POV. WOOHYUN
Hacía semanas que mis amigos insistían para que fuésemos a comer a un nuevo restaurante cerca del cine que solíamos visitar con frecuencia. Decían que la mayoría de camareros allí eran realmente atractivos, que el servicio era excelente y la comida bastante buena.
Para ser sinceros, aquel lugar inicialmente no llamaba en demasía mi atención, pero había recibido demasiados buenos comentarios como para negarme a ir.
Finalmente, acabé estando de acuerdo en visitar ese restaurante por mi cumpleaños, que sería dentro de poco.
Caminando por la calle con uno de mis mejores amigos, Key, de vuelta a casa después de un largo día en la universidad, me contó que había un camarero en aquel restaurante que le llamaba la atención, el chico que siempre estaba atendiendo en la caja.
Me explicó un montón de cosas curiosas que le habían pasado en el restaurante cuando aquel chico andaba cerca de él, la mayoría bastante vergonzosas, puesto que se ponía realmente nervioso cuando estaba por allí.
Incluso llegó a confesarme que había sido algo como amor a primera vista la primera vez que había ido al restaurante con su familia y que desde entonces iba únicamente para verle a él, aunque lo único que sabía del chico era la edad y el nombre.
Fue cuando me explicó eso que me entró cierta curiosidad para el lugar. Aquel chico debía ser algo bastante admirable si había conseguido que mi amigo se fijase en él y actuase cual adolescente enamorada en su presencia.
Continuó contándome más anécdotas al respecto, una de las cuales incluía a otro de los supuestos atractivos camareros, el cual parecía estar enterado de la situación de mi amigo, pues cada vez que le veía en el restaurante se reía por lo bajo. Mi amigo solía llamarlo “El chulillo”.
También me comentó que incluso el resto de camareros se habían dado cuenta de la situación y solían llamar al chico de la caja para que le atendiese cuando iba. Tal vez sería algo interesante ver todo aquello en persona.
Sinceramente, mi vida no era excesivamente interesante. Cuando no estaba en la universidad, estaba por ahí con algún amigo, o simplemente en casa, escuchando música. Me encantaba la música, era una de mis pasiones.
Así pues, quedamos el sábado siguiente delante de los cines para ir a comer al restaurante. Esa noche iba a hacer una fiesta con todos los amigos, pero para la comida había quedado con mis 3 amigos de toda la vida: Key, Mir y DongWoon.
A medida que se acercaba el día, Key cada vez estaba más nervioso. Realmente, ¿cómo podías enamorarte de alguien con el que apenas habías cruzado un par de palabras y del que no sabías casi nada?
El amor… me parecía una estupidez. Lo había intentado una vez… no salió bien… no me ha hecho falta volver a intentarlo. Cuando se ve que algo no tiene sentido y no vale la pena, es una pérdida de tiempo intentar demostrarse a uno mismo lo contrario.
Llegó el sábado, y Key estaba poniendo mi paciencia al límite mientras caminábamos hacia el restaurante. Nada más llegar, sus ojos fueron directos al chico que atendía en la caja. Era realmente atractivo, no podía negarlo, pero para nada mi estilo.
Nos atendió en la puerta otro chico realmente joven, unos 19 años, que nos acompañó hasta nuestra mesa, situada justo delante del chico que tenía encandilado a mi amigo. Este era muy guapo también, llevaba unas gafas que le hacían ver puro e inocente.
Pedíamos las bebidas mientras pensábamos qué íbamos a comer, aunque me sorprendía que Key no se supiese la carta de memoria a estas alturas.
Me decidí por unos fideos típicos del restaurante, al fin y al cabo es lo más habitual ir a un restaurante y pedir la especialidad de la casa, ¿no?
El mismo chico de las gafas fue el que nos tomó la orden, aunque no dejaba de mirar a Key y sonreírle, como si supiese quién quería él que le tomase el pedido realmente. Mi pobre amigo, su actitud era tan evidente que no era de extrañar que todos los camareros del lugar supiesen por qué motivo iba allí tan a menudo.
Curiosamente, el chico de la caja no dejaba de mirar constantemente hacia nosotros, concretamente hacia Key, una y otra vez, sonrojándose cada vez que le atrapaba haciéndolo. Ah… comprendí. Al chico también le interesaba mi amigo. Jonghyun creí recordar que se llamaba.
Pasamos el rato hablando de trivialidades: cómo había ido la semana y cómo habían ido los preparativos para la fiesta de esa noche.
Iba a ser algo divertido: música, bebida, un gran lugar, muy buenas vistas y, por supuesto, una compañía magnífica. Sin embargo, tampoco estaba especialmente eufórico al respecto, probablemente no ocurriría nada fuera de lo usual.
El chico con las gafas comenzó a traer algunos platos, seguido por otro chaval de más o menos la misma edad, pero este parecía tener una actitud algo… diferente.
Key me susurró al oído que aquél chaval con pinta de chulito de barrio se llamaba Minho y que, desgraciadamente, se llevaba bien con su adorable cajero con ojos de puppy, algo que odiaba por encima de todo puesto que el chico no le caía para nada bien.
Key… ¿celoso de otro hombre? ¿La diva preocupada por un posible rival? ¡Aquello sí que no me lo esperaba! Sin poder evitarlo comencé a reír, llamando la atención del chico con ojos de puppy que le gustaba a mi amigo.
Vi como el tal Jonghyun se marchaba un momento y era sustituido por el tal Minho. Pobrecillo, ¿le habría avergonzado? No lo creía, tampoco tenía por qué darse por aludido, a menos que hubiese estado pendiente de nosotros todo el tiempo, como sospechaba que había sido.
Estaba degustando mi plato, pasado ya el momento jocoso, cuando vi pasar por detrás de tal Minho un chico vestido de camarero que no había visto desde que habíamos entrado.
Tenía su cabello de color castaño, cortado formando un flequillo rodeando su rostro. Sus labios llamaron mi atención por un momento… parecían realmente apetecibles, de color rosado. Pero lo que más llamó mi atención fueron sus ojos… ¡eran realmente pequeños! Pero… extrañamente expresivos a mi parecer.
El chico me parecía… ¿lindo? Sí, esa era la palabra, lindo. Me recordaba a un pequeño animal indefenso. ¿A qué venían este tipo de pensamientos?
No pude evitar seguir con la mirada el recorrido de aquel chico, que después de hablar con Minho se situó en la puerta del local, acompañando a los clientes a sus mesas, tomando sus órdenes y llevándoles los pedidos.
Intentaba prestar atención a la conversación que mantenían mis amigos, pero mis ojos volvían inconscientemente sobre la figura del camarero, algo patoso, pues constantemente parecía que las cosas iban a escapársele de las manos y caer encima de algún pobre cliente, o bien iban a ir directamente al suelo.
Hubo un momento en el que realmente creí que iba a causar algún problema grave, cuando al llevar el café a la mesa que había delante se tropezó – tenía la impresión que él solo – y volcó el contenido de la taza sobre la mesa, delante de la pareja que había allí sentada.
Prácticamente todos los ojos de la sala se dirigieron hacia él. Su rostro comenzó a colorearse mientras pedía disculpas a los clientes por su torpeza y limpiaba el desastre.
Levantó la cabeza, dispuesto a corregir su error e invitar a esos clientes a un nuevo café, cuando sus ojos se encontraron con los míos.
Esos pequeños ojos observaron tímidamente los míos, manteniendo la mirada, no como si fuese un reto, sino más bien preguntándose por qué continuaba mirándole de aquella forma.
Sonreí pícaramente. Él bajó la mirada ante ese acto, sonrojándose de nuevo y avanzando hacia la barra, donde Minho había preparado otro café para la pareja.
Por algún motivo me molestó que sus manos pareciesen rozarse al pasarse el plato con la taza.
Fue entonces cuando me fijé en las miradas que le lanzaban otros clientes al chico… a ese lindo chico con cara de hámster que también había llamado, ligeramente, mi atención. Caras cuyos ojos mostraban lo que desearían hacerle al camarero si lo tuviesen a solas a su merced, cosas que eran cualquier cosa menos decentes.
Ese tipo de chicos inocentes siempre parecían despertar la parte más perversa y depravada de las personas, te incitaban a querer mostrarles algo diferente, a quitarles esa inocencia que veías en su mirada.
Temí, por un momento, ser como esa clase de personas… pero no… mi repentino interés por el pequeño hámster no iba por esos derroteros… solo me apetecía saber algo más de él. ¿Su personalidad se parecería a la que dejaba entrever a primera vista?
Era difícil que algo llamase, aunque fuese mínimamente, mi atención, por lo cual me sorprendía el hecho de no haber podido apartar la mirada de aquel chico durante casi toda la comida.
Afortunadamente, Key estaba demasiado ocupado mirando constantemente a su querido camarero Jonghyun y mis otros dos amigos comentando lo que harían y dejarían de hacer aquella noche en la fiesta, apenas preguntándome a veces si estaba de acuerdo con ellos o no como para darse cuenta de ello.
Estábamos terminando de tomar el postre cuando justo ese chico se acercó a la mesa. Se dirigió directamente hacía mí, colocándose a mi lado. Algo en mi interior se removió… ¿tal vez tenía algunas expectativas sobre lo que podría ocurrir?
- Disculpen, ¿han terminado? ¿Desean algo más? – esas simples palabras salieron de sus labios, con la mirada baja, sin atreverse a mirarnos a los ojos. Su voz… me había parecido realmente suave.
Los ojos de mis amigos recorrieron el cuerpo del chico sin cortarse un pelo, analizando detenidamente cada parte de su cuerpo, evaluándolo. Podía ver que incluso a ellos parecía gustarle, una pequeña sonrisa comenzaba a curvar sus labios. Conocía bien que significaba, y no me gustaba la idea.
- Sí – contesté de repente – tu nombre y número de teléfono, eso es lo que quiero.
No sé muy bien que me empujó a decir aquello, probablemente ver la reacción de mis amigos ante el joven. De todas formas, ya estaba dicho.
Ellos me miraban realmente sorprendidos, como si no esperasen una reacción así por mi parte. Normal, yo tampoco hubiese imaginado algo así un poco antes.
Las mejillas del camarero volvían a estar sonrojadas de nuevo, mientras sus ojos se posaban sobre los míos tímidamente, dudando sobre si debía darme esa información o no.
Pareció decidirse al cabo de unos segundos que me parecieron eternos. Sus labios se entreabrieron y sus mejillas se colorearon aun más. Lindo… fue lo que pensé.
- SungGyu, Kim SungGyu. ¿Tiene donde apuntar mi número? – volvía a estar ligeramente cabizbajo, como si aquello le resultase completamente embarazoso.
Me pareció tierno, demasiado inocente. Y eso me atraía irremediablemente. Los chicos inocentes siempre habían sido mi perdición… uno en especial.
Le presté mi teléfono para que apuntase cuál era su número. Al devolvérmelo, rocé intencionadamente su mano con la mía. Vi como su cuerpo de estremecía levemente.
- Nam WooHyun. Espera mi llamada – susurré, mirándole fijamente a los ojos, que se habían encontrado con los míos cuando su cabeza se había alzado a causa del roce de nuestras manos.