo a la estación, así tuviera que ir volando llegaría para recibirlo y no dejarle ir de nuevo, aunque también debía que contemplar la posibilidad de que Key ya no quisiera ser atrapado nuevamente.

No, eso no lo iba a permitir.

Aceleró. Con el mismo ímpetu apretó el acelerador que así mismo las lágrimas rodaron por su mejilla mientras recordaba a Key y su rostro, empapado por el mismo dolor que él tenia.

Iba a casi ciento treinta kilómetros por hora sobre la avenida principal que le conducía a la estación de trenes, acelerando conforme el nudo en su garganta crecía, el motor rechinaba por el exceso de presión ejercido

La luz del semáforo cambió a rojo. Alto total. Pero Jonghyun no se detuvo. No quiso hacerlo, o no se había dado cuenta del cambio de señal, realmente no importaba cuál había sido la razón, lo único que tenía en mente era llegar a su destino a toda costa.

Había sido una noche silenciosa de él con sus pensamientos, sin escuchar más ruido que las escenas difusas que le acrecentaban la culpa. Pero aquel encanto se rompió de súbito: las sirenas de unas cuantas patrullas se escuchaban muy cerca de él, cercándole; el molesto sonido se incrementaba hasta llegar a los más hondo se su tímpano, su corazón comenzó a latir demasiado aprisa.

 

Mierda, la policía.

Tenía que tocarme precisamente ésta noche.

Esto definitivamente no se ve bien, seguramente me arrestarán y me llevarán a la estación. ¿Los cargos?, veamos, tengo un largo repertorio de acusaciones listas: pasarse la luz roja,  conducir a exceso de velocidad y sin llevar protección.... ¡rayos!, salí tan deprisa que olvidé traer mi casco.

Y por si eso no fuera suficiente, mi aliento alcohólico me delatará, no creo poder pasar la prueba del alcohol tan fácilmente; será una fianza enorme si me fichan, dinero que por supuesto no tengo. 

Maldición, no debí haber tomado tanto, me siento mareado, con náuseas y tengo un dolor de cabeza infernal, ni siquiera logro distinguir con claridad a mi alrededor.

Creo que esta vez sí se me pasó la mano.

Hace un frío del demonio, debí haber traído mi chamarra. Supongo que la cárcel debe ser mucho más fría que estar a la intemperie. ¿Y mi celular? Ni siquiera sé en donde dejé mi teléfono, no recuerdo si lo traje conmigo siquiera. Tengo que avisarle a alguien que la policía me detuvo, necesito poder llegar con Kibum.

“Anda, Jonghyun, tú y tus excesos; que de una buena vez te lleve la policía y te encierre para evitar que sigas dañando a los demás, le harías un favor a la humanidad”.

Eso sonaría a algo que diría el señor Kim si me viese en este estado tan patético, cielos, casi puedo escucharle con ese mismo tono de “te lo dije”. Pero ultimadamente no me importa, después de todo nunca me ha afectado todo lo que ha dicho de mí.

Pero, Kibum. Él sí que va a matarme. En serio que se va a enfadar mucho conmigo cuando sepa que me arrestaron justo antes de llegar a su lado. No me lo perdonará. Él siempre me lo advirtió y jamás le hice caso. ¡Estúpido que eres Jonghyun! ¡Mil y un veces estúpido!

 

—¿Nombre? ¿Edad?

—Kim Jonghyun, veinte años.

—Llévenselo ya.

 

¡No, no, no!, ¡esperen!

Esto no puede estar pasándome justo ahora. Por favor, tengo que llegar a un lugar, ¡es urgente que lo haga!, de ello depende mi vida.

Será una larga noche. ¡Maldita sea! de nuevo decepcionaré a Key. Siempre lo hago, tengo una habilidad especial para lograrlo.

Espérame, Kibum. Dije que haría las cosas bien a partir de ahora y lo cumpliré. Llegaré, aún no sé cómo, pero de alguna manera podré zafarme de esto; sólo....espérame.

 

 

Jonghyun observó impaciente su teléfono celular, por quizá décima vez en el lapso de cinco minutos que llevaba aguardando junto la pista de baile, esperando esa llamada o ese mensaje que no llegaba. ¿En dónde demonios se habían metido Minho y Onew?, los deja solos por tres minutos para ir a la barra por una de esas cervezas importadas y de repente se esfuman. Si no los conociera tan bien, diría que ese par de locos se habría fugado a un encuentro amoroso furtivo en algún rincón del club.

Era un viernes por la noche, y el lugar estaba atestado de jóvenes que venía exclusivamente para escuchar al mejor DJ del país, y por supuesto que ellos no iban a perdérselo a pesar de que mañana aún tenían clases.

Qué excelente ocasión había elegido para perder a sus amigos entre una multitud de gente desconocida. De algún modo se sentía algo perdido e inseguro, aún a pesar de la confianza que pudiese reflejar, siempre se sentía mejor cuando tenía a alguien conocido a su lado, alguien con quien pudiese hacer toda clase de tonterías sin parecer un completo imbécil.

Para ser sincero, comenzaba a sentirse cohibido; de repente sentía esa incomodidad por tratar de parecer cool, pero la realidad es que era de lo más patético: ataviado con ropas que según creía estaban a la moda pero sólo resaltaban más sus defectos, con todas esas miradas encima, sonriéndole burlonamente quizá por el cabello a medio teñir y los extraños y excéntricos pendientes de sus orejas. Jonghyun sonreía lo más confiado que podía pero ni eso le alcanzó para poder omitir un par de comentarios, malintencionados y de mofa,  relacionados con su estatura que escuchó de un grupo de chicas cuando pasó frente a ellas.

Demonios, necesito otro trago.

Acudió a la barra con rapidez, pidiendo otra de esas cervezas japonesas que tanto endulzaban su paladar, dispuesto a retomar el valor que poco a poco había salido ya de su sistema. Entonces, su vista se fijó justo al otro extremo del mostrador multicolor; su corazón latió tan fuerte que le causó un ligero dolor de cabeza, acompañado de la pérdida súbita de aliento.

Definitivamente nada que ver con los efectos del alcohol. Esa sensación sólo la sabía causar el chico de exquisitos mechones rosados en la frente. Recargado sobre la columna central, su mano izquierda adornada por anillos plateados y pulseras de cuero negro, sosteniendo elegantemente una copa de Midori, misma que sus labios, perfectamente curveados, tocaron con delicadeza cuando lo acercó a su boca.

Kibum. Sonríe, ríe y cierra los ojos, y vuelve a sonreír cuando es ahora a Jonghyun a quien mira con esos ojos felinos y artificiosamente coloreados.

—Hey —saludó, acercándose con tiento pero manteniendo una sonrisa. Súbitamente sintió como la confianza regresaba a su cuerpo; Key tenía ese misterioso poder que le hacía sentirse seguro y cómodo en su compañía.

—Hola, tú, señor “saldré con mis amigos esta noche” —bromeó el más joven, sacándole una carcajada al otro.

—Lo mismo digo. Me hubieras dicho que vendrías a este club, hubiéramos tenido otra cita más para añadir a nuestra lista.

Jugueteó, inconscientemente coqueteándole; y Kibum captó el mensaje porque sus mejillas se sonrojaron, levemente, dándole una tonalidad más intensa a su ya de por si naturalmente colorada tez.

Cierto, si la invitación hubiese sido formal, entonces habrían hecho de ese encuentro su cita número cinco en las dos semanas que llevaban saliendo oficialmente en otro plan más que de  amigos.

—Nunca me lo preguntaste.

—¿Habrías aceptado? —le cercó, sin dejar de mirar las finas facciones de ese rostro angelical, atento a cada reacción— ¿si te decía que venía a un club como este?

—Eso nunca lo sabrás —sonríe altivo y Jonghyun ríe, sin saber si es de nervios o emoción.

—Apuesto a que sí —le desafió, cerrando su proximidad, mirándole a los ojos sin intención de dejarle ir.

Pero Key no iba a quedarse de brazos cruzados. Les gustaba desafiarse el uno al otro, sostenerse las miradas y estudiándose en sus acciones y reacciones, a ver quién se cansaba primero.

—Luces como un pequeño cachorro perdido, no estás en tu ambiente —el rubio se acercó rompiendo la distancia, desviándose a su lateral. Jonghyun sonrío, creyéndose ganador en la guerrilla de miradas, sin embargo Key hizo un movimiento sorpresivo—. Te ayudo a encontrar tu casa, o, vienes conmigo a la pista —susurró sobre su oído, lo suficientemente cerca como para causarle al mayor un estremecimiento en todo el cuerpo.

Jonghyun ya no pudo responder, los vellos de sus brazos se erizaron con el apenas leve contacto del aliento de Key chocar sobre su piel. Sonrió, mordiéndose el labio inferior con los pensamientos muy probablemente impuros que de pronto inundaron su mente.

No fueron necesarias las palabras, en medio del caos, del ruido y de las luces multicolores, una sola mirada de ambos bastó para entender la respuesta. El mayor le tomó de la mano, llevándolo hacia el centro de la pista donde había encontrado un lugar perfecto para bailar.

Jonghyun no era precisamente el ejemplo de la coordinación y de un buen bailarín; a decir verdad casi no tenía ritmo para poner en práctica los movimientos de sus brazos, piernas y cadera en sincronía, él más bien se movía alentado por la sensación que la música causaba en su interior, por aquella energía que le recorría los nervios y le hacían reaccionar con movimientos fuera de lo común o sin lógica alguna. Saltaba a destiempo, giraba sin control y creía que de menos repetía el mismo paso de baile unas veinte veces en lapsos de un minuto.

Key, en cambio, poseía un talento natural para combinar el ritmo con su cuerpo, todo lo que él hacía era estético, sensual y provocativo pero sin llegar a ser vulgar; simplemente tenía la delicadeza para hipnotizar a cualquiera con esos movimientos de cadera.

Kibum era demasiado sexy, demasiado perfecto para ser cierto, demasiado bueno para alguien como él. Pero la realidad era que estaba allí con él, estaban saliendo oficialmente y no planeaba dejarlo.

¡Al demonio con las inseguridades! quería estar con Kibum.

Pasaron gran parte de la noche bailando, riendo y disfrutando de la sensación de la música trance que ambientaba el club; se miraban y sonreían, presumiéndose sólo ante ellos las habilidades —o intentos de ello— que poseían. No les interesaba lo demás, ni los amigos perdidos, ni los acompañantes que estaban a pasos de distancia, nada era importante salvo ellos y su noche casual.

Bebieron entre cambio y cambio de ritmos: cerveza, licor, un par de limonadas con agua mineral y un par de tragos de vodka. Era la primera vez que Kibum lo probaba, pero al parecer algo había causado a su sofisticado paladar, que en más de una ocasión le hubo robado el trago a Jonghyun en pos de saborear más de ese sabor intenso.

Notó, por supuesto, que Key podía ser fácilmente embriagado. A esas alturas su felicidad artificial estaba poco por encima de los niveles normales de cualquier persona; Kibum se sonrojaba de más, sus movimientos, aunque igualmente sensuales, comenzaban a ser ligeramente más graciosos, reía con más fuerza ante las cosas más sencillas y su lenguaje se había convertido en diálogos digno de alguna película de comedia.

Pero a Jonghyun le fascinó verle en ese estado de vulnerabilidad superflua, no porque planeara aprovecharse de ello, sino porque ponía en evidencia el lado más tierno y dulce de Key, uno que muy pocas veces había visto y que rara vez mostraba, generalmente a otros, en el tiempo que llevaba de conocerle.

—¿Te das cuenta, Kibummie —le quitó el vaso de vodka de las manos, el otro frunció el ceño ante el diminutivo que se había tomado la libertad de ponerle—  de que en pocas horas  tenemos un examen, y tu y yo estamos aquí, bailando y bebiendo como desenfrenados a las... —miró su reloj— ....dos de la mañana?

Kibum soltó una carcajada, pero el castaño supo que no era por el efecto del alcohol en sus venas.

—¿Y eso te preocupa?

—¿Y a ti no? —bebió de golpe del vaso de vodka, sonriendo como sí fuese la mayor gracia del mundo.

—No, yo sí sé Inglés —le arrebató de nuevo la bebida, tomándola con elegancia y esbozándole una sonrisa.

—¡Ouch! Eso dolió Bummie.

El mayor echó a reír, jugando un poco su papel melodramático al exagerar los gestos en su rostro y llevándose la mano al pecho.

—¡Ah! No puedes decirme que todas esas horas de estudio extra que te di no te sirvieron. Eres un torpe Jjong —dijo eso último casi riendo. Jonghyun sabía que esa era la manera que tenía Key de decirle que "podrás hacerlo bien".

Kibum le tenía encantado con ese papel de diva, todopoderoso ser que además de hermoso era único en su haber. Sonrió embelesado cuando le observó menear la cabeza y los dedos al ritmo de la música.

Se sintió atraído a él desde la primera vez que le dirigió la palabra en el salón de clases de "Inglés 101" sin tener una jodida idea de lo que "Hi,  my name is Key, nice to meet you!" significaba. Estaba enamorado de Kibum, seis meses después de amistad y con dos semanas de estar saliendo formalmente. Si Key supiera, aunque probablemente así era, que el castaño moría por tocarle, por abrazarle, por besarle.

Sin embargo, Kibum no era una más de sus conquistas, no deseaba que fuese sólo objeto de una noche; no. Quería hacer las cosas correctamente, porque Kim Kibum era el indicado, lo mejor que le había podido pasar en la vida y era su complemento, su alma gemela.

Diez minutos después y habían decido por las buenas que debían ir a descansar un poco antes de parecer lechuzas en pleno examen, cosa que a Key no le agradó en lo mas mínimo, pues detestaba tener un par de manchas negras debajo de sus ojos, sencillamente no era bueno para el cutis el desvelarse tanto.

Jonghyun terminó por convencerle de llevarlo a su apartamento; no era sano ni seguro dejarle ir solo,  en algún taxi de mala muerte, a esas horas de la madrugada y con unas cuantas copas de más. Jonghyun se aseguraría de que Kibum llegara sano y salvo a su casa. Ni loco iba a dejarlo andar  solo con tanto pervertido suelto en la ciudad.

—Si estamos juntos, estaremos bien. Nos cuidaremos el uno al otro —le dijo entre sonrisas mientras le pasaba el casco del copiloto.

Key le correspondió con una mirada cómplice mientras se colocaba el artefacto de seguridad y pasaba sus brazos alrededor de su cintura, aferrándose a él para inmediatamente sentir la seguridad que emanaba.

—Sí, somos un equipo —susurró sobre su oído antes de escuchar el motor acelerar. Jonghyun sonrió complacido.

Al llegar a su departamento, Kibum encendió una de las lámparas de la estancia, dándole un ligero toque en color rojizo al lugar, nada ostentoso pero sí lo suficiente como para evitar tropezar en la obscuridad.

Era la primera vez que entraba al lugar, un apartamento pequeño pero sumamente acogedor, sencillo pero completamente decorado hasta en el más mínimo detalle; era cálido y olía bien, como a sandía, según le había parecido a Jonghyun. Definitivamente nada que ver con su departamento, totalmente lo opuesto a lo que estaba viendo.

—¿Te gusta? —preguntó al ver como Jonghyun quedaba embobado con cualquier adorno con el que se topaba.

—Es muy rosa —rió. En realidad le parecía demasiado femenino para un chico, pero, la cuestión era que Key no era cualquier chico— está bien, es agradable —asintió.

Le sonrió con dulzura, casi como cohibido del tono en que había dicho que sí, que le gustaba mucho la decoración del lugar, como no creyéndose que algún día pensaría que ese tipo de cosas curiosas le serían agradables. Kibum imitó el gesto cuando vio a Jonghyun acercarse muy lentamente hacia donde se encontraba.

A cada paso que daba hacia sonar las llaves de su moto, incrustadas dentro del bolsillo izquierdo de su pantalón. Jugueteaba con ellas entre sus dedos, estaba nervioso, se había quedado sin habla durante los cinco segundos —y contando— que había comenzado a ver a  Key a los ojos. De repente le pareció que el muchacho de cabello rubio emitía un brillo magenta vibrante que sobresalía a pesar de la poca iluminación que había.

—Gracias, por traerme —agradeció, rozando la punta de sus dedos contra el brazo inquieto de Jonghyun. El mayor bajó la mirada sin dejar de sonreír como idiota. Key tenía sobre de él un poder inexplicable que le podía hacer perder la lógica y razón de sus actos.

—Ya me voy —dijo, pasándose la mano por el cabello a modo de apaciguar los nervios. No es el efecto del vodka, eso lo tenía muy en claro— que descanses, Bum

Iba a reír, pero fue acallado por los labios de Kibum en un beso que le tomó por sorpresa.

Quiso cerrar con broche de oro la noche al llamarle nuevamente “Bummie”, para disfrutar, antes de ir a dormir plácidamente, de la pequeña e infantil rabieta que sabía haría por el descontento del nuevo apodo. Le encantaba hacerle eso.

Suave, cálido, delicioso; único. Todo aquello ni siquiera se acercaba a lo que había estado imaginando que sería su primer beso con Key, había superado por mucho sus expectativas.  Sus manos delicadas le tomaron por la nunca, y no dudó, ni un segundo, en hacer lo que tanto había estado deseando. Pero Kibum le llevaba ya la ventaja, pues él mismo era el que había tomado la iniciativa que tanto dudó de implementar.

Ya no pensaba, simplemente dejó que la sensación de electricidad recorriera sus venas causándole estremecer cuando sus lenguas se encontraron. Key le besó y el le correspondió a propósito, porque explotaba de ganas por probar esa dulce boca en forma de corazón que se había pasado toda la noche seduciéndolo e instigándole a degustar.

Jonghyun le tomó por la cintura, rodeando la ligera curvatura de su cuerpo, recorriéndole la espalda en caricias que claramente le decían que no le dejaría ir, no ahora que lo tenía en sus brazos. Ladeó el rostro sin romper el beso, cerró los ojos y siguió la reminiscencia de licor que había quedado en su boca. Demonios, es que el vodka jamás le supo tan bien hasta que lo probó directamente de los labios de Kibum.

No quería, ni planeaba separarse más que para retomar el aliento cuando fuese necesario. Aquello era demasiado agradable como para dejarlo. Sonrieron entre besos, sus manos hacían el resto y el calor natural de sus cuerpos les dio la pauta para seguir.

Continuaron el camino directamente hasta la habitación, Key dirigiéndole de espaldas mientras sus bocas luchaban entre risas, sonrisas y besos salvajes y dulces.

Toparon a oscuras contra la cama y Jonghyun se encargó de atraparle bajo su cuerpo, rodeándole por la cintura y tocando por donde sus ropas le abrieran paso. El rubio le atrajo con un beso profundo, tomando su rostro entre las manos mientras el mayor se ocupaba de acariciar sus caderas con cierto desenfreno.

Jonghyun bajó por su cuello, devorando cada centímetro de la blanquecina piel con sus dientes y prácticamente arrancándole la camisa en tono aguamarina que llevaba. Observó su pecho subir y bajar a ritmo acompasado, lo acarició en toda su extensión con la palma de la mano, sintiendo el calor emanando de esa perfecta anatomía, delgada pero hermosa a su vista y deleitable a su tacto. Key comenzó a gemir, mordiéndose el labio para tratar de contener la sensación que le causaba el tener la lengua de Jonghyun jugando con sus tetillas.

No tardaron mucho en retirarse el resto de sus ropas; tal vez era, en cierta medida, el efecto del alcohol en sus venas lo que les ayudó a desinhibirse y decidirse a dar el paso que los había llevado directamente a la cama; sin embargo, la manera en que sus besos eran correspondidos por el otro y  el modo en que sus manos parecían encajar a la perfección en la morfología ajena  los llevaba a concluir que estaban hechos el uno para el otro.

No era la primera vez para ninguno de los dos; se sabían el proceso, los métodos y los trucos para gozar de una relación sexual óptima; sin embargo, había un pequeño aspecto que hacía diferente a esta ocasión, y ese era que ambos estaban enamorados, muy probablemente, en igualdad de condiciones el uno del otro.

No necesitaron decírselo para saberlo, bastó con el hecho de que las mismas sensaciones se multiplicaban en intensidad, sintiéndose cómodos y confiados de con quien estaban; no fue necesario preguntar, sus miradas hablaron por sí mismas cuando se encontraron momentos antes de besarse y fundirse en un solo cuerpo.

Jonghyun jadeaba y gruñía por encima del hombro del menor, llevando sus manos a recorrerle la espalda y bajar por sus muslos, posándose con fuerza sobre su bien formado trasero, ayudándole en el vaivén que sus caderas realizaban, haciéndole sentirse en la gloria por el estrecho interior que le apresaba. Key deliraba, se mantenía sujeto clavando las uñas sobre la espalda ancha del castaño, gimiendo su nombre contra su oído a medida que los movimientos arreciaban.

Un par más de embestidas y Kibum se corrió sobre su vientre sin necesidad de ser tocado; su respiración aún era agitada cuando Jonghyun, cambiando de posición para colocarlo de espaldas a la cama, arremetió de nuevo contra su cuerpo sin perder el ritmo vigoroso. El menor enredó sus piernas alrededor de su cintura, buscando acercarse más de lo que ya era posible, tirando de sus cabellos buscando soporte; piel con piel, el sonido de sus cuerpos chocando, de sus gemidos inundando el ambiente y mezclándose con la repetición de palabras incoherentes cuando el placer les nubló los sentidos.

—¡Jonghyun...! —gimoteó, el aludido había alcanzado a golpear el punto más sensible en su interior. Arqueó la espalda como señal de que pronto alcanzaría su clímax por segunda vez.

El mayor se mordió el labio inferior al sentir la excitación correr por sus venas,  estremeciéndose con las reacciones del hermoso cuerpo debajo de él. Kibum temblaba, tensando los músculos y dejando escapar un lloriqueo cuando su orgasmo llegó. Jonghyun terminó dentro de él llenándole de su esencia mientras pronunciaba su nombre entre jadeos.

Se dejó caer exhausto sobre el rubio, quien le recibió entre sus brazos, descansando su cabeza contra la almohada, respirando jadeante con la boca entreabierta. Cerró los ojos y sintió los  suaves labios de Jonghyun robarle algunos besos tiernos.

Jonghyun sonrió, y percibió ser imitado por el rubio con el mismo gesto de satisfacción plena. La sensación de ese momento era indescriptible, el sabor aun impregnado en su saliva le indicaba que no era un sueño, que el y Key sí acababan de hacer el amor y reposaban juntos aún.

No era lo que tenía planeado esa noche, no deseaba jugar el papel del chico lujurioso y atrabancado por obtener lo que deseaba. Todo había sido tan espontáneo que ni planeado hubiese salido tan bien como había sido.

Kibum le besó, ya con el ritmo normalizado y entre caricias suaves y delicadas, explorando su piel. Le miró y sonrió, frotando su nariz contra la ajena, ligeramente fría ya pasado el efecto del alcohol.

—Quiero aclarar algo —habló captando la atención del mayor. Jonghyun permanecía recostado sobre él, acariciándole el pecho en besos— no me acosté contigo sólo porque estuviera ebrio —puntualizó con decoro.

—Y yo no me acosté contigo porque creyera que lo estabas —explicó, entre burlón e inocente, recibiendo un beso en respuesta. Sonrió.

—¿Entonces? —le cuestiono el rubio pasando los dedos por entre sus cabellos.

—Quería hacerlo desde hace tiempo.

Key rió ligeramente, encontrándose con la maliciosa sonrisa de Jonghyun; el mayor comenzó con otra sesión de besos repartidos a lo largo de su piel.

—Y todo gracias a que yo te besé —suspiró altivo, cerrando los ojos ante la sensación de los labios ajenos devorándole— Tengo que enseñarte aún muchos trucos, mi  pequeño e inexperto cachorro.

—Por favor, sólo hazlo —susurró sin perder la armonía de sus besos. De nuevo su boca bajó por su cuello, aprisionándolo y dejando alguna que otra marca visiblemente a propósito.

A Jonghyun le pareció que el corazón le saldría por el pecho en cualquier momento: había escuchado entre suaves gemidos un “te amo” por parte de Key, repitiéndolo un par de veces más cuando sus miradas se encontraron en medio de las caricias.

—Y yo a ti, Bummie.

 


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