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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

Loretta no pudo llevar a Sam en la mañana, ambas mujeres se durmieron en el living y él decidió no molestarlas y salir, notando como cada pisada pesaba 10 veces más que la anterior.

Georgia era una mujer desconfiada, no creía en nadie y únicamente vertía su fe en sus intuiciones, por más locas y descabelladas que fueran, siempre acertaba.

Una alerta le saltó cuando su dispersa hija le presentó a su novio. Ella apartó a la chica y le dio un sermón largo y denso sobre cómo cuidarse, agregó además que bajo ninguna circunstancia tuviera relaciones sexuales con ese mocoso, que cerrara las piernas y que se mantuviera prístina hasta el matrimonio. Una segunda alerta saltó cuando su rubiecita y preciosa princesa se apartó rauda y avergonzada de su mirada. A los 6 meses justos de esa charla notó la barriga, y al preguntarle por Ethan, ella se echó a llorar y le dijo que había huido.

Georgia, indignada, le contó a su marido, encerraron a Alice para evitar el escarnio público y la casaron con el hijo de un conocido de la familia. El crío nació teniendo un hombre al que llamar padre y del que afirmarse.

Sin embargo sus planes perfectos y meticulosos siempre se vieron truncados. Los abuelos paternos biológicos de su nieto, al que adoraba con devoción y protegía por sobre todas las cosas (De su propia madre sobre todo), se apartaron cuando ella los amenazó, pero la hija menor de la familia era una plaga inmortal. La amenazó, la asustó, la mandó golpear e intentó chantajearla, la jovencita seguía sonriéndole desafiante y diciéndole que no iba a apartarla de Alice.

Loretta y Georgia se odiaron desde el momento en que Sam nació, y lo único que pudo hacer la preocupada abuela fue mantener alejada a esa lesbiana asquerosa de su nietecito.

*

Loretta se estiró como un gato y recibió el vaso con alcohol que Alice le entregó, no podía creer que estaban bebiendo en su sala, le parecía inverosímil y chistoso. Curvó los labios antes de beberse el contenido del vaso al seco, jadeó con suavidad y dejó caer la cabeza en el respaldo del sofá.

- Nunca pensé que conocería a Sam de esta manera – cruzó las piernas y agitó el vaso vació con cierta elegancia.

- No me hace ninguna gracia, pero al menos lo distrajiste… - frunció el ceño, no podía creer que estuviera “echada” de esa forma tan floja y vulgar.

- ¿Por qué estuvo mal? – la miró con curiosidad, separando las piernas, había notado como Alice la miraba, le encantaba provocarla, era tan gruñona y fácil de perturbar.

- Se peleó con ese chico – su cara no pudo disimular ni un ápice de su molestia - ¡Siéntate bien!

- Son jóvenes, se arreglarán altiro – dejó el vaso en la mesa del centro y separó aún más las piernas -. ¿Te aterra ver lo que tengo entre las piernas?

- ¡Ay ridícula! – empezó a retroceder.

- Yo me muero por ver qué hay entre las tuyas – apoyó las manos en sus rodillas en un gesto completamente masculino y tosco.

- Pues muérete – le tiró un cojín y se concentró en su bebida. Estaba furiosa, pero la situación era tan vergonzosa que sentía deseos de reírse. Una tenue risita se deslizó por su garganta hasta convertirse en carcajada - ¡Eres tan poco romántica! – tuvo que apoyar el vaso en la mesa para reírse con libertad - ¡Así sólo me vas a dar urticaria!

Se quedó inmóvil, mirándola tan libre y suelta como nunca antes… Alice le encantaba, le había encantado de toda la vida y esa repentina liberación la había dejado descolocada a ella, que minutos antes fue la poseedora absoluta del control.

- Dime entonces – se levantó y se sentó a su lado, Alice dejó de reírse paulatinamente, sabía que no estaba ebria, sólo ella había bebido, el trago de la rubia estaba intacto - ¿Cómo lo hago?

- Loretta – no recordaba cuándo era la última vez que se había reído así, verla tan cerca no la había aterrado, al contrario, se esperaba algún comentario desubicado, pero esa mujer tan bonita sólo la estaba mirando, con una dulzura que nadie le dedicaba -, si me sigues mirando así, te ganas un beso – estiró la mano y le tocó la cabeza -. Gracias por ayudarme con Sam…

- Gracias por dejarme verlo – relajó la mirada y se inclinó hasta robarle un corto besito con el que se dio por pagada.

*

Loretta no pudo llevar a Sam en la mañana, ambas mujeres se durmieron en el living y él decidió no molestarlas y salir, notando como cada pisada pesaba 10 veces más que la anterior.

Llegó al hospital ni prisa, estaba confundido y nervioso ¿Qué le diría?

James estaba acostado, faltaban unos minutos para el medio día, pero él dormía de forma inquieta, o al menos eso le pareció al acercarse. Se inclinó un poco y le sacó los cabellos de la cara. Lo había extrañado.

Abrió los ojos lentamente, lo escuchó entrar, pero no tuvo fuerzas para levantarse y saludarlo, decidió quedarse inmóvil para dejarlo actuar. El corazón le saltó en el pecho cuando lo tocó, no pudo ocultarse más y le dedicó una sonrisa sutil y liviana.

- Hola Sam.

- Hola James – lo besó con delicadeza, nada que ver con el beso que le había dado antes de salir -, te eché de menos – susurró sintiéndolo muy cerca -. Vine a buscarte.

- Deberás volver el Lunes… - tensó los labios divertido – Por no comer me castigaron…

- ¿Por qué no comiste? – se sentó en la cama a mirarlo, cada vez le gustaba más.

- Por lo que tú dijiste… Pensé que no ibas a volver – se sentó en la cama con dificultad.

Extendió el brazo y rodeó su espalda, se había sentido tan miserable por haberle dicho semejante insulto, que consideraba una ofensa para el propio James, que se hubiese preocupado tanto por él.

- Lo siento – escondió la cara en su hombro -. Eres peor que las niñas…

- Mmm – sonrió felinamente -, estoy acá aburrido, eras mi único pensamiento y te enojaste conmigo… Estaba preocupado.

- Lo siento…

- No sumes disculpas a tu lista – echó la cabeza hacia atrás -, realmente estoy feliz de que hayas vuelto…

- ¿Ya no te sentirás una carga? – pasó el otro brazo por su cintura, abrazar a un chico se sentía extraño, pero su fragancia y su calor lo estaban embriagando, haciendo de la sensación algo curioso y adictivo.

- Eso siempre – se recargó en el rubio -, pero lo aceptaré, no puedo ni caminar… Te necesito.

- Hasta que camines – enterró el rostro aún más, se sentía como un mocoso, infantil y estúpido, mendigando el calor del que se había visto privado tantos días -, después de eso…

- Después de eso dejaré de ser carga y estaremos en iguales condiciones – acarició su espalda, Sam era un cachorrito apegado a él, por instantes sentía deseos de liberarse, pero el simple hecho de que jamás nadie lo abrazara tanto le quitó las ganas de huir “¿Por qué tengo que pensar en darle vueltas cuando se siente bien?”

- ¿Me extrañaste? – aún pensaba en que James de pronto se voltearía para decirle que lo odiaba y que no lo perdonaba, pero su mano afirmándole la espalda, con más dulzura de la que pensó encontrar en un hombre, lo fue calmando.

- Sí – cerró los ojos - ¿No te dije ya que no tenía ganas ni de comer?

- Lo siento, James, no eres una puta… - no se atrevía a mirarlo.

- Sí lo soy – se estaba mareando de alivio, no podía creer que horas antes estuvo en infinita agonía pensando que Sam sería igual que todas las personas que lo había dejado atrás como un mal recuerdo -, no dijiste ninguna mentira – su sonrisa no hacía más que ensancharse, perfilando su lado felino.

- Igual no creo que…

- Sam, el único que tiene que disculparse soy yo – lo calló, iban a seguir dándose vueltas en algo que ya no le encontraba sentido, además estaba tan feliz de que estuviera allí, abrazándolo como lapa que deseaba sólo seguir perdiéndose entre sus brazos -, reaccionaste a mi provocación -, recordó a Sarah, todas las veces que la provocó y que la hizo creer que la razón de la pelea eran los insultos que ella le había proferido… “¿Por qué todo es distinto contigo?”

- Sí – respiró profundamente en su cuello y restregó la cara - ¿Ya no hay problemas entre nosotros entonces?

- No – clavó los dedos con fuerza, no quería que se moviera…

Sam se volvió a mover y sin decir palabra lo apresó con firmeza. Era la primera vez en su vida que asumía una culpa, se había sentido tan mal sin sus ojos de cachorro animándolo que los sentimientos lo había traicionado… Le enterró los dedos con más fuerza…

“Y si… ¿Y si termino queriéndolo como él me quiere a mí?” miró su nuca, tenía miedo, miedo del alivio que sentía - ¿Viste a Alfonso?

- Sí, ayer no fui, pero los otros días sí… - habló lentamente, recordando lo horrible que fue ir a su apartamento sabiendo que tal vez no hablarían de nuevo – Ya confía en mí…

“Mi gato no es el único” – Me alegro, te agradezco por cuidarlo…

- Eres un pack – se apartó por primera vez para sumergirse en las brillantes esmeraldas que lo observaban de forma vivaz “Es la primera vez que le veo esa mirada…” - ¿Pasa algo?

- No – se sonrojó, se imaginó la cara boba que Sam había visto y se sintió morir de vergüenza -, estoy feliz, sólo eso…

El rubio apoyó sus labios sobre los de James y lo besó con lentitud, saboreando sus mejillas rojas y bebiendo de sus orbes iluminadas. Se sentía exquisito, su respiración acompasando la suya y los movimientos sutiles y delicados… No se había detenido a pensar en ellos, su historial de besos le danzó al frente cuando el moreno se apartó y bajó la cabeza un instante. Tan elegante, tan preciso y letal, su sabor y la forma de besar, sin prisas ni temores, sin arrepentirse de nada y sintiéndose… No quiso pensar en la experiencia que lo precedía, se concentró en la forma ansiosa en la que estaba reaccionando el otro y supo que aquellos gestos eran propios suyos…

“Pareciera como si James hubiese nacido sabiendo besar…”

James en cambio se sentía infinitamente torpe, tembloroso y asustado, como un animal acorralado. El beso lo había tomado por sorpresa, sus labios apenas se movieron y tenía tanta vergüenza que apretó demás los párpados. Se reclamó mentalmente por no lograr concentrarse…

“Tiene que pensar que pese a tener tanta experiencia beso horrible”

- Hoy, mañana y pasado, estaré contigo, hasta que vengas conmigo – murmuró con temor.

- Gracias – se despertó de sus cavilaciones y soltó un profundo suspiro de alivio.

*

Georgia se estiró en su asiento, hace mucho que no pensaba en Alice… Hace mucho que no veía a su nieto, pensó en hacerles una visita sorpresa pero lo descartó, quería confiar en su hija, que el pequeño no era un desviado del camino, y que ella había retomado la senda.

De lo único que al menos podía estar segura, era de que la tonta de Loretta jamás la convencería, de hacerlo le arrebataría a Sam, no podía permitir que su pequeño se criara en un ambiente tan venenoso.

Encendió un cigarrillo y se puso a fumarlo en la ventana, llamaría al atardecer, le apetecía saber como estaban.

Notas finales:

La verdad, no lamento mucho el retrazo. Este capítulo me costó sudor y lágrimas, por un momento creí que se iban a odiar por esa estupidez por el resto de la historia... Ya ven que esto va tomando más forma.

Muchísimas gracias por los reviews, en mi vida pensé que tendría 3 dígitos allí, recordándome el cariño, la dedicación y la fidelidad con la que me leen.

Muchas gracias, espero saber de ustedes y espero leerlos pronto, si es que no muero en el intento porque tras 2 meses de movilizaciones mi universidad vuelve a clases (Será terrible)

Saludos y besos!


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