Rosas por Krito

-Hoy va hacer el día menos pensado - pensé como era ya era costumbre. Hacía ya 17 años desde que desapareció Igneel.
Era un día diferente a los demás, como de los que hay poca veces en el año. Pero no era diferente por el ambiente, el clima o ese tipo de cosas, era diferente por el simple hecho de que lo sentía.
Me aliste para salir, tenía una cita con Sting. Había comenzado a salir con él meses después del término de los juegos, realmente él me admiraba y me amaba, cosa que yo igual lo hacía, pero no podía olvidar a cierta persona.
*Flash Back*
Tenía alrededor de 10 años, y estaba solo en una extensa llanura cubierta de nieve, no podía recordar nada, ni el porqué estaba en ese lugar, de donde era o quien era específicamente, solo sabía que no había nadie conmigo.
Empecé a deambular para ver si encontraba algo o alguien que me ayudase, pero no había nadie. Me sentía desconsolado y triste, así que me senté en una gran piedra a llorar un poco.  El lugar era como un desierto, no había nada absolutamente nada. Estaba llorando cuando apareció un rayo de esperanza, frente a mi estaba un gran dragón de color rojo, no pude evitar asustarme al ver a semejante criatura frente a mí.
-No te asustes.- dijo el dragón.
Yo no podía tranquilizarle, estaba demasiado asustado para poder ponerle atención a aquel dragón.
El dragón cerró los ojos y al parecer suspiro, levanto sus alas si envolvió en ellas, al abrirlas pude ver a alguien, un joven de unos 15 o 16 años al parecer, cabello rojo, ojos de color amarillento y piel un poco bronceada. Tenía puesta una especie de manta que le cubría los hombros y espalda, y detrás de esta un chaleco largo blanco, también usaba unos pantalones anchos blancos con un cinturón rojo, en las muñecas unas esclavas de oros y unos cuantos collares. El chico realmente era apuesto y tenía un cuerpo bien formado.
-¿Quién eres tú? ¿Y qué le paso al gran dragón?- le pregunte un poco impactado.
-Yo soy Igneel, yo soy el dragón que acabas de ver- sonrió.
-Me estas mintiendo.- Dije incrédulo, no podía creer que un chico fuera un dragón.
-Claro que no te estoy mintiendo- expreso alegre el joven.- ¿Quieres que te lo demuestre?
Antes de siquiera poder formular la respuesta, Igneel se transformo nuevamente en el gran dragón rojo. Pero inmediatamente volvió a la forma humana que anteriormente había adoptado.
- Ahora... ¿Me crees?
-aaaa.... hai, pero ¿cómo lo haces?- sorprendido quedaba corto para explicar cómo se sentía en aquel momento.
-No lo sé, siempre lo he podido hacer.- bacilo el joven- y bien ¿Cómo te llamas? ¿Y porque un pequeño como tu esta en un lugar como este?
-Bueno no puedo recordar mi nombre, señor - respondí cabizbajo- tampoco sé que estoy haciendo en este lugar.
De repente sentí una sensación familiar. Igneel me estaba abrazando, no sabía el porqué de su repentina reacción, pero sentía muy bien, no sabía qué hacer, pero quería sentir más de aquella cálida emoción, así que correspondí su abrazó. El abrazó duro unos segundos más hasta que Igneel se separo de mí y se puso en cuclillas para poder estar a mi altura.
-Lo siento -chistó Igneel rascándose la nuca - actúe sin pensar.- se silencio por un minuto mientras desviaba su mirada color ámbar.- No se que pueda hacer, pero en lo más que te puedo ayudar es adoptarte temporalmente hasta que puedas recuperar algunos de tus recuerdos- me miro directamente a los ojos que están muy serio antes su decisión.- ¿Qué te parece?
-...- estaba nervioso na sabía bien que contestarle, pero tenía bien claras mis palabras - me parece bien.- Al responderle Igneel se lleno de alegría y volvió a abrazarme, pero me soltó casi de inmediato.
- lo siento, creo que te tendré que poner un nombre - expreso confuso Igneel. Se quedo un rato pensativo en silencio, hasta que por fin dijo lo que pensaba - ¿Qué te parece si te llamó Natsu? Solo hasta que recuerdes tu nombre.
-Si, me parece bien - conteste eufórico, Igneel solo se rió y puso su mano sobre mi cabeza para despeinar mis cabellos rosados.
Me llevó a una gran mansión, donde él vivía. 
El en tiempo que estuvimos juntos, Igneel me enseño la magia de Dragon Slayer, yo comenzaba a sentir un sentimiento extraño hacia él, no era agradecimiento, era otra cosa, algo que apenas comenzaba a conocer.
*Fin Flash Back*
-Hola Natsu-san.- me saludo alegremente mi novio.
-Hola Sting- le respondí
-Te  traje esto.- expreso Sting dándome un gran ramo de rosas, eran unas rosas tan rojas como el color del fuego o de la sangre, tan rojas como las que me solía dar Igneel.
-Muchas Gracias Sting- le recibí las rosas para después besarlo tiernamente en los labios.- Sabes que me encantan.
Me encantaba recibir rosas, no importaba si era muy tonto yo era así.
-Claro que lo sé, yo sé todo sobre la persona que amo.- me abrazó. Aunque Sting dijera que conocía todo sobre mí, era mentira, había cosas que le ocultaba.- ¿Te sucede algo?
-Eeeh, no, claro que no me sucede nada - conteste terminando el abrazo, pero mi novio me vio con cara de "a mí no me engañas, yo se que tienes algo"- está bien, si sucede algo, lo que sucede es que ya pasaron 17 años desde que Igneel se fue- exprese mi pesar cabizbajo; y me parecía mentira que se escapara mi vida, imaginando que Igneel volvía a donde lo vi por primera vez.
- Natsu-san - pego mi cabeza a su pecho - no te pongas triste, algún día volverá y lo podrás ver nuevamente.
*Flash Back*
Pasaron los meses, e Igneel se comportaba muy bien conmigo, en esos meses descubrí el sentimiento del amor, me había enamorado de él y al parecer él también sentía algo por mí.
Una tarde después de las lecciones de magia, decidí que sería el momento de confesarle a Igneel mis sentimientos.
-Igneel- le dije nervioso.- ¿Puedo pasar?
-Natsu, claro pasa.
Entre a la habitación de Igneel, nunca antes había estado en ella, era grande y tenía una cama igual de grande en el centro de la recamara. Igneel salió de baño, con su cabello rojo mojado y sin nada que le cubriera el abdomen. No pude evitar sonrojarme levemente y desviar la mirada, a pesar de haberlo visto varias veces sin nada puesto en la parte superior.
-¿Qué se te ofrece Natsu?- dijo tomando una toalla y colocándosela en la cabeza, para secar sus cabellos rojos
-Etto… Igneel, quiero decirle algo.- él dejo de secarse el cabello y dejo caer la toalla en sus hombros, me miro seria y fijamente con sus ojos amarillos.- Etto... ¡ME GUSTAS!- le grite sin pensarlo, inmediatamente caí en lo que acababa de hacer me avergoncé, pero seguí hablando- Me gusta, creó que estoy enamorado de usted, es muy bueno, se compadeció de mi, un niño desconoció, que estaba solo en el crudo invierno, me ha cuidado y durante todo este tiempo he empezado a sentir cosas referentes a usted, me he enamorado profundamente de usted.
Al termino de mi confección, note que estaba respirando agitadamente y mi pulso era acelerado, Igneel me miraba... ¿Con dulzura? Se acerco a mí y me abrazo fuertemente.
-Oooh Natsu, me haces tan feliz.- me pegaba a sus pecho- a mí también me gustas, es más creo que te amo.
¿Que era lo que había dicho? ¿Dijo que me amaba?, mis ojos se empezaron a cristalizar, hundí mi rostro en el pecho de Igneel y comencé a llorar como un crió de 5 años.
Permanecimos en silencio un largo momento, Igneel me seguía abrazando y jugueteaba con un mechón de mi cabello.
-No le digas nadie, pero...- me susurro en el oído- tenemos el récord del mundo en querernos.
Las palabras de Igneel eran cálidas y me gustaban. Esa noche dormimos juntos, me acurruque en su pecho y me dormí, mientras en jugaba con mi cabello.
Después de esa noche, Igneel me llevaba una rosa roja a diario, me encantaba que hiciera eso, era un lindo detalle de su parte.
Una noche, él me llevo a un tipo peñasco junto el mar, el sol daba su ultimo bostezo escondiéndose en el mar, era una escena preciosa.
-Es muy linda la vis....- no pude terminar la frase, Igneel me había callado con un beso, fue corto pero enseguida vino otro más largo; era embriagante pero dulce, era algo totalmente nuevo para mí, su lengua recorría toda mi boca en busca de la mía, al encontrarla comenzó una danza entre ellas que era muy apasionada, al ser menor que él y no tener experiencia, Igneel fue mi mentor en ese tema. El beso se propago hasta que Igneel se quedo sin aliento, jadeantes y  él estaba levemente sonrojado y yo en cambio estaba más rojo que sus cabellos.
Pasaron seis meses e Igneel desapareció, si excusas y sin decir adiós.
-un placer coincidir contigo en esta vida.- susurré cabizbajo mientras las lágrimas recorrían mis mejillas.
Allí me quede con la mano en el corazón y en la otra las razones de por qué se había ido, que ni yo entendía. Corrí por toda la pradera en busca de Igneel, gritando desesperadamente si nombre, pero no obtuve respuesta, seguí corriendo sin rumbo, hasta que llegue a Fairy Tail.
*Fin Flash Back*
-¿Cuando?- pregunte al borde de las lágrimas.
-Pronto- afirmo Sting.
En ese momento, pensé que el amor verdadero es tan solo el primero; amaba a Sting pero seguía pensando en Igneel, pero con menos frecuencia desde que le conocí. Tal vez el amor que existía entre Sting y yo era tan solo para olvidar el amor que sentía por Igneel. 
-Quizás hoy lo vulvas a ver.- dijo Sting tratando de consolarme.
-¿Eso crees?- le dije ya con la cara empapada en lágrimas.
-Si, quizás sea hoy el día menos pensado.- me beso en la frente.