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Observándote por Nasie

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Notas del capitulo:

Vuelvo con un Jongkey (¿que novedad no?)

Es algo corto, producto de mi mente deseosa de jongkey moments.

Los reviews, como siempre, son bien recibidos, y se los agradecería en verdad :)

PD: Como siempre, disculpad si hay fallos ortográficos.

 

Mis ojos pasean entre las líneas de ese libro que se que hace no mucho estaba en tus manos, esas manos, que al igual que el resto de ti no me cansaba de observar, siempre desde la lejanía, por miedo a que el hecho de tener cerca acabase de aturdir mi ya aturdida mente.

La luz que se colaba por la ventana era poca, casi nula, al igual que mis ganas de levantarme de esa cama en la que llevaba acostado prácticamente todo el día, leyendo y pensando, pensando en ti.

Fuera llovía y el viento soplaba con fuera haciendo que las  débiles rama de los arboles bailasen al compas que el aire les marcaba.

El ruido del reloj de pared que estaba en mi habitación hacía ya rato que se había instalado en mis oídos,  como una lenta canción que marcaba el ritmo de la lectura.

Me levanté acercándome a paso lento hacía mi ventana, esperé como siempre lo hacía, a la misma hora, sabía que estabas a punto de llegar, y verte, aunque solo fuese durante unos segundos, eran lo único que me animaban a levantarme nuevamente al día siguiente.

Esperé pacientemente, pero tardabas más de lo usual. Sin saber porque un nudo se formó en mi garganta, y todo tipo de pensamientos se instalaron en mi mente, la posibilidad de que estuvieses con alguien me aterraba, pero no tanto como la de que algo te hubiese sucedido, entonces te vi doblar la esquina,  igual de perfecto que siempre, porque así eras, perfecto,  para mí tu no tenías defectos.

Vi como entrabas a casa, y entonces volví a mi lugar, cogiendo nuevamente el libro en mis manos y siguiendo la lectura, la cual que me resultaba interesante solo porque sabía que tú lo habías leído.

Mi obsesión por ti iba más allá de lo común, más allá de lo normal, era algo enfermizo quizá, lo sé,  pero eras mi debilidad, mi estúpida y jodida debilidad.

Cada vez que escuchaba tú nombre me giraba, a pesar de saber lo común que era ese nombre, a pesar de las pocas probabilidades que había de  que de la gente estuviese hablando de la persona que yo tenía en mente.

Lo último que pensaba antes de acostarme y lo primero que venía a mi mente al levantarme, eso eras tú, la razón de mis sonrisas y incluso de mis lagrimas, a pesar de que tu no tuvieses culpa de ninguna de ellas, principalmente porque ni siquiera sabias de mi existencia.

Me metí en cama quedándome dormido poco después, con ese libro en las manos y contigo en mi mente.

La mañana siguiente amaneció peor de lo usual, por culpa de mi pesado sueño no me había levantado a tiempo para verte salir de casa, y el día era todavía peor que el anterior, más frio, con más viento y más lluvia.

El café de todas las mañanas sabía más amargo  de lo usual, quizá porque no te había visto, quizá porque hoy el día sería más amargo de lo normal.

Las horas pasaban y yo leía como si la vida me fuese en ello, leí hasta el cansancio, hasta que las líneas parecían juntarse unas a otras, hasta que las hojas se terminaron y la tapa dura hizo acto de  presencia.

Aún aun era temprano, y  hoy, al igual que siempre, mi única actividad del día era verte, pero para ese momento aún faltaba demasiado tiempo. Salí de casa con el paraguas en la mano dispuesto a caminar hasta que el frio del invierno me calase hasta los huesos.

Las horas pasaban, mis pies dolían, pero mis pasos no se detenían porque aún era temprano, aún no era la hora de tu llegada.

 

Las calles estaban vacías, y los pocos coches que pasaban por la carretera parecían hacerlo solo por diversión, para pisar los charcos que se formaban debidos a la lluvia, y mojar a los pocos peatones que paseaban esa tarde por las aceras de la ciudad.

 

“Hasta mañana Jonghyun”

 

Ese nombre captó mi atención, tu también te llamabas así..

 

“Hasta mañana”

 

Tu voz… podría reconocerla a quilómetros de distancia a pesar de haberla escuchado pocas veces, y no tenía duda alguna de que eras tú, de que esas dos maravillosas palabras habían salido de tu boca, de que esa simple despedida había sido pronunciada por  tus labios.

 

Mi corazón palpitaba agitado, no solo por escucharte, sino también por lo cercana que tu voz había sonado.

Me giré con miedo.

Nunca antes te había tenido tan cerca, nunca antes había podido aspirar el dulce aroma a colonia que tu cuerpo desprendida, nunca antes tu piel había rozado la mía.

“oh…disculpa”- dijiste cuando al gírame choque contigo.

Nunca antes me habías dedicado una palabra.

Bajé la mirada avergonzado del sonrojo que en aquel momento cubrió mi rostro.

Quería decir algo, un simple “no es nada” podría ser perfecto para empezar, pero era difícil, a decir verdad era más que difícil, era imposible y no solo porque fueses tu, sino porque yo nunca había pronunciado una palabra, porque yo no tenía la capacidad de hablar, porque yo…era mudo.

La impotencia que sentí en ese momento fue demasiada, pero tú no te diste cuenta y seguiste tu camino, y yo quería ir a tu lado, conversando aunque simplemente fuese del tiempo, o en silencio incluso, pero mis pies parecían haberse anclado al suelo.

 

Me  quedé observando tu lento caminar y comencé a seguirte, pues yo también debía volver a casa y por suerte o por desgracia tu vivías enfrente.

Analizándolo detenidamente tenía sus puntos a favor y en contra, pues si te girabas,  al verme allí,  tras de ti,  pensarías que te seguía, pero por otro lado eso me permitía verte más tiempo del que generalmente lo hacía.

 

Saludabas a la poca gente con la que te cruzaban, mostrando tu mejor sonrisa, aquella que las pocas veces que había tenido la oportunidad de ver había conseguido dejarme aturdido y increíblemente embobado.

Caminé un poco más rápido, acercándome más para poder escuchar tu voz con mayor claridad mientras tú, sin darte cuenta de mi presencia, hablabas con alguien por teléfono.

 

“Llegando a casa…todo está bien por aquí…no te preocupes por ello….se cuidarme solo”

 

Celos, creo que eso fue lo que sentí, quise llorar al barajar la posibilidad de que esas palabras fuesen dirigidas hacia la persona que tenia la suerte de ocupar su corazón, pero una increíble sensación de calidez y ternura se instaló en mi al escuchar tus últimas palabras.

 

“Claro que si…te dejo que ya estoy llegando…un beso Mamá, cuídate”

 

Ya estábamos casi  frente a casa, solo quedaba cruzar la calle  y cada uno de nosotros estaría de nuevo en su hogar.

 

Sin poder evitarlo me situé a tu lado esperando que el semáforo se pusiese en verde, notando tu mirada sobre mi cuerpo, haciendo que un escalofrió me recorriese por completo.

 

“¿Vaya día…verdad?”

 

¿Hablabas conmigo? Miré hacia los lado disimuladamente buscando a alguien con  quien el pudiese estar conversando, pero allí solo estábamos nosotros dos.

 

“Si, hablo contigo”

 

Creí que el corazón se me saldría del pecho cuando al levantar la mirada observé tu sonrisa, esa que por primera vez iba dirigida solamente  a mí.

 

“¿No tienes frio Kibum?”

 

Kibum…si, ese era mi nombre pero ¿por qué lo sabías? Nuevamente me había quedado paralizado, aturdido y completamente avergonzado sin motivo aparente.

 

“¿Sabes lo lindo que te ves sonrojado cuando me observas desde tu ventana creyendo que no te veo?”

 

El semáforo, que ya llevaba demasiado tiempo en verde, volvió a ponerse en rojo, y nosotros seguíamos en el mismo lado de la calle.

 

“Tienes los labios morados del frio”

 

Nervioso, así se podría definir mi estado en  ese momento, mis mejillas nunca antes se habían sentido tan acaloradas y mi corazón nunca había latido a tan rápido, la velocidad e la luz parecía lenta si la comparábamos con mis frenéticas pulsaciones.

 

“El hecho de que no hables juega en mi favor, ¿sabes por qué?”

 

Levanté nuevamente la vista aguantando su mirada durante un par de segundo, pero fracasando finalmente .

Negué con la cabeza, pues no había otra forma en la que pudiese hacerlo.

 

“Porque sé que no te negarás a esto”

 

Sin entender a que se refería levanté nuevamente la cabeza encontrándome con la respuesta a tan solo unos centímetros de mí. Tu rostro estaba demasiado cerca y en solo un segundo tus labios cálidos se posaron sobre los míos, las cuales, según tu,  debían estar morados todavía.

Te separaste segundos después, con una sonrisa dibujada en tu rostro.

Agarraste mi mano cuando el semáforo se puso en verde y poco después ambos nos encontrábamos delante de  la puerta de tu casa, aquella frente a la que tantas veces te había visto desde mi ventana.

Abriste la puerta invitándome a entrar y yo sin saber por qué, sin pensar, me adentré en aquel lugar que tantas veces mi mente había intentado visualizar.

Cerraste la puerta tras nosotros, y cuando tus labios volvieron a besarme, no puede contener más tiempo las lágrimas, quizá de alegría, quizá por tanto sentimiento para una sola tarde, quizá por tenerte tan cerca.

Tus manos cálidas, al igual que tus labios, limpiaron mis lágrimas y tus brazos se aferraron alrededor de mi cintura…y entonces susurraste quedo, cerca de mi oído:

“Yo también llevaba tiempo observándote en silencio”

Notas finales:

Gracias por leer b25;


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