Era un día nublado cuando salimos, el cielo apagado iba perfectamente con la atmosfera, allí estábamos caminando a un destino que no se veía muy prometedor, sin provisiones y sin nuestro compañero, el cual se sacrificó por nuestra supervivencia, voy quedándome sin gana alguna de continuar, lo único que deseo es volver a mi hogar, olvidar todo el dolor y lo imposible de esta misión, pero no hay otra alternativa, teníamos la “bendición”, era nuestra responsabilidad, muchos pensamientos saturaban mi mente, hasta que sentí una mano tocar mi hombro.
- ¡Berth! –dijo moviéndome un poco – ¿estás bien? –su voz sonaba preocupada y nerviosa. –debemos encontrar un refugio antes de que anochezca, es peligroso dormir en la intemperie y lo sabes –dijo un poco gruñón cruzando los brazos sobre su pecho.
- ¡Lo se Reiner! –dije con voz cortada –solo déjame tranquilo por ahora, no puedo creer que no te sientas abrumado, o aunque sea un poco triste, ¡era nuestro amigo! Y parece no importante en lo absoluto! –dije enojado. Vi como bajo la mirada apenado, me sentí culpable, pero ya había metido la pata.
Me di media vuelta tratando de retomar el paso, debíamos encontrar un lugar alto y pronto, es una suerte que no haya ningún titán merodeando en los alrededores, ya que aún no he dominado el “talento” que se me había dado y Reiner tampoco era muy hábil con el suyo. Pero que quieren, si apenas somos unos niños recorriendo un mundo hostil y peligroso, muy peligroso.
Íbamos caminando a través de los bosques, cruzando montañas y ríos. Ya habían pasado 2 meses desde que dimos inicio a nuestro viaje, el cual parecía eterno, un viaje que ya nos había minado la moral a 2 pequeños niños que tenían una responsabilidad, ser unos guerreros.
Encontramos un enorme árbol el cual nos permitía poder habitar momentáneamente en él, justo para evitar ser cena de esos “fracasos” como lo dice el jefe de nuestra aldea. Nos subimos rápidamente al enorme árbol, nos aferramos con cuerdas a una rama para evitar caernos y preparamos las últimas provisiones que quedan, todo en silencio. Comimos en silencio, poco a poco fue cayendo la fría noche sobre nosotros, no encendimos fuego por temor a atraer a los “fracasos” ya que se activan con la luz, tampoco era necesario ya que pronto la luna llena fue apareciendo, haciendo gala de su gracia y esplendor.
Nos acomodamos en la rama más gruesa, tendiendo nuestras mantas, durmiendo a espaldas del otro; sin las buenas noches de siempre, ni el que duermas bien, nada, solo el silencio inundaba el lugar. Pronto empecé a sentir frio, debido a que eran inicio del invierno. Tiritaba de frio, sentía como perdía calor corporal, la manta no ayudaba mucho, ya desgastada del uso, sentía escalofríos hasta que sentí un frio al sentir como mi cobertor se abría por atrás, pero ese frio fue reemplazado rápidamente por un calor a mi espalda, sentí sus brazos pasando mi cintura, estrechándola suavemente, sus pies juntándose con los míos y su cabeza en su hombro, su cálido aliento en mi nuca, sentí una corriente por mi espina, nunca había tenido este extraño sentimiento, sentí húmedo mi hombro, estaba llorando en silencio.
- Yo… igual lo extraño, mucho era nuestro amigo y compañero guerrero pero le prometí cuidarte, porque somos amigos, de pequeños –dijo en voz baja, sentí como me estrechaba más hacia él.
- Ya Reiner, yo… -me di la vuelta, mirándolo de frente, se veía muy triste, lo abrace cuidadosamente, protegiéndolo, él siempre se hacia el chico duro por mi, desde siempre, siendo el tan frágil como un copo de nieve que vaga en la helada tempestad –lo siento –dije avergonzado.
Quedamos en silencio, un silencio cómplice en el cual me sentí a gusto, sentí una calma, nos fuimos acercando poco a poco hasta juntar nuestras frentes, sentíamos el aliento del otro; suave, cálido, como una caricia, nos acercamos y en un acto rompimos nuestra amistad, mi primer beso.
Nuestras bocas se encontraron, acariciándose, juntándose, sin pasarse, fue un beso casto, limpio, puro. Nos separamos luego de un rato, debido a que nos quedamos sin aire, mirándonos cómplice del hecho que acabábamos de cometer, nos dormimos así, juntos ya no como amigos, sino algo más cercano, ya nada volverá a ser como era antes. Nada.