¿Cas? ¿Dónde te has metido? La fiesta apenas comienza ¿Castiel? ¡CAS! ¿¡PERO QUE DEMONIOS!?- Gritó asustado su amigo mientas corría hacia el chico hecho ovillo contra una sucia pared -¿Estás bien? ¡Hey Cas!-
-Lo siento, no estoy de humor- murmuro con un hilo de voz apenas sonoro a la par que secaba las lágrimas de sus mejillas
-Lo hizo de nuevo ¿no es cierto?-
-N… no, él no…-
-¡Basta Cass! ¿Por qué no rompes con ese bastardo?-
-No es tan sencillo Balthazar…-
-¿Por qué no? Tú mereces mucho más que esto, es que ¿no te importa que te engañe? ¿Qué te haga menos? ¡Cas! ¿No te autorespetas?-
-Pero… lo quiero…- las corrientes que surcaban desde sus ojos continuaron dejando miles de lágrimas en libertad
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Dio un trago más a su cerveza y dirigió su mirada a la sexy camarera que se lo devoraba con la mirada desde que entro al recinto, ni quince minutos pasaron cuando ya estaban follando en una sucia habitación de motel barato, la chica era guapa pero no era lo mismo que con Cas, el oji azul tenía un cuerpo de adonis que hacía que el sexo fuera asombroso, a comparación con este que daba esa sensación de cuando pisas un chicle en la calle y se pega a la suela del zapato, se sentía pésimo al traicionar a aquel tierno chico que tanto amaba pero sabía que así era mejor, porque si permanecía a su lado seguramente sufriría, como solía suceder con todos los que lo rodeaban.
Apenas termino se dio una ducha y salió, en silencio, de la habitación era ya muy tarde así que no le quedo remedio que regresar al departamento que compartía con el joven castaño, su conciencia le reprendía por el acto anterior y su corazón se contraía cuanto más cerca estaba de la puerta de entrada. Aquella gran puerta azul por donde paso en brazos al oji azul el primer día que se mudaron juntos, donde había esperado ansioso a que fuera media noche para entrar con un gran regalo de cumpleaños para su amado ángel y sin embargo ahora le estaba engañando con cualquiera que se le pusiera en frente y siquiera tenía el descaro de ocultarlo
Entro tratando de no hacer tanto ruido pero la luz encendida de la cocina llamo su atención, se acercó lento mientras comprobaba el resto de la casa y entro a la cocina preparado para cualquier cosa, para cualquier cosa menos lo que se encontró… un Castiel somnoliento yacía sentado en la barra con un plato de comida envuelto en plástico para evitar que se enfriara.
Lo movió ligeramente presionando su mejilla con el dedo índice para despertarle, con todo su pesar por que el chico se veía majestuoso mientras dormía tan tranquilamente.
-Dean-fue lo primero que salió de sus finos labios que enmarcaron una tierna sonrisa al unir miradas con el oji verde –Has llegado, te prepare la cena espero que no esté fría-
-Cas…-
-No pasa nada, puedo calentarla para ti- dijo amablemente mientras tomaba el plato en sus manos
-Cas… deberíamos terminar- hasta a el mismo le daba repulsión tener que pronunciar aquellas palabras, lo que menos quería era alejarse del moreno, pero tenía que hacerlo antes de que lo hiriera aún más.
El sueño se esfumo al instante de escuchar a su rubio decir aquella terrible frase, sus pensamientos se revolvieron y sintió como algo abandonaba su cuerpo.
-No quiero- fue lo único que pudo salir de sus labios en respuesta
-Cas… escucha…-
-he dicho que no quiero- insistió -¿Qué quieres de beber? Creo que aún hay un par de cervezas en la nevera- dijo metiendo el plato de comida en el microondas
-¿Por qué haces esto?- preguntó
-Porque yo aún te amo- su voz sonó como la de alguien a punto de quebrarse pero era totalmente sincera, se acercó y le beso en la mejilla antes de desaparecer por el pasillo.
Dean se maldijo por no evitar que se marchara por no disculparse y decirle cuanto lo amaba, por ser tan gilipollas que no se atrevía a luchar por su amado.
Castiel se encerró en la habitación, se recargo contra la puerta y presiono su pecho con ambas manos como si eso ayudara a darle calor a su corazón evitar que el alma se resquebrajara, las lágrimas inundaron sus ojos de nuevo.
Ambos pensando solo en el otro en diferente habitación pero al mismo tiempo recitándole sus penas al alba, sufriendo por un amor al que era imposible resistirse.