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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

Uff, hasta que me senté a escribir. Ha pasado muchísimo tiempo, disfruten

Elliot salió de la clínica de estética sintiéndose mareado. Se le crispaban los nervios todavía por el dolor que le había provocado la sesión de láser para removerse el último “regalito” que Francis le había hecho cuando al fin se decidió a huir.

Le dolía la muñeca, pero  penas se notaba la palabra con la que lo había marcado. Suspiró aliviado y sacó su teléfono  celular. Buscó a Sam en la lista de contactos y le dio a llamar. Se sentó en un banco y esperó a que el rubio contestara.

- Ya salí – comentó animado, el corazón le latía rápido -, sí… ¿en serio?... Vale, te espero… Sí, y yo a ti también.

Guardó el teléfono y se estiró en el asiento, quería llegar al departamento y tomar una larga siesta aprovechando que su jefe le había dado el día libre.

Sam aparcó cerca de su primo y se bajó del vehículo. Caminó guardándose las llaves en el bolsillo de la chaqueta de cuero que tenía puesta y se inclinó para darle un suave beso en los labios cuando llegó a su lado.

- Hola – le tendió la mano para que se levantara.

- No estoy tan mal – sonriendo le tomó la mano y lo abrazó -, verte me hizo sentir mucho mejor.

Sam recargó la cabeza y se mantuvo un segundo así antes de sentirse incómodo por las miradas de la gente.

- Vamos a la casa, te dejé un helado en el congelador, yo tengo que irme a la universidad a dictar una clase, te veré en la tarde.

- Gracias.

*

Sarah se plantó afuera de la casa de Sam cuando James se fue. Tocó el timbre hasta que el rubio salió con cara de sueño a abrirle la puerta, verla allí le provocó cierta molestia.

- ¿Qué quieres?

- Decirte que dejes de culiarte(*) a mi novio.

- ¿Qué? – se recargó en la puerta y curvó una sonrisa.

- Eso mismo.

- Estás loca, James está conmigo ¿Cómo iba a volver contigo?

- Ven al colegio entonces, ven conmigo, créeme.

- Adiós.

Sarah se quedó con una amplia sonrisa cuando Sam le cerró la puerta en la cara. Negó con la cabeza, era imposible que James estuviera haciendo eso. Esa niña tan caótica volvía a molestarle incluso más que cuando su difunto amigo Mike hablaba de lo hermoso que sería tirársela, siendo que era su medio hermana.

Se fue a acostar creyendo firmemente en James, después de todo se amaban.

James en el camino al colegio se topó con las amigas de Sarah, que le preguntaron si no se la había encontrado en el camino, ya que ella aún no llegaba y les había comentado que llegaría a la casa donde él se estaba quedando a buscarlo. El estómago le dio un vuelco de angustia, y se fue impacientando cada vez más al percatarse de que ella aún no llegaba al colegio, mientras la esperaba junto a sus amigas.

La mañana se le hizo eterna luego de que ella al llegar a su lado lo besara y le dijera que había llegado a la casa y no lo había encontrado.

Todo el día se pasó dándose vueltas en el suceso ¿Habría hablado con Sam? ¿Qué le habría dicho?

Al salir en la tarde prácticamente corrió a la casa, al llegar se encontró a Sam leyendo y repasando unas guías para los exámenes a los que tenía que asistir en la semana.

- Vino Sarah en la mañana – le comentó de inmediato, lo que le dijo ella de todos modos lo había infectado de algún modo.

- ¿Ah? ¿En serio? ¿A qué? – comentó dejando la mochila en el piso y dejándose caer en el sofá, venía acalorado y agitado.

- Eso me lo tienes que decir tú, que te viniste así de apurado.

- Ni siquiera he hablado con ella – le sonrió, estaba comenzando a ponerse nervioso.

- Eso no es lo que ella me dijo – alzó la vista y vio que James apartaba la suya. Se puso de pie de un salto y se agachó frente a él -. Dime que miente, te creeré, dime que miente.

James jamás nunca en su vida había negado una infidelidad, era más bien parte de su vida, de quien era, decirse a sí mismo y a los otros que era una persona fiel era a menudo tomado a broma, pero esa vez le dolía la mandíbula, la idea le había temblar los labios…

- Lo que sea que te haya dicho es una mentira, yo te amo – murmuró despacio, controlando cada palabra, temblando un poco y sintiéndose miserable, con el cuerpo helado como un témpano y la culpa hirviendo en sus entrañas.

- Eso es lo que yo creí – se levantó y lo besó -. Eso es lo que quiero creer – susurró encima de sus labios -, que no me mientes.

- No te miento, yo te amo a ti – sujetó su rostro y se perdió en sus ojos de zafiro, realmente estaba profundamente enamorado de él.

*

Loretta estaba sentada en el escritorio cuando frente a ella una jovencita le dejó el café que había pedido hace unos minutos. La observó y no la reconoció.

- ¿Eres nueva aquí? – le comentó con suavidad mientras le echaba cucharadas de azúcar a la taza.

- Soy practicante, me llamo Elizabeth Murray.

- ¡Ah! Yo fui quien firmó tu solicitud, tu curriculum me impresionó, bienvenida – se puso de pie y le extendió la mano, la muchacha le dio la mano y se la agitó con firmeza, la estaba mirando fijamente, cosa que a Loretta le pareció un descaro pero le divirtió -. Espero aproveches la oportunidad.

- Eso sin lugar a duda – estrechó su mano antes de soltársela -. Gracias señorita Loretta, ha sido un gusto.

- Igualmente – y en serio, había sido un gusto conocer a esa chica.

*

Elliot estaba amarrado a la silla mientras Francis preparaba su instrumental para comenzar a tatuarlo. Elliot partiría la semana entrante a la capital a estudiar, no le dijo qué, ni donde, sólo que se iba.

Francis lo golpeó sin cansancio hasta que se desmayó, y entonces lo amarró a la silla, el otro no se despertó hasta que estuvo bien asegurado e inmóvil.

- Te daré un regalo – comenzó a hablar -, ahora que me dejas, para que jamás me olvides.

- De todos modos jamás te olvidaré, amor mío – susurró con los ojos llorosos, le dolía todo el cuerpo.

Francis sonrió sin prestarle demasiada atención mientras le escribía “Perra” en la muñeca derecha.

Al terminar lo desató y lo pateó en el suelo hasta cansarse, después de eso lo dejó tirado y se fue a su cuarto a recostarse, Elliot no pudo levantarse por 10 minutos, pero finalmente juntó fuerzas, no quería que Francis se arrepintiera de dejarlo ir. Salió casi corriendo y tomó un taxi a la salida del edificio.

Se desplomó en el asiento antes de dar la dirección y lo siguiente que vio fue una luz fulgurante y sintió el concreto cuando el taxista lo sacó del vehículo y lo abandonó en la acera.

Escuchó sonidos a su alrededor y una luz blanca en los ojos, estaba en lo que parecía ser una sala de hospital. Se intentó mover pero le dolía demasiado el cuerpo. Una enfermera se acercó a su lado y los empujó para que se recostara.

- Lo mejor es que te quedes quieto, te vamos a dar un calmante – le dijo con suavidad - ¿Recuerdas lo que pasó?

- No – lo recordaba a la perfección.

*

Elliot abrió el refrigerador y sacó el helado, era de vainilla con chispas de chocolate. Sonrió imaginándose a Sam comprando aquel helado esperando que lo ayudara con el dolor. Se dejó caer en la cama y prendió la tele, de inmediato se puso a comer.

Se le pasó la tarde tranquilamente, Sam llegó casi entrando la noche. Salió del cuarto a recibirlo, se veía cansado, pero le estaba sonriendo de una forma tan bonita que sus ojeras parecieron perderse detrás de su cristalina mirada.

- Cuando era un mocoso y te veía sonreír siempre me preguntaba cómo es que podía ser tan feliz – le pasó los brazos por el cuello y lo besó lentamente, sintiéndose en las nubes mientras se perdía en el sabor de sus labios.

- Era una criatura inocente, ahora me hace feliz verte, en ese tiempo que el autito tuviera las 4 ruedas y no 2 – lo abrazó con fuerza - ¿Cómo te sientes?

- Lleno de helado – contestó riendo.

- ¿Te lo comiste todo? – murmuró asombrado – Eran 2 litros…

- Te demoraste mucho en llegar – ya empezaba a tener lágrimas en los ojos de tanto reír.

- No puedo creerlo, no me dejaste – lo levantó del suelo y le mordió el cuello con suavidad -, eres el peor.

- Estaba rico – los mordiscos le dieron cosquillas y más ganas de reír.

- Que bueno que te gustó – dijo por fin volviéndolo a besar -, pero lo que me tiene más feliz es esto – lo soltó y le tomó la mano, observó su muñeca, en donde el tatuaje empezaba a desaparecer -, podrás ir con polera al trabajo.

- Sí – se observó la muñeca, estaba tan emocionado de que empezaran a borrarse esos feos trazos negros con los que había cargado durante 6 largos años -, y no te imaginas lo feliz que me hace eso.

- Y eso me hace aún más feliz a mí.

Elliot tembló cuando Sam le besó con cuidado la zona quemada por el láser.

Notas finales:

(*) Es una forma muy vulgar, usada acá en Chile, para referirse al acto sexual.

Al final la u, el trabajo, y el cansacio le absorvieron, ahora me he sentado denuevo a escribir y salieron de tirón dos capítulos, el otro lo subo en la semana. Muchos saludos y besitos, he vuelto.


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