Entre murmullos y burbujas
Dijo adiós al mundo
Entre besos y sueños
Dijo hola al mundo
Escondido en el lecho
De un tierno amante
esperando por su libertad.
Kyoya abrió los ojos cuando sintió un rayo de sol sobre la cara pues las cortinas del camarote estaban abiertas dejando pasar la luz solar, parpadeo un poco, se estiro como un felino y casi ronroneo, se sentía extraño, bastante extraño y no lograba entender muy bien el porqué, hasta que los recuerdos de la noche anterior le golpearon. Se sonrojo de inmediato y se cubrió con las mantas haciéndose un ovillo, pero sólo fue por unos instantes, hasta que se dio cuenta de que estaba sólo y que nadie podría verlo. Así que lentamente se asomo de nuevo haciendo aun lado las sabanas.
Tenía un ligero dolor en la cadera y un escozor en su interior aunque no podía decir que le ardiese demasiado y a juzgar por el tamaño de su amante y las veces que lo habían hecho, había salido muy bien librado, bien pudo haber terminado con el trasero hecho puré.
Se llevo una delicada mano hasta su entrada la cual aun estaba estirada y húmeda por el semen de su amante. Eso trajo una sonrisa nueva a su rostro y de inmediato se llevo una mano al plano vientre.
¿Será? Pensó ¿o es demasiado pronto?
El capitán se había marchado sin embargo vio una nota en la mesilla de noche. La cogió y la leyó.
“Buenos días amore, espero hayas dormido bien. En un rato te llevaré comida, no sé cómo esta cuerpo o si puedas andar, y si puedes igual quedate. No creo que quieras que tu marido te encuentre. Le haremos creer que saltaste por la borda. Te recuerdo que hoy tocamos tierra y les toca irse a menos que desees ir con él, no salgas. Descansa mi Alondola y espera por mi”
Kyoya soltó la nota y vio que le habían dejado también galletas y leche. El desayuno. ¿Que se cree que soy un niño? Se preguntó, pero noto que además había un sobre de café y uno de azúcar. Los vertió en la leche y desayuno. Cuando acabo intento ponerse de pie e ir al baño, pero le costó más de tres intentos llegar al lavabo, pues le dolía horrores la cadera al moverse y el trasero también, pero bien que había gozado la noche anterior.
En cubierta el rubio atendía a los pasajeros con su habitual sonrisa cálida, hasta que un armado capo y sus hombres le detuvieron amenazándolo.
—Exijo saber dónde está mi esposo.
Dijo airadamente el capo Vongola.
Dino le observo fijamente sin amedrentarse en lo absoluto, según sabía aquel hombre era justo y supuestamente honorable, se rumoraban cosas buenas de él por los señores de la mafia. Algunos le alababan y otros le odiaban por arruinar sus jugosos negocios debido a sus escrúpulos. Según sabia el Vongola practicaba la antigua y casi extinta cosa nostra italiana al igual que Cavallone.
Era una pena contrariar a alguien así, pero lo que fuera por Kyoya, kyoya era suyo ahora y no permitiría que nadie se lo quitase, nadie ni siquiera un noble e importante señor como lo era Tusnayoshi Vongola. Así que se encogió de hombros.
—Discúlpeme pero si usted no sabe donde esta su marido, por que sería responsabilidad mía, saberlo, yo ni conozco a su pareja.
Respondió con absoluta calma y frialdad. Su rostro una máscara.
—Por qué mis hombres dicen que usted estaba con él anoche.
—Así es, intentamos llevarlo y usted se interpuso, no tuvo miedo del nombre del jefe.
Dijo Gokudera indignado, Dino suspiro.
—Pues no, su nombre no me causa pavor, no es como si Tsunayoshi Vongola, fuese un nombre aterrador, de hecho se escucha agradable.
—Déjese de tonterías capitán y dígale al jefe donde está su doncel.
Ahora era el hombre peli piña el que hablaba.
— ¿Su qué?
Pregunto confundido el capitán, pues nunca antes había oído el término.
—Donde está mi esposo capitán. No se lo preguntare de nuevo.
Esta vez la voz del capo sonó firme y casi aterradora.
—No sé qué es un doncel, pero si seguimos hablando del chico de ayer, no lo sé. Ayer en la noche una vez que él se calmó, pues estaba muy alterado lo conduje a una habitación libre. Honestamente de tercera clase, nada digno de él , pero sólo en esa sección habían dos cuartos disponibles. Le dije que no eran como para él, pero dijo que con tal de no dormir con usted aceptaría incluso un lecho con pulgas.
Tsuna sabía que eso sería muy propio de Kyoya, apenas y conocía al doncel pero era rebelde y testarudo.
Dino sabía que mentía, pero no le importaba. Siguió hilando su historia.
—En fin le deje allí, esta mañana fui a comprobar al jovencito pero ya no estaba, así que pensé que se le había pasado el berrinche y regresado con usted.
Dino tenía presente que los marineros Bono e Iván le habían visto conducir a Kyoya a su cuarto, pero contaba con que estos no dijeran nada e incluso ayudaran con su versión de la historia. Después de todo eran amigos.
—Disculpe jefe…
Intervino Bono en ese momento. Entrando para reforzar el cuento que se habían inventado.
—Esta madrugada había un joven cerca de la borda, no sé si es de quien hablan, pero él intento lanzarse por ella. Lo detuve y se enfadó, me grito algunas cosas y luego se alejó. Si no aparece quizá…
—Lo haya intentado de nuevo. —Termino Dino. —hay que hacer una búsqueda y checar a todos los pasajeros en el desembarque. Señor Vongola ¿Cree posible que el joven se haya aventado por la borda?
Tsuna sudaba frio ¡maldito Hibari! Claro que lo era, era muy capaz de lanzarse por la borda y huir a nado. Él no moriría con un poco de agua aun con medio aliento podría respirare bajo esta con facilidad y su velocidad de nado era muy buena, quizá hubiera ya tocado tierra o decidiera quedarse en el mar, dado lo que era aun sin la cola podría pasar horas y horas en el agua sin enfermar e incluso dormir flotando.
—Sí, él pudo hacer eso. ¡Diablos! por qué no lo Preví.
—Su matrimonio lo hizo tan infeliz como para suicidarse, era algo arreglado ¿cierto?
—No es su asunto, y él no se suicidó. —Respondió el peliblanco.
Dino enarco las cejas con escepticismo.
—En el mar a kilómetros de la costa, oculto en la madrugada, eso me suena a suicido y si se trata de una desaparición o muerte en mi barco es mi jurisdicción.
Los mafiosos le miraron enfadados.
—Para empezar nada habría pasado si usted hubiera metido sus narices ayer y dejado que nos lo lleváramos. —Grito el peliblanco. Dino noto que era el más hablador del grupo, los otros casi no comentaban a no ser fuera necesario o eso creia hasta que el otro lanzo una pulla.
—Kufufufu Jefe, el doncelito escapo habrá quehacer pesca.
El rubio ignoro el comentario del peli piña, y siguió con lo suyo.
—Puede ser, no lo sabemos, de igual forma el chico pudo escapar siempre de ustedes o buscar otra forma de suicidarse.
—No escaparía, hubiera estado bajo llave e incluso atado de ser necesario. —Intervino el de ojos bicolores, el capitán sonrió y respondió.
—Y entonces habría sido secuestro y tendría que intervenir, meterlos a ustedes en una celda y llamar a la guardia costera, de igual forma les llamaré, debe resolverse lo del chico, no sé si usted quiera hablar con ellos o los marines, a ver qué pasa. ¿Tiene los registros del chico verdad? Pasaporte, visa, identificación oficial y el acta de matrimonio, además de fotografías…
Dino siguió confiado hablando como un capitán eficiente. Sabía que siendo Kyoya un tritón no existía documentación oficial y aunque una mafia poderosa como Vongola podría crearla necesitarían tiempo que en ese momento no tenían. No se arriesgarían a dar parte a las autoridades, además ellos bien sabían que el joven no se suicidó, aun lanzándose al agua no lo mataría y no les convenía que se investigara la supuesta muerte de un ser no registrado y por tanto inexistente ante la ley. Contaba con que su alondra obedeciera y esperara por él.
—Entonces haremos la revisión que sugiere capitán, pero nada de guardia costera.
—Pero si el chico…
—Nada capitán, usted no querrá meterse en problemas, acepte esto y zarpe de nuevo como tiene previsto.
— ¿Me esta sobornando? —Dijo Dino muy metido en su papel.
—No soborno, trato, le propongo un trato Cavallone ¿qué dice?
El rubio le miro ceñudo.
—Me parece soborno, como sea haremos la inspección en el desembarco cuando nos cercioremos de su ausencia llamare a la East Trading Company para resolver esto.
El Vongola y sus matones le miraron enfadados y los secuaces le cercaron el paso mientras Tusmayoshi con voz imperiosa pregunto.
— ¿Cuánto quieres a cambio de mantenerte callado?
—Me piden que sea cómplice de un crimen.
—Ningún crimen, un posible suicidio es todo,.
Dino sonrió internamente, había llegado justo a donde quería.
— Bien, lo que voy a pedirle a cambio señor Vongola, es que nunca más vuelva a mi barco, ni a meterme en esta clase de situaciones, no quiero problemas ni relación con la mafia. Por eso deje a mi familia, guardaré este secreto, pero no quiero saber más de ustedes. Con permiso, tengo trabajo que hacer, debo alistar todo para la llegada a tierra.
—Bien, no le quito más su tiempo y no me meteré más en su camino.
—Jurelo por los siete mares y por su nombre.
—Lo juro por la misma almeja, ahora usted jure que nunca hablara de esto a nadie.
—Juro que nadie sabrá sobre un chico que pudo o no lanzarse por la borda, un chico que las claras no quería su compañía y que quizá al fin este en libertad, descansando en el fondo del mar.
Dicho esto se retiró a paso lento. Una vez a solas sonrió ladinamente. Había ganado Vongola nunca volvería su barco, el estúpido creía que su tritoncito estaba en el agua e intentaría buscarle, pero lejos de allí y juro justo lo que quería que jamás hablaría a nadie de ese chico y su paradero ni a su mismo idiota esposo.