Sephiroth miró a su alrededor para asegurarse de que no faltaba ningún soldado de infantería.
Detestaba tener que hacer eso, pero no tenía otra opción. El mismo Director Lazard le había pedido (ordenado) que ayudara a la infantería a acabar con una horda de monstruos que atacaba los suburbios.
Ni siquiera eran monstruos fuertes, pero la infantería estaba formada por principiantes que no lograron acceder a SOLDADO, así que eran tan inútiles como cualquier civil pero con la diferencia de que portaban armas de fuego, por lo que el director pensó en que si tenían a su ídolo al frente de batalla quizás se inspirarían a mejorar.
Por su parte, Sephiroth no pensaba hacer el papel de niñera mas tampoco dejaría morir a nadie en vano.
Contó a simple vista a veintidós soldados. Estaban todos, algunos con rasguños menores, pero completos, o eso pensaba hasta que escuchó los gritos de un soldado faltante que corría entre los escombros y tras él un par de monstruos dispuestos a matarlo.
Los otros soldados, con el espíritu en alto, se prepararon para asistirlo, sin embargo, Sephiroth se los negó con un ademán de su mano, no podía arriesgarse a que dispararan siendo que los monstruos se encontraban bastante cerca del muchacho. Podían herirlo si alguien apuntaba mal.
Sephiroth desenfundó su espada de nuevo, y de un salto llegó a tiempo para evitar que uno de los monstruos le tirara un mordisco al cadete acabando con ellos con un simple corte trasversal.
Los soldados festejaron el rescate con gritos mientras que Sephiroth se volvió para cerciorarse de que el muchacho estuviera entero, encontrándolo respirando agitando en el piso. Posó sus ojos turquesas sobre él un momento con desaprobación, pero no podía culparlo, era un novato, aunque sí hubiese esperado a que por lo menos no fuese tan blando como para asustarse por algo así si es que pretendía proteger Midgar.
Le tendió una mano para ayudarlo y éste lo miró de vuelta con sus ojos azules bien abiertos, quizás por sorpresa o porque aún no se le pasaba el susto, y lo pensó varios segundos antes de corresponderle.
Sephiroth se dio cuenta que el muchacho parecía estar muy avergonzado por lo sucedido pues mantuvo siempre la cabeza gacha y escondido con mechones de cabello rubio su cara sonrojada de vergüenza incluso cuando le dio las gracias y regresó a formarse con los otros infantes, que algunos lo recibieron con burlas y otros con suma comprensión. Y vio cómo se ponía un casco entregado por uno de sus compañeros (seguramente era el suyo que se había caído durante la persecución), después, lo perdió de vista entre los uniformes iguales.
Ya habían pasado días de eso y no podía sacarse al muchacho de la cabeza. No lo había vuelto a ver desde el incidente pero lo recordaba muy vívidamente, sobre todo sus ojos azules que le inspiraron una suma inocencia que lo fascinó. Intentó buscarlo más de una vez al ver a algún grupo de infantería, pero resultaba inútil, todos llevaban esos cascos que hacían que no pudiera diferenciarlos unos de otros. Además, el chico podía estar en cualquier piso del complejo gigantesco de Shin-Ra como en las calles de la ciudad vigilando algún sector (como también muerto debido a su propia incompetencia).
Sephiroth se dio por vencido un tiempo, dándose cuenta que ni siquiera tenía idea de qué haría si lo llegase a encontrar, apenas si habían cruzado una fugaz mirada y una palabra; y tampoco estaba muy seguro de por qué se había grabado aquello en su memoria, entonces decidió que guardaría ese deseo para sí mismo en algún lugar recóndito de su mente como algo que no podía ser y que era mejor olvidar.
No obstante, semanas después, ya que había aceptado aquello, fue requerido para una misión en las afueras de Kalm a causa de ataques por monstruos de gran tamaño, llevando consigo SOLDADO de clase baja y otros pocos de infantería. Y si no fuera porque inocentemente había decidido ignorar a los de infantería habría notado desde un principio a uno particularmente torpe que tenía problemas desde cargar su arma hasta fallar disparos muy de cerca del que solamente se percató porque tuvo que evitar que un monstruo se le echara encima cuando tropezó y cayó al suelo en una distracción. Y cuando le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse pudo reconocer los labios finos que sobresalían del casco.
- Tú… - murmuró Sephiroth aún con el brazo extendido. El chico comenzó a temblar, posiblemente pensando que se trataría de una reprimenda, por su parte, el peliplateado estaba más bien sorprendido de reencontrarse con él y justo de la misma manera. El chico, temiendo por una amonestación, aceptó la mano de todas maneras para no quedar como un ingrato.
- Gra-gracias, General…de nuevo – dijo y bajó la mirada al suelo, posiblemente con las mejillas ruborizadas, o eso creía el peliplateado porque no podía verle la cara completa.
- ¿Cuál es tu nombre? –
Al muchacho, con la voz entrecortada, contestó:
- Clo-Cloud Strife, Señor - contestó adoptando la postura más firme que sus piernas tambaleantes se lo permitieron, prácticamente esperando un regaño por parte de su superior que ya lo había rescatado no una sino dos veces, y peor aún, las dos veces de la misma manera.
- Cloud… - murmuró y sonrió para sus adentros por conocer el nombre del chico que ocupada sus pensamientos – Sé más cuidadoso – dijo simplemente y regresó a su labor de matar monstruos, dejando al mencionado un poco desconcertado por su actitud tan familiar hacia él.
Los días pasaban y Sephiroth aún no tenía muy claro su creciente obsesión por Cloud. Siempre que se lo encontraba en el edificio de Shin-Ra lo seguía con la mirada hasta perderlo en una esquina o un elevador, e incluso a veces que tenía tiempo libre lo miraba en secreto durante sus entrenamientos, y si habían de toparse directamente lo saludaba con una leve sonrisa sin intercambiar palabras y observaba encantado como éste se ruborizaba y respondía tímidamente de la misma manera.
Entonces un día lo comprendió: le gustaba Cloud.