Desde la ida de Kai los días pasaban lenta y cansadamente. Faltaba algo, el aire se había encargado de bañarse en amargura y de la pesadumbre no se escapaba ninguno: arrastrábamos los pies al trabajo y cada que había que filmar nos embargaba una tristeza tremenda. Era prácticamente empezar de cero, era como si fuese de nuevo el “día 1” de nuestra estadía: Baekhyun (que se empeñaba en desaparecer a cada rato o vivía ensimismado en su propia nube de pensamientos, tocándose el pecho y susurrando siempre el mismo nombre) vivía preguntándome qué haría en situaciones supuestamente hipotéticas como “¿Qué pasa si alguien te ama devotamente, pero a la fuerza?”, “¿Qué harías si esa persona te eriza cuando te toca, te genera cosquillas pero a la vez te da algo de miedo porque tú no puedes responderle…no puedes porque estás bloqueado, y entonces temes que deje de quererte?”. Tao también andaba medio perdido, rascándose la cabeza y puteando a un “rubio bodoque” (como dice Kai) que según él vivía distrayéndolo en las grabaciones. Una vez estuvo todo el día navegando en Internet desde el celular, rastreando usuarios de la página hasta que encontró a un tal “Kris”, que figuraba solo en los contadores de visitas de Tao. Es indescriptible la emoción que lo consumió: se reía dichosamente y murmuraba entre dientes apretados promesas sin sentido como “te encontraré, ya verás”, “tú me perseguiste, ahora te persigo yo” y “espera a que te ponga las manos encima, tarado”. Incluso yo mismo me sentía diferente, pero diferente en otro sentido: en uno positivo, sorprendentemente positivo.
Podía sentir que me estaba curando. ¡Sí, curando! Mi cuerpo ya no se predisponía a grabar, empezaba a asquearme la idea de ser filmado mientras tenía sexo con un desconocido y la esperma cayendo de entre mis glúteos, chorreando por mis piernas me resultaba de lo más desagradable. A menos que fuera la esperma de Sehun, por supuesto, quien cada día parecía ir más a contramano que el resto: casi que se le veía contento, vivía hablando de las cosas que pasaban en el colegio y había logrado comportarse lo suficiente como para que pudiera sacarlo a pasear dos o tres veces POR DÍA. Sí, suena a que lo trato como un perro, pero prácticamente lo era para el Departamento, y yo…bueno, aún no podía darme el lujo de hacerles frente y proponerles que volviera a su casa. Sobre todo porque en ningún me momento me había olvidado ni pretendía olvidarme de ese Junmyeon, ese “perfecto Hyung que te quiere por cómo eres y no por cómo te ves”. Puaj.
Pero volviendo al tramo feliz del camino: con Sehun habíamos entablado una especie de…relación. Ay, me agarran cosquillas cuando lo digo: caminábamos tomados de la mano, dormíamos juntos, él ovillado y amoldado a mi cuerpo y a mi pecho, nos duchábamos juntos, nos desnudábamos con la mirada cada que podíamos y siempre que nuestras miradas se encontraban en el departamento durante los descansos y llegaba a admirar su piel brillando por el sudor y la respiración agitada por el cansancio, una llama me quemaba por dentro, mientras él me torturaba guiñándome el ojo y desapareciendo tras alguna puerta.
-¡Hyung!—su voz despertó de mi espalda, sus brazos rodearon mi cintura y me atrajeron a él, metiendo las manos en los bolsillos de la campera y acariciando la parte trasera de mi oreja con su nariz—Tengo buenas noticias—Instantáneamente sonreí, sonreí como idiota con los labios juntos y las comisuras prácticamente chocando contra mis oídos—En serio, te alegrarás muchísimo.
¿“Me mudo contigo”?
¿“Junmyeon se murió y te amo sólo a ti hasta el fin de los tiempos”?
¿¡“ESTOY EMBARAZADO Y ES TUYO”!?
Ah, no. Eso no se puede…
…maldición.
Acomodé mis manos alrededor de sus palmas, reventando los bolsillos. Giré la cabeza para mirarlo y robarle un poco de vida (sí, prácticamente me contagia “Juventud”) además de tímidamente besarle las comisuras de los labios, maravillándome con el dulce sabor que suponía su piel, su esencia para mí. Puedo sonar repetitivo y cansador, pero Sehun me energizaba, me hacía sentir…vivo. Sobre todo porque me curaba, me sanaba, me transformaba en alguien…normal.
Normal.
Sus labios descansando sobre los míos con delicadeza me trajeron de vuelta a la tierra, siempre hacía eso cuando notaba que andaba “volando”.
-Dime qué es—suspiré mientras trataba de recordar cómo hablar, pensar, respirar, caminar, existir.
-Aquí no—continuó divertido, saltando en el lugar—Necesito que estemos…solos.
Y aquí es donde se te pone como un tronco, Luhan.
Duro y grueso.
DUUURO y grueso.
Sacudí la cabeza y, sonrojado, me mordí el labio.
-¿Ah, sí? M…mira tú…
-Sí, pero no puedo esperar a que lleguemos a casa. Es muy importante.
¡¡JESÚS, dame fuerzas!!
-Ahá…qué interesante—tartamudeé—Podrías…darme una pista, ¿Sabes?—miré el techo mientras esas típicas cosquillas me sacudían el pecho, nunca había sido así de “picarón”—Por ejemplo…una palabra, un lugar, una posición…
-¿Eh?
-No, no, nada, nada. Olvídalo—diablos, lapsus—En serio, ¿No puedes darme una pista? No me gusta quedarme con la intriga, aviso. Me puedo volver insoportable—agregué.
Sobre todo si estamos hablando de pasarla bien encerraditos en algún rinconcito oscuro.
-Mh, veamos… ¿Puedo darte una pista?—preguntó a sí mismo ladeando la cabeza, nuestros cabellos enredándose—¿Qué clase de pista te puedo dar?—siguió jugando, desesperándome.
-Hunnie, mira que pienso mal… - advertí, esperando que contestara con un “es que puedes” o “ése es el chiste”.
-Ah, no—respondió rápidamente—No malinterpretes, no es nada pervertido.
¡¡NOOOOO!!
¿Cómo podía ser que me desesperara por algo tan estúpido? ¡Luhan, concéntrate!
-Oh….bien, gracias por aclarar—lamenté, puchereando, le oí reír suavemente.
-Pero eso no significa que no sea bueno—se animó, volviendo a saltar en su lugar—En serio, es magnífico…es algo que estabas esperando desde hace tiempo, creo yo.
Di un respingo y fruncí el ceño, desentendido.
¿Qué puedo llegar a estar esperando desde hace tiempo?
¿Quise algo hace tiempo?
¿Quise a alguien hace tiempo?
¿En qué consistía mi vida hace tiempo?
-Define “tiempo”—mascullé, entrecerrando los ojos; en serio, no entendía.
-Pues…digamos que hace bastante—gracias por la ayuda, Sehun—Si te digo un punto exacto, adivinarás muy rápido y nada de esto tendría diversión, ¿Verdad?
Es que no es divertido…en absoluto.
Tardamos en darnos cuenta que se habían ido TODOS, pues había pasado media hora ya desde que habían dado el descanso. Casi a punto de terminar el “recreo”, quedábamos nosotros, un par de guardias y Tao, que prepoteaba que tenía que hacer algo urgente, sin dejar de mascullar “puto bodoque”.
-Bueno, ya que tanto me insistes con eso—respondí, quitando sus manos lentamente, no quería hacerlo en el fondo—Vamos a comer algo y me lo dices—sonreí.
Me imitó, encogiéndose de hombros.
-¿Podemos comprar…?
-¿Bubble Tea?—se sonrojó y asintió en respuesta—Claro, vamos.
Mismo pie y mismo ritmo al caminar, rápidamente reencontramos nuestras manos en un abrazo de dedos, dirigiéndonos a las escaleras, saludando cortés y temerosamente a los vigilantes de la puerta con mirador. Una vez salimos, saltamos escalones abajo hasta el piso diecinueve, entrando al ascensor rápidamente. Bah, más bien yo prácticamente empujé a Sehun dentro del elevador para que no nos cruzáramos de pura suerte con Soo Man, quien no dejaba de pasarse en los encuentros: cada vez dolía más, últimamente se empeñaba en bloquear o estimular más de la cuenta alguno de mis sentidos: me tapaba los ojos, tenía que buscarlo gateando y tanteando como bebé ciego y tenía que comer cosas de su cuerpo…instantáneamente me venía a la cabeza Hunnie y el caramelo, desesperándome, pero haciéndome sentir culpable porque terminaba encamándome más con mi jefe que con él, aunque todo lo hacía dispuesto con tal de que Sehun pudiera graduarse.
-Pulsa para ir a la recepción—dije, cerrando las rejas y acomodándome.
-De acuer…oh.
-¿Qué?
Entrecerró los ojos, leyendo los números digitales acompañados de las flechas.
-Yo…no pulsé nada todavía.
-¿Y estamos bajando?—incliné la cabeza—Oh, debe haberlo pedido alguien. Recuerda—levanté un dedo—No digas NADA que dé a entender el uso del piso Veinte. Recuerda que hay gente común viviendo aquí.
Asintió con frenesí, apretando los labios y lamiéndoselos, volvimos nuestra vista a la puerta, atentos a quienquiera que estuviese por entrar. ¿A qué piso estábamos yendo? Le pregunté a Sehun y resultó que él tampoco había llegado a ver. Evitando el drama y el frío, me sacudí y soplé con fuerza, viendo los números ir en una especie de cuenta regresiva para lo que nos esperaba.
Mientras bajábamos lenta y cansadamente (parecíamos no llegar más), mi teléfono vibró. Sorprendido, miré quién llamaba: Tao.
-Raro, no es de llamar a menos que sea para decirme que falta al trabajo porque está enfermo—comenté antes de atender—Sí, Tao.
-¡SH!
-¿Eh?
-¡¡Luhan, no bajes!!—susurraba desesperado.
-¿C-cómo que----?
-¡No lo hagas! ¡Hay gente aquí!
-Pues claro que---
-¡¡NO, NO ENTIENDES!!—bramó para luego maldecir entre dientes y volver a los susurros—Hay gente. Hay A-GENTES.
-¿Agen---?—miré los números—Ay, Dios—me abalancé sobre el tablero, pulsando con brutalidad desmedida el botón 19—Carajo, no responde. ¡Tao, sigues ahí?
-Habla bajo, mierda—me retó—Escucha, están pendientes al elevador, ¿Dónde estás tú?
-¡¡EN ÉL, MALDITA SEA!!
Sehun empezaba a asustarse, preguntándome qué había pasado con manos temblorosas.
-¡¡Haz que vuelva a subir!!—le grité sin querer, espantándolo—Aish, ¡Tao, qué hago?
-¡No sé, escapen por la salida del techo! ¡¡Pero salgan rápido!!
Miré el techo mientras íbamos por el piso siete.
-¡¡Sehun, rápido—llamé dejando caer el teléfono—Súbete a mis manos, úsame de impulso.
Me agaché, tomándome fuertemente las manos.
Todos sabíamos que este día iba a llegar, pero Soo Man siempre se las arreglaba para calaros o ahuyentarlos con sus trucos o amenazas. No obstante, jamás habíamos hablado de agentes, sólo de rumores sobre supuestos vecinos del edificio que reportaban escuchar cosas o reconocernos por los videos (a saber cómo nos identificaban… ¿Mirarían las señoras mayores nuestras filmaciones? ¿Descubrirían a sus hijos y luego nos ubicarían?) pero nunca, NUNCA pensamos que llegarían al extremo de agentes. Eso significaba policía incluida…quizás una redada, un allanamiento.
-¡Puta madre, Sehun, apura!—no se movía, se quedaba inmóvil, mirando mis manos unidas y palmas arriba—Sube, escóndete ahí arriba hasta que veas que yo me vaya y haya silencio, ¿Me oíste?
-Yo…yo… ¡Hyung!
-“Hyung” nada, hazlo o te meterás en problemas.
En el momento en que el suelo tembló, el corazón me dio un vuelco.
Lentamente, el zumbido de las puertas abriéndose nos espantó.
Era el piso cinco.
El piso cinco bañado en oficiales con las armas en alto y apuntando a nuestras frentes, a nuestros ojos, a nuestros cuerpos.
Me gritaron lo típico y obedecí: manos en alto, que no me mueva. Caminé hacia delante, aterrorizado, una vez separé los labios, me empezó a temblar la voz.
-Yo…él no… - tragué saliva—No le hagan nada—pedí—Prometo colaborar todo lo que quieran…pero no toquen a Sehun. Es…es sólo un niño.
-¡Silencio!
Un escalofrío me congeló el cuerpo, me encogí de hombros y apreté los labios, temiendo a que disparasen. Eran demasiados, cualquiera podría perder la paciencia y no alcanzaría a ver de dónde vendría la bala. En resumen, podía morir en cualquier momento.
Todas las puertas de los departamentos abiertos, reconocí el cuerpo de Tao agazapado tras la puerta de uno, mirándome sorprendido. No iría a delatarlo, pero si escapaba solo, me dispondría a matarlo (si yo sobrevivía, claro) o maldecirlo desde el Infierno. Justo antes de desviar la mirada (no sea cosa que llamara la atención mi rostro), pude ver a Baekhyun tras él, hecho trizas, llorando amargamente y tapándose la boca para no hacer ningún ruido.
Un repentino grito, un pedido humillante empezó a resonar en mi mente.
No nos lastimen.
No hicimos nada malo.
No somos nada más que víctimas.
Baekhyun llora, no ha comido bien y vive medicado.
Sehun fue arrebatado de su casa, le lastimaron ni bien llegó.
No podemos huir, tuvimos que quedarnos.
Tuvimos que aprender a querernos.
En el fondo, sólo buscábamos amor. Cada uno a su modo y en forma diferente: amor de hermanos, amor eterno, mejores amigos, parejas para toda la vida, una compañía en los malos tiempos.
-Luhan Hyung…
-Tranquilo, Hun—susurré, cerrando los ojos—No te harán daño.
Pero hablé demasiado pronto.
En el segundo que parpadeé, Tao salió abalanzado hacia los guardias y empezó el caos.
Golpes, patadas, giros, brazos torcidos, cuerpos doblegados, chasquidos de huesos, balas perdidas, disparos al aire. Sólo recuerdo el ruido, el constante zumbido en mis oídos y el no saber adónde ir. Brincando de un lado a otro, no encontraba espacios para colarme y guiar a Sehun pisos abajo; los gritos era demasiado fuertes, las órdenes brotaban de todos lados y Tao exclamando el camino a Baekhyun era un combo que me dejaba knock out, sensorialmente hablando.
De buenas a primeras, el movimiento murió, el mundo pareció detenerse. Giré la cabeza rápidamente en dirección al elevador, quizás podríamos volver y bajar de una vez, aunque podrían llamarlo de nuevo y todo se iría al traste.
Sólo cuando escuché esa detonación tan característica de un disparo conciso seguido de un grito desgarrador pude encontrar un foco, un punto sobre el cual avanzar.
Baekhyun sostenía la pistola con temerosa decisión, pero eso no lo detenía a la hora de apretar el gatillo en todas direcciones segundo a segundo.
Cuando el punto de mira brilló por el Sol y me cegó, sólo alcancé a taparme los brazos antes de oír el ruido del proyectil escapando del cañón fugazmente, atravesando el aire, el pasillo, el cuarto.
Y la piel de Sehun, que se había colocado delante de mí.