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El príncipe de las granadillas por Risu

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Notas del fanfic:

What's up, people!

Por aquellos que se preguntan quién es la persona (por cierto, soy mujer) que llega repentinamente con felicidad desmedida, pues soy yo, Risu, con una idea nueva algo loca.

No quiero alargarme, así que sólo diré que los personajes de Naruto no me pretencen, pues son de propiedad exclusiva de Masashi Kishimoto.

Si quieren saber el porqué cree esta mierdita (que por cierto, no será muy largo), pues pueden leer mi hermosa explicación abajo.

P.D: Mi ausencia se debió a problemas personales y, como toda adolescente con las hormonas alborotadas, existenciales. Por si se preocupan, pues no, no me he cortado las venas, tampoco he llegado a ese extremo. Soy muy sensible al dolor.

Notas del capitulo:

Y no, no fumo de la mala cuando escribo, es sólo que mis ideas salen de un lugar no muy lindo *sonrisa forzada*.


En fin, espero que lo difruten.


Y noten que ya no le puse doble espacio para que no sea muy exagerado.

 

 

 

    En una habitación se escuchaba las arcadas de un joven de piel nívea con ojos y cabello carbón; a su costado se encontraba apoyándolo un hombre parecido al chico, a diferencia que éste tenía el pelo más largo y amarrado en una coleta y poseía unas notales ojeras; al otro lado, un muchacho rubio de ojos azules observaba emocionado cada acción que el pelicorto hacía.

    —¡Vamos, Sasuke, yo sé que tú puedes! —le daba ánimos para que continúe, pues su hermano había adquirido una tonalidad enfermiza y le preocupaba que se desmayara en cualquier momento.

    «¡Entonces, hazlo tú, idiota!» quiso responder, pero los sonidos de vomito que escapaban de la boca que había perdido color impedían su deseo.

    —¡Santas Granadillas! ¡Creo que ya lo veo salir! —gritó exaltado, jalándose sus dorados cabellos, mientras grababa todo mentalmente con sus brillantes y expectantes ojos.

    —Un poco más, Sasuke, sólo un poco más y listo —lo sacudía para alentarlo, sin ser consciente que aquello mareaba más al muchacho.

    «Me arrepiento de ese día» cerró fuertemente los parpados recordando ese momento que maldecía con todas las lágrimas que huían de sus ónix ojos por su acción de arrojar lo poco que había comido.

 

***

 

    En una habitación se escuchaba el pasar de los canales de un joven que miraba aburrido las instantáneas imágenes que cambiaban velozmente, bostezó pesadamente aceptando que ese viernes no tenía nada de emocionante. Se regañó mentalmente por no haber ido con sus amigos a la casa de playa de Sakura: todo el fin de semana lo iban a pasar de maravilla, no como él, que por más que sabía que en el televisor no había nada bueno, seguía buscando algo que valiera la pena.

    Detuvo en lo que parecía ser un drama coreano, no le tomó relevancia, ya que su bolsillo del pantalón vibraba por el celular que guardaba ahí, le informaba de la llegada de un mensaje nuevo. El remitente era su hermano, Itachi. Le pedía que abriera la puerta del departamento, era obvio que el mayor había llegado de su viaje y pensaba quedarse en su casa —como lo hacía todas las veces que retornaba a su país de origen—. Sólo esperaba que le hubiera traído algún recuerdo. La vez pasada recibió una pirámide diminuta, de su viaje a Egipto; la vez antepasada, un Machu Picchu en miniatura, de Perú, entre otras maravillas que ya ni recordaba.

    Al abrir la puerta se encontró con su hermano hablando por teléfono, un escueto oni-chan salió de sus labios, pero fue ignorado por éste que ingresó a la vivienda como si fuera suya —y así era—. A pesar de que iba apurado, había dado el tiempo suficiente como para que el menor se fijara en su mano que llevaba un objeto redondo de color dorado. ¿Sería acaso su obsequio? Era lo más seguro, aún así optó por trasladar la maleta negra que permanecía en el pasillo, ya que su ocupado hermano la había dejado al abandono, y ni cuenta de ello.

    Después de media hora colgó el bendito teléfono y se disculpó por su falta de educación al ingresar sin saludar, excusándose con la posible pérdida de señal; a Sasuke le pareció que exageraba, al fin y al cabo, eran hermanos, y los hermanos podían darse el lujo de ser confianzudos y hablarse de manera informal, pero este no era el caso de los Uchihas.

    Para mostrar interés, preguntó acerca de su viaje a los Andes, y con pocas palabras tuvo que conformarse a imaginar cómo era el lugar descrito. De lo aburrido que estaba, indagó sobre el objeto que aún permanecía en su mano, y esta vez recibió una respuesta extensa, a comparación de la otra.

    —Esto es una granadilla —mostró y giró para darle la vista de todos los ángulos posibles; para el pelicorto, aquello le parecía innecesario, ya que anteriormente había comido aquella fruta.

    —¿Y qué? ¿Quieres que la coma? —interrogó alzando una de sus finas cejas, al mismo tiempo que estiraba su brazo.

    —No —contestó dejando la fruta en el centro de la barra que dividía la cocina de la sala. Le pidió que tomara asiento, pues una historia le contaría.

    Le relató que en Colombia había un lugar reservado para el cultivo de un fruto en especial, que era venerada por los nativos: la granadilla. En el santuario había un sinnúmero de aquella fruta tan dulce que crecía en plantas trepadoras, pero de todas las que había, las que se desarrollaban en el árbol real eran —según los indígenas— las más deliciosas que podían haber existido.

    —¿Cuánto te costó la gracia? —interrumpió con la esperanza de que la historia llegara a su fin.

    —Nada —al percatarse del efecto que había ocasionado en su hermano, decidió acortar su relato—. Lo cogí sin que nadie se diera cuenta.

    —¿Y para qué me cuentas todo esto? —revisó a la volada un mensaje de texto que le llegó: «No sabes de la que te perdiste», su molestia se notó cuando un gruñido salió de sus labios que iban mordidos por la cólera y su ceño se frunció.

    —Es solo una advertencia —señaló la fruta que estaba entre ellos—: no se come.

    —No me interesa —se retiró de la habitación para encerrarse en la suya y darse una merecida siesta que mataría el tiempo libre que le sobraba. Esas serían unas largas vacaciones…

 

***

 

    Al despertar, lo primero que sintió fue una sequedad terrible en la garganta. Todo estaba oscuro y no había sonido alguno, su hermano debió haber salido a una reunión importante y lo había dejado solo.

    Bajo la única luz que la luna le otorgaba llegó sin impedimentos a la cocina en busca de un vaso con agua, mas un fuerte olor dulcete lo llamó a probar. Tanteó hasta que su mano llegó al frutero y automáticamente se posó sobre un objeto redondo, una sensación eléctrica le recorrió su cuerpo cuando la calidez de su mano chocó con la frialdad del alimento. Tal vez por el sueño que aún tenía o por el calor que lo atontaba, pero podía jurar que la granadilla que había cogido se había abierto sola, pues repentinamente ya tenía la línea divisora definida, cuando segundos antes, no.

    Se llevó la fruta a la boca, y una gota resbaló mojando sus labios con aquel liquido dulce que saboreó; sin más, dejó caer el contenido de la granadilla, la cual recorrió refrescando su garganta que, al estar seca, la sintió completamente gratificante, pero había algo diferente, no estaba seguro si era la extrema dulzura del fruto o que todo lo sentía irreal, como si aún estuviera dormido y todo eso era un sueño.

    Después de digerir, un ligero mareo lo hizo caminar tambaleante de camino hacia su cuarto. Al pasar por el umbral de la puerta, se le fue el mareo y se echó en su cama para continuar con su sueño que fue interrumpido. Pasado unos pocos segundos, se hizo presente un fuerte dolor de cabeza, como si le estuvieran presionando, cerró fuertemente los ojos para aliviar el dolor, pero este sólo aumentaba, hasta que paró repentinamente. Al abrir sus cansados párpados se topó con el techo que daba vueltas y, sin soportarlo más, cayó desmayado aparentando como si se hubiese quedado dormido.

    En medio de la oscuridad de la alcoba del moreno, unas luces de intensa luminosidad aparecieron de la nada, eran tantas que el cuarto parecía una casa en época de Navidad, iban esparcidas por toda la habitación y transitaban sin dirección. Al rato, todas se agruparon y posaron al costado del Uchiha menor, que yacía inconsciente, y formaron la figura de un hombre, el cual brilló con mayor intensidad, para luego volver a la normalidad.

    Ya al día siguiente Sasuke descubriría quién era la persona que descansaba a su costado. Por mientras, disfrutaría del calor que aquel cuerpo le proporcionaba…

 

 

Notas finales:

Lo sé, lo sé, no parece algo muy... ¿bonito? Lo siento, pero no encuentro palabras correctas, pues estoy escuchando "Edipo rey" de Sófocles, y no me deja concentrar, pero tengo que hacerlo, porque tengo que entregar un trabajo para el viernes y ni por la mitad voy.

Sara: Entonces deja esto y trabaja ¬¬'

Pero yo dije que sólo iba a tomar un mes sabático, no quiero ser infiel a mi palabra.

Bueno, bueno, aquí mi explicación:

Un día, después de las insistencias de mi padre por comer algo saludable, acepté comer una fruta. Mi intención era comer una manzana, pues es mi favorita, mejor dicho, es la que menos me desagrada, pero no había. Así que decidí coger una granadilla. Luego de modelar con mi alimento diciendo por los cuatros vientos que era la fruta que iba a comer, la abrí y en plato hondo vertí su contenido. Antes de llevarme una cuchara a la boca, comencé a meditar sobre la fruta que tenía delante mío, y ahí fue que mi mentecita comenzó a hacer preguntas y comentarios como: «Esas pepitas parecen huevitos, si los comes, ¿quedarás embarazada?». Y ¡boom! todo salió.

Con respecto a la continuación, si es que alguien quiere, y si nadie quisiese, pues igual lo haría, porque una no puede publicar sin estar segura; pero si la esperan, pues diré que estará dentro de unas semanas, cuando termine mis exámenes.

Chicocas, eso es todo por hoy, disfruten de lo que queda de su feriado —los que han tenido el Día del Trabajor libre—, los quiero.

P.D: No sé por qué, pero siento que debo decir que en todo este mes no he podido leer yaoi *cabizbaja*. ¡Ha sido horrible!


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