Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

TU PROPIA CANCIÓN DE CUNA [UsaguixMisaki] by: Lady T. & Sora Takahashi (16/10/13) por Naty Yokozawa

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Saludos.

Esta vez, traigo un short fic, escrito junto a una amiga, Sora Takahashi.

Las actus estarán disponibles, entre un periodo máximo comprendido de diez días, cada capítulo.
Hacemos nuestro mayor esfuerzo, se los aseguro.

Esperamos sea de su agrado.

Disclaimer: Ni Junjou Romantica ni sus personajes nos pertenecen, son propiedad de Shungiku Nakamura, nosotras sólo los tomamos prestados para crear nuestra historia.

Usami Kazuki y Hasegawa Akira sí son personajes creados de nuestra invención.

Gracias por leer.

Notas del capitulo:

Ambas escritoras tenemos proyectos en proceso, antes de que quieran matarnos, pues bueno.... La verdad no hay excusas, xD, más que es un poco más fácil trabajar en conjunto que cada una en sus propias historias [Porque ambas nos metemos presión xD]

 

 

Esperamos traerles novedades próximamente, si seguimos vivas.

 

:)

 

Un abrazo.

Através de los años, los momentos vividos a tu lado se van borrando.


Pero es tu sonrisa, y tu amor sincero los que cobijan a esta añejada alma.

Oh cariño, tengo esta fe en que el sentimiento que nos unió aún no se ha ido, de que no te lo has llevado contigo, y me lo has dejado como una manera de mantenerme seguro, aun cuando lo perdí todo.

Lo perdí todo, en el justo momento en que me diste el regalo más grande y maravilloso de todos.

Gracias, gracias por haberme dejado algo que me diera más miedo de lo que nunca nada ni nadie me había dado, al mismo tiempo que me entregaba la fe que creía se había ido contigo.

Gracias por tanto amor.






~.~.~.~.~.~.~.~.~.~







Las hojas del cerezo floreciendo con inusitada rapidez y revoloteando en el aire me recordaban el paso del tiempo, de que nada más hacía poco había culminado el invierno para darle la bienvenida a la primavera.
Suspiré con cansancio y con sentida profundidad, mirando al cielo, y llevando una mano al pecho, no pude evitar pensar.


“Una última primavera, Misaki... Muy pronto nos veremos. Sólo espérame, amor mío. Sólo un poco más.”


Una tarde más, sentado en el patio de este tranquilo lugar, donde puedo relajarme y recordar viejos tiempos. Traer a colación recuerdos de mi años fenecidos no había sido precisamente una de mis actividades favoritas en toda mi vida, hasta que inevitablemente llegó aquella diabla pero sabia compañera de la soledad: La vejez.


—Papá, ¿Cómo estás? —Su abrazo es cálido, su aroma suave y casi hasta nostálgico. Lo miro de nuevo y toda una vida pasa delante de mis ojos. Mi corazón palpita con fuerza y añoranza.


Llevo mis manos a su rostro.


—¿Misaki? —Sus ojos son tan perfectamente... Esmeraldas. Es su viva imagen. Es la misma pasión indescifrable e indomable la que se encuentra pintada en su mirar tan joven. Sin embargo soy testigo fiel de la tristeza abrazada de una preocupación cariñosa reflejada en ella, inútilmente disfrazada dejándola detrás de una sonrisa. Una pena que repentinamente opaca la hermosa luz que llevan sus ojos.

—No papá... Kazuki. Soy Kazuki. Tu hijo, ¿Me recuerdas? —Es tan efímero el sueño, y tan agridulce la realidad que de golpe caigo a la ella, al presente ineludible y tan dolorosamente solitario.


Con esa mirada y esos cabellos castaños, es tan fácil y hermosamente comprensible confundirlos.

Es exactamente como él.

Pero él no es mi Misaki.



—Kazuki, estoy viejo, no idiota. —Si bien mi salud no era la mejor de todas en los últimos tiempos, con mis juveniles cincuenta y seis años, tampoco podría decirse que tenía alzhéimer o algo parecido. Mi mente era aún bastante lúcida como para distinguir entre la realidad y lo que era falso.


—Jajaja... Me alegra verte también. —Sus ojos vuelven a ser despejados de las nubes de preocupaciones, dejándome ver su alegría y transmitiéndola sobre mis manos una vez que son tomadas entre sus finos dedos, luego de sentarse a mi lado. —¿Cómo has estado?


—No me puedo quejar. ¿Me trajiste comida? —Si bien era mi propia elección haberme quedado en este lugar, él aun venía cada atardecer a verme. Era algo en lo que; por más que le dijera un millón de veces que era innecesario, no me iría a obedecer. Obstinado y terco como él solo. —Sabes que a todo lo que hacen acá le ponen pimientos. Es un horror. Todo lo demás es bueno. La comida es un asco.


—Papá... Te deberías de comer tus verduras. —Para nada raro. Mi propio hijo me regañaba. Luego de una perorata para nada resumida acerca de cómo debo cuidar mi salud, me mostró un pequeño canasto que hasta entonces lo traía a sus espaldas. —Pero aquí te traje lo que me pediste. Diferentes comidas en base de salmón, y sin nada de verduras. Especialmente sin pimientos. —Mi humor huraño hasta entonces desapareció casi al instante por una sincera sonrisa.

—Gracias.

—Lo que sea por ti. —Tan dulce... Tan amable, eso definitivamente no lo había sacado de este lado de la genética. Así que tenía que decirlo una vez más.



“Gracias Misaki.”



De pronto, saliendo de mis propios pensamientos, me percaté del temblor ligero en sus manos, y su mirada cabizbaja, casi huidiza. Aquel tic era un poco bastante conocido para mí. Algo lo preocupaba, y no sabía cómo ocultarlo o mentirme respecto a ello. Era pésimo para aquello, como cierto castaño del que en algún tiempo me enamoré.


—Kazuki... ¿Qué pasa?

—No es nada.

—No mientas. —Lo obligué a mirarme, levantando su rostro con mis manos. Y cuán grande fue mi asombro y el sentir de una espina clavada justo en el medio exacto de mi corazón al notar lágrimas asomadas en sus dos preciosas esmeraldas, que tanto amaba y de las que, con tanto recelo en toda mi vida resguardaba su luz e inocencia para que nadie nunca se las arrebatara. Protegerlo ha sido en los últimos veinte y cinco años de mi vida mi única labor.

Y ahora, me sentía, casi como un fracasado en ello.

No podía resguardarlo de todos los dolores de esta vida.


—Papá... Tengo miedo... —dijo finalmente.



Conozco ese sentimiento de perder lo más preciado, lo más amado.
Por esa razón, quizá pueda decir que conozco sus miedos y sus inseguridades.


—¿Miedo de qué, pequeño? —Hace tanto que no lo llamaba así, pero tanta era la necesidad en ese momento. Tan sólo parecía un niño asustado por la tormenta en busca de un refugio. —¿Te ha hecho daño alguno ese tal Akira?

—Al contrario papá. Él... —Entonces antes que decirlo, por alguna razón, decidió que era mejor mostrármelo. Y reparé; por primera vez en esa tarde, en el dedo anular de su mano derecha, en cuanto me la mostró colocándole por delante de su rostro.

—Oh, por todos los demonios...

—Sí... Me ha pedido que nos casemos. Yo... —Entonces volví a tomar sus manos entre las mías, buscando darle un poco del confort que tanto le hacía falta. El brillo en sus ojos parecía no querer extenderse por todo su rostro.

—Puedes decirme lo que sea.


Sin decir más se escondió en mis brazos, sollozando en silencio, pero con libre albedrío, y una tan urgente necesidad de ser consolado, de encontrar las palabras que fueran necesarias para poder calmarlo.

—No era precisamente la manera en la que “Soñaba decírtelo”, pero... —De nuevo callaba, y aunque el llanto había parado, no entendía cómo seguiría aquello. Aunque un presentimiento se clavó en mi pecho con inesperada calidez; una extraña pero hasta buena, quizá.

—¿Kazuki? —Él, tomó mi mano y la colocó con nerviosismo sobre su plano vientre.

—¿Qué? ¿Kazuki? Esos gruñidos... Vaya, ¿Pasas hambre? Ese noviecito de pacotilla tuyo no te alimenta bien, ¿Cierto?



Él sólo se limitó a reír por lo bajo.



—Su nombre es Akira, papá. Y me alimenta bien. Bueno, hace lo que puede, sabes que él prefiere comer lo que mis manos preparan. Y no era lo que trataba de decirte. Aunque bueno, sí. Últimamente, tengo el doble... —enfatizó esa palabra acentuándola, más que las otras. —...de apetito que antes.

—...

—...

—...

—¿Kazuki?

—Ay, papá... Vas a ser abuelo.

—...

—...

—...

—Ah, ya... —un momento. —¡¿Qué?! —ahora las lágrimas que se asomaban eran las mías. Pero de confusión, emoción, excitación, y... ¿Felicidad? —¿En serio? —Él sólo se limitó a asentir con su cabeza, y dibujando una sonrisa perfecta e imborrable, que cubría todos sus pesares. —Oh... Kazuki... —Lo abracé, ¿Qué más podía hacer? Sentía que era arrastrado por un remolino de emociones, y las fuerzas ya no eran las mismas de antes para hacer una algarabía de ello. Aunque claro está que debía organizar una fiesta a nivel nacional por ello, y los planes deberían empezar ya.



Misaki. Mi pequeño y adorable Misaki debería ser quien compartiese conmigo esta felicidad inundando mi corazón. Y espero lo esté haciendo desde donde quiera que esté.


Y de un momento a otro, reparé en ello.


—¿Akira lo sabe?

—Sí. Papá, él está muy feliz... —Aunque no fuera muy sensible, pude percatarme casi de inmediato del tono melancólico en su voz, apañando su más grande felicidad.

—¿Pero?

—Es su familia... Todavía no son capaces de aceptarnos. —Ay mi niño. Tan fuerte por fuera, tan vulnerable y frágil por dentro. Intentando por todos los medios de sobrellevar sus propias cargas él solo. Pero yo no lo podría permitir... ¿Qué diría Misaki en una situación como ésta? Él era tan inseguro tratándose de sí mismo, pero era un roble imposible de hacer caer cuando se trataba de cuidar, proteger y amar a sus seres queridos. Cuidándome como siempre lo hizo, sosteniéndome siempre... Amándome siempre.


El corazón me dolió, y es que tanta era la necesidad que teníamos de él. Tanto yo como Kazuki, a ambos nos hacía falta su valentía y convicción para hacer frente a las duras pruebas que la vida nos daba.


Entonces un pequeño atisbo de luz se me vino a la cabeza, en medio del túnel de oscuridad en la que nos hallábamos.
Claro. Mi Misaki, él tenía las respuestas a todas mis interrogantes, al fin y al cabo él había sido mi pilar, mi sostén, mi vida, mi todo.


Él había sido mucho más que el amor de mi vida.


—¿Papá? ¿Pasa algo?

—Vamos, tengo algo que mostrarte. —El peso de los años habían sentenciado de que aun cuando todavía me faltara lo necesario para ser un viejo decrépito, mis piernas ya no tuvieran la fuerza suficiente para andar mucho tiempo por mi propio andar. Así que, con la ayuda de una silla de ruedas, Kazuki me llevó a la que era mi habitación en ese lugar “lujoso”, para morir en “paz”, en donde la mayoría eran más que personas, tratados como harapos viejos y olvidados por sus propios seres alguna vez “amados”. Bendición o no, no era mi caso.





~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






La habitación era enorme. Tal cual como yo la quería.


Una oficina pequeña de cuatro por tres sólo para que ocupara un escritorio con una laptop encima, la que aun de vez en cuando era tecleada para hacer lo que siempre se me daba mejor: Expresarme en letras, lo que con la boca nunca fui capaz de hacer medianamente bien. Esa pequeña oficina se encontraba delante de la ventana principal y conectaba por medio de una puerta, con una pequeña sala con dos cómodos sofás que componían el living, junto a una mesita y un televisor.


Luego de pasar por la que sería “la sala de estar”, y un pequeño comedor con una modesta cocina (no tenía idea de porqué la tenía... ah, sí, por el café... al menos eso había aprendido a hacer) llegábamos finalmente hasta mi habitación, propiamente dicha la cual no tenía más que un armario, una cama tamaño queen size con tan sólo la poquísima cantidad de veinte Suzuki-san, y el buró donde tenía un solo retrato de fotografía de mi pequeña familia adornándola junto con la lámpara de noche.


Las puertas corredizas hacia el balcón le daban cierto toque especial, gracias a ella podía salir a observar el mar tan abrumado de emociones, y a la vez tan silencioso. Siempre podía recurrir a él cuando quisiera tener un poco de inspiración (era lo mejor de estar retirado, escribir por gusto, y no por obligación), o cuando simplemente no quería hacer nada más que escuchar la voz de Misaki, o incluso cuando no quería escuchar mis propios pensamientos.


Era la salida de emergencia perfecta, y la más bella que pudiera tener jamás.



—Kazuki, alcánzame por favor esa caja que está sobre el armario.

—Sí, claro. —Luego de hacerlo, volvimos a la sala y le pedí que se sentara, mientras yo abría la caja, saqué algo de ella, para luego dejar nuevamente la caja, esta vez sobre la mesita y me acerqué finalmente al televisor plasma y la prendí, luego de haber colocado el VHS para que se reprodujera.

—Papá... ¿Qué es...?

—Es un pequeño regalo... de tu papá.


Le dije con una sonrisa de la que siquiera fui capaz de percatarme. No hablaba de él a menudo. Sólo lo hacía cuando Kazuki era pequeño, pero había sido tan rápido el correr de los años que fácilmente podrían haber pasado incluso diez años sin que habláramos de Misaki.


Y no fui el único golpeado por las emociones.


Él se llevó ambas manos sobre el pecho, casi como queriendo detener que su corazón saliera de su lugar.


—¿Papá...? Pero él... Tú no... Es decir... ¿Un regalo dices? ¿Por qué ahora? Yo no... no quiero abrirte viejas heridas. —Volví hasta donde estaba él, y tomé su mano, en ese sencillo acto donde quisiera hacerle transmitir y que lograra entender mis sentimientos.

—No son heridas. Son hermosos recuerdos. Misaki y tú, son el milagro en mi vida, uno que nunca esperé y del que estoy convencido, ni aun en el día de hoy, me merezco. Kazu, hice lo que pude porque pudieras sentirte cercano a él, justamente por lo pequeño que eras cuando él se marchó. Pero sabía perfectamente que nunca iba a poder lograrlo. No importaba todos los regalos que te hiciera, todo el amor que te pudiera dar o incluso todas las historias que te pudiera contar. Siempre supe que a tu corazón le faltaría la mitad del amor del que pudieras necesitar.

—Papá, yo...

—Déjame terminar... —Llevé un dedo a la cadena de oro que colgaba de su cuello, el cual había sido regalo de Misaki, cuando estaba embarazado de él. Era tan solo un dije pequeño con las letras en Kanji de “Kazuki” que significaba precisamente “Esperanza”. —... Puede que todo lo que te haya dado no fuera suficiente Kazu. Pero quiero que sepas que fue todo lo que tenía para darte.


Él me abrazó con ahínco.


—Y nunca podré agradecértelo del todo. —Poco a poco deshice el agarre, pero no porque quería, sino para que llegaran de mejor manera mis palabras.

—Ahora, más que nunca, querría ser esa persona ideal para decirte lo que tienes que oír. Pero una vez más, sólo puedo darte mi apoyo incondicional y mi amor. Nada más. Hijo, es necesario que comprendas ahora, que yo... no, que tanto Misaki como yo comprendemos lo difícil que puede ser llevar la carga que ahora soporta tu corazón. Esa sensación... de no poder proteger como debes tu más preciado tesoro, casi como si fuera que te encontraras al borde de un precipicio. La podemos entender. Y quiero que entiendas que no se hará menos difícil, pero que sin embargo no estás solo. Es por eso, y por las razones, que luego tú serás de comprender, que te muestro ahora esto.


La caja en la que estaba guardado el VHS que había sacado, contenía, además de ése, otros ocho videos más y enumerados del 1 al 9, algunas cartas y algunas fotografías, que hasta ese momento en su vida, Kazuki no había visto jamás.


Todas eran de cuando Misaki estaba embarazado. Llevando su más preciosa carga, a él, a Kazuki, dentro de su vientre.


Y todas llevaban el mismo título.



“Tu propia canción de cuna”



Entendió entonces que; sin más explicaciones, eran su más preciado legado.

Un regalo cargado de amor, para él, de la persona que más lo atesoró desde siempre.



Mil emociones se agolparon en su corazón entonces, inútil fue intentar descifrarlos y las lágrimas debían ser retenidas de momento, para apreciar su obsequio de la manera más clara posible.

Con una sonrisa tan bella como nostálgica, entonces le dijo, preso de una felicidad y ansiedad inmensas, y tan profundas como el mar.


—¿Qué esperamos, entonces? —Akihiko se acomodó con ayuda de su hijo en el sofá, a su lado, y sin más anuncios le dio play a la videocasete.





~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






Encendió la cámara, las manos aun le temblaban por la discusión previa pero estaba completamente decidido, no había marcha atrás, en su mente sólo podía pensar que en tan sólo ocho meses más conocería a su hermoso y pequeño bebito. Deseaba con el alma poder conocerlo, verlo una sola vez siquiera.

Oh, lo deseaba mucho más que su próximo respirar.

Él también tenía miedo y mucho, no quería irse, no quería apartarse del lado de Usagi-san y deseaba ver crecer a su bebé… pero según el médico, las probabilidades eran tan pequeñas que prácticamente estaba muerto.

Una punzada de dolor le invadió, era cruel, muy cruel, cuando ocurría lo más bello en sus vidas... tenía que ser opacado por aquella carta de muerte recibida junto con el resultado positivo a embarazo. Un mes, tenía un mes llevando consigo una vida nueva. Una maravillosa y hermosa vida que era mitad suya y mitad de Usagi-san. ¿Había algo más hermoso? A su parecer no. El escritor estaba fuera, fumando, y manejando a algún lugar lejano seguramente y por más que deseaba que estuviera con él y lo abrazara para decirle que todo iba a estar bien, decidió que le daría tiempo, estaba seguro de que él mismo se daría cuenta de que era lo correcto porque Misaki moriría de tristeza si le quitaban a su bebé. Akihiko lo conocía mejor que nadie y a la larga notaría que más bien nunca debió siquiera sugerirlo porque el menor jamás podría abortar algo que crearon por medio de un acto de amor.


Pulsó el botón de grabar y tomó aire, preparándose unos pocos segundos, para comenzar.



—Estoy nervioso... Bueno, empecemos. Hola bebito, ¿Cómo estás? Espero que tu padre te esté cuidando bien... Aunque conociéndolo probablemente tengas que cuidarlo tú a él, es una persona un tanto difícil pero tiene mucho amor para dar, sé que te ama tanto como yo y que hará todo lo que esté a su alcance para que seas feliz. —Las lágrimas no tardaron en acudir a sus ojos, le dolía mucho estarle hablando sabiendo que para cuando su pequeño lo viera, él ya no estaría más allí.


—Yo... yo no podré estar con ustedes, no podré cuidarte, levantarme en la madrugada a darte de comer, ni llevarte a la escuela o hacerte el desayuno, no podré abrazarte ni besarte tanto como quisiera y... no sabes... cuánto lo lamento, lo siento, lo siento mucho, pero te amo tanto que no puedo quedarme aquí con ustedes, todo... lo que tengo para darte... es esto, tu vida es lo mejor que podré hacer por ti, no me odies, no te sientas culpable, esta es mi decisión, tu padre estará triste por un tiempo, sonríe tanto como puedas. —Una sonrisa cargada de amor abrazada a una pena se dibujó en sus pequeños labios. —A Usagi-san le gusta que sonría, lo sé, me mira de reojo cuando lo hago así esté ocupado o no. —Mantuvo esa ligera sonrisa, controlándose un poco y haciendo una pausa.


—Hoy, sólo quiero decirte que te amo, te amo más que a nada en el mundo y por ello voy a grabar una serie de videos en el tiempo que tengo contigo, estaremos tú y yo por un tiempo, así que hablaré contigo todo lo que pueda. Sé que me escucharás. —suspiró sonriendo más ampliamente, con sinceridad, colocando sus manos sobre su aun plano vientre.


—Yo soy Takahashi Misaki, de veinte y un años de edad, he vivido con Usagi-san desde los dieciocho años. Cuando recién ingresé a la universidad, durante mucho tiempo estuve dudando de mí mismo sin atreverme a expresar mis sentimientos hacia tu padre abiertamente, pero no era necesario porque él ya lo sabía, así como yo sé que él también me ama. Estudié Economía en la Universidad Mitsuhashi. Mi hermano mayor, Takahiro me cuidó después de que tus abuelos fallecieran en un accidente de auto, estoy seguro de que él también te querrá mucho. —Sentía que ya había hablado mucho pero no era suficiente, había tanto por decir, tantas cosas... —Hijito mío, por favor sé valiente, no importa cómo vivas tu vida, pero siempre hazlo de la manera correcta, se quién y como quieras ser, que nadie te detenga, ama tanto como puedas y siempre recuerda cuánto te amo, nunca estarás solo aunque no esté contigo para abrazarte. Te juro, que jamás te abandonaré. —No sabía cómo podía seguir hablando tan tranquilo y sonriendo pero las lágrimas se mantenían a raya, con esas últimas palabras cortó el vídeo y lo guardó cuidadosamente.





Sentado en el sillón esperó y esperó el regreso de Akihiko pero amaneció y él no regresaba, temblaba de frío y miedo pero no se movió de su lugar, apenas y fue capaz de dormir. ¿Dónde estaba? ¿No se había ido para no volver jamás, verdad? No, él lo dijo, lo juró. Usagi-san le juró que siempre lo amaría, que siempre lo protegería y que no lo dejaría solo. ¿Dónde estaba entonces?


“¿Cómo puedo transmitirte mis sentimientos?”
“Si tan solo pudiera hacerte ver...”



Estaba tan aterrado que ni el hambre consiguió moverlo de allí y no fue hasta la tarde cuando el mayor por fin regresó, pero no lo miró. Sólo vagaba por la casa de un lado a otro sin hablar y Misaki comenzó a llorar, cada vez más alto hasta que definitivamente el escritor reaccionó y lo miró.

Pálido, ojeroso, con una expresión aterrada y llena de dolor, temblando solo en el sillón ¿Cuánto tiempo llevaba allí?

—Misaki...

—Te fuiste... Me dejaste solo... ¡Me dejaste solo! ¡Yo también tengo miedo! ¡Tengo mucho miedo y tú... tú te fuiste! —Comenzó a golpearlo débilmente en su pecho y Akihiko pensó que nunca había sido más frágil que en ese momento, que nunca había estado más delicado y necesitado de cuidado y protección hasta en ese entonces, lo sostuvo contra su pecho entre sus brazos y sólo lo abrazó. —Usagi-san… —Los golpes se habían detenido, y sólo lágrimas y amor quedaban allí.




"...que, Usagui-san, no puedo hacer esto sin ti..."





Su voz rota le llegó tan profundo, que supo que jamás lo olvidaría, ese momento, ese día en el cual destrozó el corazón que juró proteger y que por alguna razón aun le pertenecía, ahora tenía que sanarlo.


—No quiero perderte, Misaki no me dejes, no lo hagas... —suplicó también con la voz rota manteniéndolo contra su pecho.

—Siempre estaré contigo, pero no puedo, no puedo dejarlo ir Usagi-san... es nuestro. —murmuró sin moverse ya. —Tengo hambre. —pronunció apenas con la voz cansada y un rubor hermoso en su rostro.


Lo tenía que aceptar, no tenía otra opción, tal vez en el camino encontrarían alguna solución pero ahora, lo más importante era que Misaki y el bebé estuvieran bien, simplemente lo llevó hasta el baño y tras ayudarlo a bañarse pidió ayuda a Aikawa para conseguir comida sana para el menor. No sabía a quién más podría recurrir, sino a ella. No sabía qué hacer más que seguir amándolo y cuidar de él lo mejor que pudiera.



Porque por ese hecho regresó.

No podía concebir la vida sin Misaki.

Simplemente, no podía.



—Te amo. —Le susurró mientras dormía. Aún les quedaba tiempo, lo resolvería, y podrían estar juntos por siempre, tenía que intentarlo.







"No podría ser más feliz, que en estos momentos. Es eso lo que quiero que sepas, y que, compartas conmigo esta felicidad, hasta el último momento."

 

 

 

CONTINUARÁ-------------------------

 

 

 

Notas finales:

un review/comentario no las va a matar.

No necesitan cuenta para dejar uno, acá abajito, escriben y envian y ya. ;A;

xD, no me odien por ser pedigueña, no suelo ser tan pesada n___n

 

Recuerden que somos dos las escritoras de esta historia:

 

Yo

y

Sora Takahashi

 

Gracias por pasar.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).