Desde pequeño, Jongin tenía algo claro: la peor muerte, sería ver como la persona que amas, ama a alguien más.
Se sentía bien, pero a la vez dolía. Se sentía bien la soledad y el sentimiento de tristeza y vacío profundo. La forma de olvidar las penas y el puntillazo en el corazón al recordarlas. Por otra parte, dolía. Dolía despertar y mirar hacia el otro lado de la cama para descubrir que él, el hombre por el que suspiraba desde que era un adolescente, y cuyo cuerpo había hecho suyo cada noche durante los últimos tres años, no estaba abrazado a su cintura.
“¿Te gusta el color rojo?” Preguntó Baekhyun una mañana de primavera.
“No, prefiero el negro.” Contestó Jongin, creando un largo silencio.
“Pero…el rojo es el color del amor.” No parecía querer darse por vencido.
“El negro es el color de la soledad, me parece adecuado para describir mi vida.”
“Oh…” Dejó escapar el más bajo. “¿Significa eso que hago tu vida miserable?”
“No, no, Baekhyun, nunca pienses eso, eres lo único que le da color a mi existencia, ten eso siempre presente.” Sus palabras hicieron sonreír a Baekhyun. Y le besó, le besó prometiéndole entre susurros, que siempre estaría para él.
Con el paso de los años, Jongin estaba muriendo. Moría porque sabía que no podía hacer feliz a Baekhyun y era cuestión de tiempo que buscara a alguien más. “Jongin, no voy a dejarte morir.” Dijo este. Baekhyun sabía que estaba mintiendo.
“¿Has pensado alguna vez en alguien que no seas tú? Estoy harto de tus mentiras, Kim Jongin, harto de sentir que soy siempre la última persona en tu vida y que antepongas todas tus prioridades a mis necesidades.” Las palabras de Baekhyun aún quemaban en la piel de Jongin como un mártir al que despellejaron vivo en su día. “Te quiero, pero no puedo seguir así.” Suspiró el castaño, cerrando la puerta del apartamento, y con ella, todos sus recuerdos vividos en la estancia.
Todo era negro para Jongin aquella melancólica noche de diciembre en la que decidió recuperar a Baekhyun. “Márchate.” Suplicó escondido detrás de su puerta, sintiéndose violado por la seria y penetrante mirada de Jongin. Éste agachó la cabeza y tiró la colilla al suelo, pisándola para apagarla. Levantó la mirada. Entonces Baekhyun se concentró en el humo de su última calada, siento expulsado a través de su boca entreabierta y su nariz. Sus ojeras oscuras y en que su piel carecía de maquillaje o cuidado alguno. Sus cabellos despeinados, necesitados de un buen corte. Un abrigo de lana cubriendo su cuerpo tembloroso. “Lo siento.” Se decidió el moreno. Baekhyun le miró, dubitativo. Lo decía en serio y nadie mejor que él lo sabía. Conocía muy bien a Jongin, y si había algo en lo que era realmente malo, era pidiendo perdón. Jongin dio un paso adelante, Baekhyun se aferró a la puerta. Otro paso hacia delante. Unos labios fríos, secos y necesitados. Otro par cálidos y satisfechos. Jongin se deleitó durante unos segundos con el labio inferior del mayor, el cual se dejaba hacer y no oponía resistencia alguna. “Jongin…” murmuró cuando se separaron para coger aire. “No podemos hacer esto.” No le importó, el otro siguió en busca de sus labios, hambriento. “¡Jongin! ¡He dicho que no!” exclamó Baekhyun, dando a entender que su decisión era firme. “Hay otra persona.” Entonces lo vio, vio a su mejor amigo. Su enorme sonrisa y su pelo castaño, sus ojos brillantes y su cuerpo atlético. Y dolía, dolía más de lo que había podido doler en estos tres meses de soledad.
Aquella noche, Jongin murió.
“Ahora me doy cuenta de que hay cosas que nunca se superan y duelen eternamente. No estoy dispuesto a seguir este camino sin ti. Por favor, sé feliz con Chanyeol, él te merece más que yo.
Eternamente tuyo,
Jongin.”