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La leyenda de la Madre Monte por Raistlin

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“¡Y muy buenos días, Tranquillity Hill. Yo soy su locutor favorito, Juan Figueroa y esto ‘El mañanero’ el programa más madrugador, recochón y simpático de toda la radio…

-¡Dios! – Decía estirando su mano hasta el radio despertador de su nochero para apagarlo y continuar con su tranquila rutina de dormir al menos unos cinco minutos más antes de que su madre llegue a tocarle la puerta lo más fuerte posible y a recordarle lo tarde que está para irse a estudiar.

Hoy no sería ese día que su madre tuviera que ir a buscarlo. Obtuvo algo de fuerza de voluntad de sí mismo y se levantó de su cama, sentía que entre la cobija y las cómodas almohadas de plumas pesaban al menos una tonelada. Cuando al fin se logró liberar de sus acomodadas sabanas y cobijas se sentó sobre un extremo de su cama, dio un largo y pesado bostezo y posteriormente paso a rascarse los ojos con ambas manos.

Todo iba normal, nada fuera común dentro de su rutina. Hasta que comenzó a rascarse la cabeza… noto algo raro en su cabello…

-¿Qué…? – Comenzó a cuestionarse preocupado cuando noto que su cabello ya no tenía ese clásico corte estilo militar que tanto le gustaba hacerse sino que había sido reemplazado por una cabellera sedosa, castaña y larga… - ¡Mierda! – Se asustó lo suficiente como para dar un brinco lo bastante fuerte hasta darse de golpe en la cabeza contra una cercana repisa que había allí. Fue hasta su closet y se recostó asombrado contra él.

-¿Qué diablos? – Volvió a mirar su nuevo cabello… - ¡Esta mierda no es mía! ¡Debe ser una maldita peluca! Estúpida Juliana, aun dormido me hace la jodida vida imposible – Pensaba dentro de sí y juraba que así fuera… hasta que noto otro cambio extremo en su cuerpo - ¿Q…qu… qué le paso a mis manos?

Sus toscas y grandes manos de adolescente bastante hormonado habían sido reemplazadas  con unas delicadas, pequeñas y pálidas manos. Rápidamente también noto que algo andaba mal con su bronceado playero de hace unos días… ya no lo tenía más, se revisó sus antebrazos para darse cuenta de ello. No solamente su cabello y sus manos habían cambiado, su piel también paso de ser de una tez morena y sensual a una mucho más blanca… - “¡Soy un maldito vaso de leche”! – Pensó. Tenía que despejar todas sus dudas e ir al baño rápidamente para mirarse al espejo, no podía creer lo que estaba sucediendo. Al llegar allí, se asomó como un rayo al reflejo y eventualmente, no lo pudo creer…

Sus facciones varoniles y maduras habían desaparecido por completo siendo reemplazadas por unas más delicadas y tiernas a su parecer. Sus gruesos y carnosos labios cambiaron por unos más delineados y pequeños, sus ojos a pesar de que mantuvieron el color miel que tanto le caracterizaba no sufrieron muchos cambios, pero sus grandes y pulidas cejas cambiaron por unas más delineadas y sutiles para su pequeño rostro angelical que había tenido. Su nariz también noto el cambio de sí misma, ahora era también más pequeña y pulida…

-Mierda… mierda…. Mierda… - Decía asustado mientras se alejaba del espejo – Solo falta algo más y podre dar por sentado que algo raro me sucedió hoy – miro dentro de su pijama lentamente cerrando ambos ojos, abrió uno con mucho cuidado y noto de inmediato que a pesar de no tener unos pechos enormemente grandes, sí tenía un par de senos completamente hechos a su medida. Se puso rojo a más no poder, la presión en su cabeza hizo que las luces se le fueran y se desmayara en su propio baño  dándose un fuerte golpe con el inodoro del baño que por cosas y azares del destino se encontraba mal ubicada de su terrible caída.

-¡Mateo! ¡Mateo! – Algo logro volverlo a despertar con un terrible dolor de cabeza - ¡Carajo, Mateo! ¡Hoy fui condescendiente contigo con tus malditos cinco minutos, pero ya van más de diez y todavía no sales! ¡Por los clavos de Jesucristo! ¡Sal de una jodida vez ya! – Era su madre al otro lado de la puerta de su alcoba gritando como siempre.

-Ya voy… - Grito con una voz más chillona de lo normal. Se tapó la boca con ambas manos al notar que su voz también había cambiado un poco… o más bien, mucho.

-¿Qué? – Su madre le grito confundida – Podría jurar que acabas de gritar como una mujer… ¿Ya te volviste gay?

-Eh… eh… ¡No! – Trato de hacer una voz más gruesa de lo habitual – Es… es… diablos, que excusa patética me invento – Dijo en voz muy baja para volver a responder tratando de agravarla más - ¡Es la gripa, sí! ¡La jodida gripa!

-¿Eh? – Su madre no parecía entenderle – De todas formas, baja de una vez que se te hace tarde y no te voy a tener hoy acá haciéndote de vago como hace una semana.

El peligro había pasado, su madre había despejado en pasillo de la segunda planta para regresar a la cocina. Estaba asustado, sí el mismo se sentía atemorizado por su nuevo aspecto no podría imaginar que cara pondrían los demás miembros de su familia si se llegaban a dar cuenta.

Tenía que buscar una lógica respuesta para el cambio tan drástico de su nuevo aspecto… pero no podía recordar nada. Absolutamente nada del día de ayer… era como si hubieran borrado su carpeta del día “25 de Junio” de su memoria. Era como si el día hubiera sido etéreo, nunca estuvo ahí, pero sabía perfectamente que existía algo qué lo hizo cambiar de aspecto en tan solo una noche.

Fue hasta su guardarropa velozmente y lo abrió – “diablos” – se dijo dentro de sí. Toda la ropa al parecer le quedaba ahora extremadamente grande. Se midió al menos unas cinco camisas distintas de las pegadas que le quedaban cuando era hombre, eran inmensas a comparación del pequeño y delicado cuerpo que ahora tenía. Opto por ultimátum tomar un viejo camisón con chompa de los Bulls de Chicago, una sudadera y para colmo… todos sus zapatos también le quedaba grandes, tuvo que ponerse sus sandalias de casa que a pesar de también quedarle de un tamaño superior pudo conformarse con ellas.

Tenía que salir por la ventana tan rápido como fuera posible, la abrió y la caída le parecía aterradora. Caer sobre esos arbustos puntiagudos del primer piso no le parecía muy buena idea…

-¡Mateo! – Su madre vuelve a gritar pero con más fuerza y rabia - ¡Voy a entrar y juro que te va a ir muy mal! – Se sintió tan aterrorizado más por su madre que cogió el coraje que todavía le quedaba y se lanzó sin pensarlo más veces hacía los arbustos a la par que su madre abría la puerta de una fuerte patada rompiendo la chapa y parte de ella - ¿Dónde coño te metiste, culicagado? – Decía mientras portaba una correa de cuero en sus manos buscándolo por doquier - ¿Y este? ¿Dónde está?

Abajo, en la primera planta, más concretamente en la acera salía de los arbustos puntiagudos y con fuerte dolor en la pierna una joven de cabellos castaños. Miro hacía su ventana y al darse cuenta que no había peligro alguno se dispuso a tratar de caminar lo más erguido posible hasta su escuela, se puso la chompa escondiéndose de las demás personas y fue a buscar a su fiel amigo Daniel… él sabría qué pasaba con él y también le tendría una respuesta rápida a su nuevo problema de género.

El camino era mucho más largo a pie y más todavía cuando tenías una pierna totalmente jodida. Le dolía bastante, se daba golpes en la cabeza con su mano por su torpeza a la hora de caer y de haberse de la billetera, sí la hubiera tenido a la mano cuando salto no tendría que caminar ni sufrir tanto para llegar a su instituto.

En su casa comenzó a hacerse notorio su falta de presencia en la mesa.

-¿Vieron a Mateo bajar por el desayuno? – Pregunto preocupada. No obtuvo por parte de sus otros dos hijos más que un rotundo “NO” que hacían con la cabeza - ¿Dónde se pudo haber metido ese idiota?

-Tú sabes que el entra y sale como si nada de la casa – Explicaba su hermana, Juliana. Juliana era la hermana menor de Mateo por tan solo dos años, aunque no se parecía que compartieran la misma sangre, debido a que ella era muy distinta a él en cualquier sentido. Aunque ahora, con la tal situación que anda viviendo Mateo y cambio de cuerpo comenzaban a notarse las similitudes; Ella tenía el cabello también castaño y llevaba un bonito corte elegante hasta los hombros, era de piel blanca y suave y a diferencia del nuevo cuerpo de Mateo, ella tenía la ventaja de tener unos pechos lo suficientemente grandes para que los hombres se fijaran más en ellos que en su perfecta y pulida cara – Además, qué importa. Demás qué tuvo que ir a visitar una de sus novias antes de ir a clases.

-Mi Mateo no es así… - Respondía con mucha intranquilidad su madre – Lo note algo raro esta mañana cuando fui a tocar su puerta… pero no para que desapareciera de la nada así como así.

-¡Un monstruo se lo comió! – Decía su hijo más pequeño, Jair. Era bastante similar a la versión masculina de Mateo, exceptuando que era más inocente y menos lujurioso que él.

-Voy a llamar al instituto más tarde, quizás tuvo que salir de repente y no tuvo tiempo para despedirse…

Ya en el instituto, Mateo, con su nueva apariencia se escondía nuevamente de entre los arbustos buscando a su camarada. No era muy difícil de encontrarle; Cabello largo negro, piel morena, cara de estúpido y alto… sí, no sería muy difícil de buscar a Daniel de entre tanta gente rara que habitaba en su colegio.

Tuvo que moverse con mucho cuidado de no lastimar su pierna más todavía e irlo a buscar por cuenta propia sin esperar a que él apareciera. Y como si no fuera a empeorar más su día lo encontró, estaba charlando con una chica gorda y fea de los grados menores… -“Estúpido pedófilo”- pensó. Diablos, no parecía que se fuera a mover rápido de ahí. Necesitaba una estrategia y rápido, necesitaba recuperar su cuerpo fuera como fuera.

Se paró derecha, aguantando el dolor de su pierna y fue a paso lento hacía donde él. Era imposible que no llamara mucho la atención, su inusual forma de caminar causaba pequeñas risas y murmullos entre los otros estudiantes del instituto. Al final, llegó donde él se encontraba y lo tomo del brazo fingiendo cariño.

-¡Daniel! – Él se asustó bastante, no conocía a esa chica de nada - ¿Por qué no me decías qué estabas coqueteando con otras mujeres?

-¿Qué? – Pregunto confundido - ¿Quién mierda eres tú? – Interrogo de forma agresiva tratando de quitarse de encima a la extraña mujer que lo abrazaba.

-¿Qué? ¿Ya no me recuerdas? – Tuvo que hacer una mueca de tristeza para que pudiera convencerle - ¿Lo de anoche, la fiesta, las drogas… - Tuvo que empinarse un poco para alcanzar su oído y susurrarle de forma seductora – mi primera vez?

Daniel se puso rojo, tanto así que comenzó a caer rápidamente en su estúpido juego.

-¿De qué estás hablando? – Soltó una pequeña pero pervertida sonrisa – No fui a ninguna fiesta anoche… o al menos eso recuerdo yo…

-¿Cómo no? Llegamos ayer del… - Trataba de completar la frase, pero ningún lugar recordaba de ayer, le habían borrado la cabeza de tal forma que sencillamente nada lógico podría salir de su boca – Del…

-¡Del museo! Estábamos viendo una exhibición nueva de antiguos dioses y todas esas tonterías…

-“Con qué fui a un museo ayer…” – Pensó detenidamente - ¡Sí! ¡Eso fue! Al museo. ¿No recuerdas? Tú y un amigo tuyo se acercaron a un par de amigas y yo para ir a una fiesta cercana y bueno, ambos se pusieron como locos y tú y yo… - Nuevamente Mateo tuvo que poner un rostro de sensualidad para su amigo – bueno… ya sabes… - Tuvo que fingir sonrojarse, era la única opción que tenía de que su amigo le continuara la mentirilla.

-¿Qué hicimos? – No lo podía evitar, Daniel ya se encontraba excitado ante tales sugerencias de la extraña mujer que se encontraba delante de él.

-Ya sabes… - Vuelve a empinarse – No lo diré en voz alta – Le susurro en su oído – Pero quiero volver a repetirlo…

Ahora sí, Daniel estaba más que decidido en descubrir quién era esa rara mujer. Mateo se alejó de él lentamente y con un movimiento de dedo le señalo para que le siguiera. Daniel lo persiguió sin siquiera despedirse de su anterior intento de ligarse una menor.

Fueron hasta la caseta del conserje.  Era un lugar húmedo y solitario, allí la mayoría de pajeras van a desahogarse o a tener sexo. Entraron y Daniel inmediatamente se puso en su labor.

-No sé qué mierdas te hice anoche – Decía mientras se iba quitando los pantalones, pero sobrio lo hago mejor.

Mateo no podía creerlo, de verdad se estaba desnudando a una velocidad sorprendente, necesitaba bajarle los humos antes de que ese tonto lo fuera a violar. Miro a su alrededor y se encontró con una vieja pala que tomo con ambas manos.

-Mira, no tengo muchos condones decentes… - Decía – Nada más tengo este de sabor a maracuyá y otro que sabe a… - Miro la etiqueta – a piña… ¿Qué diablos haces con esa pal…

Y antes que pudiera decir palabra alguna, Mateo le golpeo con tanta fuerza que creyó haberlo matado. Eventualmente, no lo había matado, pero al menos le había quitado todo el calor de encima.

-¡¿Qué diablos te pasa?! – Dijo gritando con mucha rabia - ¡Maldita loca de mierda!

-¡Ya cállate, pelmazo! – Le grito aún más fuerte - ¡Tengo un jodido problema y necesito que me ayudes a arreglarlo!

-¿Eh? – Le miro confundido - ¿Tu problema es estar tan buena? – Dijo con mucha lujuria y mal intención, palabras que fueron muy mal recibidas nuevamente por un golpe en la cabeza con la pala - ¡Ya, párale con esa mierda!

-¡Pues tú párale con tu maldito pene, Paniagua!...

-Paniagua… - Dijo mirándola todavía más desorientado – Solamente hay una persona que me dice así…

-No sé cómo explicártelo – Soltó la pala y se sentó en el suelo con él – Algo raro me sucedió al despertar y no sé qué es.

-… ¡TE ACOSTASTE CON MATEO! – Le gritaba señalándola - ¡Maldita insensible! Ni siquiera nos parecemos y me confundes con él, tanto para que él te dijera mi punto débil.

-¡Cierra la boca, imbécil! ¡Yo soy Mateo! – Se señaló a él mismo.

Daniel no trataba de entender bien la situación… ¿Esa rara y bonita mujer era su amigo de toda la vida? No era cierto. Se quedaron en silencio por varios segundos hasta que Daniel volvió a coger la palabra.

-Muy bien… si de verdad eres Mateo, es decir, mi Mateo, mi amigo, mi camarada… dime algo que solamente me haya contado a mí y a nadie más – Propuso desafiante ante la chica.

-¿Es necesario? – No parecía estar muy convencido. Dio un hondo suspiro y contesto en voz muy baja – Me orine en primer grado durante mi primer día de clases…

-¿Qué? – Indago Daniel con mucha malicia.

-¡Qué me orine el primer día de clases! ¡Maldita sea!

-¡Por las jodidas barbas de Barrabas! – Corrió a abrazar a su amigo con mucha fuerza - ¡De verdad eres él! ¿¡Oh por Dios qué te paso!? – Le gritaba malicioso y con mucha cautela fue bajando su mano derecha hasta su cintura - ¿Quién te hizo esto? ¡No lo merecías!

-Daniel… - Hablaba en voz seria y con una expresión de querer matarlo.

-¡No, no, no! – Bajaba más su mano, casi hasta su pequeño y pulido trasero…

-¿Qué estás haciendo? – No pudo evitar ponerse rojo ante tal raro gesto de su amigo.

-¿Por qué, Dios, por qué? – Y fue allí, cuando con fuerza le agarro una nalga y sonrió pervertidamente dentro de sí.

A Mateo esto no le hizo gracia y tuvo que alejarse de él con la poca fuerza que tenía para evitar que le fuera a hacer algo raro.

-¡Oye! ¿Pero qué carajos te sucede? – Le grito furioso - ¡No te pases, imbécil!

-¿Qué? Todas mis amigas se dejan tocar la nalga de mí – Disculpo de manera torpe mientras la examinaba.

-Pero no soy tu amiga. ¡SOY TU AMIGO! Y eso se ve grotesco en dos hombres, maldita sea.

Pasaron unos cuantos minutos antes de que Daniel tuviera que ponerse nuevamente los pantalones y escuchar la historia de su colega. Aunque todavía no comprendía por qué despertó con un nuevo cuerpo más o menos le daba la idea de que algo habían hecho mal en ese museo.

-No entiendo, Mateo… - Comentaba – Nada más fuimos a ese estúpido lugar y listo. Nada sucedió, tú estabas con Vanessa charlando y creo que robándose entre sí algunos besos, nos separamos del grupo y fuimos a ver una extraña estatua de una leyenda de aquí…

-¿Leyenda? – Tuvo que preguntarle - ¿Cuál era?

-No lo sé, exactamente… tendría que volver a verla para saber cuál es.

-Tenemos que ir a ese museo – Se levantó del suelo – Y averiguar qué diablos me paso.

-Está bien… pero primero… - Dijo algo distraído - ¿Me dejas tocarte una teta?

Daniel se había dado cuenta de que sería un rotundo “NO” cuando recibió en su cabeza un golpe nuevamente de su compañera… ¡La pala!


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