Si pudieras pedir un deseo, tan solo uno ¿qué pedirías?
Hacía frío como todas las noches por aquella estación. El verano se iba, pensaba. Pronto sería otoño y la bruma avanzaría hacia la playa nublando la vista al mar. Pero mientras durara el verano podía ver la luna en lo alto reflejándose sobre el inmenso mar.
Él volvía hacia su casa luego del trabajo de medio tiempo que había obtenido para pagar sus estudios. Era tarde y no había nadie más caminando por la costanera. Estaba acostumbrado a ese recorrido, a esa soledad. Solo el sonido de las olas se podía oír, el resto era silencio y soledad.
No muy diferente de donde dormiría; un apartamento rudimentario. Completamente solo, con el sonido de las luces fluorescentes de la tienda de la planta baja. A veces cuando no podía dormir miraba hacia el techo blanco recostado sobre su cama. De vez en cuando un auto pasaba y las luces se reflectaban sobre el techo y le daban algo que hacer a sus ojos.
Solo silencio y soledad, a veces, incertidumbre también. El sol salía muy al oriente y él no sabía que traería el mañana.
Frío, soledad, silencio e incertidumbre y la luna alumbrando en lo alto. Sus ojos de repente avistaron una figura alumbrada por la luz blanca. Mientras caminaba intentando ser casual buscó divisarle con mayor claridad. Era rubio y de piel blanco como el astro en el cielo. Sus ojos cristalinos se perdían en la lejanía y el silencio enmudecía sus labios. Se sorprendió de tal belleza y parpadeó para humedecer sus ojos. De repente no hacía tanto frío.
El joven aún sin percibirle se paró sobre el barandal donde estaba sentado y alzó sus ojos al cielo, entonces murmuró algo que Jongin no pudo oír. Cerró sus ojos y extendió sus brazos.
_ ¡espera!- exclamó Jongin y corrió hacia él.
El chico abrió sus ojos y torció a mirarle.
_ ¡Por favor, no lo hagas!
_ ¿Qué cosa?- su voz era dulce y armoniosa.
_ Lo que ibas a hacer.
El chico le miro un instante en silencio, luego dudo un instante.
_ Ven- extendió su mano- todo va a estar bien. No te preocupes.
_ ¿Sabes lo que iba a hacer?
_ Ibas… - pensó en cómo decirlo- ibas a irte ¿verdad?
_ Me tengo que ir- su voz de repente sonó suplicante.
_ No te vayas.
_ ¿Por qué?
_ Piensa en tu familia, deben estar esperándote en tu casa preocupados.
_ No tengo familia ni casa. Nadie sabe de mí.
_ No puedes irte…
_ ¿Por qué te importa tanto?
_ No lo sé…- bajó su mirada- dijiste que nadie sabía de ti…. –alzó sus ojos para mirarle- yo ahora se de ti y no puedo dejarte ir de esta manera.
_ No puedo quedarme en este mundo…
Tomó su manos ente las suyas, cuando lo hizo una extraña sensación lo abordó.
_ Debo irme…
_ Este mundo no es un lugar tan malo… por favor no te vayas. Te prometo que todo estará bien.
El joven le miro desconcertado a él primero, luego a sus manos que sostenían la suya.
_ ¿Lo prometes?
_ Es una promesa.
Bajó de un saltó y quedó junto a él mirándole dulcemente.