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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

La verdad es que tuve tanto sueño y flojera y todo que ni ganas de escribir, pero acá esta el capítulo 20, disfruten! 

No se queden pegoteados.

Sarah sólo suspiró y se estiró cuan larga era en su cama, estaba desnuda y la luz del atardecer que bañaba su piel la hacía verse aún más esbelta de lo que ya era.

- Oye James – se cubrió el rostro con ambos brazos - ¿Qué sientes por mí?

El aludido estaba sentado en la cama acariciando al gato, estaba incómodo, le molestaba la mala costumbre que tenía la rubia de hacerle esas preguntas después de tener sexo.

- ¿Por qué siempre llegamos a esto? – no hizo el intento de mirarla.

- Porque necesito saberlo para dejar de creer que sólo te gusta tener sexo conmigo…

La observó y bajó la cabeza, ella estaba al borde de las lágrimas.

- No seas tan creída, sexo puedo tener con cualquiera, a ti te quiero por muchas otras cosas.

La rubia se sacó los brazos y le dedicó una mirada cargada de tristeza, por poco y se quedó sordo, en sus ojos estaba contenido el sonido de la explosión que hubo en el pecho de ella al quebrársele el corazón.

*

Se miró en un pequeño espejo que traía en la mochila, su rostro se estaba recuperando lentamente, pero se notaba que no le quedarían marcas…

Escuchaba como la madre de Sam lloraba y gritaba, se preguntó si acaso su presencia los estaría incordiando, pero rápidamente llegó a la conclusión que de ser así no escucharía todo ese escándalo… Parece que tener familia era complicado también, al menos él tenía que vérselas consigo mismo, madre e hijo debían soportar pensamientos molestos e intransigentes.

Al rato Sam entró en el cuarto, cuando el silencio empezó a reinar, se sentó en la cama y lo observó con todo el cansancio que tenía dentro y acumulado tras ese interminable día.

- Te ves horrible – le sonrió y le estiró los brazos, había estado esperando toda la tarde a que fuera a verlo, realmente lo hizo feliz que llegara - ¿Y tu madre?

- La dejé durmiendo en su cuarto… Estoy muerto – tomó sus manos y se recostó a su lado, lentamente cerró los ojos, la esencia de James era relajante - ¿Te molesta si me quedo aquí?

- Es tu casa – le acarició la cabeza -, puedes hacer lo que quieras.

- Mmm – abrió sólo un poco los ojos - ¿Quieres que me quede aquí?

James le sonrió, pensó en lo sutil que podía ser el lenguaje que con el cambio de una palabra el sentido de la oración, la intención y la respuesta que iba a darle eran modificadas. Se inclinó, escuchó como sus costillas crujieron un poco pero las ignoró, le dio un pequeño beso en la frente y se irguió adolorido.

- Sí, quiero que te quedes acá.

Sam no fue capaz de sostenerle la mirada, la forma en que brillaron esas esmeraldas lo hizo sentirse completamente a merced de sus deseos. Se levantó y le colocó las manos en la cintura, bajo el pijama James vestía un durísimo corsé que mantenía sus costillas en la posición correcta.

- ¿Por qué eres tan directo? – tenía la cabeza gacha.

- No lo soy, respondí a lo que me preguntaste… - por un instante recordó a Sarah, la forma en la que groseramente evadía sus preguntas, sin decirle nada, para que no se fuera, y contestándole todo para que no se ilusionara demasiado… “Parece que a él no puedo mentirle”.

- James… - dejó caer los brazos y se apartó un poco, las palabras de su abuela reverberaban en su mente “No me hagas más daño del que tu madre y tu primo ya me han hecho” – Tú no tienes la culpa de que me gustes, creo que yo tampoco ¿Qué soy? ¿Soy como Elliot? ¿Soy como tú?

- ¿Qué quieres decir? – se inclinó un poco, Sam de pronto se había oscurecido mucho.

- Ser mari… Gay… - quería hundirse en la tierra.

- No eres como yo, ni como Elliot – con la mano izquierda sujetó su barbilla y levantó su cara, le molestaba no poder vérsela -, eres quien eres y punto. No creo que sea culpa nuestra, no elegimos de quien enamorarnos…

Sintió sus propias palabras deslizarse por su garganta, no podía mentirle, no podía hablarle como si no le importara lo que fuera a sentir. Las veces en las que lo dejó solo por sus comentarios pútridos, o aquellas en las que le sonreía o se sonrojaba al ponerlo en evidencia… Lo soltó, el rubio siguió mirándolo pero él desvió la mira, por eso no podía, su propio consejo era la piedra angular, ya no era una posibilidad futura, estar en su casa, escuchar sus problemas y finalmente admitir que quería dormir con él…

- No – murmuró Sam recargando la frente en su hombro izquierdo -, no lo elegimos, yo odiaba haberme enamorado de ti – lo abrazó –, porque era un imbécil intolerante y todo eso – podía escuchar como el pulso de James aumentaba considerablemente –, y ahora ya no quiero que te vayas a ninguna parte… Eres mío, lo que siento por ti, es mío…

Le costaba cuadrar la forma en que ese maldito podía decir todo lo que sentía con tanta facilidad, sin doble sentido, sin un interés asociado, porque lo que sentía era de su autoría, no suya ni de su madre, ni de esa familia horrible que lo había visitado en la tarde… Podía confiarle la vulnerabilidad a una persona tan cálida como él.

- Ah, sí – habló con claridad -, pero que me haya enamorado de ti también es tuyo, así como es mío lo que sientes por mí – lo sujetó por los hombros, no quería que lo mirara, vomitaría el corazón si esos ojos azules intentaban escudriñarlo con la emoción que tendría que estar sintiendo.

Lo rodeó con todas sus fuerzas, escondió aún más la cara y dejó que sus emociones manaran de su organismo como una afluente. Salió su miedo, su frustración, la rabia y la culpa que caía sobre él a cada instante, ya qué importaba lo que le fuesen a decir, tenía entre sus brazos a la persona que más le gustaba en la faz de la tierra, la persona que había perdonado sus tremendos errores y que ahora le entregaba las palabras más sinceras y cálidas que jamás oyó. Escuchaba con fuerza sus latidos frenéticos uniéndose a los de James, sus brazos imprimieron tanta fuerza que el otro intentó apartarlo y le clavó los dedos en el hombro.

- Sam…

- Estoy feliz – lo soltó un poco -, soy un llorón, pero estoy feliz, que me digan maricón entonces siempre y cuando me digas de nuevo y cada día que te enamoraste de mí.

Se sonrojó y dejó caer los brazos, empezó a reírse de nervios y las costillas le crujieron un montón, además que el abrazo de oso que Sam le había dado se las había movido bastante… Sus risas ahuyentaron a Alfonso de la cama.

- No te diré eso – murmuró entre las carcajadas -, que vergüenza…

- Verdad que antes de decir eso preferías tener sexo – podía detectar el nerviosismo en su voz, su organismo estaba entintándose con él, las emociones del moreno eran extremadamente intensas y por tanto contagiosas.

- ¡Claro! – lo apegó a su cuerpo, se volvió a repetir que si lo miraba en su estado le vomitaría encima – Mejor que decir todas estas cursilerías, princesa.

- Debes quererme un montón para soltarlas aún sin haberte acostado conmigo – tocó su espalda con cuidado, quería sacarle ese corsé y meter las manos…

- Dejémoslo así – echó la cabeza hacia atrás y lo soltó, estaba comenzando a calmarse un poco.

Estaba impresionado consigo mismo, nunca pensó que se encontraría pegado a la persona por la que sentía una devoción inmensa, y que desearía con tantas fuerzas recorrerle la piel… No era como sus exs, tampoco lo que su padrastro hacía con esas personas, era su corazón hablándole. Levantó la cabeza “Dejémoslo así” ¿Qué quería decir eso? Sus ojos cayeron sobre el cuello de James, que tenía los ojos cerrados y respiraba pesadamente, seguramente esperando bajar los latidos por segundo que hacía su corazón… Quería ponerlo más nervioso, apoyó los labios en su cuello, el otro jadeó de inmediato y lo sujetó, no lo apartó, al contrario, se quedó inmóvil.

- ¿Qué haces? – lo había tomado por sorpresa, mientras vagaba en su mente pensando en lo que sentía hacia él, el nombre que debía ponerle a esos sentimientos y todo lo que le dijo. Sus labios lo trajeron de vuelta de un tirón, no se atrevió a rechazarlo, ese impulso de Sam fue como un estallido intenso en todo su cuerpo.

- ¿Por qué… Dejémoslo así… Por qué dijiste eso? – recorrió la piel lentamente, cerró los ojos para afirmarse del deseo, estaba terriblemente nervioso, una parte de su cerebro le recordaba la declaración recién hecha y la otra chillaba… El cuello de hombre…

- Porque… - no podía concentrarse – Todavía no sé si es quererte un montón o… - le clavó los dedos con fuerza en el hombro, necesitaba amarrarse a la realidad – Algo más…

Se apartó despacio y asintió, mirarse a los ojos fue terrible para ambos, no se sostuvieron la mirada, pero se atrevió a cerrar los ojos y besarlo en los labios, estaba temblando, pero esta vez sí fue capaz de seguir a James, que parecía retomar su talento para besar.

Lo sujetó de la nuca, no pudieron mirarse y aquello le causó mucha gracia, recordaba poquísimas ocasiones en las que su mirada había flaqueado, pero ese beso le vino de maravilla, fue un cierre de oro para aquellas confesiones tan inesperadas.

“Así que de esta forma se siente” enterró la mano entre las hebras doradas “, de esta forma se siente cuando amas a alguien…”

Notas finales:

Gracias por toda la compañía que me han dado a lo largo de la creación de esta historia.

Como siempre gracias por todo, espero que les guste y sus comentarios.

Saludos!


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