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(TRAD/EXO FANFIC) 21 por aeipathy

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Notas del fanfic:

Advertencias: desórdenes alimenticios e intento de suicidio.

Una vez más, aquí pueden encontrar el fanfic original: 21

 

Luhan mira de cerca mientras Sehun escoje la manzana más pequeña del montón (70) y una envase de yogurt para niños (60). Sehun observa el plátano maduro en la mano de Luhan (87) y la pequeña taza de ensalada de frutas (60) en sus reflejos en el espejo detrás de las cocineras de la cafetería. Sehun gana hoy – pero realmente, Sehun siempre gana. Encuentran un lugar tibio afuera y se sientan uno al costado del otro, sus caderas rozándose mientras estiran sus abrigos alrededor de sus hombros en el agradable clima de 25° C.

 

Sehun mastica diez veces antes de pasar – Luhan hace lo mismo al mismo tiempo. A Sehun le toma más tiempo terminar su manzana de lo que le toma a Luhan terminar el plátano, pero simplemente es así. Luhan mira sobre su hombro hacia la cafetería, observa cómo la comida desaparece en las gargantas de las personas antes de caer en ácido gástrico. Se le hace un nudo en la garganta y Sehun tiene que empujarlo gentilmente, su mandíbula masticando mecánicamente la manzana.

 

Sehun hunde la cuchara de plástico en su yogurt y espera que el exceso se derrame antes de colocar cautelosamente el lado plano sobre su lengua. De ese modo, el yogurt dura más tiempo y lo llena más – o al menos eso dice. Luhan hace agujeros a un cubo de sandía y succiona el jugo antes de aplastar el resto con sus dientes.

 

Sehun mira a Luhan al mismo tiempo que Luhan lo mira a él. Se sonríen, tan solo una pequeña curva en los labios y arrugas en las esquinas de sus ojos, pero entibia el corazón igualmente. Se parecen mucho, alguien podría decir, un poco demasiado destructivos. Pero cuando Sehun tira el vaso de yogurt en un arbusto, Luhan piensa que son el par perfecto.

 

 

Es mucho peor para Sehun, piensa Luhan.

Luhan nunca duerme sin antes repasar los eventos de esa noche una y otra vez en su cabeza hasta que está demasiado exhausto para seguir pensando. Se había quedado dormido en la librería, su celular en silencio, audífonos asegurados en sus oídos, sobre su cabeza palpitante. Cuando finalmente había abierto los ojos, tenía veintiún llamadas perdidas, todas de Sehun.

 

Había regresado a su dormitorio para encontrar sábanas ensangrentadas rodeando a un sorpresivamente pálido cuerpo, cabello negro esparcido como un halo sobre un rostro pálido. Luhan podía sentir el sabor de la sangre en su boca, como baratas, oxidadas monedas de cobre. Luhan gritó, y el decano fue quien tuvo que llamar a la ambulancia porque Luhan no se movía.

 

Los latidos del corazón de Sehun se percibían débiles bajo las manos de Luhan, su piel extrañamente caliente bajo sus dedos temblorosos. Cuando los paramédicos llegaron para llevárselo, Luhan se acurrucó al pie de la cama de Sehun, la esquina de una sábana ensangrentada colgando a su lado. Su teléfono vibró, y Luhan lo sacó de su bolsillo, notando las veintiún llamadas perdidas antes de abrirlo y llamar a su buzón de voz.

 

Luhan, regresa a casa.

Es tan oscuro, Luhan, ¿dónde estás?

Necesito que regreses a casa, Luhan.

¿Luhan?

Por favor.

Tengo miedo.

No salen de mi cabeza.

Haz que se detengan.

¡Haz que se detengan!

¿Luhan?

 

Luhan solo pudo escuchar diez antes que manos invisibles lo sujetasen y apretasen su garganta. Despertó al día siguiente en el piso – en lugar de ir a clase, pasó el resto del día cortando sábanas manchadas y quemándolas afuera. Nadie lo detuvo.

 

 

Por favor. Tengo miedo.

Luhan se inclina hacia Sehun mientras caminan juntos a la oficina de la enfermera. Sehun le sonríe y entrelaza sus dedos huesudos entre los dedos también huesudos de Luhan. Sus huesos se frotan entre ellos y Luhan tiene que distraerse de los adorables sonidos que hacen.

“Espera,” Sehun dice, y compra una botella de agua de una máquina expendedora. Se la toma entera y la bota en un tacho de reciclaje. Luhan aprieta su mano más fuerte.

El frío hace que su piel desnuda tiemble – la temperatura de hoy son 27° C – mientras Luhan espera a que Sehun se baje de la balanza. Luhan siente la bilis en su garganta y trata de pasarla - ¿no hay calorías en la bilis, no? – porque necesita ser fuerte para Sehun. Sehun se baja de la balanza con un brillo distinto en los ojos. Luhan observa mientras la enfermera anota números enfermizos en un cuaderno.

“Es tu turno,” la enfermera dice, señalando a Luhan. Luhan piensa que si algunas palabras matasen, esas serían.

Contiene el aliento y pone un pie sobre la balanza. Monedas de 25 centavos cosidas en las pretinas de sus bóxers se sienten frías contra su piel. La pantalla parpadea y los números rojos queman sus ojos.

“Has ganado un kilo,” dice la enfermera alegremente. “¡Buen trabajo!”

Luhan le sonríe – una sonrisa genuina – porque un kilo falso es mejor que un kilo real. Sehun le devuelve su ropa, y espera pacientemente a que Luhan se ponha su chompa antes de tomar su mano una vez mano.

Se despiden de la enfermera antes de meterse a un baño contiguo, donde Luhan se para apoyándose contra la pared mientras Sehun orina toda el agua extra.

 

 

Haz que se detengan.

Las líneas en las muñecas de Sehun forman patrones que solo Luhan puede decifrar. Algunos días, Luhan se acurruca en el pecho de Sehun, una de sus muñecas entre sus manos, la luz del sol sobre sus rostros. Sehun se quedará en silencio mientras Luhan traza todas y cada una de las cicatrices en la piel de Sehun, que varían de recientes a antiguas en un momento breve. Pero si Sehun ha presionado navajas en su piel solo el día anterios, Luhan se encontrará sin una muñeca a la cual sujetar, porque Sehun se rehúsa a influenciar a Luhan en ningún modo.

Lo que no sabe es que todo lo que hace influencia a Luhan. Luhan tiene un propio patrón de cortes en sus muslos, siempre escondidos.

Comparten una cama, debido en parte a la falta de calidez si no la hacen, y debido en parte a la incesante necesidad de afecto. Sehun se quedará dormido con la respiración de Luhan en su oído, y Luhan se quedará dormido con el agarre flojo de Sehun en su cintura. Se despiertan sobresaltados, con pesadillas de desagradables manchas grises que salpican sus cerebros y sus ojos.

¡Haz que se detengan!

 

 

Luhan, regresa a casa.

El miedo nunca desaparece realmente, siempre pesado sobre los hombros de Luhan. El miedo siempre llena a Luhan siempre que Sehun no aparece a una cita a tiempo. El miedo lame las mejillas de Luhan siempre que encuentra un frasco de pastillas vacías en el clóset. El miedo sonríe cuando Sehun no está cerca.

Sehun, hace cuatro años, perdió a su mejor amigo. Sehun de quince años tenía un mejor amigo llamado Jongin, y Jongin era su mundo. Pero Sehun de quince años había perdido a Jongin a las tentadoras profundidades del Mar del Suicidio, y desde esa vez nunca había podido salir  del agua a la orilla.

Sehun de dieciséis años observó a Luhan de diecisiete años con los dedos de los pies hundiéndose en el Mar del Suicidio hace tres años, y decidió nadar a su lado a decir hola.

Luhan de diecisiete años se había hundido (¿por accidente o a propósito?) y escogió quedarse con Sehun en vez de nadar hacia afuera y salir. Así que Sehun de dieciséis años y Luhan de diecisiete años se convirtieron en mejores amigos.

Pero Sehun está nadando demasiado cerca al lugar donde Jongin se había hundido y Luhan tiene miedo.

La historia tiene la tendencia  a repetirse.

 

 

Te necesito en casa, Luhan.

“Hey,” Sehun murmura soñoliento, sus párpados pintados de morado pálido que apenas cuabre sus ojos oscuros. “Te amo”

Luhan cubre sus labios con sus dientes para hacerlos más tibios antes de presionarlos cautelosamente a la sobresaliente mejilla de Sehun. “Yo también te amo.”

El estómago de Sehun ruje en respuesta. Luhan piensa en la navaja que había encontrado hace una ahora, escondida cuidadosamente detrás de la cabecera.

 

¿Luhan?


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