Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando Sam baja al infierno por Rushia

[Reviews - 211]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

- Bastante – apoyó el codo en la abrazadera del sofá y se sostuvo la cara con la mano, creía no ser capaz de seguir mirándolo por demasiado tiempo.

Cenó con flojera, estaba cansado, Alice lo miraba divertida, pero comía sin decirle nada. Él seguía pensando en sus recuerdos en sus amigos muertos, en la obsesión y los recuerdos que abrazaba.

- Yo siempre supe que John a veces te hacía ver como tenía sexo con hombres – Alice se levantó y sujetó a su pequeño por los hombros -, soy una inútil – lo abrazó con fuerza -, pero no era lo suficientemente valiente como para defenderte…

Sam se aferró a ella y dejó que un par de lágrimas escaparan de sus ojos, definitivamente el día lo tenía colapsado.

- ¿Por qué me dices esto? – sollozó - ¿Por qué ahora?

- Porque tú tienes mucho que pensar sobre esto, luego quiero que me digas porqué golpeabas a James, si ahora parece agradarte tanto – lo besó en la frente -, de todas formas creo tener experiencia para ayudarte.

- ¿Experiencia? – estaba empezando a asustarse.

- Te gusta ¿No?

Sam se separó de ella y se levantó, salió corriendo por el pasillo, Alice sonrió, las madres siempre saben cuando algo raro pasa con sus chicos, aunque estos guarden silencio sepulcral.

Se encerró, había sido demasiado obvio, su madre se había dado cuenta, con lo distraída que era, de todas formas se había percatado. Cerró los ojos y se deslizó por la puerta… James le gustaba, pero le tenía miedo porque le daban asco los maricones, no se atrevía a estirar la mano y tomarlo…

Aún sentía sus brazos rodeándolo, su olor, la temperatura de su cuerpo y el ritmo pausado de sus latidos. Se afirmó la cabeza… Quería tocarlo, abrazarlo, besarlo…

Pensó en su padre, en las “niñas” que entraba, y en como se los follaba en la cocina, en el living, y a veces en el cuarto. Apretó los párpados y suspiró, su madre siempre lo supo, pero comprendía que no hubiera hecho nada…

¿Hace cuánto lo sabía?

¿Por qué lo había dejado de sufrir en silencio?

Alice golpeó despacio, él no respondió, no quería verla.

- Sam, tengo muchas cosas que decirte, pero no sé si te hará bien saberlas – apretó los puños contra la madera -, quiero decirte que me alegro de que te guste James, que no trates de ocultarlo más, porque te dañabas a ti mismo al…

No lo soportó más, se puso de pie y abrió de un tirón.

- ¡¿Qué vas a saber tú?! – le gritó, estaba furioso - ¡¡Es cierto, lo sabes todo!!

- Sam…

- ¡¡Mi padre me acosó, me hizo verlo, tengo miedo, tengo miedo de ser como él, tengo asco… ¡¡ME DA ASCO SER COMO ÉL!!

- Pero tú no eres como él – lo afirmó con firmeza, sujetando sus hombros -, no puedes ser como él, porque ese hijo de puta…

- ¡¿Qué?! – su agotada mente estaba nuevamente a todo vapor, ya no sabía qué era cierto y qué no.

- No es tu padre – las palabras salieron como dagas frías.

Sam empezó a llorar, ya no tenía fuerzas para soltarse, no tenía más.

- Para de mentirme, por favor para…

- Vamos – Alice lo rodeó con sus brazos y lo condujo a su habitación, su hijo era más alto que ella, le hubiese gustado cargarlo como cuando aún era un niño.

Su madre le contó la historia de su adolescencia, de sus dificultades y del rechazo de su familia, le explicó que su verdadero padre había huido como un cobarde, pero que aún tenía contacto (A escondidas de los abuelos de Sam, que seguían controlando cada aspecto de su vida porque la consideraban una descarriada) con su tía biológica, una tal Loretta, de la que el chico había escuchado muchas historias, esa tipa era la cliente más fiel de su madre, y cada vez que se veían se le insinuaba.

Terminó dando su brazo a torcer, no podía estar molesto con ella mucho rato, ella siempre lo protegía, por eso se batía a golpes contra un tipo 2 veces más grande que ella…

- De no ser por mi te habrías matado – dejó que lo desvistiera y le pusiera el pijama, estaba exhausto.

-Dile que te gusta – lo ignoró -, es muy apuesto, sino eres tú, será otro…

- Me odia – le sonrió -, en el fondo ni confía en mí, ni le agrado.

- No hijo, está igual de confundido que tú.

- ¿Tú crees? – le sonrió.

- Las mamás saben – se metió en la cama y lo invitó -. Quédate conmigo.

- Tú no eres una madre – gateó por la cama y se metió dentro -, buenas noches mamá, me duele la cabeza…

- Lo siento – le hizo cariño.

- En realidad, es un alivio que no sea mi padre, creo que me siento feliz.

Alice no dejó de hacerle cariño en la cabeza a su hijo, la verdad te hará libre, dicen, y que cierto era en aquella situación.

*

Circulaba un aire viciado por la habitación, cuando entró se fijó en que estaba dibujando muy concentrado, pero al parecer no tenía muchos deseos de ser molestado, o al menos eso fue lo que él creyó al ser ignorado.

James estaba nervioso, sostenía el lápiz con fuerza, quería agarrarlo y decirle si acaso todo era por culpa, o pena, o arrepentimiento, pero que dejara de hacerlo porque lo estaba confundiendo. Sin embargo le daba pánico de que saliera arrancando por la puerta.

- Siempre había querido verte haciendo eso – se sentó en el sillón.

- ¿Si? – giró la cabeza con lentitud.

- Sí, lo de la sala de arte lo hacía a diario…

- Es cierto – le pasó la croquera -, verdad que pinto como los dioses, lo había olvidado – se largó a reír, ese desliz fue un tremendo detonante, y en el ahora parecía tan lejano que asustaba.

- Sigo creyéndolo – estaba embobado, pero sus neuronas reaccionaron de golpe al ver que el dibujo era otra vez de su persona. Ésta vez se veía cálido, se encontraba agachado acariciando a Alfonso, tal y como lo había hecho la noche anterior - ¿Seguro que no tienes cámaras en tu apartamento? – se sonrojó, era vergonzosa la exactitud con la que lo plasmó.

- ¿Acerté? – recibió la croquera cuando Sam se la cercó y siguió coloreando al felino.

- Bastante – apoyó el codo en la abrazadera del sofá y se sostuvo la cara con la mano, creía no ser capaz de seguir mirándolo por demasiado tiempo.

James estaba inclinado, usaba la mesita del cuarto para sujetar la croquera y la cantidad inverosímil de lápices que tenía. La piel de su rostro estaba viéndose cada vez menos hinchada, movía la mano derecha con maestría, sin separar el brazo del torso por la fractura que tenía en el hombro. Moviendo sólo la muñeca estaba creando un dibujo hermoso. Su cabello estaba algo deslucido, pero se veía extrañamente distinto, tranquilo, a Sam volvió a latirle el corazón con fuerza, se imaginó poniéndose de pie y abrazándolo, sintiendo de nuevo ese cuerpo frágil pero que escondía la fuerza para devolverlo a la habitación de la que salió hace unos días.

- ¿Aún avergonzado? Es sólo un dibujo y extraño a Alfonso – mintió, era más que un dibujo, pero no iba a decirle eso -, aunque sonrojado te ves lindo – otra vez su risa flotó por el cuarto.

- Seguro no te sentirías así si te pintaran – murmuró cubriéndose la boca con los dedos, gesto que copió de su madre.

- Creo que me sentiría halagado – lo miró, quería leerlo, desentrañar todo de él, maldita caja de sorpresas cerrada herméticamente.

- ¿Por qué yo? ¿Por qué no pintas a alguien más? – atravesó las esmeraldas, se preguntó cómo sería vagar cada día de su vida en ellas, perderse en el abismo de la dulzura que prometían, pero protegían.

- Porque… - se giró sutilmente, un segundo más y lo habría besado – Supongo que es porque quiero conocerte.

- Para eso hay tiempo – susurró.

- Mientras tanto seguiré pintándote, creo que me obsesiona tenerte cerca – se tapó la boca y lo miró aterrado.

Sam se quedó estático, fue como un rayo eléctrico estallando justo entre ambos.

- A mí… Me obsesiona ver… – empezó a levantarse y le sacó la mano de la boca -…te…

- ¿Qué me escondes, Sam? – entrelazó los dedos con los suyos - ¿Vienes por lástima o…

Fue como un balde de agua fría, lo soltó y se cayó pesando en el sillón.

- No es por lástima – no podía creer que eso fuera lo que tenía en mente, no podía créelo, era demasiado doloroso, por un segundo creyó que iba a besarlo.

- Sam yo… - su mano estuvo de pronto muy fría.

- Siempre quise ser tu amigo, pero tenía miedo…

- Sam… - el rubio parecía estar en un trance, él mismo se encontraba completamente absorbido por esa sensación de frío.

- Miedo de ser igual que mi… Padrastro – que bien se sentía la palabra, que bien se sentía no reconocer a ese tipo como miembro de su familia -, por eso te ataqué y  - se puso de pie -, quiero empezar las cosas bien.

- Pero si ya habíamos empezado de nuevo – se le estaba retorciendo el pecho, aquello era demasiado intenso, Sam y sus emociones sobrecogedoras.

- ¿Cuándo nos presentamos? – se sentó.

- Sí, pero, Sam, yo no tengo amigos – se llevó su fría mano izquierda a la frente -, los chicos me odian porque les quito a las chicas, y las chicas me ignoran porque – sonrió -, porque por lo general me he acostado con una de sus grupos de amigas y luego se arma la pelea y…

- Tú en serio te acuestas con todos – se recargó en el sillón -, pero no quiero que creas que vengo acá porque sienta que te debo algo, en realidad vengo porque yo también quiero conocerte, yo no te pinto sí…

- No sé decirle que no al sexo – Sam lucía muy agobiado -. Gracias.

- A ti – se cubrió los ojos, que minutos más tensos.

Permanecieron en silencio, James terminando los detalles del dibujo, y él mirándolo de reojo mientras hacía como que su atención estaba fija en los exteriores que se visualizaban por las ventanas.

- Oye, James – respiró profundamente - ¿Por qué te acuestas con todos?

- Porque siento que me voy a enamorar – siguió dibujando, esa respuesta se la sabía de memoria -, para sentirme libre…

- ¿Y funciona? – le molestaba imaginarse la cantidad de brazos que habían sostenido a James, la cantidad de personas que sabrían las texturas de su piel o el sabor de esta.

- No – centró su atención en él -, pero al menos me siento bastante libre.

- ¿Por qué no te enamoras? – hizo una de esas típicas preguntas que hacen los ilusionistas cuando esperan que sus deseos tengan una respuesta afirmativa.

- Jamás funciona ¿Por qué te interesa esto?

- Porque me cuesta imaginarme que vivas una vida tan solitaria.

- Mmm – se quedó pensando un momento -, me he enamorado una vez, pero creo que fue suficiente, las demás veces las personas esperan más de mi de lo que soy, esperan mensajes, cartas, flores, cuadros, cuando en realidad no tengo ganas de hacer eso por ellos.

- Que cruel… - se estaba aterrando.

- Son relaciones de mentira, llenas de sexo y…

- Eres muy interesante, vuelves al tema del sexo y las libertades – James se sonrojó por el comentario - ¿Por qué dices que tuviste demasiado del amor? – volvió a intentar profundizar sus deseos.

- Porque me enamoré de un tipo que me quería sólo para… - siguió sonrojándose.

- Karma – extendió el brazo y volvió a tomar su mano tal y como él lo había hecho antes. Entrelazó los dedos, por estar tan pendiente de sus labios no se permitió sentir lo delgados y suaves que eran -, yo no te quiero por eso…

- Si te propusiera tener relaciones saldrías arrancando – tenía el corazón en la garganta, quería maldecir a los 4 vientos que le gustara ese idiota tan enredado.

- Lo haría – estrechó la mano -, porque eres la decisión que tomé, no querría contaminarla por algo sin sentido.

- Sam – acarició el dorso de la mano con el pulgar, esa mano que quería sostener para poder ponerse de pie, esa mano que pertenecía a una persona tan compleja y profunda que no conseguía contemplar “La mano del segundo tipo del que me voy a terminar enamorando…”

- ¿Te molesta? Tú lo hiciste recién – se cargó en el colchón.

- No, no me molesta, pero… Los heterosexuales no hacen esto – lo sujetó con más fuerza en caso de que quisiera sacar la mano, al no hacerlo se le aceleró el pulso.

- Deja de etiquetar todo, lo hago para darte fuerzas – sus ojos se achicaron y sus labios describieron una sonrisa muy sincera -, oye ¿Cuándo sales?

- Como en una semana más… - sus ojos de gato escrutaron esa bonita expresión, definitivamente notó como las energías de Sam penetraban sus sentidos.

- Esos fierros – entrecerró los ojos, la visión de la pierna operada aún le revolvía el estómago - ¿Son dolorosos?

- Te lo diré cuando me bajen las dosis de calmantes.

- Recuérdalo, ah por cierto, Alfonso está bien – él también comenzó a hacerle cariño en el dorso de la mano, era un debilucho, no podía decirle que le gustaba.

Siguieron conversando hasta entrada la tarde, ambos sopesando la realidad de que el otro no pensaba de la misma forma, ambos creyendo que si abrían sus corazones se encontrarían con una pared impenetrable.

Alice se cargó en la pared y recordó cuánto extrañaba sentirse joven y estúpida, ciega e insegura, su hijo era igual a ella hace 16 años.

Notas finales:

Lo prometido es deuda, les dije que actualizaría rápido y acá esta.

Ya se nota un poco la tensión entre ambos, recuerdo que cuando yo tenía esas edad (Ay, me siento vieja de pronto) era igual de lenta y lerda, ¿Cómo eran ustedes? 

Muchos saludos, déjenme comentarios y cosas porque me animan a continuar.

Nos leemos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).