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Una boda y un adiós por BlueMoon

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Notas del fanfic:

¡Vaya caca de resumen D:!

Bueno, pues intentando inspirarme con música, se me ha venido a la mente este one-shot. Es algo cortito (para lo que yo  acostumbro a escribir) y esta hecho con amor.

Espero les guste^^.

 

Notas del capitulo:

Hola, gente linda.

Espero les guste, pero antes un par de advertencias:

Disclaimer: Tom pertenece a Bill y Bill pertenece a Tom. Simone se pertenece a si misma o a Gordon en todo caso. Mía solo es Melanie. No gano beneficio económico ni de otro tipo, nada más el de entretener a la gente.

Advertencia: Esta historia es slash y tiene tintes de incesto. Si alguno de los dos temas te asquea, da al botón de atrás, por favor.

Aunque tiene una parte hetero, eso sí.

Estaba sentado en el sofá más alejado de ese salón. Apartado de todo y de todos. No tenía ganas ni ánimos de hacer nada. Hoy no.

Su cara reflejaba sin dudas su estado anímico. Una mueca adornaba su rostro y su semblante era serio. Casi parecía enfadado. Pero no lo podía evitar. No podía evitar estar de esa forma. No cuando estaba en el último lugar en el que querría estar alguna vez en su vida.

De repente, alguien pasó por su lado riendo alegremente de algo que ella había dicho. Por un momento, un fugaz instante, él desvió la mirada y la clavó en la suya con intensidad. Como si intentara decirle algo solo con mirarle fijamente, como si le retara a hacer o decir algo que interrumpiera ese momento de felicidad.

Sin embargo no dijo nada. No se atrevió, y el chico desvió poco a poco la mirada para posarla en la chica que iba a su lado, colgada de su brazo, de cabellos largos y ondulados rubios y ojos grandes y azules. Sin duda toda una muñequita.

Una muñequita que sin embargo a él, le hubiera gustado romper. Hacerla retorcer entre sus manos hasta que de ella no quedara nada.

Después de que pasaran por su lado, los siguió con la mirada hasta perderlos de vista. Sabía perfectamente a donde se dirigían. Al centro de la pista de baile, no obstante, eran la pareja de recién casados y debían abrir el baile, ¿no?

La música sonó y volvió la cabeza él también hacia la pista central,  mirando embobado como bailaban y la intensidad de sus miradas cuando chocaban.

 —Hacen una hermosa pareja, ¿verdad? —alguien dijo delante suyo.

Giró la cabeza tan rápido que casi se disloca el cuello, solo para encontrarse con su madre quien también miraba la pareja, pero ella tenía un brillo especial en la mirada. La mirada de una persona feliz. Feliz de que su hijo hubiera encontrado por fin a aquella muchacha que le robara el corazón y con la que quería envejecer junto a él, y tener con ella hijos.

No podía haber deseado nada más. Además, Melanie, era la nuera perfecta. Siempre la estaba halagando a ella y a su marido y se entendía a la perfección con toda la familia.

Bueno, con toda no. Tom parecía ser el único que no aprobaba la unión de su gemelo con aquella dulce y encantadora chica. Y no sabía por qué. Además quería saber si había venido a la ceremonia, pues no lo había visto, pero ahora estaba ahí. Eso quería decir que si había ido, ¿verdad?

Es por eso, que ahora que lo encontraba solo había decidido acercársele y preguntarle de una buena vez porque estaba así, porque no hacía el esfuerzo de llevarse bien con su ahora cuñada y no desaprovechó la oportunidad.

—Mnh —fue la única respuesta que su hijo mayor dio. Si a eso se le podía llamar respuesta claro. No despegaba la vista de la pista de baile y eso le enfadaba un poco.

Suspiró. Otra vez. No le contestaba. Sabía que no le contestaría, y eso le dolía. Para algo era su madre, ¿no?

—Tom —empezó rodeando el sofá y sentándose al lado de su hijo—, debías saber que un día u otro tu hermano formaría una familia, ¿no?

Suspiró al oír las palabras de su madre. Lo sabía claro que lo sabía. Bill siempre se lo había dicho, no le había mentido, y él en su ignorancia y estupidez había creído poder retenerlo a su lado para siempre. Porque lo amaba. Lo amaba más allá de algo fraternal. Lo amaba y lo ama, como un hombre y una mujer, y no dos hermanos, y menos aún gemelos, se amaban. Y creía que con su amor, que estando cada día a su lado, su gemelo también se daría cuenta que lo amaba con la misma pasión. Pero al parecer estaba equivocado, muy equivocado.

—No te aferraras a esa vieja promesa de niños, ¿verdad? Si no sabíais lo que decíais —exclamó su madre devolviéndolo abruptamente a la realidad, pero transportándole a recuerdos, unos recuerdos de una época más feliz que la que vivía ahora.

Tenían siete años. Era un día de invierno en el que hacía mucho frío. En la casa todo era silencio, Bill y Tom, dibujaban cada uno en su folio, muy concentrados y abstraídos del mundo. Cuando de repente…

—Estoy harto de ti, Simone. Harto de ver como llevas a “mis” hijos por un camino por el que yo no los llevaría nunca.

El grito de su padre resonó por toda la casa, rompiendo esa atmosfera de tranquilidad.

—También son  mis hijos Jörg, yo los llevé  nueve meses en mi vientre. Que no se te olvide.

El grito que dio su madre también resonó por toda la casa. Bill y Tom se miraron y negaron con la cabeza. Últimamente sus padres solo hacían más que gritarse el uno al otro hasta que oían un portazo, claro signo de que su padre se había ido de casa, pero siempre volvía.

Intentaron continuar dibujando, pero los gritos se lo impedían. Lo dejaron y se dirigieron a su escondite secreto, detrás de los barrotes de la escalera que daba al salón para ver que sucedía.

—Me voy Simone. Y esta vez no volveré. Será para siempre. No quiero quedarme aquí para ver como desgracias la vida de nuestros hijos.

La voz de Jörg resonó y los gemelos llegaron a tiempo para ver como su padre se iba dando un portazo.

Ante eso, Tom empezó a temblar ligeramente y a sollozar bajito, intentando no preocupar a su hermano ni a su madre, pero Bill sabía él siempre sabía mediante su conexión, lo que le pasaba a su gemelo.

Lentamente se volvió a él y lo abrazó. Ante eso, Tom lloró más fuerte, sintiéndose protegido en los brazos de su hermano.

— ¿Nos va a dejar papá? —preguntó entre hipidos.

—No lo creo, Tom. Él nos quiere —le contestó intentando tranquilizarlo.

Sin embargo Bill tampoco estaba seguro. Su papá había dicho que se iba para siempre. Y siempre era mucho tiempo.

Pero no le dijo nada de eso a su hermano. Solo le dejó llorar en su pecho, dejó que descargara todo el dolor que los dos tenían, y es que pese a ser el mayor, Tom, era el más débil de los dos, el que más lloraba. Le dio consuelo mientras él, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas contenidas, porque uno de ellos debía ser débil, era la fortaleza de los dos.

Pasados unos minutos y con su hermano ya más calmado, le separó de él.

—Tom, mírame —dijo al ver como su gemelo agachaba la cabeza. Cuidadosamente, le retiró las lágrimas que aún descendían por sus mejillas y le dijo—: Aunque papá se haya ido y no vuelva, yo estaré aquí a tu lado para siempre. ¿Lo sabes? No te dejaré solo nunca.

— ¿Ni cuando seamos mayores? —preguntó un ilusionado gemelo mayor.

—Ni cuando seamos mayores contestó Bill dándole un suave topón en los labios. Una forma que habían descubierto los dos de demostrar su amor.

—Tom, Tom —su madre le decía, desde hacía unos minutos, asustada porque su hijo parecía estar ausente de todo eso.

—Lo siento mamá —dijo levantándose—, nunca podré entender el amor que se tienen Bill y Melanie.

—Lo entenderás el día en el que te enamores, cariño —replicó levantándose y acariciando su cara con suavidad.

Ella creía que Tom no se había enamorado nunca. Já. Qué ingenua. Si supiera… si tan solo ella se imaginara lo que sus hijos habían hecho…

Se fue, dejándola sola. Cuando ya estuvo lejos se volvió a mirarla y le sonrió suavemente. En su interior, muy en el fondo, sabía que esa sería la última vez que vería a su progenitora.

Vio que Bill había dejado que su novia bailara con el que ahora era su cuñado y se dirigía hacia él con una sonrisa de satisfacción pintada en la cara y con los ojos brillantes. Suspiró ante lo hermoso que estaba aquél día su gemelo. Parecía que todo él irradiaba felicidad, no como cuando estaba juntos, que todo estaba envuelto de un aura de tristeza algo enfermiza.

—Pensé que no vendrías. No avisaste ni nada y tampoco te vi en la iglesia —le regañó el gemelo menor en cuanto estuvo a su lado.

Tragó saliva y bajó la mirada. No podía, estaba claro que no podía con los ojos de su amor. Era mirarlos y perderse en ese mar de color avellana que tanto amaba y estaba seguro que amaría hasta el fin de sus días.

—Simplemente lo decidí esta mañana —contestó suavemente—, y si no me viste, era porque estaba al final de todo. Creí que mi presencia te incomodaría y que estarías mejor sin mí —lo último lo dijo cortante y sin despegar la mirada del suelo.

—No es verdad, Tom —le regañó—, no podía estar mejor sin ti. Eres mi gemelo y me alegro que hayas estado presente en el día más importante de mi vida, ni que sea desde lejos.

Estaba claro que tanto Bill como él estaban evadiendo el tema de forma descarada. El tema por el que ambos estaban ahí.

—Tom —empezó Bill al cabo de unos instantes de silencio entre ambos—. ¿Estás bien? Quiero decir…

—Claro que estoy bien. ¿Cómo no iba a estarlo? —preguntó de forma irónica alzando un poco la voz, luego la bajó hasta convertirla en un susurro—. El amor de mi vida se ha casado hoy, pero no importa, todo está bien.

—Tom, no empecemos, por favor…

—Claro, al señorito no le apetece ahora hablar del tema.

Bill tiró de Tom de forma brusca y lo guio hasta el baño el que cerró con un portazo dejando a todos sorprendidos por la actitud.

—Tom, por favor. Yo siempre fui claro contigo —le encaró—, te dije cuando empezamos con todo esa tontería que yo no te amaba como tú lo hacías y tú estuviste dispuesto pese a todo a tener algo conmigo. No me niegues eso, porque me lo dijiste.

—Sí, te lo dije. Lo que no me imaginaba es que fueras tan rastrero y jugaras de esa forma con mis sentimientos, Bill.

El aludido frunció el ceño.

—Siempre te dije que eso era solo un juego para mí que pararía cuando encontrara a la persona destinada para mí.

—Sí, pero me lo podrías haber dicho, ¿no? No esperar a que yo me enterara porque te vi revolcándote en la cama en la que me hacías —se interrumpió abruptamente al ver la expresión de incredulidad de Bill—. En la que me follabas —acabó diciendo mirándolo a la cara—, el día en el que precisamente cumplíamos un año…

Ahora le quedaban las cosas claras a Bill. Por eso, luego cuando estuvo con él, Tom se había mostrado tan frío y distante… Por eso le había dejado…

—Tom… —intentó aclararle las cosas, pero el de trenzas lo interrumpió.

—Sin embargo tú te reíste de cada te quiero mío. Al principio, me conformaba, pensaba que con el tiempo tú también me amarías, pero no fue así —le cortó, secándose furiosamente las lágrimas que comenzaban a descender por sus mejillas—. No —le dijo a su gemelo cuando este quiso abrazarlo y consolarlo—, no te acerques.

—Pero hermano…

La amarga risa del gemelo del trenzado se oyó en el baño.

—Creo que hace tiempo que dejamos de ser eso, por más que te duela Bill. Por más que quiera, por más que me prometí a  mí mismo verte solo como un hermano, no puedo —Apretó fuertemente sus manos hasta convertirlas en puños. Se quedó un momento callado, pensando en lo que diría a continuación—, y ahora que lo tengo tan claro, voy a irme.

—Tom, ¡no puedes dejarme solo! —reclamó enfadándose.

—Mi amor —le dijo. Hacía días que no le decía así. Desde el día de su cumpleaños—. No me lo hagas más difícil. Tienes a mamá y a papá, a Georg y a Gustav. Pero sobre todo, tienes a Melanie, no me puedes decir que no te deje solo, porque solo no estarás. Vivirás más feliz sin mí. Si no me ves, no recordaras lo que pasó entre tú y yo. Y es lo mejor. Al menos para mí. No puedes condenarme a que vea como haces tu familia y no haga nada.

—Tom…

—No, Bill. No me pidas eso. Por el cariño que me puedas tener. Quiero olvidarme de ti, de tus caricias y de tus besos, y aquí a tu lado, no puedo.

Bill se quedó estupefacto. No lo había visto así. Había sido un completo egoísta al no comprender que su hermano estaba sufriendo por su culpa. Si alguien le hubiera hecho el daño que él le había hecho, hubiera matado a ese alguien. Pero, ¿qué podía hacer cuándo era él quién le hacía daño? Solo dejarlo ir, darle lo que él tanto quería y anhelaba en esos momentos. Solo podía darle la paz que tanto ansiaba.

—Si esa es tu decisión…

—No te pido permiso —le dijo acercándose a él. Bill asustado retrocedió hasta chocar con la puerta. Tom sonrío de forma triste y apartó suavemente a Bill, mientras abría la puerta del baño.

No había dado ni dos pasos cuando sintió que una cosa caía a sus manos. Extrañado, se fijó en lo que era y vio el ramo de rosas que la novia había llevado y que ahora había lanzado como mandaba la tradición.

Todo el mundo quedó callado al ver que era él el destinatario de ese ramo, hasta que Melanie habló nerviosa y tropezando con sus palabras:

—Felicidades, Tom. Espero que puedas encontrar a alguien con quien compartir tu vida pronto y os caséis.

Tom no dijo nada. No hizo nada. Por un momento se quedó parado, pero luego, y apretando el ramo, fuertemente, echó a correr, alejándose de todo y de todos.

Ya en la calle, vio que había empezado a llover.

<<Genial>> pensó. <<El cielo está como mi estado de ánimo>>.

Levantó la mirada hacia el lugar donde la fiesta iba volviendo poco a poco, y se alejó lentamente con una única promesa hecha a sí mismo.

La promesa de olvidar todo el amor que un día Bill le había dado. La promesa de que un día volvería y miraría a su gemelo a la cara, y ya no quedaría ni un ápice de ese amor que había sentido por él.

La promesa de volver a ser solo hermanos. Hermanos gemelos.

Notas finales:

¿Gustó? ¿Sí? ¿No? ¿Piedras? ¿Tomatazos? ¿Algo, por favor?

Espero que haya gustado y que me dejen un review >.< se lo agradecería mucho.

Saludos~~.


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