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El niño de mis ojos. por luhannia

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Notas del fanfic:

Oh dios ><

LO SIENTO, DEMASIADA AZÚCAR, NO PUEDO EVITARLO ;_;

Jojojo aquí estoy otra vez con otro Kaibaek, esta vez no es una traducción, sino un pequeño fic que encontré entre mis borradores (los cuales son muchos, tengo que poner un poco de orden en mi vida TT) y que se me ocurrió mientras veía "El secreto de Puente Viejo" con mi madre, extraño, ¿eh? o.O Peeeero bueno, tuve la idea, tuve la oportunidad, encontré las palabras correctas y ¡aquí está! Espero que les guste y no sean muy crueles conmigo, el fluff me puede u.u

Besitos^^

Seoul, 25/01, 08:03.

 

—    Baekhyun.

 

Sus frías manos se posaron en mi cintura mientras me abrazaba por la espalda. Ahogué un suspiro. Recorrió toda la extensión de mi cuello con sus labios entreabiertos, dedicándome ligeros roces que me hacían sentir en el cielo.

 

—    Si no nos damos prisa, llegaremos tarde a clase.— Murmuró en mi oído, segundos después, dejó escapar una ligera risita que le delataba: su misión era calentarme.

 

Cerré los ojos, resignado. Maldición.

 

Seoul, 25/01, 15:21.

 

Jongin y yo somos amigos desde que nacimos, prácticamente. Nuestras familias son muy cercanas y nuestra madres mejores amigas, incluso aunque lo deseáramos, no podríamos separarnos por mucho tiempo. Su amistad me había acompañado a través de los mejores y peores momentos de mi vida: mi primera novia, mi primera ruptura, la primera vez que suspendí aquel examen de matemáticas y obligó a nuestra profesora a hacerme una recuperación para que pudiéramos pasar el verano juntos, cuando se metían conmigo en el instituto por ser “demasiado afeminado” y él me defendía a pesar de ser más pequeño que yo. Y como estos, muchos otros recuerdos se amontonaban en mi memoria junto a él.

 

El problema había aparecido hace unos meses, cuando empecé a sentirme atraído por él, una atracción que iba más allá de la simple amistad. Comencé a evitarlo a toda costa, no le cogía el teléfono, no salía con él, siempre le ponía excusas para no ir a su casa o para impedir que viniera a la mía. Jongin podía ser cualquier cosa en este mundo, pero tonto no era y, aparentemente, decidió seguirme el juego.

 

— ¿En qué piensas? — Abrí los ojos, sobresaltado. — En mi, ¿verdad? — Me dirigió una media sonrisa.

 

— Eres un maldito engreído, por si no lo sabías. — Contesté, intentando salvar la última gota de orgullo y amor propio que me quedaba.

 

— Algo había oído, pero creo que a las chicas les encanta.

 

— Yo no soy una chica. — ¿Qué se había creído este?

 

— ¿Estás seguro? — Preguntó en voz baja, con cautela.

 

Entonces, el timbre que anunciaba el final de las clases de la semana, sonó. Dejé escapar un suspiro de alivio. Jongin me observó divertido y rió.

 

— Gilipollas. — Fue todo lo que conseguí articular mientras cogía mi mochila y salía corriendo de la habitación.

 

Se levantó y me siguió.

 

— Hyung, ¡espera! ¿Lo de esta tarde sigue en pie, verdad? —Indiqué que sí con la cabeza y sonrió, aparentemente satisfecho.

 

He de admitir que amo esa sonrisa. A pesar de todas nuestras peleas, insultos y algún que otro golpe, cuando Jongin sonríe, el mundo es mejor. Cuando sus ojos se turnan dos medias lunas y apenas se puede distinguir el brillo de su oscuro y marrón iris, yo, soy mejor persona.

 

Seoul, 25/01, 19:16.

 

 

— ¡He traído comida! —Exclamó, levantando una bolsa, nada más le abrí la puerta. Reí.

 

— Hm. ¿Chocolate? —Asintió. —Hey, buen chico. —Me apoyé en la puerta mientras me cruzaba de brazos.

 

— Venga, hyung, déjame entrar, hace frío. —hizo un pequeño puchero.

 

— ¿Te vas a portar bien? —Asintió muchas veces. Sonreí y le despeiné, mientras colocaba la otra mano en su hombro para empujarle dentro de la casa.

 

Agitó la cabeza para dejar caer unos copos de nieve que bañaban algunos de los delicados mechones de su pelo.

 

— ¡Oye! Ten cuidado, es mi salón. —Le dediqué una mirada malhumorada.

 

— Busca un par de mantas si quieres sobrevivir a esta noche.

 

Y así lo hice, tras indicarle que se quitara la chaqueta húmeda y se acomodara en el sofá.

 

Subí a mi habitación, entré y cerré la puerta despacio. Me apoyé en esta, suspirando. No estaba seguro de poder hacer esto, tendría que pasar toda la noche con Jongin, dormir con él, compartir mi tiempo y espacio con él. No era la primera vez que hacía algo así, es más, estaba acostumbrado a pasar cada fin de semana y día festivo con él, por lo tanto, la situación no debería asustarme. Pero no era así después de esta última semana en la que el pequeño no había hecho más que dirigirme insinuaciones, miradas y tocamientos lascivos. No estaba preparado para ser desvirgado por un adolescente de metro ochenta.

 

Agité la cabeza. ¿En qué tonterías estaba pensando? Solo íbamos a pasar la noche como los buenos amigos y casi hermanos que éramos.

 

Abrí el armario y cogí algunas mantas, almohadas y cojines. No quería que Jongin pasara frío.

 

— Hyung, por fin, estabas tardando. —dijo con un toque de inocencia al verme bajar las escaleras. —Oh, espera, te ayudo. —Se levantó y me liberó del peso de algunas mantas. 

 

— Puedo valerme por mi mismo, Jongin, ya no soy un niño.

 

— Lo siento, hyung…yo…solo quería ayudar. —Agachó la cabeza.

 

— Tranquilo, no importa. — Dejamos nuestras cargas encima de la alfombra y me senté en el sofá, indicándole con una mano que se sentara a mi lado. Así lo hizo.

 

Llevaba una camisa con rayas rojas y una sudadera roja encima con unos tejanos azul claro, su pelo liso cayendo sobre sus ojos. Era precioso.

 

— Jongin. —hablé tras un largo silencio. — Pongamos la película. —Sonreí y él asintió.

 

Metió el DVD en el ordenador y se acomodó a mi lado en el sofá. Cogí una manta blanca y cubrí nuestros cuerpos con ella, poniendo especial dedicación en el suyo, haciéndolo con cuidado para no dejarme ninguna parte al descubierto. Lo importante para mi, era su bienestar. “Hyung.” Murmuró. Levanté la vista y me encontré con sus ojos, mientras su mano me indicaba que me acercara a él. Obedecí sin imponer resistencia y me senté sobre su regazo. Colocó su cabeza sobre mi hombro y recosté la mía encima de esta, mientras sus brazos abrazaban mi cintura y los míos sus hombros.

 

La situación era extraña, pero para nada desagradable, todo lo contrario. Mi corazón latía desbocado y mis manos sudaban, mientras mis pulmones luchaban para sobrevivir con el poco oxígeno que les quedaba. Sentía como si acabara de correr la maratón más larga del mundo, pero no, tan solo estaba abrazado a la persona que más quiero en este mundo, mientras veíamos una película.

 

Jongin olía a hombre, y eso era algo que me volvía loco: una mezcla entre sudor y colonia de Hugo Boss, sin duda, mi olor favorito.

 

Se removió entre mis brazos.

 

— Hyung, ¿te gusta la película?

 

Me pilló desprevenido. Lo cierto era que no había prestado ni un minuto de mi atención a la película.

 

— Oh…sí, es genial. —Mentí.

 

Alargó la mano hasta el portátil y pulsó el botón de “stop”.

 

— No me mientas, ni siquiera sabes cual es el argumento. —Susurró con voz calmada sobre mi pecho.

 

— Lo siento, Jongin. —Me disculpé, sinceramente.

 

Se incorporó lentamente y me miró a los ojos.

 

— ¿En qué pensabas? —una tímida sonrisa se mostró entre sus dientes, cogiéndome con las defensas bajas, y me derretí, sin más.

 

Tardé unos segundos en pensar la respuesta adecuada, podría decir algo como “el examen del miércoles”, “la nota del último trabajo de biología” o incluso “lo incómodo que es tenerte tan cerca”, pero me decanté por la verdad:

 

— En ti. —Murmuré mientras agachaba la cabeza.

 

Soltó un ligero quejido de sorpresa. No dijo nada. Yo tampoco lo hice. Solo permanecimos en silencio. Veinte segundos. Treinta. Un minuto. Dos. Tres. Cuatro. Diez. ¿A quién le importaba? Los silencios con Jongin eran especiales. No eran ese tipo de silencios incómodos en los que piensas un tema de conversación para ponerle fin. Eran unos silencios que, cuanto más largos, más se disfrutaban.

 

Se levantó, seguido por mi mirada curiosa. Desapareció de la habitación y volvió unos segundos después con una bolsa blanca, que abrió tras sentarse a mi lado y sonrió.

 

Me ofreció una tableta de chocolate Milka con caramelo. Era mi favorito y lo sabía muy bien. Sonreí.

 

— Me encanta el chocolate Milka con caramelo.

 

— Lo sé, por eso lo compré. Lo mejor para hyung, siempre. —Sentenció mientras introducía en su boca un trozo de Milka con oreo, su favorito.

 

Comimos todo el chocolate entre risas y temas de conversación sin sentido. Era entrañable verle disfrutar como un niño de los gestos más pequeños en insignificantes.

 

Le di un golpe en el brazo.

 

— ¡Hey! —Se quejó, acariciándose la zona afectada.

 

— Te lo mereces, me traes chocolate para que engorde y no encuentre novia, viéndome así condenado a pasar el resto de mis día solo, haciéndote compañía. —Me inventé una historia sobre la marcha, iniciando una conversación.

 

— A mi me vas a gustar aunque estés gordo. —Respondió, con una expresión seria.

 

Juego, set y partido. Acababa de dejarme sin palabras. Tragué saliva y dirigí mi mirada a invisibles motas de polvo encima del sofá. Me aclaré la garganta.

 

— Esto…Jongin….—le llamé.

 

— Sí, hyung, lo entiendo. —Sonrió débilmente. — Soy un niño, soy infantil, inmaduro y a veces un poco idiota. Tú eres mayor, centrado y sabes lo que quieres en tu vida. No encajamos y no hay posibilidad alguna de que algún día mis sentimientos sean correspondidos. —Agachó la cabeza. —Lo siento por haberte estado persiguiendo toda esta semana. Perdóname, de verdad. Desapareceré hasta que consiga olvidarte, no quiero estropear nuestra amistad.—Se levantó e hizo ademán de marcharse.

 

Agarré firmemente su muñeca, mientras clavaba las uñas en mi rodilla con la otra mano y mordía mi labio hasta hacerme sangrar.

 

Mi mirada fija en el suelo, su mirada fija en mi.

 

Permanecimos en estas condiciones un momento, hasta que me di cuenta de lo estúpido que era y le liberé lentamente de mi agarre.

 

— Te quiero, Jongin. —Las palabras salieron de mi garganta sin poder controlarlas, a un volumen casi inaudible, pero suficiente para que él lo escuchara y su piel se erizara. —No te vayas de mi lado, no podría soportarlo.

 

Silencio. “Di algo, por favor” gritaba todo mi fuero interno.

 

— ¿Cómo me quieres? ¿Me quieres como tu mascota? ¿Ese cachorrito que te sigue a todas partes y puedes controlar siempre que lo desees? ¿Me quieres como un hermano? ¿Como un mejor amigo?

 

Levanté la mirada ante su ahogada voz. Sus mejillas, rojas, bañadas en saladas y brillantes lágrimas. Me incorporé de un salto y con la manga de mi camisa, comencé a secar sus lágrimas, él me dejó hacer. Le miré directamente a los ojos.

 

— Te quiero como ese niño al que quiero proteger, cuidar y amar con todas mis fuerzas. Ese niño al que no quiero ver llorar y cuando lo haga, me gustaría poder curar sus heridas con besos. Ese niño al que ansío hacer feliz y ver sonreír cada mañana al amanecer. Ese niño al que quiero dirigir todos mis besos de buenas noches. Eres el niño de mis ojos, Jongin.

 

Me agarró de la cintura y me pegó a su cuerpo, con una ligera sonrisa pícara.

 

— Pues ahora mismo tengo una herida aquí—llevó un dedo a sus labios—, ¿piensas curarme?

 

Coloqué mis brazos alrededor de su cuello, empujándole hacia abajo. Rocé sus labios con los míos y le dirigí una última sonrisa antes de que él diera el primer paso y estampara sus labios contra los míos. Su boca caliente y complaciente hacía contraste con la mía, fría y sedienta de más. Comenzó siendo un simple roce de labios, que poco a poco se convirtió en un tira y afloja entre dos lenguas necesitadas de más y peleando por llevarse el control. Besos en el cuello, mordidas en el labio inferior.

 

Sonreí. Así le quería: infantil, juguetón, aniñado, ingenuo, cándido, pero a la vez pasional, impulsivo, ardiente, cariñoso. Así como solo podía ser Jongin.

Notas finales:

Si hay algún error ortográfico ya saben, me lo dicen, lo revisé tres veces, pero siempre se queda algún detalle^^


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