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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

Loretta curvó una seductora sonrisa, Sam se preguntó si él también era capaz de poner esa expresión.

- ¿Por qué llevaste a Sam al trabajo? – esperó a que todos se sentaran para hablarle directamente a la rubia - ¿Querías que me viera?

James era una persona completamente autosuficiente, llegaba a ser desesperante que un niño de 16 años fuese tan responsable de su persona, y a la vez tan imprudente. Al menos eso era lo que Maggie creía desde que había escuchado la historia de su llegada al hospital.

La kinesióloga se dedicó a enseñarle a Sam cómo tratarlo, cómo ayudarlo y qué ejercicios hacerle, James era un niño tan lindo que lamentaba con el alma dejárselo encargado a un mocoso de su misma edad, más al tipo que aun sabiendo lo que planeaban hacerle no había intervenido hasta que era demasiado tarde.

Cuando terminó la sesión del día lo llamó fuera, el chico rubio la siguió, ella lo observó de reojo, era guapo, no tanto como James, pero de todas formas guapo…

- Dentro de 3 días le comenzarán a bajar la dosis de calmantes – el chico le sostuvo la mirada sin problema, estaba molesta con eso -, después de otros 3 días se va a ir con alta ¿Qué planeas?

- ¿Yo? – se dio cuenta por la mirada incriminatoria de la mujer, que la pregunta iba directamente hacia él – Creo que me gustaría llevarlo a mi casa…

- Yo esperaba que buscaras a sus padres – el tono de su voz se mantuvo firme y forzosamente sereno.

- Es James el que debería llamarlos, no yo – la miró con curiosidad, realmente sabía tan poco sobre la relación que el moreno tenía con sus familiares que le dio miedo la sugerencia que le hizo Maggie.

- Pero él no los llamará, haz un favor por los dos y llámalos – se alejó por el pasillo.

Sam frunció el ceño extrañamente acongojado, volvió a la habitación y James le sonrió de medio lado, otra vez tenía esa aura extraña, pero decidió no darle importancia y se sentó a su lado en la cama.

- James…

- Perdóname, Maggie se está tomando muchas libertades – suspiró pesadamente -… Sam, no es necesario que te hagas cargo de mí.

- ¿Ahora ya no quieres? – se le apretó el pecho y una alarma le saltó, presintió que algo para nada bueno se le venía encima.

- Nunca he querido – lo miró directamente a los ojos -, la verdad es que me apesta ser un peso extra… Tu madre es muy gentil y todo…

- Aaaaaaaaah – se levantó y empezó a caminar por la habitación - ¿Qué mierda quieres?

- ¿Por qué me lo preguntas así? ¿Te cuesta tanto entenderme? – se exaltó, le dio rabia la forma en que se movía por la habitación como un león enjaulado.

- ¡Sí! – se acercó a él y le afirmó la cabeza – Precisamente eso me pasa, me cuesta entenderte ¿Por qué no me dejas cuidar de ti?

- Porque no me conoces, llevamos poco hablando yo… - tenerlo tan cerca lo sorprendió, sus párpados temblaron un poco.

- No me molestas ¡Ya discutimos por esto ayer! – hizo hasta lo imposible por mantener fija la mirada.

Se sacó las manos de Sam de la cara y se recostó en la cama, estaba enojándose más de lo necesario por algo que carecía de importancia.

- ¿Por qué no te vas a tu casa y vuelves cuando me den el alta? – se cubrió con las sábanas, era un cobarde, después de todo no podía decirle todas esas cosas hirientes a la cara, su paciencia se estaba saliendo a borbotones de su cuerpo hasta dejarlo completamente seco de ella – Total ya sé que volverás, es tu culpa que esté acá, supongo que eso no se te ha olvidado – cerró los ojos con fuerza.

Apretó los puños y lo miró con enojo, había interpretado bien su mirada… En ese momento entendió porqué Sarah había terminado con él, porqué James se explicó diciendo que esperaba de él lo que no era, y aquello que no era precisamente correspondía a que el carácter de James dejaba muchísimo qué desear.

- Bien, me voy a ir, espero que durante estos 6 días te des cuenta que lo que dices pesa, a ver si cuando vuelva a recogerte me pagas con sexo, puta – le dio un último vistazo y antes de salir de la habitación le llegó un almohadazo en la cabeza.

- ¡¿Quién eres tú para decirme puta?! ¡¿Quién te crees?! – se había sentado y estaba llorando, las lágrimas le corrían por la cara. Cuánto las odiaba, pero no podía frenarlas.

- Nos vemos en 6 días – recogió la almohada y se acercó a él. James lo acuchilló con los ojos, pero eso no le impidió levantarlo y acomodarle la almohada en la cabeza.

Lo estaba mirando con todo el odio que podía materializar, por sus padres, por su abuela por morirse, y por él mismo al reconocerse como puta. Se colgó de su cuello y lo besó, sin ternura, sin ninguna clase de sentimiento dulzón. Le transmitió toda esa clase de sentimientos insoportables y terribles. Sam le devolvió el beso, incluso fue capaz de cerrar los ojos y sentirse invadido por el placer, pero en cuanto lo soltó se dio cuenta que los ojos azules siempre brillantes estaban opacos y fríos.

- ¿Ves que eres una puta? Besas cuando no quieres – lo empujó -, pero maldita sea que besas bien – tuvo que afirmarse internamente para soportar la mirada de impresión que James le dedicó -. Aprende a valorarme porque te amo, y no me sigas, sería una lata que te volvieras a caer.

Fue como una cachetada con frío y amor. Lo vio salir y apretó la mandíbula, aún sin atreverse a pestañar, aún sin atreverse a pensar en lo que había provocado… En la forma elegante con la que Sam se defendió de su ira, bajándolo a la tierra y actuando tan despreciativo como él mismo había sido…

Gritó con fuerza y se deshizo en la cama, maldito su cuerpo herido…

- Sam – gimió saboreando sus lágrimas, manaban incluso más que antes, le dolía tanto el pecho, tanto que creyó que se moriría en ese mismo instante “¿Son estos los sentimientos que nadie más me hizo conocer?” apretó la mano izquierda sobre su corazón “Cómo duelen…”

 

Lo escuchó gritar y tuvo que aguantarse las ganas de volver a entrar… No sabía qué hacer, no sabía cómo hacer que dejara de llorar. Apretó las manos hasta hacerse sangrar las palmas y entonces aflojó la fuerza. Miró las heridas sin reconocerlas y se dio la vuelta, avanzó por el pasillo, le dolía todo, nunca creyó que se sentiría así de miserable, nunca creyó que volvería a insultar a la persona que amaba…

“¿Por qué me valoras tan poco?” caminó ignorando a las personas que lo veían llorar mientras aceleraba el paso.

Él no era ningún superhéroe para rescatar a todos aquellos que requirieran de su salvación… ¿Quién lo salvaba a él cuando se sentía así de mal? ¿Cuándo se sabía así de desesperado?

Sollozó al salir del hospital y corrió un largo trecho, después de eso bajó la velocidad y se afirmó de la pared de un edificio. Allí se derrumbó, demasiado débil para levantar su propio mundo, demasiado enclenque para ayudar a James… Realmente era su culpa que estuviera internado, también estaba vivo gracias a él, pero de no haberse metido nunca James no estaría tan mal, de no haberle dicho a Mike que quería ir detrás de él, el otro no le habría tomado más importancia de la que le dedicaba antes de que declarara que lo odiaba por ser maricón.

Se quedó llorando de rodillas, golpeando la pared con sus manos heridas hasta que se cansó, después de eso se levantó y miró los puños de su chaqueta,  manchados con su sangre y la suciedad e esa muralla.

Se levantó, no estaba listo, no sabía a dónde ir. Y sin embargo no le importaba, vagó un rato antes de tomar el autobús y devolverse a su casa, los pasajeros se extrañaron al verlo tan maltrecho, con los ojos hinchados de tanto llorar, la ropa sucia y las manos heridas. Se sentó al final, deleitándose con lo que decían sobre él.

*

Alice lanzó un grito al ver a su hijo en el pórtico de la casa. Dejó caer su bolso y se arrodilló a su lado, no necesitaba preguntarle nada, sólo lo abrazó, tampoco quería que le contara, le bastaba con que supiera que ella estaba allí.

- Mamá – no quería tocarla, estaba demasiado sucio.

- Tonto ¿Por qué no entraste? – le sujetó el rostro, le dio muchísima tristeza verlo así.

- Porque le dije puta a James…

- ¿Por qué hiciste eso? Tú lo quieres – lo besó en la frente y lo hizo ponerse de pie -. Venga, entremos.

- No sé por qué lo hice… No lo sé, es sólo que me enojé y…

- Tú no te enojas por enojarte – abrió la puerta y dejó a su hijo adentro de la casa antes de devolverse a buscar las cosas.

- Sí lo hago – gimoteó -, soy un mocoso estúpido, mamá, tú crees que soy grande y maduro, pero no lo soy…

- Sí lo eres – cerró la puerta y lo condujo hasta el sofá -, pero tienes 16 años, Sam ¿Qué más quieres? ¿Por qué le dijiste puta? – se puso las manos en la cintura.

- Porque me dijo que no quería mi ayuda – comenzó a darse cuenta que la rabieta de James no daba créditos a la forma en la que él lo había insultado -… Mamá, lo herí – volvió a sentir cómo las lágrimas calientes descendían por sus mejillas -, lo herí porque me recordó que era mi culpa que él estuviera allí… Y es mi culpa, no dijo ninguna mentira…

- Mmm, anda mañana y pídele disculpas, debe estar igual que tú ahora… - se tranquilizó y suspiró “Peleas de pareja” pensó con amargura.

- No me perdonará…

- ¿Qué hago para que te animes? – se sentó a su lado.

- Que James me perdone – cerró los ojos y se mordió los labios.

- No puedo hacer eso, dime algo que yo pueda hacer – miró sus manos y se molestó bastante. Tomó sus muñecas y cuando su hijo torció la cara para no mirarla movió sus manos para llamar su atención -. Oye tú, te hice con amor y dedicación ¿Qué te crees para hacerte daño así?

Bajó la cabeza y se asustó por el comentario de su madre… Ella siempre le decía eso “Te hice con amor” “Di todo por ti”… Lo único que provocó fue que su sensación de culpabilidad se incrementara… Después de todo, quién lo afirmaba a él cuando se sentía así de miserable.

*

Fueron los peores 6 días de su vida.

Cada vez que alguna persona caminaba afuera de su habitación el corazón se le aceleraba y visualizaba la figura de Sam atravesando el dintel con su sonrisa habitual.

Los dolores fueron incrementándose a medida que las dosis de calmantes bajaron. Maggie lo consolaba con masajes, pero se sentía tan abatido que apenas era capaz de sentir una pizca de alivio.

Al final de los días ya casi ni comía, una enfermera tenía que vigilarlo para que lo hiciera, el médico dudaba si darle o no el alta a un mocoso que no estaba mentalmente estable, y finalmente determinaron dejarlo allí un par de días más en observaciones.

Sam ni comía ni dormía, para el sexto día ya estaba volviéndose loco.

Alice lo llevaba al trabajo con ella, aprovechando que tenía un mes de licencia, agradeció no tener que volver al colegio sintiéndose así de patético.

Se distrajo atendiendo la caja, riéndose rígidamente con los chicos del salón, haciéndose un cambio de look cortando un poco su melena y dejándose un flequillo…

“Me veo más maricón que antes” pensó cuando el maricón del salón terminó de peinarlo, pero la idea tampoco le desagradó demasiado.

Lo único que cambió su rutina, fue que al quinto día llegó una mujer con el mismo corte de pelo que él tenía. De ojos plateados y cabellera azabache. Lo miró como si no pudiese creer que estaba allí.

Su madre salió a recibirla con una cara de incomodidad, pero la mujer dejó caer todas sus cosas y se acercó titubeante hasta dónde se encontraba él.

- No puede ser – empezaron a acumulársele lágrimas en los ojos -, Sam… Estás tan grande.

Lo abrazó, ella era más alta que él, por lo que su abrazo lo cubrió en cierta medida. No sabía quién era, pero lo sospechaba. Miró a su madre, que se cruzó de brazos y le hizo un gesto de resignación con la cara.

- ¿Tía Loretta? – dijo en un susurro.

- Sí, Sam, yo te vi nacer, Sam – la mujer se apartó para mirarlo y le sonrió, se veía tan feliz que le provocó escalofríos -. Alice, me lo llevo, olvida la cita.

Se liberó del abrazo y lo agarró de una mano. Lo arrastró fuera del salón con facilidad.

- Espere… - le siguió el paso con dificultad, no tuvo tiempo para reaccionar.

- Vamos, vamos, hace 16 años que no te veía, más que tu madre no quiso ir al funeral y…

Lo habían olvidado, estaba tan triste que cuando su madre le preguntó si se quería levantar para despedirse de su padre él sólo se había tapado aún más con la ropa de cama.

- Lo siento…

- Nah, entiendo que no quisieras ir – se detuvo frente a un autazo -. Súbete.

Giró la cabeza hacia su tía y luego observó a su madre que salía corriendo y se acercaba a ellos.

- ¡No te vas a llevar a mi hijo! – gritaba - ¡Al menos llévame a mí también!

- A ti, Alice – se giró presuntuosa -, te llevaría a la luna si me lo pidieras.

- ¡Agh! ¡Loretta! – se ruborizó pero no detuvo el paso, no quiso hacer contacto con Sam, el que estaba impresionado de la reacción de ambas mujeres.

Los tres dejaron el estacionamiento montados en el descapotable. En vano intentaba hilar los acontecimientos, la mujer que conducía era su tía, y mientras más la observaba más parecido a ella se encontraba… Los rasgos, los gestos, el pelo liso, no como el de su madre que se ondulaba en las puntas…

- ¿Es natural su pelo negro? – se escuchó preguntando, su tía lo miró por el retrovisor y le sonrió enseñándole los dientes.

- Claro que no, tengo el pelo verde, pero ya verás que me discriminaban así que me lo teñí.

- ¡Loretta! – el comentario que a él lo había descolocado, a su madre la enfureció – Sí hijo, ella tiene el pelo así de feo.

- Uy, aguafiestas – puso boquita de pulpo y se giró hacia Alice -, pero mi hermano tenía el pelo más clarito, por algo saliste tan rubiecito… Bueno, y tu madre que es una rubia platinada, pero no tonta ¿Eh? – volvió su atención al camino – Bueno, tal vez sí.

- No me digas tonta delate de mi hijo – la evadió.

Sam estaba dejándose encandilar por la personalidad de esa mujer, era atrayente y luminosa, de haberse sentido menos deprimido probablemente se habría sumergido de lleno en sus bromas y gestos… Ya se la imaginaba con el pelo verde…

“Como un hada” pensó con dulzura, era muy linda, probablemente su padre también debió haber sido apuesto.

Llegaron a un local sumamente elegante, su madre lucía muy perturbada y discutía con la mujer para que fueran a otro sitio, pero Loretta con una elegancia impresionante la había hecho descender y seguirla, él no necesitaba que se lo pidieran, le daba exactamente igual dónde lo llevara, simplemente quería seguir escuchándola, seguir empapándose con su buen humor.

- Bien Sam – le indicó la mesa y le corrió la silla a su madre, pero Alice se sentó en otra, no sin antes dedicarle un comentario desagradable que ninguno de los 2 alcanzó a captar -. Alice linda, no te escuché.

- Dije que no aceptaré nada más de ti – se sentó haciendo sonar el mobiliario.

Loretta curvó una seductora sonrisa, Sam se preguntó si él también era capaz de poner esa expresión.

- ¿Por qué llevaste a Sam al trabajo? – esperó a que todos se sentaran para hablarle directamente a la rubia - ¿Querías que me viera?

- Pensé que si te veía se animaría – odiaba admitirlo, pero aceptaba sin dificultades la idea de que el carácter de esa desagradable era embriagante… Demasiado embriagante.

- ¿Animarse? – pareció sorprenderse - ¿Por qué? – centró su atención en Sam - ¿Por qué la primera vez que veo a mi sobrino me entero de que necesita animarse? Haberme dicho eso antes, estaríamos en un parque de entretenciones ahora…

- Por nada – su piel le pesó montones y fue otra vez consciente de que no veía a James hace 5 días y que de seguro seguiría molesto…

- Mmm, tu madre hacía las mismas caras cuando te tenía en su vientre y el cobarde de mi hermano huyó – tomó el menú, plenamente segura de que Sam la estaría escuchando, y que a Alice el comentario le molestaría horrores. Sonrió por lo segundo.

- No le cuentes eso… - gruñó agobiada.

- ¿Estuvo allí? – una preocupación que toda la vida lo persiguió se desvaneció de pronto, y volvió a recordar lo que Loretta le había dicho mientras lo abrazaba - ¿Me vio nacer?

- Sí y sí – dejó el menú -, pero era una mocosa fea de 9 años, tu madre me odiaba aún más de lo que me odia ahora – volvió a sonreírle de esa manera tan pegajosa -, eras una cosa tan fea cuando saliste, pensar lo guapo que eres ahora…

- Créeme que te odio más ahora – arqueó una ceja, pero la cara de vergüenza de Sam le quitó el enojo, su corazonada había sido cierta, Loretta lo estaba contagiando de sí.

- Sam ¿Qué quieres comer? – le acarició la cabeza, le costaba asimilar que estuviera frente a él, frente al niño con el que hablaba mientras estaba en el vientre de la contrariada Alice… “Tantos años te ocultaron de mí”.

- No lo sé – cerró los ojos un momento, ella se sentía familiar, no le molestaba su presencia, al contrario, estaba aliviándose por primera vez en tantos días.

- ¿Y tú, Alice? – volteó a ver a la rubia, que parecía preocupada por la expresión de relajo que Sam había puesto. Sonrió divertida, estaba distraída, aprovechó que Sam no las miraba para robarle un efímero beso de los labios.

- ¡OYE! – retrocedió.

Sam abrió los ojos de golpe y vio que su madre estaba roja como tomate y que Loretta sonreía como una niña, feliz y satisfecha. No necesitó preguntar qué había pasado, el labial rojo de su tía se había quedado marcado en los labios de su madre, otra vez se sintió aliviado.

“Así que Loretta es la que te acompaña cuando yo no puedo” sonrió con naturalidad – Mamá, te quedaron sucios los labios – comentó como si aquello fuese lo más normal de la vida.

Alice pareció quedarse sin alma un momento antes de limpiarse la boca con furia. Pareció que asesinaría a Loretta en cualquier momento.

Tía Loretta con su alegría contagiosa terminó contándole cómo acompañaba a su madre a los controles, cómo iban de la mano dónde la matrona, a las clases de yoga, que habían tomado en secreto… Y cómo aguantó 27 horas de trabajo de parto, sin flaquear por nada en el mundo, junto a la novia de su hermano.

- … cuando él se fue – murmuró la morena picoteando su helado – sentí como si me dijeran “Eres tú quien debe hacerse cargo”, pero luego de que naciste me alejaron de Alice casi por 6 años…

- ¿No se vieron? ¿Por qué nunca supe nada? – nunca había deseado conocer los detalles de su infancia, pero a Loretta quería conocerla.

- Esta idiota me mandaba cartas escritas en latín – Alice sonreía con nostalgia -, a mí me enseñaron latín de niña… Esta tonta aprendió para comunicarse conmigo…

- ¡Por supuesto! – agitó la cucharilla y un poco de helado voló surcando una curva perfecta antes de estrellarse en el mantel - ¿Creíste que me iba a mantener tranquila sin saber de ti?

- ¿Mi pa… John, nunca sospechó? – se corrigió en medio de la frase.

- Sí, y pensó que eran de un amante – se rió despacio, en realidad ese recuerdo no era gracioso, pero que después de tantos años estuvieran los 3 tomando helado en un lugar tan fantástico le sonaba cuánto menos irónico.

- Entonces inventé otra forma de comunicarnos – otra vez agitó al cuchara, el gesto la hacía ver como una directora de orquesta - ¡Cuéntale Alice! – sonó como una niña pequeña.

- Sobornó a todo el personal de la casa – esta vez su risa si fue completamente sincera -, me enviaba recados, regalos, flores y yo le pasaba fotos tuyas…

Sam las seguía atentamente, le divertía darse cuenta de que a su tía le gustaba tanto su mamá que la había cuidado, perseguido y atesorado por tantos años, incluso cuando la otra la rechazaba y cuando la gente la echaba.

- Gracias por querer a mi madre – se escuchó diciendo de pronto, las palabras habían surgido de forma impulsiva… Tantas emociones le sacaron más emociones.

- Ay pequeño – tocó sus mejillas y las apretó despacio -, los quiero a los 2, son mi familia después de todo – llamó al mesero con la mano y pidió la cuenta - ¿Y si vamos a patinar?

- ¿Ahora? – Alice arrugó la cara, contrariada.

- ¡Ahora! – sacó su chequera y anotó el monto antes de entregárselo al mesero - ¡Vayamos!

*

Llegaron a casa muertos de cansancio, pero más tranquilos, Loretta estacionó y se bajó con ellos, lo que Alice no pensó fue que le arrebataría las llaves y que entraría a la casa. Sam se largó a reír y la siguió corriendo, su madre gritaba enajenada que se fuera, nunca la había visto así, eso lo divertía enormemente.

- ¡No me iré! – se ocultó tras Sam, clavando suavemente sus dedos largos en los hombros del chico – Falta que Sam me hable de algo, de sus penas y de ese niño del hospital…

Sam se quebró, Alice lo sintió y dejó de chillar. Había olvidado otra vez a James, y su tía se lo recordaba ¿Qué más le habría dicho su madre?

- James – se soltó del agarre y caminó por la casa -, mañana deberían darle el alta… Y me odia…

Loretta tensó los labios y lo abrazó.

- Si estás así de triste es porque no te odia – le hizo cariño en la cabeza -. Mañana es sábado, yo te acompañaré a verlo ¿Quieres? Antes de que sus padres se lo lleven.

Parecía que su tía metía la pata una tras otra. Asintió y se apartó, se perdió por el pasillo, lo último que escuchó fue a su madre diciéndole que era una imprudente.

Notas finales:

Este es LEJOS el capítulo más largo que he escrito en mi vida de escritora... También es muy intenso, así que espero que les guste, y para que no queden con tragedia no se preocupen, porque ya saben que actualizo rápido.

Hablando de eso, la razón por la que esta historia avanza así de rápido es gracias a cada uno de ustedes,que la leen y comentan. Cuando tengo 8 o más comentarios asumo que TENGO que ponerme a escribir. Así que chantajistamente les diré eso, déjenme comentarios porque escribo con más ganas xD y sí, más rápido también, los autores somos egocéntricos, nos gusta que nos lean y que nos digan lo que les pareció.

Muchos saludos a todos, nos leemos pronto!


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