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No habrá un destino incierto. por vosnoentendesnadadevivir

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Notas del capitulo:

Este es el primer escrito que subo aquí. Espero hacerlo más seguido ^^

Los personajes son obra de ChiNoMiKo y Beemoov, todos los derechos a ella, sin embargo la historia es de mi autoría total. Los personajes pertenecen al juego "Corazón de Melón" ¬

 

Hace días que debería haber llegado aquel pedido. Una importante cantidad de tejidos para nuevos y exclusivos diseños, gente de importante status social reclamaban cada día la demora de los trabajos pendiente. Los entendía, la mayoría ya habían abonado un gran porcentaje de sus pedidos, sin embargo no podría empezar a cortar o coser algo sin que las telas llegaran.


 


-      Estoy furioso por la falta de respeto que me proporciona a mí, pero por sobre todo a mis clientes. Este tejido debía llegar el fin de semana pasado y yo debo entregar mis trabajos este fin de semana. Haré la denuncia correspondiente – Expresé con total indignación a la Distribuidora a través de la línea de mi tienda.


 


-      Le ofrecemos mil disculpas el tejido llegará esta misma tarde. Quedamos a su disposición – Respondió a través del tubo una señorita que por el tono de voz no pasaría los veintitantos años.


 


-      Sólo necesito que el pedido llegue, llamaré si no es así. Buenos días señorita – Me despedí lo más amablemente posible. Porque realmente estaba que echaba humor por las orejas.


 


-      Que tenga buen día señor – Luego de despedirse colgó.


 


Me desplomé en el asiento de mi oficina dejando colgar hacia atrás la cabeza y los brazos hacia los costados. En pocas oportunidades perdía la compostura pero esto me traería problemas. Si hoy mismo llegara el pedido que hice, hoy mismo debería ponerme cortar y coser. Debo presentar en seis días que restan cuatro modelos diferentes, uno más complicado que el otro. Y si me pusiese de cabeza a coser no podría atender la Tienda y eso implica una importante pérdida de ganancias que a lo largo del mes resulta realmente difícil de compensar, ese no es el problema mayor pues la gente que ha venido a encargarme sus diseños son importantes figuras públicas que exigen perfección y dedicación. De sobra está mencionar que no puede tener ningún detalle. Básicamente, ya valí verga…


 


-      Las 12:30… - Musité mirando el reloj con una media sonrisa dibujada en el rostro. Sólo falta media hora más.


 


Frustrado por el tiempo que debería invertir en los próximos días decidí finalmente cerrar la Tienda los días que necesitase para así poder concluir con el trabajo atrasado, después de todo era la única solución que me quedaba.


 


Me dediqué a mirar una carpeta llena de facturas que debería pagar de la tienda, luz, agua, y los servicios correspondientes. Me coloqué mis anteojos de lectura, deslicé la mirada hacia los números y con la calculadora comencé a tocar las teclas para calcular el margen de pérdida que tendría en los próximos días… Realmente era problemática cerrar la Tienda durante prácticamente una semana. Me saqué los lentes y los arrojé al escritorio con un poco de violencia masajeándome las sienes.


 


Me levanté y me dirigí hasta la entrada y coloqué un cartel que decía “Cerrado hasta nuevo aviso” en ese momento un joven de cabellos azul eléctrico se detuvo en la puerta junto con su hermano gemelo. Alexy y Armin eran sus nombres respectivamente. Eran compañeros de clases de mi hermano… No pude evitar pensar que ya eran las 13:00 hs, eso significaba que Lysandro ya debería haber llegado. Me sorprendió ver su ausencia ¿se habrá perdido? Viniendo de él, realmente no me sorprende.


 


-      Leigh ¿por qué cierras hasta nuevo aviso? – Oí al joven peliazul inquirir a mis espaldas, al voltear a verme pude divisar que tenía un gesto de decepción.


 


-      Tengo trabajo atrasado, un pedido no ha llegado aún – Suspiré con los ojos cerrados pesadamente – Llegará esta tarde y tengo sólo seis días más para entregarlos – Finalicé colocando definitivamente el cartel.


 


-      ¡Oh no! Yo iba a venir a la tarde a comprar algo de ropa – Exclamó molesto colocándose los brazos detrás del cuello.


 


-      Alexy, no insistas. Molestas a Leigh – Esta vez fue su hermano quien habló sin despegar los ojos de su consola.


 


Ciertamente Alexy era un comprador compulsivo, cada vez que tenía dinero vaciaba la tienda, era un cliente intachable.


 


-      Puedes venir lo mismo, tú sabes bien qué es lo que te gusta y qué es lo que no, no necesitas un asesoramiento especial. Además, confío en ti – Le ofrecí una sonrisa tranquila al joven quien se sonrojó un poco. Armin puso los ojos en blanco, normalmente Alexy me pedía ayuda solamente para buscar ropa para su gemelo, quien era algo sobrio pero todo le quedaba perfecto y combinaban con su pálido color de piel.


 


-      ¡Eso es genial! ¿Significa que tendrá la Tienda para mí solo? – Exclamó con alegría prendiéndose del cuello de su gemelo, quien accidentalmente soltó su consola, apagándose al instante por el golpe.


 


-      ¿Eres estúpido? ¡Estaba a nada de pasar de nivel! – Gritó enfurecido el de cabellos oscuro haciendo gestos de claro enojo con los brazos mientras su hermano se descojonaba.


 


Cuando comenzaron a discutir, me despedí e ingresé de nuevo a la Tienda. Eran cerca de las dos de la tarde y Lysandro aún no llegaba. Por lo que comencé a preocuparme un poco por él.


 


En el preciso momento que estaba digitando su número para llamarlo, apareció por la puerta con unas carpetas en la mano. La cerró con cuidado y se dirigió hasta el mostrador donde yo me encontraba.


 


-      Te has demorado un poco, estaba preocupado – Musité cerrando la tapita de mi, ya maltratado y antiguo, celular.


 


-      Lo siento hermano, había perdido mi libreta. Por suerte alguien la encontró – Respondió mi hermano colocando sus carpetas y apuntes en el mostrador.


 


Con la delicadeza propia de él, se deshizo del saco y se aflojó un poco la pañoleta, dejando expuesto una parte de su blanco cuello.


 


Nuestras miradas se cruzaron y no pude evitar sonrojarme un poco. Hacía años que lo que más añoraban eran los delgados y rosados labios de hermano. Sus ojos representaban para mí la calidez del sol en su ojo ámbar y el verde esperanza, el verde de los bosques más cálidos y tranquilos era lo que su ojo esmeralda me presentaba. Y así era él: cálido y tranquilo. Puro como un bebé recién nacido. Él no tenía una mente retorcida como la mía, en la que, en lo más oscuro de mis ojos negros, en lo más profundo de mi alma, en las noches de mayor desesperación anhelaba, realmente anhelaba poseerle. Entregarme a su merced.


Pero eso era imposible. No sólo me frenaba el hecho de que era mi hermano menor, sino que él era demasiado importante para mí, tenía el alma limpia de cualquier pecado capital, como la lujuria que cada noche me vencía en lo alto del pedestal, haciéndome que me queme de amor con tan sólo pensar en su mirada, en mis dedos entrelazados en sus plateados cabellos.


 


Para nada valía la pena atraer a esos deseos a mi hermano. No lo quería así. El cielo comenzaba a oscurecerse debido a una nube. Una tormenta se aproximaba.


 


-      Parece que lloverá – Musitó Lysandro mirándome de soslayo mientras yo observaba con la vista pesada y los ojos entrecerrados como se oscurecía todo alrededor.


 


-      Así parece – respondí tomando asiento de nuevo detrás del mostrador bajo la penetrante mirada de mi hermano.


 


-      ¿Sucede algo hermano? – Interrogó mi hermano con la ceja arqueada mientras arremangaba los puños de su camisa blanca que yo mismo había hecho.


 


-      El pedido llegará esta tarde – Murmuré con el mentón apoyado sobre mi puño cerrado, siguiendo con mi vista perdida en el horizonte.


 


-      Ya veo. Es por eso que cerrarás hasta nuevo aviso…  ¿Eso no te traerá problemas? – Preguntó cruzándose de brazos mientras con el dedo índice y el pulgar masajeaba su barbilla.


 


-      Sí, pero esta gente está furiosa, no es bueno perder la reputación.


 


-      No es tu culpa – finalizó mi hermano con el entrecejo fruncido.


 


-      Lo sé, pero los clientes no lo verán de esa forma hermano.


 


Con el mentó aún apoyado en mi puño giré un poco la cabeza observando detenidamente a mi hermano. El tiempo había pasado, era incluso un poco más alto que yo, la espalda ensanchada. El pecho duro y con los músculos marcados. Cerré los ojos y con mis manos me cubrí los párpados tratando de esta manera aclarar mis sucios pensamientos.


 


-      Vamos a casa Leigh – Habló mi hermano tomando todas sus pertenencias – Haré de comer algo sencillo así nos acostamos a descansar un poco –Terminó y me dirigió un pacífica sonrisa.


 


-      Claro. – Arrastré la palabra mientras con cansancio me dirigía a la salida.


 


Cerré la Tienda y nos dirigimos hasta nuestro departamento. Vivíamos en el décimo piso, así que tomamos el ascensor hasta nuestro hogar. Mientras íbamos, una señora se subió con nosotros, hacía años que vivía aquí y hace unos meses la habíamos conocido más a fondo. Era una mujer mayor con el cabello lleno de canas con unos amorosos ojitos miel y algunas arrugas que habían marcado el paso del tiempo en ella. Hizo preguntas incómodas a ambos, por lo que nos miramos y nos sonreímos mutuamente algo preocupados por no saber qué contestar a su interrogante.


 


¿Cómo andan las novias?


 


Yo sólo me limité a responder que Rosalya, mi novia, estaba bien y que hacía unos días no la veía por el simple hecho la época de exámenes y debido a mis atrasos en el trabajo.


 


Lysandro sólo sonrió un poco sonrojado. Y ahí fue donde sentí la estocada atravesarme el corazón. Conocía esa mirada, estaba enamorado.


 


No sé por qué un escalofrío me recorrió el cuerpo entero, ni hablar del pánico que sentía al saber que, por primera vez en la vida, mi hermano se enamoraba. Sinceramente, no sabía si sentirme feliz por el hecho de saber que estaba creciendo o triste porque lo más seguro era que esa persona especial para él no fuera yo.


 


En el séptimo piso finalmente la señora se bajó, se despidió de nosotros saludando con su mano, gesto que respondimos de igual manera… Los tres pisos siguientes fueron tensos, estaba teniendo una crisis interna, una guerra entre la razón y el corazón y yo simplemente no podía creer lo celoso e incluso egoísta que podía llegar a ser si de Lysandro se tratase.


 


El peliplata abrió la puerta del departamento y cada uno se dirigió a su habitación. El día se había oscurecido casi por completo y algunas gotas de lluvia comenzaron a golpear el ventanal que se encontraba en mi cuarto y daba hacia la ciudad. Se recosté un rato sobre mi somier y cerré los ojos. No sé cuánto tiempo pasó pero todo el tiempo que mis ojos estuvieron cerrados las imágenes de Lysandro comenzaron a pasar como si de diapositivas se tratara.


 


-      Leigh, el almuerzo está listo – Levantó la voz el albino desde la cocina. Me dirigí hacia allí y me senté en mi esquina de la mesa. Colocó el plato frente a mí y aspiré hondo para que el aroma invadiera mis sentidos. Era un platillo sencillo, arroz blanco con queso y dos huevos duros picados al lado – Se ve delicioso - Sonreí a mi hermano, logrando que sus mejillas tornaran al un carmín bastante notorio.


-      G-gracias… - Musitó metiéndose un bocadillo.


 


Nuevamente el silenció reinó. Pero esta vez lo rompí.


 


-      ¿Así que estás enamorado eh? – comenté mientras me llevaba un poco de arroz a la boca.


 


-      ¿A qué viene eso? – Inquirió el albino llenando su vaso con zumo de naranja.


 


-      Por nada realmente, sólo quería saberlo – Agaché el rostro avergonzado por la falta de tacto que había tenido al preguntarle de esa manera. Generalmente me esmero más en persuadirlo y sacarle todo sin que él se diese cuenta. Pero esta vez no actué yo, sino mi corazón.


 


-      En realidad… Sí hay alguien que me gusta – Murmuró mientras dejaba los cubiertos sobre el plato – Pero no siente lo mismo por mí – Terminó y luego tomó un sorbo de zumo.


 


-      ¿Se lo has preguntado? – No entendía por qué seguía insistiendo en preguntarle, escucharlo me hacía mal. Muy mal. Me hacía el alma añicos.


 


-      No es necesario, tiene pareja – Selló la discusión levantándose de la mesa y dirigiéndose al lavadero para lavar la loza.


 


-      No pierdas las esperanzas – Animé al menor apoyando mi mano sobre su hombro. Recibiendo por parte suya una mirada de soslayo y una hermosa sonrisa.


 


Las que hacían que el corazón me golpeara frenético el pecho.


 


-      No es tan fácil. Realmente  le quiero, pero es complicado – Suspiró con pesadez observándome.


 


-      Lo siento mucho… - Le pasé la mano por el rostro y me dirigí a mi habitación. A las 20:00 llegaría el pedido y eran las 14:45 así que podría dormir un buen rato antes de eso pasara.


 


Volví a tirarme en el somier y descansé los ojos unos momentos. Escuché el chirrido de la puerta y Lysandro se aproximó y se sentó a mi lado. Simulé dormir profundamente y el contrario comenzó a acariciarme el pelo con delicadeza, y deslizaba su largo y fino dedo a lo largo de mi rostro, y mi nariz… Cuando llegó a los labios comenzó a rozarlos de un lado al otro.


 


No pude evitar abrir los ojos al sentir sus labios sobre los míos. Sin pensarlo lo tomé por la cabeza y entrelacé mis dedos en sus blancos cabellos intensificando así el beso, abriéndome paso a través de su boca. Unos gemidos roncos se escaparon de su garganta y cuando finalmente el aire hizo falta nos separamos.


 


-      Lysandro… - Murmuré su nombre con la respiración agitada - ¿Qué haces? – Inquirí sonrojado hasta las orejas y con el entrecejo fruncido en un gesto de confusión total.


 


-      No pierdo las esperanzas – Musitó con una enorme sonrisa y con los ojos cargados de lujuria.


 


-      ¿Me amas? – Inquirí en un gemido al sentir los traviesos labios de mi hermano recorrer mi cuello.


 


-      Sí, tal vez demasiado – Respondió en mi oído y posteriormente me mordió el lóbulo con delicadeza mientras yo ahogaba un gemido – Suelta tu voz, has todos los ruidos que haces cuanto te masturbas pensando en mí.


 


-      Ah… Lysandro – Suspiré levantando un poco las caderas-


 


Eso era quizás lo más vergonzoso que alguien podía haberme dicho en la vida. El ojos bicolor había sido testigo de mis momentos más íntimos.


 


Marcó un camino de besos a lo largo de mis mejillas, labios y cuello. Dejando algunas marcas por ahí, como cual perro que marca su territorio. Sus frías y enormes manos se deslizaron debajo de mi camisa y habilidosamente la desabrocharon por completo, dejando el pecho desnudo. Su lengua se deslizó hasta una de mis tetillas ¡Joder! Qué bien se sentía, arqueé la espalda dando a entender que me sentía realmente bien allí abajo.


 


Con ligereza el más alto se sacó la camisa y la faja que siempre se colocaba dejando el torso desnudo, volvió a su labor con mis pezones robándome suspiros, y gemidos que de vez en cuando callaba con inesperados besos. El tiempo se había detenido y en el mundo éramos él y yo. Y no había mejor combinación.


 


Me llenó el estómago de besos, a lo largo y a lo ancho haciendo especial énfasis en la delgada línea de vello púbico que tenía debajo de mi ombligo. A través de la tela del bóxer rozó su nariz contorneando mi ya erecta intimidad, cada vez jalaba con mayor fuerza su cabello con cada espasmo y escalofrío que me recorría por el cuerpo. Con la mente en blanco me levanté y tumbé al de menor edad mientras que sus joyas me observaban confundido. Con las manos temblando y el corazón a punto de explotar por tantas emociones encontradas le saqué el pantalón negro que hacía que su hermosa figura quedara expuesta. Me sorprendí al ver que no llevaba ropa interior. Lo observé con cara de “Qué pasó aquí” y él solamente me respondió encogiéndose de hombros en señal de disculpas. Desistí del hecho de que no tenía ropa interior y me dediqué a juguetear con su miembro, deslicé mi boca contorneándolo, pasando la lengua por el falo y por el glande haciendo movimientos circulares, robándole suspiros y quejidos de placer. Entrelazó los dedos en mis cabellos y acompañó cada movimiento con su mano, dando pequeños espasmos y largos gemidos roncos. En el momento que encorvó la espalda y comenzó a respirar con dificultad dejé de lado mi actividad, logrando que me mirara con desprecio.


 


-      No puedes dejarme así – Comentó mientras se masajeaba su intimidad.


 


-      Ámame por favor – Le rogué prácticamente.


 


Acto seguido me encontraba en “cuatro patas” con el pecho apoyado en el colchón y mis nalgas elevadas. Del bolsillo de su pantalón tomó un pomo, que evidentemente era vaselina, se la colocó en el miembro y  en sus dedos. Introdujo uno robándome un grito de dolor y susto debido a la húmeda intromisión, alrededor de mí comenzó a mover su dedo haciendo que me estremeciera por completo, cuando creyó que era el momento agregó otro dedo, haciéndome volver a quejarme por la intromisión. Tocó la parte correcta donde el placer se generaba con mayor intensidad, haciendo especial énfasis allí. Un tercer y último dedo se introdujo, sentía que iba a explotar en cualquier momento, simulando embestidas mi hermano movió sus ágiles dedos haciéndome llegar por poco al abismo. Finalmente, ya acostumbrado a la intromisión sacó sus dedos y colocó entre mis nalgas su glande, introduciéndose con todo el amor que le fuera posible.


 


-      Lysandro, no. Me duele – Me quejé mientras endurecía mis músculos.


 


-      Relájate Leigh, respira bien – Reflexionó mi hermano mientras seguía en lo suyo.


 


Y así lo hice, agilicé la respiración y finalmente entró por completo. Se movió con delicadeza esperando que yo me acostumbrara a la repentina invasión. Pasado unos minutos y en vista de que, literalmente, yo gemía como un puta de placer, comenzó a moverse a mayor velocidad haciéndome gritar y entrelazar los dedos entre las sábanas.


 


-      Te amo Leigh. Te amo – Gritó en un mar de gemidos, y con la respiración agitada.


 


-      Te… amo… más – respondí de manera arrastrada ante cada salvaje embestida que el peliplata me ofrecía.


 


La última estocada llegó y junto a ella el abismo total. Lysandro gruñó dando a entender que había culminado, yo por mi parte ensucié parte de mi abdomen y las sábanas con  mi propia esencia.


 


Un último beso hizo que finalmente me durmiera sobre el pecho aún agitado de mi hermano. Entre sus cálidos y protectores brazos. Como siempre había deseado estar. Estábamos condenados por un pecado, con boleto directo al infierno.


 


Pero sinceramente no había peor infierno que pasar la vida sin Lysandro. Ya tendría tiempo para pensar cuando muriera si debía ir al cielo o al infierno. Verdaderamente no me importaba.


 


Y sí, así es. Nunca pierdas las esperanzas. Nunca…


 


Junto a ti no habrá un destino incierto, Lysandro…

Notas finales:

Gracias a todos por leer, nos veremos en mi próximo escrito^^


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