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unstable-enjoyment.com ~ Reset por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Wiii, lo acabo de terminar!! ^0^ Dedicado a mi fic-partner WannaBeMaBoy ;D te quiero, grosa

Disfruten!! Por cierto, no se olviden de leer L.O.V.E (Life's Only Valuable Emotion) !! n.n

 

 

Desperté a las ocho de la mañana del sábado, bostezando y agarrotado por culpa del sillón. Sonándome los huesos, me rasqué la cabeza y caminé dando tumbos hasta la cocina, dispuesto a prepararme el desayuno.

PrepararNOS, el desayuno.

Sonreí, ¿Qué me estaba pasando? A lo sumo me alegraba de no estar tan solo ahora. Pensando y repensando, serví un café con leche y extraje un par de galletas de arroz, procurando agregar un vaso de agua y jugo a la bandeja por si no le gustaba el café o la leche. Con una torpe sonrisa en mi rostro (podía presentirlo, me dolían los pómulos), caminé tranquilamente al cuarto, donde la puerta se encontraba entreabierta en caso de que mi amigo (qué lindo se oía, ¡MI amigo Junmyeon!) quisiera ir al baño o llamarme por algún problema. Empujando la puerta con el pie, canturreé un “permiso, ¿Puedo pasar?”, aunque se trataba de mi propia pieza. Seguía profundamente dormido, pero no le haría bien quedar con el sueño dado vuelta y vivirse los días durmiendo y las noches despierto; dejé la bandeja en la mesa de luz y me senté en la cama, palmeándole suavemente el trasero, costumbre que tenía desde siempre y que amaba que me hicieran.

-Myeon… -un gruñido molestoso escapó de entre las sábanas, robándome una sonrisa— ¿Junmyeon?—llamé por lo bajo, acariciándole sobre las frazadas—Despierta, hay que ir a trabajar.

-Ergh…no…

-Sí, vamos.

-No quiero, Hyung… -me sonrojé, ¡Me había llamado Hyung!—Cinco minutos…

Tuve que reprimir mi alegría y sacudirle con fuerza juguetona, presionando sus posaderas; cuando se levantó, pareció espantarse y se pegó a la pared, casi olvidándose de dónde estaba.

-Buen día—titubeé, sus ojos oscuros clavados en mí me despertaban escalofríos—¿Dormiste bien?

-Tú no eres Hyung… -musitó, entrecerrando los ojos; sentí una pequeña pinchazón en la nuca…así que ese “hyung” no era para mí—Qué…dónde…

Antes de hablar siquiera, su rostro se fue relajando, volviendo a tierra poco a poco.

-Te hice el desayuno—advertí rápidamente, buscando tema de conversación—¿Tienes hambre?—le tendí la bandeja y se sentó en el colchón, desconfiado—Tranquilo, no le meto cosas como en el Departamento, soy bueno—bromeé, sin resultado.

En el segundo que tomó la taza, arrugó la nariz y estornudó; automáticamente me sonrojé, estornudaba como los gatitos recién nacidos, sacudiendo a un costado la cabeza y tapándose un costado de la boca.

-¿No te gusta el…?–me tenía tan embobada su reacción que me atragantaba yo solo—¿No te gusta el café con leche? T…tengo jugo y agua también—aceptó los vasos y los tomó rápidamente, cuando su vista se fijó en las galletas, volvió a lamerse los labios—Ah, ¡Come tranquilo! Hay más en la…. – se las comió en dos bocados cada una, tragándose las cinco galletas en segundos—…alacena. ¿Te traigo más?—asintió enérgicamente, antes de irme me llamó con un “disculpa”—Sí, ¿Qué pasa?

-De casualidad, ¿Ayer me desmayé o algo? No recuerdo mucho.

-De hecho, sí—me rasqué la nuca—Te caíste encima de mí antes de bañarte, luego te cargué y te limpié la herida, la de ahí—señalé sus partes bajas, haciendo un círculos en la colcha con los dedos.

-¿Me tocaste?

-Ergh, eh – dicho así quedaba horrible—Sí, pero fue sólo para lavar la sangre, lo juro.

-¿Qué me hiciste?—entrecerró los ojos, tragué saliva y empecé a titubear una vez más, sin sentido.

-S…sólo te limpié, en serio.

-No me mientas.

-Pero---

-¿Qué te hace diferente a los demás?—espetó de pronto.

¿Cómo? ¿Piensa que soy un pervertido? ¡Una vez que no hago nada y yo…!

Rápidamente afloró el recuerdo mío limpiándole en el baño: mis manos rozando sus piernas, mis uñas casi, a punto de tocar su virilidad…Las imágenes volaron raudas en mi mente: la última escena que grabé, la que había filmado él y los gritos que inundaban el Departamento y mi cabeza durante horas, desequilibrándome. Las manos me empezaron a hormiguear, sentí ese repentino cosquilleo en mi abdomen y tuve que enderezarme.

No otra vez.

Venía tan bien… ¡Tan bien!

-Perdón—me tomé el puente de la nariz—, yo…tengo que…

-Lo sabía, ¿Qué me hiciste?

-¡No! No es eso—cometí el error de inclinarme hacia delante y tomarle de la muñeca para intentar explicarle, sintiendo su piel tibia contra mi frío agarre, electrizándome—Ah—me solté rápidamente, la vista se me tornó borrosa y tuve que darle la espalda, tomándome el pecho—No puedo, maldición…

-¿Qué te…

No alcancé a oírlo, corrí al baño y cerré la puerta, maldiciendo entre dientes. Con las manos agarrotadas al lavamanos y la mirada fija en mi reflejo, vi las gotas de sudor caer por mis sienes, adhiriéndome el flequillo a la frente. Vi mis propias pupilas desorbitarse al tiempo que se ensanchaban considerablemente, dilatándose sin vergüenza. Tenía la boca reseca al igual que mi lengua, cuando busqué humedecer mis labios no obtuve más que un sonido rasposo y un relieve aún más agrietado. Tensé los músculos de los brazos ignorando los gemidos que inundaban mi mente, distorsionados, fuertes, ahogados y guturales, erizándome los pelos. Eran de mujer, de hombre, de grandes, de chicos, bramaban mi nombre, bramaban el suyo propio, gritaban maldiciones, suplicios y lloraban dolor. Me volvía loco, perdía literalmente el control.

La grabación de ayer tuvo que haber sido suficiente.

Pero no lo era.

Nunca era suficiente.

-Contrólate, tú puedes…

No puedo, maldita sea, no puedo.

Grité alrededor de dos segundos, ahogándome luego con mi propia respiración, ¿Por qué ahora? ¿Por qué en esa situación? Pensaba que lo había superado…

No mientas, nunca lo hiciste, Luhan.

Esperaste pacientemente a que volvieras a filmar porque sabrías lo que vendría.

No podía discutir contra mi consciencia; sin embargo, un efímero pensamiento pareció cortarme la garganta, desgarrarme por dentro y hacerme sentir una completa basura.

No pasará mucho tiempo antes de que ataques a ese chico.

Avergonzado y asqueado conmigo mismo, inspiré hondo e ignoré el nudo en mi garganta…me miré en el espejo, obligué a enfocar la vista y hundí la mano en mi pantalón, condenándome de nuevo, arrastrándome a la horrible y oscura nebulosa de ver mi rostro contraerse en momentánea lujuria mientras me masturbaba, sabiendo que eso sólo calmaría mis ansias por unas horas.

 

 

Salí del baño luego de lavarme las manos durante quince minutos, el resto de mi cuerpo podía esperar. Tambaleándome, entré a mi cuarto colgado del marco de la puerta, hallándolo vacío, con la cama deshecha y la bandeja dada vuelta, por ende, los vasos enchastraban el piso con el juego y el agua, la taza se había hecho trizas y un largo charco marrón claro se escurría bajo las patas de la mesa de luz.

-¿Qué ca…—caminé hacia la sala, encontrándome con las ventanas abiertas y las persianas bien arriba—¡Junmyeon!—grité, girándome en dirección a la puerta, viéndolo acurrucado en el piso y con la mano enroscada alrededor del picaporte—Junmyeon, qué…

-¡¡¡SUÉLTAME!!! ¡¡ME QUIERO IR!!—bramó golpeando la puerta—Déjame, ¡DÉJAME!

-Tranqui---

-¡¡AUXILIO!!¡¡Alguien que me ayude, me encerraron!!

-¡¡Ey!!—corrí para abrazarlo desde atrás y taparle la boca, arrastrándolo de vuelta a la cocina—No vuelvas a---¡¡Ay!!—mordió mi mano con furia, volviendo a correr hacia la puerta gritando por alguien que lo socorriera—¡¡Junmyeon-ah!!

Automáticamente se detuvo, girándose lentamente hacia mí, sorprendido.

-¿Qué dijiste?—me sonrojé momentáneamente, ignorando el nuevo temblor en mis dedos; haber tocado su pecho, su cuello, sentir sus labios palpitar contra la palma de mi mano y sus dientes clavarse con precisión en la carne había sido un golpe mortal, tenía que hacer algo rápido antes de que… - ¿Lo conoces?

-¿Eh?—no entendía, ¿No se llamaba así?—Dijiste eso en el baño, ése es tu nombre.

Entrecerró los ojos, como tomándome por loco.

-Nada que ver—aseguró—Mi nombre es… ¡Pero qué---AUXILIO!—bien, había notado que hacía treinta segundos no gritaba, tuve que volver a tomarlo, no sin antes respirar hondamente.

Puedes hacerlo.

Estiré una mano para tomarle del hombro, al instante dio un manotazo al aire, golpeándome en el antebrazo. El roce fue eléctrico, sin darme cuenta di un respingo y lo solté, caminando hacia atrás. Él siguió gritando por auxilio, yo caminé hacia atrás hasta la cocina, tratando de respirar y detener el calor que nacía de mi bíceps hacia mi clavícula, hacia mi cuello y mi otro hombro, embriagándome los sentidos.

Tranquilo, Luhan. Puedes hacerlo, sólo… ¡Sólo ve y agárralo! ¡No harás nada, ya vas a ver!

Sin embargo no confiaba en mí, y hacía bien en no hacerlo.

Media hora pasó hasta que se cansó de gritar, rindiéndose y volviendo a hacerse una bola contra la puerta, llorando desganadamente y repitiendo “sáquenme, sáquenme”. Desde la cocina, intenté buscar las palabras tapándome los ojos con una mano y respirando hondamente.

-Escúchame, tú—de vuelta no sabía su nombre—No puedes…no vas a poder salir, al menos no por un tiempo. Pero si te portas bien, tal vez logre que te dejen volver a tu casa, ¿Me entiendes? ¡Ey!—no obtuve respuesta—A ver, vives solo, ¿Verdad? ¿O todavía vives con tus padres?

Siguió llorando, maldije entre dientes y caminé rápida pero temerosamente hacia la sala, agachándome para quedar a su altura.

-Te estoy hablando, contéstame—dije contra sus rodillas, tratando de no deleitarme con el aroma de su piel y el brillo que el sudor de ayer le había adornado el cuerpo—Por favor, respóndeme rápido…no puedo…

En un parpadeo terminé en el suelo, con sus manos alrededor de mi cuello, sus rodillas aprisionándome las caderas y, lo más importante y desesperante a la vez: su trasero sobre mi entrepierna.

-Suéltame o te juro que te ahorco, ¡Mira que lo hago!—bramó, furioso, presionando sus pulgares sobre mis yugulares.

Dios, no debió haberlo hecho; de veras que no debió. La presión, la falta de aire, los escalofríos recorriéndome de arriba abajo constantemente y su cuerpo rozando ocasionalmente contra el mío eran estímulos intensificados por diez al estar tanto tiempo “Inactivo”.

-¿Dónde está la llave de la puerta? ¡Habla!—callé a propósito, mordiéndome el labio—¡Habla, maldición!

Su fuerza, para estar tan delgado y muerto de hambre, era asombrosa. Sentí sus dedos amoldarse a mi cuello, acariciando los cabellos de mi nuca. Apreté los dientes y cerré los ojos con fuerza, doblando las piernas en un intento por zafarme. Mi cuerpo pedía aire, pero si aguantaba unos segundos más, llegaría ese estallido de placer antes de probablemente (y si no me soltaba) morirme. En el momento en que arqueé mi espalda y mis manos viajaron a sus muñecas, sus cejas se levantaron, sorprendido. Subí mis manos para hundir mis pulgares en el punto interior del codo, justo en la vena, obligándolo a doblar los brazos y acercarse más a mí, chocando su nariz contra la mía, compartiendo el aire a respirar pero que a mí no llegaba. Tenerlo tan cerca y con el calor reteniéndose en mi rostro me hacía mal; tensé la mandíbula antes de sentirlo: el dolor, el imparable dolor y a continuación, una ola inhumana de calor, de placer, de éxtasis.

Gemí entonces contra su boca, dejando que ésta se llevara los sonidos que de mí salían. Su rostro se quebró, estupefacto, tan asustado estaba que no pareció notar cómo mi miembro convulsionaba entre sus piernas, manchándolo repentinamente y quitándome fuerzas.

-¿Qué? ¡Qué! ¡Agh!—miró su estómago bajo, chillando y lanzándose hacia atrás, cayendo sentado y gateando lejos de mí—Cómo… ¡Enfermo!

Me incorporé, mareado y frotándome el cuello, el relieve de sus dedos hundidos en mi piel era hermoso, suspiré.

-Mala suerte que te toque vivir con un enfermo, ¿No?—reí secamente; seguí mirando mis pies, si levantaba la cabeza iba a empezar todo otra vez, y lo que yo buscaba era controlarme (cosa que no había logrado hace instantes)—Escucha, chico. No podrás salir de aquí, ¿Me oíste? No importa cuánto lo intentes, cuánto te esfuerces…si te escapas camino al trabajo, tendré que avisarle a Soo Man-ssi, porque no quiero que “ellos” me azoten de vuelta, ¿Ok? Y tú no quieres que te busquen y te arrastren de vuelta, ¿O sí?—silencio, volví a llenar mis pulmones de aire—Lo tomaré como un “no”. Por eso, y me temo que será así por un largo tiempo, tendrás que hacer todo lo que yo te diga y lo que “ellos” te digan también, ¿Entendido? Si te digo “ven conmigo a tal lado”, te calzas y me acompañas; si ellos te dicen “en cuatro”, te pones en cuatro; no puedes estar solo, nadie confía en ti por el momento porque aún no has sido domesticado. Así que sé un buen chico y---

Antes de terminar, salió disparado al baño, cerrando la puerta y tumbándose contra esta seguramente por el “boom” que se escuchó al final. Los gritos y los llantos volvieron a brotar del cuartito, bloqueé mi mente para no escuchar los sonidos y me levanté a buscar un trapo de piso.

Había que limpiar el enchastre de mi cuarto.

 

 

-La cena está lista—dije luego de golpear suavemente la puerta—Ven a comer y luego báñate, o te enfermarás. Y más te vale que salgas, yo también necesito una ducha.

Sentado y esperando durante quince minutos, terminé llevando el plato al pasillo que daba al baño y a mi cuarto, golpeado su puerta una vez más. Girándome (necesitaba estar lejos y cerca de él a la vez, era complicado de explicar y entender), fui a hacerme la cama una vez el piso estuvo seco y busqué un pijama para ponerme, debido a que la noche anterior había descansado en el sofá con ropa de todos los días.

-¡Necesito bañarme!—elevé la voz, dirigiéndome a él—Sal a la cuenta de tres—advertí—O entraré y te obligaré a bañarte conmigo, ¿Me oíste?—Nada, de vuelta. Bufé, cansado y corrí para patear la puerta—¡Ey, abre de una puta vez! ¡¡Vamos!!

Más sollozos, comencé a hartarme.

-¿Crees que arreglarás algo llorando como un marica, eh? ¡¡Abre rápido!!

No hubo caso, me recosté en la pared y me dejé caer lentamente hasta sentarme en el suelo, cruzándome de piernas y pasándome una mano por la cabeza.

-Abre, abre, abre, abre, aaabreee—canturreé, sin ganas—Abre, chiquito antes de que sea muy tarde para ir a filmaar, abre, abre, abree.

El ruido del picaporte me asustó, salió con la cara húmeda y los ojos hinchados, buscándome con la mirada.

-¿¡Crees que es gracioso!? ¡¡Cantas y te burlas de mí, eres una basura, gusano enfermo!!

Lo miré desde abajo, sonreí tiernamente.

-Abriste—señalé el plato—Come y córrete así voy a bañarme.

Ya dentro del baño, abrí el grifo del agua y me dispuse a sentir las gélidas gotas abrirme los poros de la piel e insertarse en mis huesos como agujas, helándome. No podía bañarme con agua caliente, perjudicaba mi control y me desmoronaba al instante, negándome a salir con tal de sentir ese calor abrasante rodar mi cuerpo una vez más. Agarré el jabón y empecé a deslizarlo con cuidado sobre mi cuello, acariciándolo con la suave superficie que dejaba rastros de espuma a su paso, bajé hasta mi clavícula y la bordeé, seguí en mis pectorales y me concentré unos momentos allí, masajeándolos para luego bajar a mi estómago, mirando el techo e imaginando dedos ajenos dibujar el contorno de mis abdominales y de mi ombligo antes de rozar la pelvis, escapándoseme un suspiro lascivo cuando toqué el comienzo de mi miembro, medio dormido pero siempre dispuesto a erguirse ante el más mínimo roce del viento incluso. La catarata de agua helándome y el jabón trazando sus espumosas rutas por mi cuerpo me sentaron como marcas de besos, de mimos indecentes y concentrados en esos lugares que ya me sabía de memoria como si yo hubiese sido mi propio amante desde siempre. Me mordí el labio al bajar y hundir el jabón entre mis piernas, cambiando de mano y subiendo por mis glúteos, bañando de espuma mi entrada y el hueco de mi espalda, maravillado.

Estás enfermo, Lu Han.

Pero te encanta.

Me encanta.

Con la mano libre tomé fuertemente el grifo del agua fría, esforzándome por no cerrarla y abrir la caliente. Con el jabón redondeé mis nalgas y subí por mi cadera hasta mi cintura antes de bajar y concentrarme en las piernas. Una vez enjuagué los espacios entre los dedos de mis pies, volví a subir, apreciando mi piel suave y de porcelana, perfecta para todos y apetecible hasta para mí mismo.

Estás enfermo, me repetí mentalmente.

Admite que vives con hambre.

Admite que tú mismo te excitas.

Admite que no importa todo el sexo que tengas, nunca es suficiente.

Lo tenía recontra claro y más que aceptado, pero siempre me forzaba a sentir una pizquita de arrepentimiento, de vergüenza para que me estimulara más saber que lo que hacía estaba insulsamente mal.

Pobre chico, pensé de repente.

Sonreí torcida y frívolamente mientras me quitaba el jabón y cerraba la canilla.

Salí y no busqué por la toalla, contemplándome en el espejo con las gotas cayendo de mi pelo y bajando por mis pectorales, por mi cuello, por mi nariz.

Amplié mi sonrisa y reí entre dientes, mientras en mi fuero interno gozaba del eco de las carcajadas, incontrolables.

Desde que Lay, Chen y Xiumin se fueron…

…Hay solo una cama en el cuarto.

 

Notas finales:

¿Van entendiendo? ¿Qué dicen ustedes de lo que pasó? ;)


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