En la habitación, antes decorada con estrellas, se encontraba un niño llorando, con un trozo de papel pegado a su pecho, por la habitación parecía que había pasado un ciclón arrastrando consigo todo, y cuando digo todo, de verdad me refiero a todo, incluidos los sentimientos de felicidad del pequeño, de Luis.
-Mierda.-Masculló el niño, con una voz quebrada por el llanto, no sabía que pensar, ni como sentirse.- ¿Te vas?, de verdad te vas…-Hablaba al aire.- Eres estúpido, y lo peor es que yo me siento estúpido, pero…-Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.- ¿Eso era lo que yo quería no?...-Suspiro.- Alejarte, ese era mi plan, pero aun así sabía que estarías cerca de mí, jamás pensé que te fueras lejos, y hay algo aun peor, no te vas por haberme visto con Hanniel, te vas porque ya tenías planes desde hace…-Las lágrimas volvieron a salir.- meses…-Concluyo aventando a el suelo una cadenita de la cual colgaba un reloj de bolsillo, que venía junto con la carta que si ahora ¿ex novio? Le había dado. Era un reloj de oro, muy precioso, con una inscripción en algún idioma, lenguaje, que no entendía, pero no tenía ganas de ponerse a investigar en ese momento.
¿Cuantas veces había leído la carta desde que Agustín se la dio? , ¿Cuantas horas llevaba llorando?, es que no lo alejo por que quisiera, sino porque era necesario, lo amaba, lo amaba por sobre todas las cosas, incluso creyó que Agus lo sabía, pero la manera tan fácil con la que se rindió, la forma tan pasiva con la que acepto un “no te amo” le hacían creer que algo entre ellos estaba mal, se quería consolar pensando que tal vez era lo mejor, que si Agustín se había tragado tan fácil sus palabras, era porque no estaba seguro de los sentimientos de él, porque después de todo siete meses no significaron nada, ¿cierto?.
El timbre de la casa sonó, instintivamente Luis se puso de pie, pero enseguida se dejo caer en la cama de nuevo, Agustín no era, y si era Hanniel pues que entrara.
Hanniel, era un amigo suyo, con él que intentaba empezar una relación, porque así debían ser las cosas, ¿Qué más daba si era el gay?, el verdadero problema de Luis y Agustín radicaba en la edad, no su preferencia sexual.
El niño, ya no tan niño, levanto la mirada y por primera vez desde ayer en la noche noto lo que había hecho, se había segado tanto, le habían lastimado tanto, que destruyo, literalmente su cuarto, donde había posters ahora solo quedaba la marca que produce el paso del tiempo, sus lámparas que antes decoraban el cuarto yacían hechas añicos en el suelo, luego de que su dueño las aventara contra la pared, todas las estrellas se había caído, todo estaba en el suelo, el único lugar que estaba en orden era su cama, esa cama que había sido testigo de lo que el creyó amor, que había sido testigo de tanta felicidad, que había sido testigo que lo de Agustín no fue ni una fantasía, fue real, Agus existió el amor que Luis profeso también existe.
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La casa de los Taylor, reinaba algo parecido a la melancolía mezclada con tristeza, impotencia, dolor, infelicidad, reinaba una aura muy pesada, era lógico, el primogénito de la familia se iba a Estado Unidos a cumplir su sueño.
-Agustín…-Hablo su madre.- Te amo, hijo, no sabes cómo te extrañare, pero esto es por tu bien.
Agustí n solo desvió la mirada, se sentía mal con sus padres, después de pensarlo había llegado a la conclusión de que si esas fotos hubieran llegado a las mano de Duarte hubieran acarreado problemas muy fuertes para su familia, y él amaba a su familia, si eso hubiera pasado jamás se lo perdonaría, además le alegraba de cierta forma saber que las fotos habían llegado a sus manos, le hacía creer que le ahorro problemas a Luis, ya bastante tenía con Jaime como para darle más problemas.
-Hijo…-Hablo el papá de este, tomándolo de las mejillas.- Sabes que te amamos y que lo hacemos por tu bien ¿verdad?- Agus solo se dedicó a asentir con la cabeza, ¿ya que más podía decir?
-Tiin.-Lloro Citla, la que más sufría con la partida era ella, sabía que eso tendría que pasar, pero aun así era doloroso alejarse de su único hermano. Agus la abrazó reprimiendo sus lágrimas, ya bastante era que ella, su pequeña llorara por su culpa.- Que te vaya muy bien… yo te cuido…- Agustín puso un dedo sobre los labios de su hermana.
-De eso no hay necesidad…-Formo una sonrisa forzada de medio lado.
-Tengo que ir a despedirme de mis amigos, lo veo en el aeropuerto…- Dijo el primogénito de los Taylor.- Los amo, de verdad, siento mucho todo esto.
Agustín tomo las llaves del auto y salió, tenía que despedirse de Zaira, de Rod, de David y por supuesto de Fernz, había citado a Zai, Rod y David en el parque, quería primero hablar con Fernando, pero antes de hablar con Fernando tenía que hacer una escala. Condujo unos cuantos minutos antes de llegar a esa casa, se bajó y toco el timbre.
-Buenas…-La cara de señora cambio, ni siquiera termino de decir el “buenos días”, puso una cara que mostraba pesar.- Luis no está.-Anunció la señora Elena asumiendo que Agustín quería ver a Luis.
-Lo supuse.-Suspiro Agustín.-Pero no lo busco a él, busco a Jimena, ¿esta?-La única “aliada” que tenía era su antigua cuñada.
-Sí, ahorita le hablo.-Contesto sorprendida la señora Duarte.
Jimena tardó en salir de la casa unos poco segundos, segundos que Agustín aprovecho para voltear a ver a ese árbol, a esa ventana, que tan buenos recuerdo le traían. Miro con tristeza que la ventana estaba cerrada, y que tal vez a partir de ese día así permanecería.
-Hola.-Saludó la bella joven sacando a Agus de sus pensamientos- ¿Cómo estás?- La voz de Jimena también se oía melancólica, triste.
-Respiro, y eso es suficiente por ahora.-Sonrió de medio lado, una sonrisa que no alcanzaba sus a sus ojos.
-Lo supongo, siento mucho lo que pasó.
-¿Sabes lo que paso?-Pregunto sorprendido el mayor.
-Algo así, Luis no ha querido hablar, aunque claro, él no sabe que yo lo sabía.- Jimena también sonrió, pero una sonrisa forzada.
-Bueno, quiero pedirte un favor, mi avión sale en unas horas, necesito que les esto a Luis…-Agustín saco de su bolso un pequeño trozo de papel que le entrego a Jimena.
-¿Avión?-Pregunto curiosa.- ¿Acaso es para tanto?
-Ya vez.-Contesto el joven.- Gracias Jime, por todo este tiempo, y perdón por no haber podido cumplir mi promesa.
-Que va.-Dijo dándole un abrazo de despedida.- Sabes que algún día lo suyo podrá ser.
-Lo dudo, pero gracias.-Sonrió, dio media vuelta y se encamino al auto.-Por cierto, despídeme de tus papas, y diles que muchas gracias por todo.-Y subió a su auto, arranco el motor y desapareció por la avenida.
Jimena suspiró, entro a su casa y cerró la puerta.
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El auto mantenía una velocidad constante, Agustín manejada con calma, más despacio que nunca, y es que no quería irse, no quería dejar a todos, no quería dejarlo todo. Llego a la casa de Fernando y salió del auto para ir por él.
Toco el timbre y salió Fernando, su rostro también había un rasgo de tristeza, sobre todos había caído un velo que les impedía ser felices, y era comprensible, una persona muy importante (Agus) para ellos se les iba.
-Hola.-Saludo Fernz.
-Hola.-Respondió Agustín con un movimiento de mano, la otra mano la tenía en su bolsillo.- ¿Están tus papas?
-Claro, pasa.- Fernando cedió el paso a Agus, este entro y en la sala se encontró con los padres de su mejor amigo, se despidió de ellos, la cara de los que una vez fueron sus suegros también se puso sombría, pero le dijeron que era por su bien, que cuando volviera sería un gran médico, él mejor podían apostar.
Salieron de la casa de Fernando, y condujeron rumbo a el parque.
-¿Y entonces que pasó?- Pregunto Fernz rompiendo el silencio.
-Ni yo lo sé.-Contesto Agustín.- Solo sé que este es el final, que yo me voy para ya no regresar.
-¿No regresaras?- La voz de Fernz mostraba sorpresa por lo que acaba de decir su amigo.
-No, no hay nada que me haga regresar…-Confesó triste.- Yo…-Hizo una pausa, Fernz creyó que diría algo de Luis, pero no fue así.- Cuídala, ella te ama, solo a ti te la puedo confiar.
Fernando supo que Tiin hablaba de su hermana, detuvieron el auto cuando llegaron al parque, donde se verían con los demás, Fernando ya no habló, su amigo había tomado una decisión y aunque no le pareciera, no podía hacer nada.
Ya en el parque esperaban sus demás amigos, Testosterona.
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¿Puedo pasar? – Pregunto la voz de su hermana desde el otro lado de la habitación.- Luis…
-Pasa…-Contesto de mala gana el pequeño, no estaba de ánimos para nadie.
Jimena entro a la habitación y lo primero que vio fue un cuarto destrozado, hecho añicos, se le partió el alma pensar que el corazón de su hermano estaba igual que la habitación.
-Toma, te lo trajeron.- Dijo Jimena.
-Tíralo, rómpelo, no me importa.-contesto Luis sin siquiera ver a su hermana.
-Te lo dejo aquí, por cierto su avión sale hoy.-La muchacha espero ver reacción del el pequeño, pero nada, empezaba a creer que a su hermano le daba lo mismo Agustín pero entonces Luis se levantó y tomo el trozo de papel.
Ve. Se feliz!
Si me extrañas y yo te extraño, quizás volvamos a estar juntos.
Si por el contrario esto se trata del final, gracias por tus sonrisas,
por tus caricias, tus abrazos, tus besos, tu apoyo.
Para mí esto no fue en vano; te agradezco a ti y a la vida por habernos
por habernos permitido escribir esta historia, con comas,
interrogantes, exclamaciones, e incluso con puntos, algunos suspensivos…
Y este final.
Luis cayó de rodillas, no se conformaba Agustín con solo una carta, ahora le escribía otra, con el mismo fin, despedirse, recordarle que lo suyo ya había acabado.
-Llévame…-Pidió con ojos suplicantes Luis a Jimena.
-¿A dónde?- Pregunto confundida Jime.
-Al aeropuerto…-Luis había caído en cuenta de que se iba, el amor de su vida se iba, no lo permitiría que más daba la opinión de los demás, él lo amaba y no dejaría que se fuera creyendo una mentira.
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Eran las 6:30 de la tarde, la familia de Agustín ya estaba reunida ahí, junto con sus amigos, esperando a que el tiempo pasara, a que lo inevitable llegara.
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Jimena conducía el auto de sus padres, claro sin su permiso, lo que le había pedido su hermano era algo que no podía ignorar.
Luis por su parte no dejaba de pensar en la primera carta que le había dado Tiin, decía algo así:
Hola… Tal vez adiós.
Eh de decirte que tengo que irme, pero no sin antes pedirte perdón, perdón por abandonarte de esta manera, sin una despedida bien, como debe ser, perdón por huir como cobarde, pero es que no había manera posible en la que yo pudiera dejarte, llevo varios días dándole vueltas al asunto y aunque te escribo esta carta con meses de anticipación sé que algo al final saldrá mal.
Me tengo que ir, lejos, por un muy largo tiempo, no uno, ni dos, sino bastantes años, por eso no tengo cara para decírtelo, ¿recuerdas cuantas veces me has preguntado qué era lo que me pasaba?, pues ahora tienes la respuesta a esa pregunta, me voy, y no te pido que me esperes, eres un niño, un niño que debe vivir su vida y a lado mío lo único que has hecho es vivir de manera presurosa cosas que aún no tenías que experimentar, te lleve presurosamente por un camino que alguien de tu edad no debía vivir, perdón por robarte tu infancia, perdón por amarte y de la nada dejarte.
Sé que algún día encontraras a alguien que te quiera, que te haga vivir con tu pasado, alguien que sea capaz de convivir con tus fracasos, alguien que te dé una razón para despertar cada mañana, para acostarte todas las noches, pensando en el futuro, alguien que te levante cuando caigas, que te ayude cuando llores, pero que si es necesario te haga llorar, alguien que te haga ver porque lo nuestro no funciono, alguien hecho a tu medida. Pero a pesar de eso recuerda que hace algún tiempo nos amábamos, que aún te amo, y te amare por siempre.
Y un último favor… no te olvides de mí.
PD: No te digo adiós porque… ¿Cómo le dices adiós a la persona que más has amado?
Tuyo, Agustín.
¿Qué quería decir Agustín con esa carta?, ¿Por qué se iba tanto tiempo?, ¿ A dónde se iba?, era algunas de las preguntas que Luis tenía en mente para Agustín.
EL pequeño observo el reloj de bolsillo que le había dado Agustín, el ingrato reloj marcaba las 6:47, no sabía a qué hora salía su avión, pero deseaba con todas sus fuerza que no llegara tarde.
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-Pasajeros con vuelo a New York favor de abordar por la puerta siete…-Anunció la voz del megafón. –Repito Pasajeros con vuelo a New York favor de abordar por la puerta siete.
-Ese es mi vuelo.-Dijo Agustín.- Es hora, gracias a todos por estar aquí, los extrañare.
Todos rodearon a él joven Taylor para darle un último abrazo, cuando todos hubieran dado su abrazo Agustín se encamino a la puerta 7 , entrego el boleto de abordaje y una vez aprobado su boleto, desapareció, por el pasillo de la aerolínea.
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Luis bajo corriendo del auto, el reloj marcaba las 6:58, la mayoría de los vuelos salía a horas cerradas, a lo mejor el Agus era a las 8, y de ser así aún tenía tiempo de hablar con él.
Entro a el aeropuerto corriendo, vio la lista de vuelos, había varios vuelos abordando en ese momento, busco con la mirada pero no vio nada, la desesperación se estaba apoderando de él.
-Lo siento.-Dijo una voz tocando su hombro.
-¿Qué?- No entendía Luis el por qué le pedían disculpas.
Su hermana le señalo fuera del vidrio el avión más grande, ahí subiendo las escaleras estaba Agustín, ajeno a la vista de Luis.
El pequeño solo atino a llorar de la impotencia que sentía, le dolía ver partir a el amor de su vida, lo único que hizo fue abrazarse fuertemente a su hermana, la cual parecía entender su dolor.
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Agustín y Luis se rompieron el corazón de mutuo acuerdo. No podían estar juntos, no querían estar juntos, porque si de verdad lo hubiesen querido lo hubieran intentado todo, pero no. Ambos eran sensatos, realista, y demasiado románticos como para arriesgarse a perderlo todo “solo” por intentarlo.