Naruto Uzumaki, el zorrito, como lo llamaban algunos, pues este tenía unas curiosas marquitas en sus mejillas que lo hacían ver como un guapo zorro. Este rubio de unos hermosos ojazos azules como el cielo, de 16 años, media 1,73, tenía buen cuerpo, y era muy atlético, claro, como deberán saber, ya muchas chicas caían a sus pies.
— ¡Hey, Naruto! —Llamo uno de sus mejores amigos, Kiba, quien traía en sus brazos un hermoso perrito de nombre Akamaru.
El zorrito se dio la vuelta haciéndole entender que lo había escuchado.
— ¿Ya te enteraste? Hay un nuevo alumno que entrara a nuestra sala —Exclamo Kiba muy entusiasmado.
— ¿Enserio? Que bien.
Sinceramente no le daba mucha importancia el tema, nunca les hablaba a los alumnos nuevos que llevaban al colegio, al final, ¿para qué? Ellos eran los primeros que le hablaban.
— ¿Eh? ¿No te da emoción? —Pregunto el morenito.
— ¿Por qué? Sabes que ellos no podrán resistirse a mí, ¿no? Ya no me interesa, es artante-ttebayo —Dijo sonriendo de lo más normal posible.
Pero el rubio al darse la vuelta para irse, choco con algo, o alguien. Miro a ambos lado sin fijarse en nada.
—Cof, cof —Tocio Kiba apuntándole con el dedo debajo de él.
Cuál fue su impresión al ver un ser tan hermoso y pequeño, tan frágil.
Un muñequito…
Un muñequito….
Un hermoso muñequito…
—Apártate de mi camino, idiota
Pero tan hermoso momento fue interrumpido por una infantil vocecita que provenía de ese ser tan hermoso y pequeño, esperen…
— ¿Ahhh? ¡¡Como te atreves, enano!! —Reprocho el rubio mientras se agachaba un poco para quedar a la altura del pequeño ser y tirarle con fuerza esa pálida y suavecita mejilla.
Sin embargo el pelinegro pequeño levanto su puño a la altura de su cara, apretando sus dientes con fuerza. Y con toda la fuerza del mundo golpeo al rubio antes de irse con pasos de elefante.
Con un hilito de sangre en su nariz, iba a reclamarle al pelinegro pequeño el porqué de su golpiza, y al voltear, pudo notar el ser más pequeño que haya visto, ¿Cuántos años tendrá? Se preguntó. Pero ya ni siquiera se preguntó, pues este se quedó mirando el pequeño y redondo trasero del menor, pasando por su sucia cabecita unos pensamientos nada sanos.
—Hey, Naruto —El rubio reacciono de sus sucios pensamientos. —Ya tocaron el timbre, es hora de entrar a clases.
Aviso el moreno de Kiba aun con su perrito en brazos para luego marcharse siendo seguido por Naruto. Pero las fans del rubio no se quedaron atrás y no tardaron en aparecer. Todas rodearon al rubio.
— ¡Oigan, es hora de empezar la clase, niñatos! —Anuncio el profesor de matemática, Obito. — Bueno, hoy tenemos un nuevo alumno. —Anuncio al ver como todos ya se ubicaban en sus pupitres.
—Hola, mi nombre es Sasuke Uchiha, tengo 16 años y espero llevarme bien con ustedes —Se presentó el pequeño Sasuke.
— ¡¿Qué?! T-T-T-Tu eres… —Exclamo el rubio saltando de su asiento, apuntándolo con el índice acusador.
—Oh, bueno, como se conocen tan bien… Sasuke siéntate alado de ese rubio popular y con cara de idiota, por favor.
El pequeño azabache hizo causo, y fue hacia su asiento directamente a sentarse alado del zorrito.
Pero…
Todos rieron al ver como las pequeñitas piernas de Sasuke quedaban colgando en el aire, pues no se… Pero el misterio era, ¿la silla era muy alta, o él era muy pequeño?
Error, él era muy pequeño.
Por otro lado el alto rubio observaba cada movimiento del más pequeño, sonriendo al ver tal graciosa escena del cual todos reían.
—Por favor, guarden silencio… —Ordeno Obito golpeando fuertemente la mesa con el libro de clases, haciendo saltar a muchos. —Por favor, quiero que se junten en grupo de a dos, para hacer este hermoso trabajo que les dejare para el Viernes…
Ante eso, anoto en el pizarrón la tarea, mientras todos se levantaban de sus lugares a escoger un compañero.
—N-Naruto-Kun, ¿quieres ser mi compañero de trabajo? —Pregunto tímidamente una peli rosa un tanto molesta.
—No, lo siento —Dijo fríamente para luego hablarle a su compañero de banco. — ¿Quieres ser mi compañero, eh, Sasuke?
—Prefiero hacerlo solo, dobe —Dijo para seguir escribiendo lo del pizarrón.
—Vamos, no seas aburrido… —Insistía el rubio.
Sin embargo el rubio tenía que aguantarse para no lanzarse al pequeño Sasuke y golpearlo. Debía tener paciencia y lograr que sea su compañero, para darle una lección, nadie lo golpeaba.
— ¡Que parte de no, no entiendes, Uzumaki! —Grito para luego lanzarle una goma de borrar en la cara.
—Que humor…
Pero una peli rosa no estaba de acuerdo el que el rubio se acercara a cierto pequeñito amigo.
—Maldito enano… —Pensaba Sakura, nuestra amiga peli rosa.
— ¿En qué piensas, Sakura? —Pregunto una de sus amigas al ver como esta echaba llamas por los ojos.
—Nada, Ino, solo que un enano me piensa quitar a MI Naruto
—Por favor, quieres algo pero no lo tienes.
—Cállate Ino, lo hare pagar, y tú me ayudaras —Hablo segura Sakura.
Al salir de clases…
El rubio como todos los días llego a su casa, y como ya era de costumbre se lanzó al sofá con unas papas y una soda en las manos viendo televisión.
Los padres de Naruto estaban en un importante viaje de trabajo, por lo que dejaron a cargo al rubio para cuidar la casa, pero este rubio era muy desordenado…
Se dispuso a tomar una pequeña siesta, sin antes, recordar aquel torpe pequeño que le hizo brotar canas a tan temprana edad.
—N-Naruto… M-Me duele… A-Ahhh…
—Quieto…
Penetraba y embestía con brutalidad y rapidez, de dentro hacia afuera. Mientras el rubio tomaba con una de sus manos el pezón del azabache, para jugar con el. Mientras que con la otra mano sujetaba la cintura del pequeño mientras seguía embistiendo, observando aquella hermosa carita de placer.
—Ok, amor, cabalga…
Ordeno el rubio, sentando el pequeño en sus piernas mientras el pronunciado cabalgaba de arriba hacia abajo, haciendo chocar sus muslos provocando unos cuantos gemidos que salían desde la boquita del azabache. Sin duda, música para los oídos del rubio.
Los gemidos del menor hicieron que el rubio perdiera la paciencia. Y, tomándolo sin dejar de salir su miembro del culito de Sasuke, lo puso en la pared embistiendo cada vez con más fuerza.
Hasta llegar al orgasmo…
Despertó sudoroso, no entendía por que el aquel sueño…
Sin más, se levantó del sofá, para dirigirse al baño, seguramente a quitarse esa erección que se le había provocado.