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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

- Eras una niña, te exigí demasiado, aunque asumo que lesbiana eres de nacimiento – se mordió el labio inferior -. ¿Por qué sigues aquí?

- Porque te amo.

Alice la observó risueña, acababa de avisar que se ausentaría por el día… No recordaba la última vez que había faltado al trabajo, por lo general salía un rato cuando terminaba sus rondas a dar una vuelta al salón donde trabajaba la rubia, pero más que eso siempre cumplía. Se sintió extraña cuando se vio libre de labores.

Curvó una sonrisa algo tirante, nunca la había visto tan despeinada, por lo general siempre llegaba de punta en blanco a verla, seductora y letal, se le antojó muy cercana a la niña que en un pasado había considerado como su hermanita menor…

*

Se escapó del colegio, corrió hacia la clínica y se sentó a esperar en la puerta, no tardó mucho en aparecer una chiquilla larguirucha y muy embarazada, que caminaba desgarbada y muy lentamente.

Se puso de pie de un salto y se acercó a abrazarla, el vientre le pareció más lindo que antes, ella sabía que dentro flotaba su sobrino, y que la chica que lo paseaba necesitaba de sus abrazos.

Alice se inclinó un poco y la rodeó con los brazos, no podía creer que esa niña de ni siquiera 10 años fuese su ancla emocional.

- Sam está pateando – susurró al apoyar las manos en su barriga.

- Sigues diciéndole Sam – suspiró agotada y comenzó a caminar llevando de la mano a su cuñadita.

- Quiero que se llame así, es un buen nombre, cuando nazca verás que es el mejor nombre de todos – estrechó su mano.

- Cuando nazca… - su madre no estaría contenta con nada, cuando naciera la oscuridad vendría para tragársela por fin… Iban a casarla antes de que ocurriera y quizás ni tuviese la oportunidad de nombrar a su pequeño.

- Cuando nazca sostendré tu mano y veremos que se llamará Sam – exclamó emocionada.

*

- Nunca falto al trabajo – murmuró sentándose en el borde de la cama, se sentía tan ajena, odiaba tanto ese cuarto… Sin embargo allí estaba la mujer que más amaba en la vida, tendida boca arriba en la cama que había compartido por años con un maltratador, viviendo en la casa del tipo y de las prohibiciones de una vida.

- Antes faltabas mucho a tus obligaciones – murmuró con cierto tono de acidez.

- Eso era porque estabas muy embarazada – giró la cabeza, realmente había cambiado poco, bastaría con agregarle una panza de embarazada para retroceder el tiempo de inmediato -. No has cambiado nada, Alice.

- Tú sí lo has hecho – bajó la cabeza -, creciste horrores en poco tiempo.

- Tenía que alcanzarte – murmuró con pesar -, sino cómo podría ser digna de ti?

- Loretta… - con temor la miró a los ojos, rápidamente desvió la mirada y apretó los puños, una sensación avasalladora le comió las tripas, una angustia perfilada y letal.

*

La servidumbre era su cómplice, todas las mujeres que trabajaban en esa prisión la ayudaban a entrar sin ser percibida.

Gateó hasta la entrada, saludó a las cocineras y se deslizó por el pasillo. Loretta tenía 15 años, era alta y delgada como un mondadientes, como una tabla de planchar, pero sobre todo era muy bonita. Llevaba el cabello largo y atado con pereza en una trenza desordenada, vestía calzas, zapatillas y una camiseta roja. Se agachó lo más que pudo cuando el monstruo salió de la casa. Odiaba a ese tipo, lo detestaba con el alma.

El sonido del motor y el crujido de las ruedas alejándose le dieron la indicación de que podía pararse. Caminó con calma, Sam estaba en el colegio y Alice… Estaba tendida en el piso de la habitación matrimonial, con la cabeza llena de sangre e inconsciente.

- No… - se agachó para mirarla -. ¡Ayudaaaaa! – gritó con fuerza - ¡AYÚDENMEEEE!

Las sirvientas acudieron corriendo al llamado, rápidamente avisaron al 911 de la emergencia…

Loretta la observó con pánica, tenía sus ojitos de cielo cerrados, y sus hebras de oro líquido teñidas de rojo… Pretendía hacerla reír y que olvidara su tortura, no pensó nunca que sería una de esas veces en las que terminaban en la sala de urgencias.

*

- Alice – gateó por la cama y se tendió junto a ella -, me siento increíblemente frágil cuando estoy junto a ti, desde que tengo 9 años que deseo estar cada día contigo, me he esforzado para ser mejor, para tener buenos trabajos y ser todo lo que Ethan no fue.

- Nunca he pensado en ti como tu hermano – alzó la mano y le tocó la cabeza, Loretta era tan humana y frágil como ella, más frágil incluso, pero terca como mula y por eso seguían enfrentándose -, mi historia contigo…

- Empezaste a rechazarme cuando te confesé que te amaba – la cortó -, nuestra historia dejó de ser linda cuando se me ocurrió abrir la bocota.

*

Lo sonrió esperando que hablara, Loretta estaba roja como tomate y se movía inquieta por el lugar, parecía como si las palabras hubiesen decidido morir para siempre en su garganta… Se estaba impacientando.

- Loretta, dímelo luego – murmuró denotando impaciencia.

Se miró hacia abajo, era un bombón. Senos de buen tamaño, cintura fina, alta, esbelta, cabello largo, piel prolija… Pero no era suficiente, sabía que tener 18 años era una limitante terrible.

- Te amo – dijo al fin, con un tono terriblemente estrangulado.

- Cariño – suspiró aliviada, como diciendo que tan sólo era eso -, yo también te amo.

- No, Alice – habló con desesperación -, yo de verdad te amo, te amo como pareja, me encantas yo…

- ¡Cállate! – gritó asustada, no podía creerlo, Loretta era una chiquilla, era su hermanita menor, una mujer, que debería buscarse novio… Se afirmó la cabeza, tuvo que sentarse en la silla más cercana para no desplomarse, todos esos años que le había arrebatado, para finalmente con sus exigencias terminar de trastornarla, hacerle creer a una niña que la necesitaba para vivir, para que fuese sólo suya… - ¿Qué fue lo que te hice? Loretta, estás confundida, eso es todo, tienes que olvidar esto, por favor, tú no me puedes amar, soy una mujer.

- ¡Pero sí te amo! Y no me hiciste nada – se agachó y le tomó las manos, la miró a los ojos, Alice estaba llorando y se veía horrible -, sólo me mostraste lo hermosa que eres y yo me quedé encandilada por ti.

Alice negó con la cabeza y se puso de pie, armada de valor y de furia la acuchilló con la vista.

- ¡No vuelvas a venir! – se alejó por el pasillo.

*

Bajó la cabeza, quería hundirse en la cama para no tener que responderle.

- ¿Sigues creyendo que fue tu culpa?

La voz de Loretta la dejó amarrada a su corazón, aquél era el tema sensible.

- Eras una niña, te exigí demasiado, aunque asumo que lesbiana eres de nacimiento – se mordió el labio inferior -. ¿Por qué sigues aquí?

- Porque te amo.

- ¿Por qué viniste? – gimió.

- Porque te amo, Alice, ya basta…

- Nunca has sido feliz conmigo, siempre vienes a llorar cuando aparezco en tu vida, te frustro, te enloquezco y a mí me hostigas hasta el punto que tu presencia me molesta, sin embargo de no ser por eso… Creo que no sentiría nada – se acercó lentamente a ella, no se atrevía a mirarla -, me sigues diciendo que me amas y yo me niego rotundamente a darle rienda suelta al amor, ya sea contigo o con cualquiera, pero estás aquí… Hoy, después de que me sentí terrible sólo pensé en ti, en ti, en ti y en ti…

Loretta permaneció inmóvil, no podía darle crédito a lo que estaba escuchando, casi pensó que soñaba, salvo que no era así.

- Puedo ser yo – continuó con amargura -, puedo ser cualquiera si estoy contigo, y sé que tarde o temprano todo lo que diga tendrá sentido porque me escuchas y me entiendes… Pero no puedo ser lesbiana, no puedo enamorarme de ti ¿Qué mierda hago entonces?

Loretta suspiró, el sueño de una noche al fin se estaba terminando, el cansancio de tanas veces, de todos los impedimentos que tenía esa rubia a la que adoraba con el alma la tenían más que exhausta.

- Un día te secuestraré para que me dejes de decir que no sabes… - se levantó de la cama y tomó sus ropas – Voy a vestirme.

La observó desaparecer dentro del baño y dejó que sus lágrimas cayeran pesadísimas por su rostro. La amargura de la soledad autoimpuesta y la rabia que le provocaba ser tan cobarde fueron su condena, no pudo dejar de llorar incluso cuando Loretta salió vestida y lista para marcharse. Su madre estaba encima suyo, recordándole que cualquier error sería el detonante para que le arrebatara a Sam.

- Yo – sollozó cuando la morena arqueó una ceja -… Ellos me tiene como incapacitada según la ley para cuidar a Sam… Ellos me lo pueden quitar… Sam… Yo quiero que él tenga lo que yo no tuve, lo que Elliot no tiene… Quiero que tenga una vida y que ame a quien carajo se le ocurra… Faltan 2 años… Loretta, me cuesta verte como quien eres ahora – gimió -, me aterra que seas como un tsunami inmenso que me consume por completo y me traga… ¡ME DA PÁNICO QUE TU AMOR ME ARRASTRE A PROFUNDIDADES MÁS OSCURAS QUE DE LAS QUE YA HE SALIDO! – gritó con un pesar temible –Si te pierdo a ti, ya no tendré nada.

Loretta bajó la cabeza, de pronto la vida era demasiado intensa como para sostenerla. La miró un instante antes de darse cuenta de que no tenía ninguna posibilidad en contra suyo, que bajo ninguna circunstancia podría ganar la contienda.

- Me rindo, te esperaré toda la vida si quieres – se dio media vuelta -, al menos júrame que cuando me muera me dirás que me amas.

- No seas ridícula – se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

- Déjame soñar – sentía que en cualquier minuto se rompería las palmas con las uñas de tan fuerte que apretaba -. Aun así, no es como si te arrastrara, es más como que quiero caminar contigo, como que quiero seguir viéndote tan luminosa como eres. Me voy.

- ¿Luminosa?

Fue demasiado tarde, la morena atravesó la puerta del cuarto… A los minutos sintió como se alejaba en su auto.

*

Loretta se acercó cuando llegó a la sala de recuperación y la abrazó, durante el parto le había sostenido la mano todo el rato, pero la sacaron cuando tuvieron que evaluarlos a ambos.

No sintió miedo ni asco, era la mujer más linda de todas trayendo al mundo al niño que más ganas tenía de conocer.

- Al final – murmuró Alice, estaba agotadísima -, decidí que Sam sí es el mejor nombre del mundo.

Le besó la cabeza de emoción y la soltó para acercarse a la cuna, el pequeño le pareció exquisito, no se atrevió a alzarlo, pero lo acarició con todo el amor que le fue posible condensar y se volvió a mirar a Alice.

- Gracias por dejarme estar a tu lado.

- Gracias por acompañarme – le sonrió -, eres muy pequeña, pero has sido mi gran amiga y compañera en este proceso tan duro.

- Es porque los amo, a los dos – dictaminó segura y firme.

- Yo igual te amo, Loretta, y Sam igual te ama.

Notas finales:

No se me ocurría nada, y hoy surgió esto porque alguien deseaba mucho leerlas ellas.

Mis hitorias tiene esta finalidad, expresar que las personas que se mueven dentro tienen emociones tan densas que casi se pueden tocar.

Hace mucho que no entraba aquí, responderé los reviews, espero leerlos también (Sus opiniones son la vida para mi) 

Muchos saludos


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