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El Titiritero. por Sou-Tan

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Notas del capitulo:

 

 

Casi como muriendo, unos ojos color avellana miran perdidos por una pequeña ventanilla rejada que a los guardias se les olvido cerrar. Ve a la luna que se burla de su encierro y las estrellas le presumen su libertad. Puede observar como pequeños trozos de sus esperanzas salen por entre los barrotes del diminuto espacio.

Su pecho sube y baja lentamente, su cuerpo de tan solo dieciséis años se siente como uno de ochenta. Lleva meses sin moverse de la misma esquina y no tiene intenciones de cambiar eso, se ha rendido. Su deseo de libertad se le ha vuelto tan lejano que se convirtió en una ilusión para él.

Por entre los cabellos que caen frente a sus ojos, puede ver la silueta de un hombre en la oscuridad, supone que ha estado ahí mucho tiempo pero no está seguro.

Durante toda su existencia ha estado encerrado y lo único que ha conocido han sido las rejas de la celda de donde está metido, dos guardias que custodian todo el día el lugar y cuatro paredes que le han visto crecer.

Su estómago ruega por algo de comida pero no le ve caso a comer o seguir aferrado a la idea de luchar para algún día salir. Hace mucho tiempo olvido los motivos por los que esta privado de su libertad, libertad que nunca conoció.

Sus ropas rasgadas y desgastadas no son suficientes para protegerlo de la abrazadora brisa fría de la noche que se escabulle por la ventana.

Mira sus pies sucios moviendo sus dedos con fervor, esbozando una sonrisa mientras ese sueño que creyó haber perdido esa noche que no había luna vuelve a su mente. Corre libremente, puede ver la luz del sol iluminarlo todo y al caer la noche presume a todo lo que este en el firmamento que ya es libre. Entonces, el futuro imposible que antes veía, se vuelve más brillante. 

Un diminuto hilo de voz interrumpe el sonido del silencio, haciéndolo volver a la cruel realidad. El hombre en el otro extremo de la habitación le llama. Es la primera vez que escucha su voz. Ese hombre siempre estuvo ahí, encerrado junto a él, no recuerda su nombre, ni mucho menos su rostro, solo sabe que está ahí y eso es todo.

En un principio no puede descifrar sus palabras, pero hace un esfuerzo mínimo y logra entender. No se interesa en responderle y vuelve su mirada al cielo, pues se había girado a mirarle.

Da mil y un vueltas al asunto pero no le encuentra sentido alguno. Humedece sus labios y pega su cabeza a la pared detrás de él. Se pierde en su respiración calmada, cuenta las veces que inhala y exhala. Se talla los ojos y suelta y largo bostezo.

Se mira las uñas y las admira como si fueran el cuadro más impresionante expuesto en el Louvre. Este absorto en la monotonía que consume su ser día a día, pero no lo sabe, porque ha vivido así desde que puede recordar y le parece normal, sin embargo, siente que está comenzando a sofocarle.

Sus ojos se pierden en el infinito, sus parpados comienzan a cerrarse lentamente, cuando a punto de caer dormido, aquellas palabras hacen que este mas despierto que nunca, “Puedo ayudarte a salir”

Desesperado mira a todos lados buscando al dueño de aquella oración, recuerda que no está solo y desvía su mirada al fondo a la izquierda. Se encuentra con un muy sonriente hombre de unos cincuenta años quizá.

“¿H-Habla en serio?” pregunta con sus ojos expectantes, esperando una respuesta. El anciano soltó una única carcajada para luego dignarse a responder, “Muy en serio” le miro con los ojos entrecerrados, sin terminarse de creer semejante afirmación.

Se cuestiona si debe creerle u optar por no hacerle caso, tal vez el anciano estuviera mal de la cabeza; además, ¿Cómo es que no se ha escapado ya si lo que dice es verdad?

“Si lo que dice es cierto, ¿Por qué sigue aquí?”, el anciano esboza una sonrisa ladina para luego mirarle seriamente, “Porque no estoy dispuesto a usar ese tipo de método para irme, yo estoy bien aquí, ¿Qué puede esperar un viejo decrepito del mundo allá afuera? Nada. Se lo que es la vida lejos de esta vieja y sucia celda, pero tú, muchacho, aun no sabes nada…dime, ¿Estás dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de salir?”

Le mira aun pensándolo pero no tarda en dar una respuesta positiva, no tiene nada que perder excepto la vida, pero ¿Tiene caso vivir en esas situaciones? No, definitivamente está dispuesto a intentarlo y se lo hace saber. “Entonces debo informarte que aunque salgas de aquí, tu búsqueda por la libertad no terminara ahí…deberás pasar por más”

Asimila las palabras del anciano fácilmente, siempre supo que si alguna vez llegaba a salir, nada sería tan sencillo como respirar, sin embargo, no puede descifrar el doble sentido en aquellas palabras.

“¿Sabe? Aunque haya pasado toda mi vida aquí, he podido darme cuenta, con el pasar de los años, que no puedo seguir un camino cuando quiero tener todo, pero aun así, sigo deseándolo más que a nada, porque simplemente, no puedo desear más” dice sonriente volviendo su vista una vez más a la pequeña ventana.

El semblante del mayor se mantiene serio, siente un poco de lastima por el joven, siente que debe ayudarle, pero sabe las consecuencias, “Espero y tu voluntad se mantenga fuerte” dice antes de pronunciar una serie de palabras sin sentido aparente.

Unos cuantos rayos de sol entran por el pequeño espacio de la pared, iluminando así el rostro risueño de lo que aparenta ser un muñeco de madera sentado en una esquina de la celda. Sus mejillas están pintadas con un leve color carmín, sus labios son un poco gruesos pero no son exagerados, sus ojos tienen el tamaño perfecto y el color de sus ropas pintadas en la madera es brillante, tanto que parece resiente; y en cierto modo, lo es.

Uno de los hombres a cargo de vigilar el recinto pasa frente a la celda y mira que cada uno de los presos estén ahí, pero falta uno, y en el lugar que dejo al más joven la noche anterior se encuentra una marioneta de madera, nueva a su parecer. Abre los ojos en demasía al notar el parecido del rostro de la marioneta con el encarcelado ausente, desvía la mirada y encuentra a la del anciano, quien lo mira con una sonrisa demasiado grande para su gusto.

“Páseme esa cosa” ordena apuntando al objeto de madera, mirando despectivamente al anciano. Se mueve de su esquina y se aproxima a la marioneta, la toma suavemente en sus brazos, se acerca a la oreja pintada en uno de los costados de su cabeza, “Se paciente, solo quien de verdad te quiera y corte tus hilos, podrá hacer que seas completamente libre.”

Siente como una mano con diferente textura a la anterior lo toma y pasa bruscamente por entre los barrotes de la celda, haciendo un ruido molesto; además, logrando que se ralle un poco su pintura.

Sus manos y pies cuelgan en el aire mientras esta boca abajo siendo sujetado por la espalda. Ve como el suelo cambia, ya no es de piedra, ahora lo que sus ojos ven es césped.

El guardia lo lleva de esa manera por lo que le parecieron dos horas, cosa que no estuvo tan mal, de hecho, la posición le pareció divertida ya que así se estaba cómodo. El hombre lo deja tirado cerca de unos niños con ropas casi tan maltratadas como las suyas cuando estaba en aquella celda, estos no dudan ni un momento en ir a jugar con él, maltratando su cuerpo de madera, intentado manejarlo torpemente, dejándolo caer de vez en cuando  para finalmente, dejarlo en un lugar distinto al que lo encontraron.

 Por vez primera admira el mundo a su alrededor, se siente feliz, pero no sabe que esperarse al estar encerrado en su nueva celda: Una marioneta de madera.

Notas finales:

¿Les gusto?

Necesito saber si quieren proximo cap. ;D


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