¿Como había pasado?, no lo sé. Pero ya hacía una semana desde la última vez que nos vimos, era 2 de enero y no pasamos juntos el año nuevo como estaba planeado, lo fui a buscar más de una vez, pero no lo pude encontrar, sus papas me decían que no estaba, que había salido con Haniel, un amigo suyo, su hermana me evitaba, estaba ya harto de esa situación, la ventana que antes estaba abierta, ahora estaba constantemente cerrada, día tras día, noche tras noche.
-¿Qué pasa?- Pregunto Fernando, estábamos dando un paseo como hacia un tiempo no lo hacíamos.
Guarde silencio un momento, si bien Fernz ya era mi cuñado y no mi ex –novio, aun sentía cierta aspereza para hablar con él de este tema.- Pues…-Dude no sabía si decírselo o no.
-Vamos, sabes que puedes confiar en mí. ¿Cierto?- Volteó la mirada al cielo cuando termino de hablar, se veía tan feliz, que no dude en decírselo.
-Hace una semana que no vemos.- No hubo necesidad de decir el nombre de Luis, Fernz sabía de quien hablaba, la única persona a la que eh amado.
-¿No estuvieron juntos en año nuevo?
-Por supuesto que no, no entiendes que hace una semana que no nos vemos.-Exploté.
-Lo siento.-Se disculpó alzando las manos, ya no quiso seguir hablando del tema, y yo menos, siempre podía contar con Fernando, él sabía cuándo seguir y cuando parar, por eso estoy convencido de que sí me voy, Citla quedara en buenas manos, porque a diferencia de mí y de Luis, ellos llevaban una relación más estable, aunque no sana debido a la diferencia de edad.
Seguimos con el paseo, platicando de trivialidades, disfrutando de esa confianza que teníamos, para hablar desde algo muy importante hasta algo muy simple.
-¿Oye ese no es Luis?- Dijo Fernz, señalando a donde un par de niños caminaban tal como lo hacíamos Fernando y yo.
-No lo sé…-Dije enfocando mi vista a ese par de niños, los dos eran más o menos de la misma estatura, centímetros más, centímetros menos, vestían normal, si así se podía decir, pero entonces el chico de cabello castaño volteo, era él, era Luis, pero iba acompañado de un tipo rubio, ojos claros, muy guapo si me lo pregunta.
-¿A dónde vas?- Casi grito, porque mi impulso fue casi de inmediato, camine directo a él, sin responder la pregunta de Fernz.
-Luis.-Dije acercándome a él, mi voz no tan dura como pretendía.
Antes de que mi Cincuenta me diera la cara tomó la mano de él chico que lo acompañaba, volteó y me quede estático, su mirada era dura, en apariencia, pero yo que lo conocía podía jurar que sufría.
-Ah… Agustín, hola.-Me saludo como si de un desconocido se tratara.
-¿Quién es él?-Pregunto el rubio que lo acompañaba.
-Es el hermano de mi ex – novia.- Contesto, mis palabras murieron en mi garganta, todo lo que pude haber dicho en ese instante se esfumo, no me lo creía.- ¿Necesitas algo?
-Que…-Estaba a punto de gritarle, de darme un tremendo golpe para despertarme, porque esto era un sueño ¿cierto?, pero una mano en mi hombro me hizo caer en la realidad.
-No ya no necesita nada.- Comento Fernando evidentemente enojado.- Vámonos.
Di media vuelta y camine en dirección contraria a Luis, dirigí mi vista una última vez a donde él estaba, podría jurar que lo vi agachar la mirada con pesar, y apretar con fuerza inmensa sus puños, pero deberían ser imaginaciones mías, después de todo me había negado, y podía apostar que él y ese rubio tenían algo más que una amistad.
-¿Estas bien?- Me pregunto algo temeroso Fernz.
-Nunca había estado mejor…- Conteste mientras me abrazaba a él, sentí como un nudo se forma en mi garganta, el hueco en mi estómago crecía a cada segundo, mis piernas flaquearon como si la fuerza se desvaneciera, y entonces las lágrimas se acumularon en mis ojos, amenazando con salir.
-Vamos, hazlo, te sentirás mejor.- Dijo Fernando mientras me envolvía en sus brazos.
Y ya no pude contenerlos más, me daba igual que estuviéramos en vía pública y que todos me vieran, que más daba, llore, llore como nunca antes lo había hecho. De no ser porque Fernz me estaba sujetando hubiera caído de rodillas, mi mundo se venía abajo antes de lo pensado, aunque estaba preparado para una separación no lo estaba para ver a Luis con otro.
No supe cuánto tiempo estuve abrazado a Fernz, pero sé que me sirvió de algo, cuando estuve un poco más calmado nos fuimos caminando directo al auto que habíamos dejado estacionado calles atrás, pasamos a su casa a cenar, y cuando fue noche me despedí de él.
-Muchas gracias Fernz…- Le di un abrazo.- No sé qué hubiera hecho si no hubieras estado ahí.
-No tienes nada que agradecer.-Contesto correspondiendo mi abrazo.-Sabes que te quiero y que te apoyare siempre.- Nos separamos y nos vimos directo a los ojos, en otros tiempos eso hubiera sido una invitación a besarnos, pero ahora no.- ¿Seguro que no te quieres quedar?
-No, gracias, necesito descansar en mi casa.-Rechace cortésmente la invitación.
Me metí al auto, y conduje, la música en estos momentos no me apetecía así que viaje en total silencio, para llegar a mi casa, era necesario pasar por la casa de Luis, no era un cobarde, así que pasaría por ahí y listo. Estaba conduciendo frente a su casa cuando vi la ventana de su habitación abierta. No pude evitarlo, mi orgullo me decía que no fuera, que era lo mejor para ambos, pero mi orgullo en estos momentos me importaba tan poco, que conduje un poco más para estacionar el auto donde no lo vieran los Duarte.
-Mierda.-Vocifere, estaba enojado, triste, confundido, había tantos sentimientos dentro de mí que no sabía que era lo que sentía realmente. Antes de bajar del auto tome la carta de despedida, no estaba seguro pero algo dentro de mí me decía que este sería el final.
Caminé a la casa de los Duarte, y como me era costumbre trepé el árbol, fue fácil, casi medio año haciéndolo me había convertido en un experto. Cuando entre a la habitación encontré la cama vacía, pero destendida, camine con paso lento a la cama, me senté en ella y acaricie el lugar donde debería estar él.
-Te estaba esperando.-La voz, aunque familiar, me sobresalto.
-¿Enserió?-Ironice, él que horas atrás me había negado, ahora me estaba esperando.
-No siento lo de hace rato.-Me dijo tan frio y distante como las primeras veces que hablamos.-Toma.-Dijo extendiéndome unas llaves.
-¿Qué es esto?- Tome las llaves y las reconocí casi de inmediato.
-Las llaves de tu departamento.-Contesto aunque ya sabía yo la respuesta, mi sexto sentido se alertó e inconscientemente pregunte.- ¿Y dónde vivirá él?
-No lo sé.-Me dijo encogiéndose de hombros.- Eso era todo lo que te quería decir, ahora puedes irte.
-Solo eso…-Susurre.
Exhaló un suspiro tan profundo y triste, que pareció deshacérsele en pedazos el pecho.- ¿De qué más tendríamos que hablar?
-¿Cómo que de que más?- Mi voz sonaba ahogada.-De nosotros.
-Tsk.-Chasqueo la lengua.-De eso no hay nada que hablar.
Una pregunta. Era una pregunta que venía rondándome la mente desde hacía unos días, aunque sabía que tal vez con la respuesta todo se desmoronaría a mi alrededor.- ¿Me amas?-Pregunte… pero en su vacilación encontré la respuesta.
-Ya no te lastimes más por favor.- Me suplico.
-Hasta que me digas, vete. Entonces me iré. Pero te amare el resto de mi vida.-Le respondí, es ¿Qué acaso me estaba volviendo masoquista?
El tomo con sus manos mi rostro y dijo.- Nuestro amor ardió tan rápido y con tanta fuerza que se consumió antes de tiempo.- Y deposito un pequeño beso en mis labios, un beso que sabía a dolor, amargura, tristeza, infelicidad, sabía más que nada a despedida.
-¿Alguna vez te hice feliz?.-Pregunte, dudoso, saber que no lo había hecho por lo menos feliz, me destrozaría aún más.
El asintió-Siempre.
-El hecho de saber que alguna vez te hice feliz me es suficiente como para seguir con mi vida y sonreír más de una vez al día.
Me levante de la cama y camine a la ventana, era hora de irme no había nada más que decir.- Yo si te amo.-Quería que lo supiera y que nunca lo olvidara.-Ha sido culpa mía, el que tu no lo sintieras, el que no me correspondieras; pero eso ya no tiene importancia.- Sonreí de medio lado.-Tú has sido tan tonto como yo…- Lo vi directo a los ojos, sus ojos transmitían el mismo dolor que los míos, tal vez la costumbre o los recuerdos de siete meses juntos.-Trata de ser feliz…-Solté una lagrima y se lo pedí con voz ronca.
Metí la mano en uno de los bolsillos de mi chaqueta y saque el sobre con la carta que hacía meses le había escrito, la deje en el escritorio y salí, sin voltear ni una sola vez.
-Tu…también se feliz.-Me pidió cuando ya estaba yo en el árbol, con la misma voz ronca que yo se lo había pedido. No voltee, si volteaba me derrumbaría ahí mismo, y eso no lo permitiría, cuando estuve en el suelo y empecé a caminar por la acera escuche el ruido de la ventana cerrándose.
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Ya dentro de mi auto llore incluso más de lo que había llorado en la tarde, me sentía destrozado, incompleto, me sentía vació, como si hubiera dejado ir la mitad de mi vida, la mitad de mi todo a lado de esa carta, en ese cuarto, con él.
No sé cómo, pero llegue a mi casa, no quería encontrarme con nadie, así que subí directo a mi habitación, mientras subía note lo sola que se sentía la casa, tal vez no hubiera nadie, y de ser así lo agradecía, no estaba de ánimos para nada, aunque era ya algo tarde como para que mi familia estuviera fuera, no le di más importancia al asunto y seguí subiendo, desganado, las escaleras.
Llegue hasta la puerta de mi cuarto y la abrí, lo primero que recibí fue un golpe que me tiro al piso, no pude reaccionar todo fue tan rápido, alce la vista y me encontré con la última persona que creí me golpearía, mi papá.
-¿Qué fue eso?-Pregunte sobándome la mejilla y aún en el suelo.
-Eso…-Apretó la mandíbula antes de seguir, se veía realmente molesto.- Es lo que yo quiero saber.- Dijo aventando hacia donde yo estaba un puñado de fotos, dirigí mi vista a donde estas habían caído y me quede petrificado.
-Yo…- Yo realmente no tenía excusa.
-¿TU QUÉ?- Gritó, llegando a la desesperación total.
-Él y yo…-Hice una pausa, quería que mis palabras no sonaran tan estúpidas.- Nos amamos…
-¿Se aman?- Preguntó levantando exageradamente los brazos. Las fotos eran de Luis y mías, juntos, besándonos, entrando a hoteles, en el parque… era simplemente nuestra relación en fotos.- ES UN NIÑO.
-¿Y crees que no lo sé?- Mis palabras sonaban llenas de rencor, ¿Por qué mi papá era incapaz de entenderme?
-¿Tienes idea de los problemas que nos puede causar el hecho de que estas fotos salgan a la luz?- Cada vez se veía más molesto, y tal vez lo entendía pero me cabreaba el hecho de que no pusiera ni la más mínima intención de su parte para comprenderme.
-¿Solo te importa eso?- La rabia que sentía en ese momento no me dejaba ni levantarme del piso, estaba casi de rodillas ante mi progenitor.
-Agustín…-Pronuncio mi nombre con pesar, me estiro una mano para ayudarme a levantar, al principio lo dude, pero después la acepte, y quedamos frente a frente.- No me importa si eres gay o no, es más yo apoyaba tu relación con Fernando.- Lo mire incrédulo, ¿él sabía lo de Fernz y lo de mí orientación sexual?, mi padre sonrío y acaricio mi cabello.- Soy tu padre, te conozco desde que naciste.- No supe que contestar, él regreso a su actitud dura y severa de antes.- Pero, que salgas con un NIÑO es distinto, Agustín, eso no está bien.
-¿No está bien para quién?- Pregunte molesto, siempre era lo que decía la sociedad, los códigos “morales” de hace mil años.
-Para él…-Contesto mi papá, haciéndome sentir mal, muy mal.- Mañana mismo te vas para Harvard.
-¿Qué?- No cabía de la sorpresa, porque aunque ya me hubiera “despedido” de Luis, aun no estaba listo para irme.- No papá.
-No estas para opinar, harás lo que yo diga.-Sentencio y sin más salió de la habitación, dejando en el suelo las fotos, que no sabía cómo había conseguido. – Tus maletas ya están rumbo al aeropuerto, tu avión sale a las 7 de la noche… y por favor no lo hagas más difícil.
Recogí las fotos y las vi una por una, entonces recordé algo que había pasado tiempo atrás.
Entramos a la plaza y caminos entre la gente, el cincuenta aun tenia rojos e hinchado los ojos, pero intentaba disimularlo con una sonrisa, yo igual sonreía, aunque en el fondo mi alma pesara. Nos detuvimos en una cafetería, el pidió un Frappe y yo un café negro.
-¿qué pasa?-Pregunte cuando vi que Luis volteaba para todos lados.
-Nada...-Dijo volteando a verme, pero en seguida siguió buscando algo con la mirada.
-¿Que buscas?-Pregunte de nuevo, la mesera llego y dejo las tasas con el café, se fue pero no sin antes coquetearme, me sorprendí aún más cuando vi que Luis no dijo nada.- ¿Qué pasa?-Pregunte más desesperado.
-Es solo que siento que nos siguen, que alguien nos está observando...
Sabia a lo que se refería, desde hacía ya casi un mes yo tenía la misma sensación, esa sensación de ser la presa de algún cazador, y si Luis también lo sentía quería decir que no eran alucinaciones mías, y si no eran alucinaciones mías, tal vez algo malo estuviese a punto de pasar.
Eso era lo que ambos sentíamos, no eran alucinaciones nuestras, alguien no había tendido una trampa, alguien que quería sepáranos, aunque no fue precisamente esa persona la que nos separó, fui yo y mi egoísmo cobarde.
Me recosté en la cama, meditando todo lo que había pasado ese día, todo lo que pasaría a partir de hoy, pero sobre todo no dejaba de pensar en él, y un hueco se formaba en mi pecho, acompañado de un nudo en la garganta que amenazaba con convertirse en lágrimas.
Mañana era mi último día en México, el último día que podría verlo, pero sin en cambio no lo vería, me iría sin decirle ni siquiera un último te amo…