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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

- Suenas como esas viejas locas – se rió con soltura, nunca se habría imaginado esa faceta del moreno, ni en sus más raras fantasías.

Sam se desperezó, estaba en la cama del hospital, se sentía mucho mejor, pero también estaba algo apenado, las enfermeras lo habían sacado a patadas de la habitación de James.

Se levantó, eran las 6, se había despertado por el bullicio, una mujer muy joven, vestida de celeste entró y al encontrarlo despierto le sonrió.

- ¿Vas a tomar un baño? - preguntó cantarina.

-Ah… Ssi.

Se bajó con torpeza, no porque sintiera dolor, sino por temor a sentirlo. La joven lo ayudó y lo dejó solo, él lo agradeció, no le hacía ninguna gracia que esa chica tan guapa lo desnudara y lo lavara. Cerró la puerta.

Al otro lado del pasillo estaba James mirándose al espejo por primera vez desde que había despertado. Se le anudaron las vísceras cuando vio su reflejo, y luego se quedó pasmado, tocando su rostro como si no lo reconociera.

Los pómulos, la frente y el mentón estaban morados y llenos de moretones, sus labios estaban rojos. El brazo que le reposaba en el cabestrillo también se encontraba coloreado de púrpura. Mike le había quebrado un omóplato y varias costillas, su pecho estaba repleto de cardenales, pero su cadera estaba prácticamente azul…

“- Es una suerte que no te haya quebrado la cadera.”

Le había dicho el doctor al revisar su fémur roto en 3 partes, y sujeto con esos horribles trozos de metal que sobresalían de su piel…

Su aspecto era un asco. No quiso seguir mirándose, sabía que se iba a recuperar, por lo que desechó la tortura autoimpuesta de quedarse pegado mirándose las heridas.

El enfermero lo ayudó a sentarse en un banquillo en el baño y remojó una toalla, como mucho le permitió mirarse un rato (Pese a que no debiese haberlo dejado), pero se las había arreglado para convencerle.

- Gracias – le dijo cuando el joven le pasó una esponja -, puedo seguir yo solo y…

- ¿Seguro que estás bien? – le sujetó la mano un instante.

- No dejarán cicatrices… El cuerpo sana. Agradezco estar vivo - le sonrió, realmente agradecía estar vivo, se vio tan mal cuando se reflejó en el espejo, que no se explicaba cómo es que Sam lo había arrastrado de la muerte.

El enfermero salió, Sam otra vez… Era en lo único que pensaba, en Sam y… Alfonso… De pronto se le hizo angustiante la habitación, Alfonso iba a morir de hambre…

*

Sam se escabulló después del desayuno, le habían autorizado el alta al medio día, así que aprovecharía de estar con James antes de irse.

Se lo encontró con un espejo de mano mirándose la cara, se veía extraño, oscuro y muy solitario, por un segundo se quedó de pie en la puerta, sin hacer ningún ruido, tan sólo respirando ante esa sobrecogedora escena, sin embargo el otro deparó en su presencia y… Hizo algo que Sam jamás pensaría que iba a hacer… Se puso muy incómodo, escondió el espejo entre las cobijas y lo acuchilló con la mirada, pero sin ninguna clase de rencor, sólo temor, como cuando atrapan a un niño pequeño comiéndose las galletas antes del almuerzo.

- ¿Qué hacías? – se acercó decidido, de pronto se sentía capaz de moverse con firmeza ante él.

- Nada importante…

Sonrió divertido, el moreno evitaba el contacto visual mirando por la ventana, notó de inmediato que esa persona no estaba acostumbrada a dar explicaciones, puesto que al parecer jamás nadie se las pedía, ya que esa simple postura delataba que se encontraba relajado, como si ya no tuviese nada más que discutir.

Se sentó en el sillón luego de acercarlo a la cama, se mordió los labios, se imaginó lo difícil que le sería a él mismo mirarse en un espejo y tener semejante aspecto…

- Estás igual de guapo que antes – dijo sin pensar.

James se sobresaltó y lo miró de inmediato, como una flecha encendida lo atravesó con las esmeraldas que tenía por ojos, fue en ese preciso instante cuando comprendió sus palabras, cuando entendió qué cresta que le había dicho… Se sonrojó y se maldijo.

- ¿Me encuentras guapo? – por un segundo se había quedado con el oxígeno atorado en la garganta, sin que saliera por su nariz ni que ingresara a sus pulmones, no estaba acostumbrado a que lo alagaran, pero Sam se le antojó como una presa exquisita, una caja de sorpresas que empezaba a abrirse por fin, con un pensamiento no premeditado.

- Todos en el maldito colegio lo hacen – tensó su rostro, aquello no era una mentira, pero estaba evadiendo su pregunta, esperaba el contraataque en cualquier momento.

- Mmm – volvió a mirar por la ventana, no se sentía con ganas de presionarlo, estaba preocupado por algo más importante -. Sam… ¿Puedo pedirte un favor?

- ¿Qué cosa? – parpadeó impresionado, había esperado una lluvia de balas que terminarían en que se le escapara de los labios la frase “Es que me gustas mucho.”

- Quiero que vayas a mi casa, y cuides de Alfonso… Hace 4 días que estoy aquí, debe estar muerto de hambre y…

- ¿Alfonso? – el corazón le palpitó con fuerza cuando entendió lo que le pedía… Que fuera a su casa, a ese lugar lleno de cosas de él…

- Mi gato – susurró -, es como mi mejor amigo, por favor – giró la cabeza, en realidad pedirle ese favor le molestaba por varias razones, una que no comprendía, y otras relacionadas a que un mal nacido que lo molestaba iba a estar en contacto del ser viviente al que más adoraba en la vida.

- Claro – observó su mirada tan dura y tensó los labios, de pronto pensó que hacer realidad lo que le pedía era en realidad algo que James no deseaba -, me gustan los animales, descuida, no le haré daño.

- Gracias – sus labios se curvaron sutilmente, había adivinado sus inquietudes -, espero que no te asustes…

- ¿Asustarme? – arqueó una ceja.

- Alfonso es algo… Especial, ya lo verás.

- Iré en la tarde, luego de llegar a mi casa, vivimos a unas cuantas cuadras… Por cierto ¿Y las llaves?

- En mi… Bolso…

James y él se miraron con desgano un segundo, los había dejado tirados, el de ambos, había salido disparado cuando lo cogió entre sus brazos, sin siquiera pensar en que tenía que recoger las mochilas, y la suya también había quedado en el callejón.

- Lo siento - se afirmó la cabeza -, en lo único que pensé fue en sacarte de allí, sangrabas y estabas desmayado… Creí que si me detenía…

- No te preocupes – recordó su imagen en el espejo, le debía la vida a Sam, no podía enojarse por algo tan ínfimo -, llamaré al portero para que lleven un cerrajero cuando llegues al edificio, hay una copia de las llaves en mi cómoda, llámame al hospital sino las encuentras, y cuida de Alfonso.

- Bueno – sostuvo en su mente esa mirada tan extraña que no supo descifrar -. Es muy importante para ti, el gato, digo.

- Alfonso – dictaminó con fuerza -, no es un gato, es más como… El dueño del apartamento.

- Suenas como esas viejas locas – se rió con soltura, nunca se habría imaginado esa faceta del moreno, ni en sus más raras fantasías.

- ¡Pero si no es un gato! – se sonrojó, hasta él mismo encontraba raro que Alfonso fuese tan importante, pero tan sólo le quería demasiado… Aunque esas carcajadas no dejaban de ser molestas – ¡Deja de reírte!

Sam dejó de reír, esa cara de molestia-risa-extrañeza que James tenía le cortó la risa… Se estaba enamorando, había pasado un día hablando como persona con él, y ya tenía la amarga confirmación allí, disponible para ser recogida u olvidada… ¿Podría acaso sacárselo de la cabeza? Ahora que conocía la suave textura de su piel, el tono de su voz y aquellas facetas tan raras que estaba mirando. Simplemente le encantaba, le encantaba demasiado, y ahora tendría el privilegio de conocer aquello que atesoraba.

- Gracias por confiar en mí – le ardía el pecho.

- Sam… No es como si tuviera a otra persona tampoco – seguía avergonzado por la frase, pero quería restarle importancia, Sam de pronto estaba distinto, nuevamente la razón que no entendía acrecentó su molestia -… Va a ser aburrido cuando ya no estés…

Alzó la mirada y se sumergió en las esmeraldas con cuidado, un segundo más y el pecho le iba a estallar en mil pedazos, no quería irse, no quería dejarlo… No podía, ya no podía, no tenía vuelta atrás.

- Pensé que me odiabas – volvió a hablar sin pensar.

- Y te odio – estaba nadando en su mente, en sus ojos de mar, tratando en vano de comprenderse a sí mismo, tratando en vano de definir que su enojo nacía en la idea de que el rubio ya no iba a estar allí para acompañarlo.

- ¿Me odias? – se le apretó el corazón, sabía que esa era la realidad, tan sólo no quería escucharla…

- Te odio por hacerme creer que eras una bestia, y te odiaré para siempre si vuelves a ser una muñeca manipulable – le sonrió, su cara de angustia le supo tan sincera que quiso acariciarle la cabeza para consolarlo… “Es como un cachorrito”

- Gracias – tomó su mano izquierda con cuidado y se apoyó el dorso en la frente, era un gesto extraño para el resto, pero muy conocido para él, su madre solía hacerlo cuando estaba enfermo, según ella para “transmitirle fuerzas”, él quería en ese momento transmitirle toda la gratitud que sentía -, gracias por no odiarme.

- Me salvaste, terminamos los 2 en el hospital, pero me salvaste – lo observó con curiosidad, sabiéndose impotente para quitarle la mano, para cortar el contacto -. Se siente como si quisieras decirme muchas cosas.

- Quien sabe – cerró los ojos.

*

Le había costado despedirse, su madre lo había sacado a rastras del cuarto, y ahora ambos esperaban a que el cerrajero terminara su trabajo. De pronto la puerta sonó y se abrió, Sam entró rápidamente y volvió a cerrar, lo que menos quería era que el precioso Alfonso se escapara…

El apartamento era espacioso y luminoso, la decoración sencilla, y apestaba a orín de gato, 4 días sin limpiar habían convertido el lugar en una pocilga apestosa.

Dejó que su madre entrara, por más que quisiera seguía estando adolorido, necesitaba de su ayuda para limpiar un poco, pero intuyó que lo único que harían sería encargarse del gato, el resto del lugar estaba pulcrísimo.

De la nada emergió una criatura horrorosa, él y su madre dieron un respingo, era un animal inmenso y rosado, con los ojos grandes y azules, James no les había dicho que el mendigo “no-gato” era un sphinx,

- ¿Qué es eso? – preguntó su madre retrocediendo.

- Alfonso…

Se agachó resignado, ese gato pelado era precioso para James, no le quedaba de otra que atenderlo. El animal los observó y finalmente se alejó de ellos, tenía cierta elegancia, la forma de moverse y de mirarlos sin prestarles atención le recordó el modo de actuar de su amo.

- Es horrible – susurró la mujer, como si no quisiera que el animal los escuchara.

- Ni tanto, es como elegante – sonrió.

- Tu amigo es muy raro… Bueno, se la debes, así que te ayudaré – ella se volteó y buscó la cocina.

Se acercó al teléfono y marcó el número de la habitación, James le contestó ansioso.

- Vaya mascotita que tienes – comentó divertido.

- ¿Cómo se encontraba? – su tono de voz delataba preocupación.

- Bien, me hizo falta mirarlo para ver que es tuyo – se rió despacio, James lo imitó.

- ¿Los ignoró?

- Completamente.

Notas finales:

Gracias por leerme y sus comentarios bonitos.

Acá en Chile ahora son las 2:49 am, pero ya me urgía actualizar, para que vean que esta historia me tiene tan entretenida como a ustedes, jajajaja.

Esperaré de nuevo más comentarios y que les haya gustado, muchos saludos y nos leemos pronto <3


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