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Le Roi por Rhape

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Notas del fanfic:

Le Roi=El Rey (Francés)

- ¡M-me gustas mucho! – exclamó el chico de cabello blanco y Kuro lo miró unos segundos sin comprender (o sin querer entender) lo que sucedía, hasta que un tic nervioso le apareció en la boca y retrocedió, aterrorizado.

- ¡¿Cómo?! Yo, lo siento… - recuperando letárgicamente su postura normal - No puedo aceptar tus sentimientos, ni siquiera te conozco – dijo, disimuladamente comenzando a caminar y tratar de alejarse de ese tipo tan extraño que, de una manera muy apresurada, lo detuvo a pocos pasos del restaurant "Le Roi" (donde trabajaba) para declarársele de esa manera tan extraña; mas el chico se interpuso de nuevo.

- ¡Espera, por favor! – poniéndose delante – Sé que tú no me conoces pero yo a ti sí – dijo con la mejillas ruborizadas – Me llamo Isana Yashiro, pero puedes llamarme Shiro. Y te he estado observando desde hace tiempo, desde que sales de tu casa hasta que llegas al trabajo y del trabajo a casa. Incluso a veces he entrado al Le Roi a pedir comida, por cierto, ¡me gusta mucho ese espagueti que haces! A-aunque eso no viene al caso ahora… - se rascó la cabeza, apenado – Lo que trato de decir es que me gustas mucho desde la primera vez que te vi ¡y por eso te pido que me des una importunidad! – inclinó el dorso y juntó las manos en plegaria.

Kuro no sabía qué contestarle al chico, aunque estaba más que seguro de que un "sí" no saldría jamás de su boca. Además, ¿qué tenía tiempo observándolo? Una alarma roja se encendió en su cerebro y supo que aquello no podía ser normal.

- Agradezco tu…sinceridad. Pero no estoy interesado en una relación en estos momentos – "y menos con un stalker" fue lo que no agregó por prudencia y por temor a una mala reacción del peliblanco. Luego de eso, le pasó de soslayo y resultó en un escape exitoso, más que nada porque Shiro ya no trató de detenerlo. Simplemente se quedó inmóvil sobre la banqueta con sonrisa derrotada.

Kuro logró llegar a tiempo a su trabajo inclusive con el incidente de por medio, pues siempre salía muy temprano de casa para, justamente, evitarse esos retrasos innecesarios.

El restaurant Le Roi no era un sitio grande ni muy conocido pero sí elegante, ubicado en los barrios bajos de Shizume City, mas tenía una clientela regular y fiel.

Luego de darles cordialmente los buenos días a sus compañeros de trabajo fue directo a los sanitarios a lavarse, después, a la cocina a preparar los utensilios y encender los fuegos. Seguramente no tardarían en llegar los primeros clientes del día.

Mientras cocinaba dejó un momento de batir los huevos para un omelette cuando a su mente se le vino la imagen de aquel muchacho... ¿Isana Yashiro había dicho? Frunció el ceño y bufó. Se preguntaba cómo ese pillo se había tomado el atrevimiento de decirle aquellas cosas tan incoherentes y sin ninguna vergüenza. Quizás era un chico problema y sólo pretendía molestar gente declarándosele a cualquiera que pasara. Sí, eso sonaba más razonable de alguna manera.

Sacudió la cabeza y se prometió que ya no pensaría más en eso, era una mera distracción.

- ¿Sucede algo? – preguntó Reisi, el chef jefe del cual Kuro era ayudante, al percibirlo algo tenso.

- Uh, no. Nada –

Al acabar su turno se despidió de sus compañeros, e iría inmediatamente a casa como siempre si no fuera porque se encontró de nuevo al chico de cabello blanco esperándolo afuera con un paraguas rojo que cargaba para cubrirse del sol crepuscular.

- ¡Kuro! – exclamó éste acercándosele alegre.

- ¡No des un paso más, acosador! – espetó amenazadoramente tomando un palo de escoba que se encontraba cerca. Realmente no esperaba volver a verlo y menos en un mismo día.

- Ba-baja eso, por favor – pidió algo intimidado – Vine a disculparme por lo que sucedió esta mañana… Le comenté a una amiga, Kukuri, la manera en que te abordé y ella me dijo que no fue correcto lo que hice –

- Ya veo… - todavía sin bajar la guardia – Pues es muy sabia tu amiga. Acepto tus disculpas, pero no vuelvas a buscarme – bajó la escoba y la dejó en su lugar.

- ¡Pero…! – mirando al piso, desanimado – Las cosas que dije iban en serio, porque… quiero conocerte y que me conozcas –

- ¿Conocernos? – pidió una explicación a eso con una mirada inquisitiva y el ceño fruncido.

- Y-ya te dije que me gustas – repitió ruborizado y con mucha vergüenza – Y quiero gustarte para…bueno…tener una relación seria –

- Y yo ya te dije que no me interesa algo así – cruzándose de brazos.

- ¡Eso es porque no te gusta nadie! – replicó un poco más serio – Sé que cuando yo te guste querrás estar conmigo. Por eso te pido que me dejes acercarme a ti –

El pelinegro alzó una ceja, ciertamente sorprendido de que el muchacho fuese tan directo y tan confiado para expresarse así.

- Haz lo que quieras pero no me molestes – dijo al fin con un suspiro, y comenzó a caminar hacia su casa.

Shiro sonrió complacido.

- ¿Puedo acompañarte? – preguntó ya caminando junto a él. Kuro no contestó aunque tampoco pretendía ignorarlo.

Siguieron en silencio hasta que llegaron a un edificio de apartamentos.

- Kuro… - habló antes de que éste entrara a su departamento - ¿Qué tal un beso? –

El otro, sintiéndose ofendido, simplemente hizo cerrar la puerta del elevador.

- Lo intenté – musitó Shiro con una sonrisa apenada.

Tras entrar a su departamento, Kuro se quedó un rato apoyado contra puerta, algo angustiado y confundido respecto a ese tal Yashiro. No dudaba en que le gustara pues no parecía estar mintiendo, pero ¡era un chico!... Bien, aunque eso era lo de menos. Realmente no tenía nada en contra de los homosexuales (incluso dos de sus compañeros de trabajo eran pareja y los respetaba), pero, por lo que sabía, él mismo no estaba interesado en hombres… aunque tampoco recordaba alguna vez haberse interesado en chicas.

Como pudo, se separó de la puerta y se dio un baño, después, se entretuvo leyendo libros y haciendo crucigramas y luego fue a dormir. A la mañana siguiente se sorprendió de encontrarse a Shiro esperándolo.

- ¡Buenos días, Kuro! – saludó con una sonrisa grande aunque tímida - ¿Tuviste una buena noche? –

- Uhm…Buenos días. Y sí, gracias por preguntar – respondió cortésmente a pesar de que no tenía ganas de lidiar lo él – ¿Qué haces aquí? Veo que llevas el uniforme de la preparatoria de Ashikana, ¿qué no hay habitaciones allí? – comenzando a caminar.

- Sí - sonrió – Pero quise asegurarme de que llegaras a salvo a tu trabajo. Este es un barrio peligroso, ¿no? –

- Lo es – asintiendo con la cabeza - Pero yo sé cuidarme solo –

- Eso no lo dudo, pero igual quiero caminar contigo, Kuro – admitió con las mejillas ligeramente teñidas de rojo.

- Llegarás tarde a tus clases – le amonestó con el ceño fruncido.

- Jejeje, no te preocupes por eso –

Kuro suspiró sin decir nada más el resto del camino a diferencia del otro que no paraba de hablar sobre cualquier cosa. No quería que el chico se hiciese ilusiones con él pero tampoco sabía cómo quitárselo de encima. Quizás si simplemente lo ignoraba…

Llegaron al restaurant y Shiro se despidió agitando una mano en el aire y prometiendo volver más tarde.

Como de costumbre, Kuro se aseó, saludó a sus compañeros y después fue a la cocina.

- Hey, ¿te pasa algo? – preguntó Misaki, el camarero, al verlo distraído por primera vez en todo el tiempo que llevaban conviviendo.

- Uh, ¿por qué? – inquirió sorprendido por la pregunta, mientras acomodaba ollas.

- Umm... Estás un poco raro hoy –

- ¿Raro en qué sentido? – quiso saber, pues él se sentía normal.

- Bueno… estás sonriendo –

Kuro dejó las ollas y se quedó inmóvil. ¿En serio estaba sonriendo? Ni siquiera tenía una razón para hacerlo, ¿por qué sonreiría?

- Yo no… -

- ¡Oh! ¿Se trata de algo muy personal, verdad? Lamento haber preguntado – dijo riendo.

- Uh. No te preocupes – cabeceó – Por cierto, ¿ya llegó Fushimi? –

- Agh, no me hables de ese idiota – bufó con el ceño fruncido – Y nah, todavía no llega. Ya sabes que jamás llega temprano. Como es el nuevo gerente se le sube a la cabeza y hace lo que quiere –

- Ya veo – musitó y trató de escurrirse de la conversación continuando con sus tareas, percibía que el castaño tenía algo más que decir pero no le gustaba enterarse de chismes y menos de discusiones de novios.

- ¿Sabes que hizo ayer? – demasiado tarde – Intentó ponerme los cuernos con una chica, ¡una chica! Por suerte pasé en el momento exacto y pude ahuyentar a esa perra. Y por supuesto que Saruhiko tampoco se salvó, ¡le di un buen puñetazo justo en su carota! –

- Eso es violencia domestica – comentó lavando algunos platos.

- Uh…pues sí – se llevó una mano a la cabeza, apenado – Pero él empezó – frunció el señor y se cruzó de brazos.

- ¿Entonces…? – quiso saber con curiosidad. Necesitaba saber si debía mantenerse alejado de ellos un tiempo si es que habían roto.

- ¿Entonces qué? – lo miró confundido.

- ¿Seguirán juntos? –

- Ah, eso. Sí, aún estamos juntos. No se librará de mí tan fácilmente, eh – contestó divertido.

- Un cliente – avisó Reisi, quien no estaba al tanto de la conversación pues hacía su trabajo.

- ¡Voy! – dijo Misaki enseguida para correr a la recepción.

Después de eso, el día siguió tranquilo hasta que cayó la tarde y Shiro ya estaba esperando a Kuro fuera del restaurant.

- Estás aquí… -

- Te dije que volvería –

- Sinceramente esperaba a que fuera una mentira – suspiró encogiéndose de hombros.

- Tomaré eso como una broma – sonrió.

Shiro siguió acompañando a Kuro a casa y al trabajo los siguientes días hasta un viernes que le dejó un mensaje de texto diciéndole que tenía asuntos escolares que atender y no podría acompañarlo, a lo cual Kuro se preguntó cómo había conseguido su número de celular si nunca se lo había dado. Ese Shiro sí que era un acosador.

Y de pronto esa mañana le pareció tan silenciosa.

- Ooh, ¿qué pasó con esa sonrisa que habías traído últimamente? – preguntó Fushimi, que, sorpresivamente había llegado temprano.

- Buenos días – dijo Kuro simplemente, y trató de cambiar de tema – Hacía tiempo que no te veía por aquí a estas horas –

- Sí, tienes razón. Le prometí a Misaki que haría un esfuerzo por venir al restaurant a tiempo y trabajar como se debe. A él le gusta mucho este lugar, así que le daré gusto – suspiró con cierta resignación – Además, él piensa que intento meterle el cuerno cada que puedo pero la verdad es que solo me gusta verlo celoso – rió.

- Ya veo… Debo ir a lavarme –

- De acuerdo. Nos vemos luego –

Kuro enjabonaba sus palmas y muñecas mientras pensaba en lo que le había dicho Fushimi. A pesar de sus constantes peleas, Fushimi y Misaki parecían muy enamorados, y por lo que sabía, tenían ya casi 2 años juntos.

Cerró la válvula del agua y se secó las manos con una toalla. Entonces se preguntó si Shiro y él podrían llegar a tener ese tipo de relación… ¡Un minuto! ¡Qué hacía pensando en ese tipo? Se miró al espejo y se dio cuenta que tenía las mejillas pintadas de rojo, ¿pero por qué? Se tiró agua a la cara hasta lograr apagar el rubor, mas las palpitaciones agitadas en su pecho no cesaban. ¡No podía estarle pasando eso!

Cuando por fin se sintió más tranquilo salió del baño y fue a su lugar de trabajo. Aunque aquella tranquilidad apenas le duró unas tres horas porque Misaki entró a la cocina a pasarle un recado.

- Hey, alguien pregunta por ti – dijo con una sonrisa traviesa.

Kuro asintió y salió sólo para ver que se trababa del peliblanco que venía acompañado de una chica que, por alguna razón, eso le molestó.

- ¡Kuro! Espero que no me hayas extrañado esta mañana – dijo Shiro sintiéndose algo culpable de no acompañarlo.

- Déjate de bromas – replicó mirando hacia otro lado, sintiendo que se le subían los colores a la cara y trataba de calmarlos – ¿Qué estás haciendo aquí? –

- ¡Ah, sí! Mira, ella es mi amiga Kukuri. Kukuri, él es Kuro –

- ¡Mucho gusto, Kuro! – dijo la chica ligeramente ruborizada – Hey, sí es bastante atractivo – murmuró a su amigo y después prosiguió normal - ¿Sabes? Shiro siempre está hablando de ti –

- Oye, no me avergüences así… – pidió el peliblanco apenado y rascándose la nuca.

- ¿Hablando de… mí? – inquirió confundido, y sacudió la cabeza – Ah. Mucho gusto – inclinó el torso como reverencia.

- Shiro dice que eres muy bueno cocinando, me gustaría probar de tus comidas – dijo la chica emocionada.

- Espero que no lo tomes a mal, ¿pero podrías preparar de tu espagueti y comer con nosotros? – rogó el peliblanco juntando las manos y crispando la mirada.

El pelinegro lo miró un momento. Por supuesto que podía prepararles platillos, era su trabajo, pero hacer lo segundo y durante horario laboral…

- ¡Por supuesto que puede! – intervino Misaki.

- Pero… - Kuro quiso replicar mas el otro sacudió la cabeza.

- Reisi se puede encargar de todo un rato, además, ya sabes que a esta hora nunca hay clientes. Anda, ve y diviértete con tus amigos –

Kuro suspiró resignado y asintió, volviendo a la cocina. Shiro y Kukuri gritaron triunfantes tal cual niños de preescolar.

- Kuro, ¿tienes un momento? – pidió Fushimi desde la puerta y haciéndole un ademán con la mano para que se acercara.

- Claro - dejó de batir la salsa de tomate - ¿Podrías…? – inquirió a Reisi si podría cuidarle los platillos y éste simplemente asintió con la cabeza - ¿Sí? –

- Uhm…Escucha. Estuve hablando con la familia de Ichigen y… – chasqueó la boca, un poco nervioso y dudando en hablar – Dicen que quieren cerrar el restaurant –

El pelinegro abrió desmesuradamente sus ojos azules, incrédulo.

- ¿Cómo…? ¡Pero si el maestro Ichigen amaba el Le Roi! –

- Lo sé… Pero la familia dice que desde que él murió la fama del restaurant ha decaído y ya no trae ingresos para ellos; es un gasto mantenerlo. Si no logramos sobrellevarlo lo cerrarán para dentro de dos o tres meses –

- En-entiendo… - musitó con la mirada gacha y sintiendo algo de presión en el pecho. Miwa Ichigen había sido como un padre para él, quien lo cuidó desde pequeño y además le enseñó el valioso arte de la cocina. No sólo eso, había sido la persona más importante en su vida y nunca paraba de extrañarlo.

- Aún no se lo he dicho a Misaki ni a los otros, creí que tú querrías ser el primero en saberlo. Fuiste el más cercano a Ichigen –

- Gracias… – dijo con solemnidad y regresó a la cocina.

Al terminar, sirvió los platos y Misaki se ofreció a ayudarlo a llevarlos a la mesa.

- Kuro, ¿te encuentras bien? – preguntó Shiro al percibirlo desanimado cuando terminó de enredar pasta en su tenedor y antes de llevársela a la boca.

- Uh… Sí, claro – sonrió ligeramente, y puso una servilleta sobre sus muslos.

- ¡Aaah, esto es realmente bueno! – exclamó Kukuri agitando los brazos – ¡Es delicioso! –

- ¿Ves? Te dije que te gustaría. Kuro es un excelente cocinero – dijo Shiro y Kuro no pudo evitar mostrar una sonrisa más genuina, realmente halagado.

La siguiente media hora Shiro y Kukuri estuvieron conversando sobre cosas que sucedían en la escuela, como trabajos y situaciones graciosas, con lo que Kuro pudo hacerse una mejor idea de la personalidad del peliblanco. Parecía ser un buen chico, algo raro y acosador, pero sí, buen chico después de todo.

Cuando terminaron, Shiro se disculpó de nuevo con Kuro por no poder acompañarlo esa mañana al trabajo y por no poder acompañarlo de regreso a casa, debía volver a la escuela a terminar los asuntos de un festival del que Kukuri le obligó a ayudarla con los preparativos. El ojiazul simplemente contestó que no habría problema, e iba regresar a la cocina cuando el peliblanco lo tomó de un brazo con suma vergüenza para que se volviera a verlo.

- Kuro, ¿estás libre mañana? –

- Sí, ¿por qué? – el pelinegro de pronto se dio cuenta de lo que había contestado, ¡tenía que haber dicho que no! A Shiro se le iluminaron los ojos.

- Quería saber si querrías ir conmigo al festival de la escuela. Empezará en la noche, pero quizás podríamos pasar el día…juntos – terminó de decir con las mejillas ardiendo.

- … Me encantaría – contestó con rostro sumamente serio, y aún así el peliblanco se sintió emocionado con la respuesta.

- ¡Muy bien! Pasaré por ti a tu casa a eso del mediodía, ¿de acuerdo? Y...y… y ya debo irme ahora. ¡Nos vemos mañana! – dijo y salió corriendo del restaurant, quizás feliz e incrédulo de que el ojiazul le dijera que sí. Kukuri tuvo que correr tras él para alcanzarlo.

Kuro, que hasta ese momento había estado tan tranquilo como una roca, antes de ir a la cocina tuvo que pasar a los sanitarios a echarse agua a la cara.


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