Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

LA PENITENCIA por AnneJieJie

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Otra historia de pueblo para compartir con ustedes. Y como siempre digo: "Comentar es agradecer"

ADVERTENCIA: No apto para seguidores del OpusDei...

Notas del capitulo:

Dedicado a quienes comentaron en "Por una Corbata".

LA PENITENCIA

Por: Anne Scarlett

Primer sábado del mes,  nueve de la mañana.

Como de costumbre los feligreses fueron llegando en pequeños grupos a la iglesia luego de que escucharan el llamado de los tres campanazos que indicaban que la hora de la confesión había llegado para todos los católicos de Villa Cuchaviva*.

Maruja se sentó en el banco al lado del confesionario junto con el resto de los fieles católicos que como de costumbre se acomodaron en los lugares de siempre, a esperar al anciano sacerdote de siempre, para que escuchara su larga lista de pecados, como ocurría el primer sábado de cada mes a las nueve de la mañana desde que llegaran los primeros colonos españoles a cristianizar a los aborígenes de la región. Maruja se abanicó, más por costumbre que porque sintiera calor en la amplia iglesia colonial, se persignó y escuchó con atención la oración de las Letanías, respondiendo a cada una de ellas: “Líbranos Señor”.

- Ay, ay… Casi no llego comadre. –Fue el saludo de una mujer que se sentó al lado de Maruja.

- No se ha perdido de mucho Angustias, la madre Josefa acabo de comenzar con las Letanías. –Fue la respuesta de Maruja en voz baja, respondiendo el “Líbranos Señor”  de manera automática, como si fuera un lorito parlante. –Pero,  ¿por qué está tan agitada? ¿Qué le ha sucedido? ¿Por qué está pálida?

- ¡Ay Madre de Dios! –Respondió mirando a su alrededor para luego bajar la voz. –Si le contara comadre…

- Pues Angustias, dígalo porque si no se atraganta. –Dijo Maruja bajando la voz.

- Ay comadre es que… imagínese que antes de venir a la iglesia pasé por la finca de doña Eloísa y a qué no adivina con quién me encontré.

- ¿En la finca de Eloísa? Ah, de seguro tuvo que ser con Antonieta, la mocita* de don Andrés.

- Pues fíjese que no. –Dijo ella moviendo la cabeza. –No me encontré con la zorrita esa, me encontré con el mismísimo don Andrés y después del saludo, vi que ese hombre se metió en el corralito de los pollos.

- ¿Don Andrés? Pero ese señor tan estirado por qué iba a meterse en el corral de los pollos, si él no caga en loma por no ver rodar el bollo*, además es de ser tan mano limpia, que prefiere pagar porque le hagan todo;  porque no le gusta hacer nada, pero nada es nada de nada.

- Pues eso mismo pensé, me dije a mi misma: “Mi misma, esto está como raro” y entonces que me doy la vuelta y así despacito, despacito me fui detrás para ver que hacía don Andrés a las seis de la madrugada en el corral de los pollos, y entonces… ¡Ay Madre de Dios! ¡Qué lo vi con este par de ojos que tengo aquí! –Dijo señalando los ojos en su rostro. –Así, así, bien visto. Don Andrés estaba haciendo cochinadas…

- ¡¡¿Con los pollos?!! –Se persignó varias veces y pestañeó de manera incrédula. –Es que yo lo he dicho, este mundo está muy cochino, ya ni los pollos están a salvo de la corrupción.

- ¡¿Pollo?! Pues pollo, pollo lo que se dice pollo no es. –Bajó la voz mientras se acercaba al oído de Maruja. –Comadre, estaba con un hombre… ¡¡CON UN HOMBRE!!... y no precisamente haciéndole inventario a la producción de huevos.

- ¿Con un hombre? –Preguntó con incredulidad. –No me digas que con… -No pronunció el nombre porque el impacto de la noticia no se lo permitió.

- Sí, estaba con él. –Se persignó y al igual que su comadre respondió a la letanía y miró a su interlocutora con preocupación. –Con Florencio, el capataz… Si hubiera estado con Antonieta no me hubiera puesto tan pálida, pero… ¿Con Florencio?

- Ay comadre, pero de qué se asombra si ese es el pan de cada día. –Dijo con tranquilidad en voz baja. –Peor hubiera sido si lo hiciera con las gallinas, aunque dicen que los extranjeros lo hacen con las ovejas.

- ¿Y lo dice así de tranquila, como si nada? –Preguntó escandalizada. –Comadre, todavía no salgo de la impresión de ver a esos dos montando como conejos.

- ¿Qué quiere que le diga, Angustias? –Levantó los hombros y habló en susurros. –Usted sabe que don Andrés será culiapretado* pero feo no está, además es un rico hacendado, en cuanto a Florencio… -Suspiró de una manera absurda. –Como dijo Francisca, los mejores hombres de la región si no están casados, entonces son hinchas de “toque por delante y entre por detrás”.

- Pobrecita la mujer de Don Andrés, ni se imaginará las andanzas de su marido. Pero no hay duda, a Don Andrés hay que aplaudirle su buen gusto, porque Florencio está para chuparle hasta los huesos.

- ¡¿Los huevos?! ¡Cuide esa lengua Angustias que estamos en la casa de Dios!

- Huesos, Maruja, dije que los huesos…

- Ah, esos también porque ese hombre es, como dice mi hija Imelda, una tentación sabrosona. Es que con solo pensar en ese Florencio se me pone la piel de gallina y me despierta la imaginación, fíjese que cuando estoy con el Ananías en la oscuridad, yo me imagino que estoy con un hombre grandote como Florencio, que con esas manotas me agarraba las caderas y zas, zas, zas… Ahora después de eso que me contó Angustias, ya no voy a poder fantasear…

- ¿Comadre, luego usted, todavía fantasea con Ananías?.. No me mire así, no quise decir eso, es que tengo entendido que ustedes antes estuvieron casados…

- Antes estuvimos casados y ahora somos felices… Hemos aprendido a pelear en armonía. Y no, Angustías, yo no fantaseo con Ananías, fantaseo con otros cuando estoy con Ananías que es muy diferente…

- Ah, ya entiendo, pero no sé cómo se puede ser feliz cuando el marido de una se va con un esperpento de esos…

- Pues feliz de que se haya ido con el esperpento no, todavía no sé qué le vio a la flacuchenta desmechuzada, todavía pienso que hubiera sido más feliz si Ananías se hubiera ido con alguien como Florencio.

- Ay comadre, no… -Se persignó y la miró con curiosidad. –No diga esas cosas, que hombre con hombre, eso es un pecado mortal y estamos en la casa de Dios.

- Angustias, ¿Usted cree que Dios tiene tiempo para preocuparse por esas cosas? –Le dijo suavemente. –Pero piense que es mejor que el marido de una se vaya con el marido de otra  que tener que soportar ser comparada con la otra...

- No comadre. Yo no puedo pensar de esa manera tan liberal como la suya, Maruja. No, yo no puedo imaginarme ¿Cómo van a disfrutar dos personas del mismo sexo?

- Pero si usted ya vio a don Andrés y a Florencio disfrutando… Pero después de lo que vio Angustias, dígame si no, dígame si ver a dos hombres juntos jugando al soplanucas no es un deleite para la vista.

- ¡Madre del cielo, Maruja, cuide esa lengua, acuérdese que estamos en la casa de Dios! –Movió las manos con algo de temor. –Claro que ahora que lo menciona, pues como que fue inevitable dejar de mirarlos, hay como que da una cosita… ¡Ay, Maruja, ¿Será que eso es pecado?

- ¿Qué cosa?... ¿Ver a dos hombres en contacto íntimo o hacerlo con dos hombres?

- Pues yo no había pensado en esas cosas, Maruja. –La miró con curiosidad. –Pero… Comadre, ¿Usted como sabe la sensación que despierta ver a dos hombres haciendo esas cochinadas? ¿Acaso ha visto también?

-  ¿Yo? ¡No! ¿De dónde? –Respondió colocando la vista en la monjita que anunciaba el rezo del santo rosario.

- Maruja, no diga mentiras que estamos en la iglesia. –Le dijo mirándola maliciosamente. –Además todos en Villa Cuchaviva saben que en tu casa vive Amador del Campo y ya sabemos que él no es precisamente un ejemplo de macho sino de… mariposita.

- Pues fíjese, Angustias, que no. No he visto a Amador con otros hombres, y lo de mariposita, dígame una cosa, ¿Es que por ser marica un hombre deja de tener pitico?... Pues no creo que se les caiga por soplar nucas o morder almohadas, además Amador es homosexual pero no es un afeminado lloroncito como su sobrino Ernesto.

- Ya no se enoje, que ninguna de las dos tiene la culpa de que a nuestros sobrinos les guste ir en contravía. –Volvió la mirada hacia el confesionario, donde una mujer se acercaba para confesarse. –Ay, comadre… Esto va para largo... Mire nada más quien tiene turno para confesarse. Leandra.

- Es que le he dicho al padrecito que dejar las confesiones una vez al mes es poco, imagínate todo lo que tendrá que confesar esa en un mes. En un mes se ha engolosinado al Alcalde, al teniente, al herrero y al tendero… Esa mujer es más floja de calzones…

- Por eso dicen que no usa calzones porque todos se los ha regalado a cada uno de los que ha pasado por su cama. –Dijo en voz baja. –Es que entre Leandra y Amador se van a comer a todos los hombres del pueblo.

- Y dale con Amador… -Le dio un codazo a su comadre para que no dijera una palabra más y después susurró. –Si ve que después de Leandra le toca el turno a Don Patricio… Esta va a ser una larga espera.

- Yo pensaba que Don Patricio ya no iba a volver a confesarse, como dicen que ahora está dizque metido en esa Iglesia cristiana de todos los santos apóstoles del evangelio de los últimos tiempos; y como dicen que esa gente no se confiesa porque no debe contarle sus pecados a otro pecador. A todas estas comadre, ¿Es verdad que usted le rentó una habitación al padrecito de esa iglesia?

- No se le dice padrecito, se le dice pastor. –Le dijo Maruja serenamente. –Se llama Nicolás y es muy amable y amistoso

- Ah… ¿Sí? –Angustias se quedó mirando la expresión de Maruja y después de pensar un poco se atrevió a decirle: -Comadre, usted como que no me está contando todo lo que sabe acerca de ese señor… Desembuche pues.

- Angustias, yo solo lo he visto tomar las onces junto a otros seguidores de esa iglesia mientras hablan de las escrituras y también he visto que se lanza una que otra puya con el padre Ángel, sobre quien convierte primero a quien. –Le dijo con seriedad y después volvió la mirada a la monja que rezaba el rosario en el altar del templo mientras uno a uno los feligreses esperaban su turno para confesarse.

La puertica del confesionario se abrió y el viejo sacerdote salió, a leguas podía verse en su rostro enrojecido plasmando el enojo. Leandra había ido a arrodillarse al altar y había sacado el librito de oraciones y se concentraba en rezar de manera piadosa. Un monaguillo fue con el anciano cuya visión había disminuido excesivamente y por esa razón el Obispo le concedió al pueblo un segundo párroco, el cual recientemente había terminado sus estudios en el Seminario más importante de la capital. El monaguillo, que no tendría más de diez años, tomó la mano del anciano y lo guio hacia la salida.

- Lo que supuse Maruja, esa Leandra no debió venir a confesarse, siempre es lo mismo, viene se confiesa, se pone a rezar y después sigue aflojando el calzón con el primero que se le pasa por delante.

- Es que el padre Memo ya no está para esos trotes. –Respondió Maruja en voz baja. –Debió ser más considerada con el pobre viejo.

- Por fortuna la confesó el padrecito Memo. Si se hubiera confesado con el padre Ángel, seguramente se lo lleva por el mal camino, porque él es tan apuesto y tan joven, que es más que seguro que la zorrona se lo quiere echar a la muela.

- No diga esas cosas Angustias, que el padre Ángel no es de la clase de hombres que vayan detrás del rabo de una zorra, él tiene otros gustos más… más…

- ¿Más qué? ¡Dígalo Maruja que se me derriten los oídos por saberlo! ¡¿Qué tipo prefiere el padre Ángel?!

- ¡Más santos! –Dijo desviando la mirada. - ¿Maruja del Perpetuo Socorro, usted es que no me considera su amiga, o por qué está desconfiando de mí? ¡Usted sabe algo y no me quiere decir! –Cruzó sus brazos y la miró con enojo.

- ¡Que yo no sé nada! –Le dijo de manera cortante. –No se ponga brava comadre, si el padre Ángel llegó al pueblo hace quince días y no he hablado mucho con él. Claro que como es un buen mozo, a cualquiera nos despierta las ganas de una buena trasnochada, pero yo creo que a él las mujeres como que no…

- ¿Está segura que el nuevo padre también le va al toque por delante y entre por detrás?

- Pues segura, segura, lo que se dice segura… Yo no he visto más de lo que estos ojos me han mostrado, además, no ve que si es cura es porque no le gustan las mujeres y prefiere servir a Dios, además tiene porte de meteoro-sexual.

- Metrosexual, Maruja, se dice metrosexual.

- De eso también, Angustias, de eso también.

El nuevo padre que tanta habladuría despertó en las mujeres, se llamaba Ángel Salvador Cruz, y era el nuevo párroco de Villa Cuchaviva por orden del obispo quien había concedido que en la parroquia hubieran dos sacerdotes, teniendo en cuenta que el viejo padre Guillermo Casas estaba demasiado anciano para continuar asumiendo la totalidad de la responsabilidad por la iglesia del pueblo y que había vivido casi toda su vida en aquel lugar, creyó conveniente que su retiro también lo pasara en aquel poblado del que ya formaba parte. A Ángel Salvador no le había hecho gracia la noticia de trasladarse desde la capital hacia un pueblo apartado de la civilización, como tampoco le hizo gracia encontrarse con un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido y las costumbres viejas imperaban por encima de las ideas modernas, desde el primer momento en que llegó sintió que le era imposible encajar en un lugar como Villa Cuchaviva. Ángel Salvador Cruz, acomodó en su cuello la estola y llevando en su mano el rosario llegó solemnemente al confesionario que olía a madera vieja e incienso. Con algo de desaire cerró la portezuela mientras los ojos curiosos de los fieles seguían cada uno de sus movimientos, pero no pudo evitar sentir escalofrío cuando reconoció la mirada escudriñadora de unos ojos verdes que reconoció como los de Maruja.

Francisca e Imelda llegaron al rato y se sentaron junto a las dos mujeres que detuvieron sus cuchicheos y ahora se concentraban en el rezo del avemaría, Francisca la mayor, ya pasaba de los treinta y cuatro y continuaba siendo soltera, era una mujer con una manera de pensar muy sencilla, claro está que su vestimenta nada tenía que ver con eso, le gustaban los vestidos de colores llamativos  que no favorecían su figura de pera, Francisca no era atractiva, su nariz terminaba en forma de gancho y el rostro flacuchento parecía demacrado y ojeroso, pese a gozar de buena salud, cuando los niños dibujaban las brujas de los cuentos de hadas, simplemente les bastaba con ver el rostro de Francisca para inspirarse. Contrario a su hermana, estaba Imelda, la segunda hija de Maruja, aunque su cuerpo era regordete, su rostro rellenito de mejillas lozanas era de lo más bello, había heredado los ojos de su madre y el cabello castaño ensortijado de su padre, Imelda, de treinta y dos años también seguía soltera. Las malas lenguas decían que lo que tenía Francisca de fea, lo tenía Imelda de estúpida; Maruja lo sabía, sabía que casar unas hijas así era un asunto complicado, así que cuando las muchachas pasaron de los veintitrés se dio por vencida y se resignó a vivir con ellas en la casona del pueblo vistiendo santos por el resto de su vida.

- Madrina, ¿Cómo está? –Saludó Imelda a la señora Angustias, cuyo rostro pecoso respondió sonriente al saludo y después continuó silencioso, con toda la atención en la monjita y sus rezos del santo-rosario.

- Bonita forma de emplear el tiempo mientras esperamos el turno para la confesión. –Susurró Francisca a su hermana. –Rezando y rezando, como si a punta de rezos pudiéramos cambiar el mundo.

- ¡Calle esa boca Francisca, que esos pensamientos son impuros! –Escandalizada Angustias miró de reojo a Maruja, como si la culpara por no educar bien a sus hijas. –Eso es herejía y es un pecado mortal.

- ¿Qué pecado va a ser?... El padrecito Ángel Salvador lo dijo la semana pasada en el sermón dominical de la misa de gallo. –Fue la respuesta de Francisca. –Dijo que solo con rezos no se puede esperar que el mundo cambie, que lo que se debe hacer es actuar y poner ejemplo con las buenas acciones, dijo que los rezos ya estaban pasados de moda.

- ¡¡Madre de Cristo!! –Angustias se escandalizó aún más. -¿Cómo es que rezar está pasado de moda, cuando la mismísima Virgen de Fátima recomendó el rezo del santo rosario? ¿Cómo pudo el padrecito decir ese tipo de cosas? ¿Es que no le enseñaron religión en el seminario?

- Pero no entiendo por qué del escándalo, si pensándolo bien el padrecito Ángel tiene razón, rezando no conseguiremos que el alcalde deje de malgastar los impuestos, rezando no vamos a conseguir curar al bobo del pueblo, rezando no vamos a lograr que nos manden de la capital una nueva profesora para la escuela…

- ¡¡Madre de Cristo!! –Angustias se estremeció y dirigió una mirada de reproche a Maruja. –Pero que le ha pasado a esta niña que se ha vuelto revolucionaria, Maruja, usted la consiente demasiado y ha dejado que ese padrecito inexperto le llene la cabeza de cucarachas. –Se puso en pie dispuesta a marcharse. –Yo con ese enviado del demonio, revolucionario y hereje no me confieso.

- Comadre, deje el show. –Respondió Maruja calmadamente. –No es para tanto, además no entiendo cómo es que se escandaliza por los comentarios de Francisca que son simplemente un mal entendido, mientras que cuando vio a don Andrés en el gallinero no se puso a armar tanto alboroto, tampoco dijo nada cuando don Patricio se cambió a la nueva religión, ni mucho menos hizo reproches cuando Ernesto comenzó a vestirse de mujer con esas minifaldas.

- Eso no viene al caso, Ernesto está enfermo, está mal de la cabeza y se cree mujer porque su mariconada está en estado avanzado, espere y verá que a Amador le va a suceder lo mismo.

- No está mal de la cabeza que le guste más la cabeza de abajo que la merienda… Además esa no es una enfermedad. –Dijo Francisca frunciendo el entrecejo. –El padrecito Ángel nos explicó que los homosexuales no están enfermos, sólo fueron obligados a elegir un camino equivocado y por eso hay que ser benevolente con ellos y hacer penitencia para que sean perdonados.

- ¿Qué la mariposería no es una enfermedad? ¡Pero si es el mal del siglo XXI! –Dijo alarmada mirando a Francisca. –Ese tipo de desviaciones son un mal ejemplo para los niños, además Francisca, ¿Si la homosexualidad no es una enfermedad, entonces qué es?

- Ay, ya dejen la peleadera. –Dijo de pronto Maruja para poner fin al asunto. –Compórtense que estamos en la casa de Dios. Si el padrecito Ángel dice que no es una enfermedad, no es una enfermedad y punto.

Don Patricio dejó el confesionario con una sonrisa en sus labios y un semblante de tranquilidad, caminó serenamente y tras una pequeña inclinación de cabeza ante el altar, dio la vuelta y se marchó.

Ahora seguía el turno de don Andrés ante el confesionario y aunque Angustias no podía disimular la curiosidad decidió mantenerse seria, pero después de moverse de manera inquieta miró a Maruja.

- Comadre, ¿Usted cree que don Andrés vaya a soltarle la bomba al padrecito Ángel?

- No lo sé, Angustias, eso, no podría saberlo.

- Florencio ya se confesó, pero no creo que se lo haya contado al padre Memo, así que la penitencia debió ser la de siempre, tres padre nuestros y un ave María.

- ¿Contarle qué? –Preguntó Imelda con curiosidad.

- Pues todos los pecados. –Respondió Angustias.

- ¿Entonces a qué vino a confesarse, si no es para decir todos los pecados? –Preguntó Francisca.

- Ah, no sé… Yo solo comento que es muy probable que haya personas que no confiesan todos sus pecados y se confiesan a medias.

- ¿Por qué? –Dijo Francisca desentendida.

- Pues no sé… Porque le da miedo decirle los verdaderos pecados. –Angustias miró el altar y después observó el confesionario.

- Pero miedo de qué, si se supone que eso es privado y los padrecitos tienen el voto sagrado de contarle a nadie lo que los feligreses le cuentan. –Dijo Maruja calmadamente. –Es que ser sacerdote es una vocación muy grande, sentarse ahí más de cuatro horas escuchando pecados y confesiones íntimas de la gente y no decir nada. Yo no podría.

- Yo tampoco comadre. –Respondió Angustias con un suspiro. –Es que permanecer sentada más de cuatro horas es un martirio y ya mis huesos no dan para tanto.

Cuando don Andrés dejó el confesionario, las dos mujeres le miraron con extrañeza, de una u otra manera el hombre parecía estar un poco más tranquilo mientras se dirigía al altar a realizar sus oraciones.

- Parece ser que este tampoco contó todo. –Dijo Angustias en un susurro casi inaudible.

Uno a uno los feligreses fueron terminando sus confesiones, después llegó el turno de las hijas de Maruja, y luego el de Angustias. Por último Maruja se dirigió al confesionario. Se puso de rodillas y observó la ventanilla que se abrió para que pudiera ver a través de la malla la silueta del joven párroco.

- Me acuso de haber pecado… -Dijo la mujer al sacerdote usando lentas palabras.

- ¿Qué pecado has cometido, hija? –Preguntó la voz grave y seductora proveniente del interior del confesionario.

- Tengo pensamientos impuros con el inquilino que vive en mi casa.

- ¿Pensamientos impuros?

- Sí padrecito. –Dijo ruborizándose suavemente. –Renté una de las habitaciones de mi casa a un hombre joven proveniente de la capital. No había despertado ningún interés por mi parte hasta aquella tarde… Cuando me dirigía al patio de ropas, al pasar por su puerta no pude evitar escuchar un gemido, así que lentamente me acerqué a la ventanilla que da al patio y fue cuando sucedió…

Maruja tragó saliva y apretó despacio los puños, aquella confesión era un poco vergonzosa, cuando pensaba haberlo visto muchas cosas, escuchado otras tantas e imaginado un montón más, nunca creyó estar en el confesionario recordando con precisión cada uno de los hechos.

-------

- Oh… ¿Se siente bien verdad? –Preguntó un hombre suavemente mordiendo con placer los pezones del inquilino cuyas manos habían sido atadas a la cabecera de la cama con un pañuelo. –Eres tan sensual, simplemente hermoso.

- Uh, ¿Te gustan estos juegos, no es así? –Sonrió complacido mientras se mordía el labio inferior y sus ojos revelaban un poco del ligero placer mezclado con el dolor que le producían las mordidas del amante. –Pero… ¿No estamos yendo demasiado lejos?

Maruja movió un poco más la cabeza para poder ver un poco más por la rendijita de la ventana, la casa era vieja y la ventana estaba algo oxidada, por lo que no podía abrirla o el chirrido metálico atraería la atención de los dos hombres. Podía ver, tendido en la cama al Pastor Nicolás, su respiración agitada hacía que su vientre se ondulara suavemente del placer que experimentaba gracias a las caricias lentas del amante, su rostro sonrojado y los labios entreabiertos gimiendo con sutileza, estaba completamente desnudo, o eso fue lo que Maruja logró percibir. Pero lo que más curiosidad le produjo era la identidad del amante, del cual solo podía ver la espalda de piel tersa y bien formados músculos, obviamente era alguien joven de cabello oscuro. Él estaba de rodillas entre las piernas largas del Pastor de la Iglesia cristiana de todos los santos apóstoles del evangelio de los últimos tiempos y parecía estarlo disfrutando al máximo porque en ese momento masajeaba el miembro de aquel hombre haciendo que gimiera.

- Eres bien putón, se nota a leguas que te gusta este tipo de cosas…

- ¿A ti no? –Preguntó entre jadeos excitado. –Pusiste las cartas sobre la mesa, trajiste las esposas y esa fusta de cuero.

- Así es, pero solo lo he propuesto porque de verdad me interesas… Renuncia a tu iglesia, así podré verte más a menudo.

- ¿Por qué debo ser quien renuncie?... Siempre tan egoísta, si dejaras de ponerte a ti mismo en primer lugar podría darte esto todos los días. –Respondió abriendo las piernas un poco más. -¿No te gusta?

- Eres la encarnación de la tentación. –Soltó una risita mientras sus largos dedos se deslizaban por la suave piel del vientre haciendo que este se contrajera ligeramente. –Sabes bien que no puedo hacer eso, por más que lo intentes no puedo.

- Entonces, no dejaré mi iglesia. –Respondió suavemente arqueando la espalda al sentir la corriente de placer que es extendía por todo su cuerpo a causa de las caricias que sentía en el miembro.

- No seas necio, lo tuyo es un capricho. –Le dijo con algo de dureza, pero conservando el tono de voz aterciopelada y grave, seductora, varonil. -¿Tiene que se ser de esta manera?

- No hay otra forma. Ha sido así desde que nos conocimos.

- Me torturas. –Le dijo mientras su cabeza descendía para lamer con gusto la punta humedecida de aquel miembro endurecido entre sus manos.

- Lo dice el hombre que me tiene atado a la cama y puede hacer con mi cuerpo lo que desee, ¿Cómo puedo torturarte, si estoy indefenso?

- Te burlas de mis sentimientos…

Descubrir quién era el hombre que había atado a la cama al Pastor Nicolás sometiéndolo con sus besos y caricias era una necesidad de primer orden, si este tipo de intereses despiertan en alguien cuyo pasatiempo es entrometerse en las vidas privadas de otros de primera mano, Maruja continuó prendida a la ventana esperando ver el rostro del hombre que hacía gemir a su inquilino, pero al escucharle disfrutar de esa manera, al observar la forma en que la luz de las velas revelaba el cuerpo delgado de músculos fibrosos  y marcados de Nicolás no pudo menos que abrirse al encuentro con la sensualidad desconocida del placer de querer seguir viendo a los dos hombres. El nombre del amante o su rostro quedaron en segundo plano, su interés verdadero y repentino pasó de la curiosidad al deseo de saber qué iba a suceder entre los dos. Como si fuera la espectadora de una película de suspenso que no podía marcharse del cinema hasta llegar al intenso final.

Primero comenzó a sospechar de su sobrino Amador, por eso se preocupó más por observar al compañero del Pastor más que lo que sucedía entre ellos, sonrojada y con algo de vergüenza inicial, pues nunca había visto a dos hombres en la intimidad, solo tenía en mente los chistes  homofóbicos con referencia al muerde almohadas, así que perspicazmente se levantó en puntitas de pies para observar la manera de amar entre los dos seres humanos del mismo sexo; mantuvo la respiración relajada y prestó atención motivada por la frivolidad de tener ante sus ojos el chisme bomba de la semana.

El sonido del colchón chirreando provocó que Maruja se llevara la mano derecha a la boca para contener su grito de sorpresa, a través de la rendija de la ventana no podía ver más que el sensual movimiento de caderas del amante discreto, también veía los pies del pastor sobre los hombros fuertes de aquel que le arrancaba cada jadeo con los intensos vaivenes. Maruja se persignó y motivada por una fuerza extraña se pegó tanto como pudo a la rendijita de la ventana, el morbo despierto y motivado se apoderó de su mente, los movimientos rítmicos, los jadeos extasiados, las sombras eróticas de los amantes proyectadas en la pared, no eran más que la antesala para que la mujer comenzara a despertar todo tipo de fantasías al respecto.

Se concentró tanto en lo que podía ver y escuchar que por un instante sintió como si su cuerpo pudiera traspasar la pared, como si fuera invisible y pudiera sentarse en aquella cama para observar más de cerca el coito de los amantes, sus rostros sonrojados y llenos de placer. Escuchó el chirrido metálico de las esposas contra la cabecera de la cama; el pastor abrió las piernas tanto como pudo y suplicó a su amante que lo hiciera más y más duro, su voz estaba llena de pasión, de frenesí. Entonces Maruja concentró los ojos en las nalgas del amante, eran redondas y bien formadas, su vista permaneció fija en la marca de nacimiento en el glúteo derecho, una mancha castaña con la forma de una gaviota en vuelo, como esas de las pinturitas infantiles, entonces la mujer se estremeció de asombro satisfecha por haber tenido la oportunidad de recrear su vista con tan maravilloso espectáculo.

Antes de aquello, Maruja no se había planteado la posibilidad de que una escena así le causara tanto morbo, aunque no estaba segura de poder catalogar aquella sensación como morbo, el morbo no le provocaba cosquilleo en el estómago, ni sonrojo, ella, que creyó haber visto y vivido muchas cosas se creía incapaz de sonrojarse por ver dos hombres desnudos; pero ellos además de mostrar sus cuerpos tal cual los trajo Dios al mundo, estaban embelesados en la intimidad y el disfrute pleno de una sexualidad casi que mística.

Maruja recordó la primera vez que vio a dos hombres besarse, aquello sucedió cuando todavía era adolescente, su primera visita a la capital, su primer encuentro con las modas extrañas de los hippies, corrían los años setenta y al parecer el mundo estaba cambiando más rápido de lo que las neuronas de una pueblerina decente hubiera podido imaginar. Maruja recordó con algo de nostalgia la sensación de curiosidad combinada con asco cuando accidentalmente vio a los dos muchachos comiéndose a besos, curiosidad, porque nunca antes había visto algo como eso, y asco, porque le habían dicho que un hombre con otro hombre era algo repugnante. Ahora que ya no era una cría caía en la cuenta de muchas cosas, la primera de ellas era que el asco no era producido por la madre naturaleza sino porque tenía la cabeza cargada de perjuicios sobre lo que le decían las malas lenguas.

Maruja se mordió los labios y mantuvo los ojos bien abiertos, los oídos dispuestos, debía escuchar algo, esperaba que el éxtasis de los amantes llegara al punto en que gritaran sus nombres y entonces su ansia curiosa por desvelar la identidad del amante estaría satisfecha y podría dormir en paz.

- ¡Demonio! –Gritó entre gemidos el inquilino aferrándose a las cadenas de las esposas que lo mantenían atado. Sacudió las caderas y jadeó para finalizar con un gemido intenso.

-  Pero que cosa contigo, no friegue… Lo has manchado todo.

- Y… ¿Por qué te quejas si acabas de taponarme el agujero con la leche?... Anda, mejor quítame las esposas que mis brazos comienzan a dormirse por estar así. –Le dijo entre jadeos.

El amante se levantó de la cama y sutilmente tomó la llave que descansaba sobre el nochero, le quitó las esposas al pastor Nicolás y aprovechó para agacharse suavemente, tomar en su dedo pulgar e índice aquel fino mentón y rematar con un beso apasionado mientras el joven se sobaba las muñecas marcadas de color rojizo.

- ¿Duelen? –Le preguntó con suavidad tomando aquellas manos entre sus dedos largos, acarició la piel y se la llevó a los labios para besarla cuidadosamente.

- Un poco… Ya sé que siempre digo lo mismo, pero te aseguro que esta es la última vez que me dejo arrastrar por tus juegos de gata dominatrix.

- Oh, esta es la parte en la que comienzas a proyectar en mi tu sentimiento de culpa. Te gustan estos juegos, no puedes evitarlo. Mejor ve a hablar a tus fieles de la divinidad que se te ha revelado, alza las manos, alaba al Señor y reza un par de aves maría para que tu corazón sienta alivio.

- No rezo aves maría. No rindo culto a la Señora madre del Señor. –Respondió levantándose suavemente para ubicarse tras la espalda del amante y besar su nuca.

- Eres insaciable. -Se quejó cayendo bocabajo sobre el mullido colchón al tiempo que Nicolás reía.

- ¿Qué crees? ¡¡Ahora es mi turno!! –Se sentó a horcadas sobre él y se agachó suavemente para besarle la espalda. Descendió moviendo su lengua húmeda en formas circulares y con sus manos apretó los dos glúteos para después morderlos.

- Pensaba que el sentimiento de culpa te iba a dejar inmóvil un buen rato, supongo me equivoqué.

- No, lo que sucede es que no me conoces tan bien como creías.

Él se movió con rapidez halando del brazo de Nicolás lo tendió en la cama y con un arrebato le besó en el cuello.

- Ni se te ocurra dejarme marcas…

- Nada que el célebre buzo cuello de tortuga no pueda cubrir. Otra vez. –Y de nuevo volvió a la locura de los besos.

Nicolás pataleó un poco y después se rindió aferrándose al cuerpo de su amante, los dos dieron giros en la cama, se rieron, se besaron, y volvieron a girar cayendo de la cama.

Maruja no pudo aguantar una pequeña risita al verles caer como un par de tontos. Se cubrió la boca y guardó silencio agazapándose contra la pared.

- ¡¡¿Quién está ahí?!! –Llamó Nicolás levantándose con rapidez para ir hacia la ventana.

- Miauuu… -Respondió Maruja al ver al gato retozar en la mitad del patio.

- ¿Quién es? –Preguntó el amante abrazándolo para morder el lóbulo de su oreja.

- Solo es Lady Gaga.

- ¿Lady Gaga?

- No te emociones, Lady Gaga es el nombre del gato de Maruja.

- Maruja no deja de sorprenderme…

Maruja entornó la mirada, al escuchar aquello último llegó a una importante conclusión, el sospechoso era alguien que la conocía a ella, y cuando la ventana se hubo cerrado por completo, Maruja corrió hacia el interior de la casa, avanzó por el pasillo y se metió en la cocina, manteniendo la mirada fija hacia el corredor.

- Está pálida mamita. –Fueron las palabras de Imelda dejando de mezclar la masa para centrarse en la expresión en el rostro de su madre. -¿Te has enfermedado?

- No, no. –Dijo ella acomodándose en el asiento sin apartar la mirada del pasillo. Después de guardar silencio un rato pidió a Imelda que encendiera la radio.

La música popular rompió con el taciturno silencio de la cocina, Imelda volvió a sus ocupaciones, Maruja fingió que pelaba una manzana, pero su mirada no se apartaba del pasillo, estaba segura de que la puerta de la habitación se abriría, el desconocido tendría que salir y cuando lo hiciera ella descubriría toda la verdad.

----------

- ¿Y…? ¿Lo viste? –Preguntó el padre Amador con suavidad. -¿Sabes quién es el amante del pastor Nicolás?

- Sí. –Respondió con sinceridad descargando en aquella respuesta la frustración de haber guardado por veinticuatro horas aquel secreto. –Pero no se sienta mal por eso, que yo no le voy a decir a nadie… Yo comprendo que hasta un hombre con vocación de servir a diosito tiene derecho de hacerle mantenimiento a la zona recreativa.

- Maruja, baja la voz. –Le dijo sintiéndose acalorado.

- Pero si no he dicho nada que no sea verdad. No lo niegue padrecito porque eso es que me pone pero iracunda. No me diga que me lo imaginé o que era otro parecido a usted o que estuve viendo mal, porque el que iba por el pasillo con cara de ponqué era usted, padre Ángel.

- Me está haciendo la encerrona, Maruja.

- ¿Y qué pensaba?... Yo seré una pueblerina pero sonsa si no. No se haga el morrongo*

- No me falte al respeto. –Le dijo con enojo, después respiró profundamente y con voz un poco más tranquila preguntó: -¿Qué quiere?

- ¡Yo! –Se echó a reír con cierto disimulo. –Fresco padre, puede estar tranquilo que no voy a decirle nada a nadie. –Acarició sus labios y los apretó en un gesto de guardar silencio. –Yo soy una tumba, recuerde lo que siempre dice el dicho: Más vale una vez colorado que no mil descolorido.

- Deja de hablar como lorito mojado. –Le dijo. –Ahora, regresando a lo de la confesión de los malos pensamientos, ¿Piensa cosas impuras cuando ve a Nicolás o también cuando me ve?

- Ah, sobre los pensamientos cochinitos, pues no es como si pudiera controlarlos, usted tiene un buen trasero, me recuerda al de Ananías cuando era joven y tenía carnita de dónde agarrar con las dos manos, y ese Nicolás está bien grandote. No puedo evitar desnudarlos con la mirada, aunque lo que me preguntaba es cuándo lo van a volver a hacer…

- ¿Para espiarnos otra vez?

- No padre, no diga esas cosas tan feas. Aunque vaya una saber con qué puede toparse cuando sale al patio a recoger las ropas o a buscar a Lady Gaga.

- Excusas. Maruja, no va a suceder otra vez.

- Ay, no me diga que se han peleado, con tan bonita pareja que hacen, si se nota que están muy unidos en el amor… En el amor a cristo quiero decir.

- ¡Pero que mortificación tan grande! No sé qué karma estoy pagando. –Pensó él en voz alta para luego respirar profundo y mirar a la mujer. –Maruja, hay cosas de… de hombres que no son fáciles de explicar.

- No, padre, usted hable no más que yo le escucho y le aconsejo… Si yo soy de mente abierta, no hay nada de misterio en que dos hombres se hagan rico. Para mi es muy claro que en este mundo están los unos con las unas y los otros con las otras y también los unos que le dan a los otros y viceversa. Entonces yo le estuve echando cabeza y seso al asunto y llegué a la conclusión de que si los vuelvo a ver haciendo cochinaditas, pues me voy a acostumbrar y voy a dejar de espiarlos.

- ¿Siiii? ¿Y qué más quiere la doña? ¿qué más le pide el cuerpo, una limonadita de  mango o qué? –Preguntó con un dejo de ironía que Maruja fingió no comprender. –Mejor vaya a rezar el credo, cien padres nuestros y cien aves maría, quizá de esta manera se le limpie la cabeza de malos pensamientos.

- No, pues como dijo Francisca, ¿Para qué tanta rezadera?... Esa Penitencia no cambia lo que vi. Pero si insiste me voy a rezar, pero aquí le traje este detallito. –Le deslizó una llave por una de las rendijas de la ventanilla del confesionario.

- ¿Y esto para qué?

- La verdadera penitencia no está en ponerme a rezar. Me voy a visitar a mis primas a la capital y me llevo a las muchachas… Alguien tiene que darle de comer a Lady Gaga y velar porque mi inquilino se sienta bien atendido.

- Maruja.

- Padrecito.

- ¿Eso quiere decir que…?

- A buen entendedor pocas palabras… Vaya a hacerse el misionero y ya sabe: Al pan, pan y al vino, vino.

----------

- Me gustaría saber a qué viene tanta paranoia. –Nicolás se sentó sobre la cama y miró a su amante de una manera pícara y risueña.

El comentario, no inmutó al sacerdote quien primero abrió el armario para cerciorarse de que no había nada allí excepto la ropa del amante, después miró bajo la cama, hacia el tejado, tras las cortinas, en el baño privado. La cara de Nicolás al comienzo fue de asombro y después de expectativa, esperaba una respuesta, pero Ángel no dijo nada, solo iba de un lado para otro.

- No es nada fuera de este mundo, solo quiero asegurarme de que verdaderamente estamos solos los dos, ya sabes, me iría fatal si alguien llegara a descubrirme haciéndole mantenimiento a la zona recreativa.

- Así que “Mantenimiento a la zona recreativa”, ¿has estado parloteando de lo nuestro con Maruja?

- ¿Yo?... No como crees, todos en Villa Cuchaviva saben que el pasatiempo de Maruja es despotricar de los demás, así que más vale ser precavido.

- Demasiado precavido. –Le dijo abrazando su cintura. –No me molestaría si llegara a enterarse, ¿En un pueblo tan conservador, crees que alguien iba a creer que el sacerdote católico se come al pastor de la iglesia evangélica?

- Mmmmmm… Buen punto, pero el tema no es si cuenta o no lo nuestro, el tema es que no quiero que nos vea y siga imaginándonos en cueros haciendo cosas sucias cada que nos ve.

- ¿Siga imaginando?... Entonces si has hablado con Maruja. –Se cruzó de brazos y le miró con enojo. –Padre Ángel, acaso no es pecado mentir….

- Pastor Nicolás, ¿Acaso no es pecado la lujuria?

- No me importa. –Dijo abrazándole de nuevo, buscando sus labios para darle un cálido beso. –No me importa.

- A mí tampoco. –Introdujo su mano en el pantalón de su amante.

- Oye deja eso quieto, mejor vete a jugar con barrito...

------------

- Padre, acúseme de haber pecado…

- ¿Ahora qué hiciste Maruja?

- Hurté el estetoscopio del doctor Pérez.

- Hija, hurtar es un pecado muy grave porque le hace daño al prójimo, no debes codiciar los bienes ajenos y mucho menos tomarlos.

- Pero padrecito, es que no pude contenerme, de verdad que no pude, pero cuando vi el aparatico sobre la mesa del doctor comencé a imaginar cosas y como pude lo metí en mi cartera.

- Hija, ¿para qué quieres un estetoscopio?

- Para comprobar lo que estaba imaginando… De vez en cuando es bueno darle gusto al gusto. Padre Ángel,  ¿Finalmente Nicolás se fue a jugar con barrito después de la faena?

- Ay, Padre celestial dame paciencia y en el culo resistencia… -Dijo para si.

- No, la resistencia mejor que se la manden a Nicolás que él harto que la necesita…

- ¡¡A rezar Maruja!! ¡¡De penitencia, otros cien padres nuestros…!!

- Y otras cien aves marías. Sí padre, ya lo sé… 


--------------------NOTAS DE AUTOR---------------------

Cuchaviva. El arco iris, que los muiscas creían era aire resplandeciente, fue personificado y adorado con del nombre de Cuchaviva. También mencionado como Cuchabiba o Cuchavira, para algunos autores era de género femenino. Sirvió de asiento cuando Bochica formó el Salto de Tequendama. El cielo apercibía a través de él, obligando a adorarlo y realizarle ofrendas. Aliviaba a los enfermos y protegía el parto; las mujeres le ofrecían objetos de tumbaga (aleación de cobre y oro), esmeraldas y cuentas. Era el arco del cielo, su presencia indicaba que las puertas del Universo estaban abiertas, por lo que la enfermedad y los animales dañinos tenían acceso al hombre. Chibchachum anunció que su presencia sería un augurio de enfermedades y muertes; la aparición de Cuchaviva era entonces motivo de terror y para aplacarlo hacían sacrificios en su honor.

Mocita o Moza: Palabra despectiva para referirse a la amante de un hombre casado.

No caga en loma por no ver rodar el bollo: Expresión costumbrista campesina que hace referencia a personas tacañas o altivas.

Pollo: Se utiliza con doble sentido para referirse a un hombre en edad juvenil que tiene relaciones con una persona adulta en edad madura.

Culiapretado: Tacaño.

Morrongo: En Colombia ser "morrongo" significa ser alguien que actúa en la clandestinidad muy diferente a como normalmente se le conoce. Se le suele llamar así a quien es descubierto en un acto que jamás se hubiese imaginado descubrírsele. Puede ser sinónimo de: clandestino, disimulado, oculto, escondido, y de cierta forma también sinónimo de hipócrita.

Notas finales:

Gracias por leer.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).