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Cuando Sam baja al infierno por Rushia

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Notas del capitulo:

(Estoy tan contenta por todos los reviews que recibí que como recompensa les subo capítulo nuevo altiro)

Sam se había devuelto corriendo a la casa, aún se estaba martirizando por la estupidez que se le salió… Tanto pensarlo que finalmente se le escapó como el aliento por entre sus labios.

James vivía solo desde que tenía 13 años, sus padres pasaban viajando, y el hijo indeseado del matrimonio fallido era siempre el que se quedaba atrás, por eso el muchacho a sus 16 años no respondía ante nadie, y calificaba lo mejor que podía, en un intento desesperado de obtener la libertad necesaria para rascar el cielo con sus propias manos.

La única persona que una vez lo acompañó fue su difunta abuela, ella fue cantante de ópera, y las artes fueron siempre tan importantes para su nieto como lo fueron para ella hasta el día de su muerte.

James no cantaba, ese era un talento reservado a las mujeres de su familia, pero pintaba maravilloso, y mientras su abuela había vivido, recibió múltiples clases que lo convirtieron rápidamente en un prodigio del pincel y de los óleos.

Ese día estaba en su práctica diaria de karate, y se había comenzado a sentir observado, Fiorella, su abuela, había tratado de mantenerlo apartado de los conflictos que su familia padecía, y lo hizo practicar varias disciplinas físicas y mentales, finalmente se había quedado con las dos que llenaban más sus expectativas, el karate y la pintura. Pero sentía que alguien lo seguía, que alguien acechaba sus pasos, y el acelerar la marcha no hizo más que confirmar sus sospechas, la persona a su espalda también había comenzado a correr… Después de un rato había dejado de sentir esa rara presencia y volvió a su apartamento como de costumbre.

Al día siguiente se repitió lo mismo, hasta que al cabo de una semana se le hizo costumbre y corría nada más salir del dojo. Tenía ganas de enfrentarse a esa presencia desconocida, era brutalmente molesta, y asfixiante ¿Quién mierda lo estaría siguiendo a esas horas de la noche? Al mes la cuestión ya era habitual, los Martes, los Miércoles y los Viernes tenía a esa persona como punto fijo esperándolo, se preguntaba sino sería alguno de los imbéciles que iban a su escuela, pero ninguno de esos chicos de bien solían andar a las 10 de la noche en la calle, únicamente para perseguirlo un par de cuadras y desaparecer.

Ese día Martes no había nadie, pero lejos de ser tranquilizador ese hecho era inquietante ¿Por qué ese desconocido no aparecería ese día? ¿Tendría acaso algo más interesante que hacer en vez de perseguirlo dos cuadras? Negó con la cabeza, lo que estaba pensando era estúpido, en cierto sentido le divertía tener un acosador personal, luego de una vida de soledades, que te acompañaran al paradero no era algo tan negativo.

Se enrolló la bufanda roja al cuello y cubrió su boca, después de eso comenzó a caminar con lentitud, riéndose de sus raras ansias de encontrarse con el psicótico… Si le parecía agradable podría incluso invitarlo a tomar una tacita de té.

*

Sam se había devuelto corriendo a la casa, aún se estaba martirizando por la estupidez que se le salió… Tanto pensarlo que finalmente se le escapó como el aliento por entre sus labios.

Se echó en la cama, había botado tazas durante la cena, los cubiertos y varias veces derramó el jugo por seguir dándole vueltas al asunto, estaba tan asustado que esa noche ni siquiera quiso ir a ver su descubrimiento.

Hace algunos meses decidió seguir a James, era apuesto, y siempre había detestado eso de él, pero lo más inquietante eran sus hermosas pinturas, su esencia volcada de lleno con la pintura, por eso quiso saber qué era lo que hacía después de clases, a dónde se dirigía ¿Seguiría pintando? Le gustaría encontrárselo pintando… Pero lo que se encontró fue algo muy diferente, James entró a un dojo de karate, a dentro podían escucharse los gritos de los estudiantes que se preparaban para realizar sus movimientos.

Extrañado buscó la forma de poder asomarse para mirar, la única ventana estaba en lo alto del edificio, pero para su suerte un árbol bastante antiguo extendía sus grandes ramas hacia ella. Ocultó sus cosas entre los arbustos y se trepó como un mono al árbol, maldijo ser tan pequeño, se burlaba de James diciéndole enano, pero él mismo era apenas un par de centímetros más alto que él.

Se asomó, James apareció con el pelo tomado, y un… Cinturón negro…

El maldito era un experto, se dedicaba a enseñarle a los nuevos a pelear, casi se cayó del árbol, no podía creer que alguien así fuese presa de todos los ataques y golpizas de ellos, no podía creer que jamás les hubiese plantado la cara, él era perfectamente capaz de enfrentarse a tres gorilas que no sabían nada de técnicas de pelea.

La bilis se le juntó en la boca, la sangre de le heló, quizás ese maricón supiera que no eran capaces de vencerlos, y por eso les permitía golpearlos… Sabía que si se defendía no habría vuelta atrás y tendría que noquearlos a los 3, en vez de eso asumía los golpes y los recibía con elegancia…

Se resbaló, aún sin creer lo que sus ojos le mostraban. Se golpeó la espalda y las piernas con el suelo duro, pero no podía levantarse, no por el dolor, sino por la impresión, James se movía como un junco, flexible y elegante, sin hacer ni una mueca, sin emitir ningún sonido, majestuoso y letal… Su nobleza, su aceptación, su resignación le supieron tan elevadas que su cuerpo no le respondía ¿Cómo podría levantarse ahora, era posible sentir tanta vergüenza y seguir viviendo?

Las lágrimas rodaron por sus ojos, sabía perfectamente que si sus amigos descubrían este precioso secreto se aprovecharían de la situación, lo provocarían para que peleara enserio, pero él no sabía cómo hacerlo para dejar de sentirse una mierda, no sabía cómo levantarse para ir detrás de James y pedirle disculpas, él escogió no atacarlos, porque comprendía que era más fuerte y tenía ventaja… Ellos cobardemente abusaban de la presa “Indefensa”.

Empezó a helar cuando el sol se puso, él seguía llorando en un rincón oscuro del edificio, nunca pensó que se sentiría tan mal, que seguirlo le cambiaría la vida, que por primera vez apreciaría a esa persona tan sencilla y noble.

James salió, lo vio a lo lejos y ahí sí se levantó, agarró sus cosas en el aire y salió corriendo tras de él, nunca pensó que sería tan perceptivo, se volteó a penas le dio alcance, y logró esconderse por los pelos, la oscuridad lo amparó. Lo observó caminar, aún no podía creer que ese cuerpo tan pequeño tuviera esa fuerza.

Mientras caminaba sigilosamente recordó la forma en la que él y sus amigos habían sacado a James del closet… Otra vez le dolió el estómago, Mike los arrastró al centro, a él y a Zack, un día Viernes por la noche, cerca de un apartamento vieron la figura de James, venía acompañado de un muchacho alto, ninguno de los dos parecía alegre, de hecho lucían bastante tranquilos, pero el tipo rodeó la cintura del pintor y lo besó en los labios, el otro en vez de resistirse lo rodeó con los brazos… Fue lo más asqueroso que había visto en la vida. Mike extrajo su teléfono celular y al otro día repartió la fotografía por todas partes.

Otra vez James, tan propio como nadie se había comportado sin tomarle mucha importancia, el acoso, era insoportable, pero él parecía descolocado de la realidad. En esa ocasión con sus amigos lo habían pateado hasta que se dobló de dolor, lo curioso de James era que no gritaba, tan sólo los miraba con esos penetrantes ojos, pero golpearlo era hasta gratificante…

Ahora era la peor de sus culpas, se salió antes de que la luz diera forma a su apariencia y se devolvió a su casa. Aprendió qué días eran los que James ocupaba para ir a practicar, y seguirlo durante esas dos cuadras se le hizo una rutina… Cada caminata era como un ritual depurante, que eliminaba su odio hacia él. Al mes de seguirlo, de revisar sus pinturas y de tener la cabeza todo el día ocupada en él se preguntó qué diantres le estaba sucediendo.

Recordó ese beso en la noche, pero de pronto se descubrió a sí mismo deseando afirmar esa estrecha cintura, deseó ser ese chico, pero él no quería ver a James con esa expresión tan sombría, se moría de ganas de verlo sonreír.

Se heló, fue como un disparo directo al corazón, que le perforó la caja torácica, un frío infinito bajando desde su nuca hasta perderse en el fondo de su organismo… Le gustaba. Se cubrió los labios con una mano, estaba temblando. Le gustaba muchísimo. Le dio vueltas el estómago, la pieza le supo asfixiante y pequeña. Pero era imposible, para que le gustara ese maricón… Él mismo tendría que ser…

- Dios mío, soy un maricón.

Se levantó rápidamente y se metió al baño. Vio su reflejo en el espejo y no se reconoció, ese paliducho, de ojos azules, cabello rubio y contextura atlética y delgada le pareció otro más de los homosexuales a los que tanto detestaba… Retrocedió asustado, tenía el cabello demasiado largo… Se lo cortaría, y entonces… Chocó contra la pared con brusquedad, el golpe lo sobresaltó… Entonces James dejaría de gustarle y asunto solucionado.

Cerró los ojos, después de eso había llorado durante horas, preguntándose cuál sería la manera de sacárselo de la cabeza, de dejar todo aquello como una locura producida por su inexperiencia, pero al otro día nuevamente lo había seguido, cada vez más seguro de su amarga realidad.

Se removió en la cama nervioso, todos esos recuerdos no habían hecho más que atormentarlo unas 10 mil veces más, su resistencia estaba rota, le había dicho que pintaba como los dioses. Rió despacio… No podía tragarse que mañana ayudaría a sus amigos a que lo dejaran moribundo, cuando lo que menos quería él era involucrarse con James.

Notas finales:

Me encantó leerlas, espero que a ustedes les guste esta nueva actualización, muchos saludos ;D 

Díganme sus opiniones y esas cosas (<3)


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