Esa madrugada, en un calor extremista, humo gris salía por una ventana.

Cuando Kibum le dio la noticia se había puesto más pálido que un papel.

Era su pequeño tiempo libre; media hora, consecutivamente iría a la lavarse los dientes, masticaría chicle por un rato y volvería a cepillarse los dientes.

Taemin se levantó de golpe. Todo por él.

Un grito. Y no cualquier grito. Era agudo, pero grave al mismo tiempo, tintineando en un sonido aterrador y asustadizo. Dolor. Conocería esa vocecilla en cualquier lado.

Después, volvería a la comodidad de su cama junto a una figurita menuda con mejillas adorablemente regordetas envuelta en una sábana gruesa, durmiendo plácidamente, pero, aun así, un pequeño bultito de tres meses podría apreciarse.

-¡¿Diablos, Kibum, que has hecho?!

-Era la única forma, Taemin, yo no…

Dio una última calada al cigarrillo.

Amaba a Kibum, de eso no tenía duda y estaba seguro de que también amaría a su hijo.

*TaeKey*