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72 horas de soltería y el desastre del regreso por Kiharu

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Notas del fanfic:

the GazettE no me pertenece.

La canción que usé para este song fic fue: piledriver waltz de arctic monkeys.

[https://www.youtube.com/watch?v=OrUqC6zZk94]

72 horas de soltería y el desastre del regreso

 

 Tus problemas no se pueden resolver en el mismo nivel mental que tenías cuando los creaste.

Albert Einstein.

 

— ¡Pues tu puta madre creerá eso! Lo vi con mis ojos. Así que por favor, vete.

— ¡No ofendas a mi madre! Cómo sea, ¡si quieres que me vaya, me voy y para siempre!

Entonces, cerró la puerta con coraje y me dejé caer al piso de la sala.

Un metro sesenta y dos ha logrado ahogarme en un vaso de agua, marchándose después, alegando que yo tuve la culpa de todo. Sin embargo, en mi consciencia queda que realmente lo vi besarse con una mujer extraña. También visualicé en esa página de internet un montón de cosas de Takanori. Como cuánto le medía, qué tal era en la cama. En realidad, era bastante apegado a la realidad lo que decían, así que intentaba convencerme de que estaba siendo paranoico. Pero al final, terminé por verlo con una tía con pechos pequeños. Hay un montón de cosas que tal vez no sé acerca de él, pero siempre creí que las cualidades que decía tener, eran verdad. Como cuando me dijo que él era una persona honesta. Y sinceramente, podía esperar aun a que me lo dijera. Incluso creo que volvería a creerlo.

Pero ya había gritado, ya le había mentado  la madre a su mamá –algo que hice sin piedad a pesar de que su señora madre me cae bien–, ya no quedaba mucho por hacer.

Tan solo quizá, esperar a que la luz del día brillara de nuevo.

*

—Entonces yo dije: Sí crees que soy pendejo, dímelo aquí y ahora. ¿Sabes qué me respondió?

—No.

—¡Pues que me dejara de payasadas! Que simplemente no quería salir conmigo y punto. Estoy indignado, ¿sabes? No me merecía que me humillaran de esa forma.

—Ah… no, claro que no.

—¿En qué piensas, Akira?

—En que Yutaka exageró con su chamarra de esquimal. Con las lluvias no hace tanto frío… de hecho, tengo calor.

Yuu se levantó molesto y fue a sentarse al lado de Shima. Takanori todavía no llegaba. En realidad, esto era en lo único en lo que mis pocas neuronas podían pensar. En ese pendejo que me había engañado con una mujer que ni siquiera estaba buena. Quizá podía perdonárselo si tenía un cuerpazo, pero eso no fue así —a veces se cae en tentación—. De modo que, esperando a que Yutaka pusiera orden a la sala de ensayos —nadie decidió ayudarle—, reposé durante cuarenta minutos con el bajo en las piernas.

Recité varias canciones en mi cabeza por un tiempo; pensé en cuando me le confesé a Matsumoto, recordé la primera vez que nos acostamos, el cumpleaños de Shima, el mío, el de Yuta, el de… Mis pensamientos comenzaron a traicionarme con recuerdos felices sobre él. En ese momento tan sólo hubiera querido recordar lo malo: pero no, sólo podía pensar en cuánto nos habíamos divertido todo el tiempo que en habíamos estado juntos.

Después de hora y media, apareció con un gorro, unas gafas y un cubre—bocas. La ropa holgada de siempre, los zapatos que siempre odié, y el bolso, siempre lleno de cosas extrañas. Me enternecí un poco al verlo entrar, casi como siempre. Luego me acordé de lo acontecido y miré atentamente las cuerdas gastadas del bajo. No voy a caer en esa maldita trampa. Fue él, quien a fin de cuentas, dio la última palabra. En teoría, él me dejó.

—Lamento la tardanza.

Su voz sonó como casi todas las mañanas: enfadada y brusca.

Shima, Yuu, Yutaka y yo, lo miramos azotar la puerta, tirar su bolso y buscar el micrófono. No se molestó en quitarse nada de lo que llevaba puesto. Sólo nos rugió que si íbamos a ensayar o no. Entonces nos paramos como resortes y le seguimos el ritmo.

Todo el tiempo me sentí regañado. Comencé a pensar que en realidad había exagerado las cosas, pero luego mi cabeza decía que no tenía por qué andarme con tonterías, que ya había pasado; que no todo en la vida sale bien. Aunque claro, mi cuello dolía. Había dormido mal la noche anterior. Estaban reconstruyendo la calle y… también, uno no puede jactarse de salir ileso de una relación de seis meses y un amigoviazgo de cuatro años y medio (somos cabezotas los dos).  Así que toqué lo más mal que pude ese día. No por coraje o algo, sólo porque los dedos parecían alentarse cada vez más. En una ocasión, mientras ellos tocaban una canción, yo estaba tocando otra. En ese momento pensé que todos iban mal, incluso Takanori. Ya luego Yutaka se vio en la necesidad de reñirme porque la banda sonaba del culo con un bajo tan lento y despistado. Me disculpé sin siquiera sentirme mal y guardé mis cosas. Les dije que estaba haciéndolo todo mal, que mejor lo dejáramos para mañana.

Caminé con mi mochila en los hombros. Ese día no había llevado el auto, así que estaba bien para mí no tomar el autobús e ir directamente a pie. Caminar resultaba bueno para mi cabeza embotada. Después de unas cuadras recorridas, el auto negro y caro de Takanori se detuvo a mi lado, cosa a que con simpleza ignoré y seguí de largo. Pero no dejaba de insistir. Caminaba un poco y él iba detrás de mí. Así que me detuve y bajó los vidrios del auto. Tenía la misma apariencia que cuando llegó.

—Súbete al auto.

—No quiero.

—No estoy preguntándotelo. Yutaka me envió por ti. En poco lloverá y tengo el encargo de llevar tu trasero hasta tu casa sin que te mojes para evitar que te resfríes.

—Pues prefiero morirme de neumonía antes de que tú me lleves.

—¡No seas idiota y súbete ahora mismo!

—¡No quiero!

Apagó el motor y salió del auto con un aura que cortó mi respiración. Lo miré envalentonado hasta que llegó a mí, me tomó del brazo y abrió la puerta del copiloto metiéndome a la fuerza. Cuando hubo azotado la puerta  del auto, a punto de golpearme, me bajé y corrí. Escuché cómo maldecía mi nombre y a todos los que pasaban por ahí. Me sentí como un niño huyendo de esa manera, pero no planeaba estar en el mismo auto que él. Aun no encontraba la manera de hacerme entender de que mi Takanori se había besado con otra —y quién sabe si acostado también—. No podía. Aún así, mi orgullo de hombre solo pensaba en que era una pelea más. Mi corazón pesaba, pero en realidad, yo sólo seguía pensando en que al día siguiente todo estaría bien.

Como siempre que nos peleábamos.

*

En la noche, como a eso de las nueve y media, Kouyou Takashima llegó a mi puerta.

Traía una botella de tequila y una sonrisa apenada en el rostro. Lo dejé pasar sintiéndome raro. Ahí había gato encerrado. Él no solía hacerme visitas, al menos no sin avisarme antes que llegaría. Así que se lo pregunté.

—¿Para qué la botella?

—Bueno… en realidad, no es la única, en el auto tengo otras tres. Takanori me las dio. Me ordenó que viniera para acá, con ellas, contigo.

—Y tú de pendejo vas y le haces caso.

—Es que…

—Ya te lo dijo, ¿verdad?

En cuanto se lo pregunté, soltó un gran suspiro y se dejó caer al sofá con alivio. Me sonrió, como siempre, y asintió. Me toqué la frente con frustración.

—En realidad, Akira, desde hace años que sabíamos que traían algo entre ustedes. Takanori nos lo contó todo hoy, después de que te bajaras de su auto, regresó con nosotros un poco… dramático. Ya sabes cómo se pone… estaba incontrolable, más con ese humor que traía.

—Vaya…

—Y nos contó por qué terminaron. Cómo te folla. Qué quiere hacer para recuperarte. La verdad acerca de si lo besaron o no. Todo. Cayó ante su frustración.

—¿Contó eso…? ¡Qué vergüenza!

Me sonrojé tanto que tuve que irme a la cocina para no parecer patético. Le ofrecí un vaso de agua, pero él me gritó que mejor llevara los caballitos porque él no quería desaprovechar la oportunidad de alcohol gratis por una pelea amorosa.

—No es una pelea, Shima. Creo que he terminado con él, o él conmigo. Me engañó, es lo mínimo que merece esta relación.

—No te engañó.

—Claro que lo hizo. Se besó con esa mujer. Yo lo vi.

—Pero eso no es cierto… él no la besó —me sonrió tranquilamente y sirvió el primer caballito—. A la salud de los dos, para que vuelvan para… no sé, ¿el miércoles?

—¿Pasado mañana?

—Sí. Supongo que será suficiente para los dos ese tiempo.

Bebió de su vaso y yo bebí del mío. Porque al diablo con lo que queríamos todos, porque al maldito demonio todo lo que nos habíamos dicho uno al otro. Iba a superarlo como hombre: tomando hasta ponerme tan ebrio que no me acordaría ni de mi nombre ni de mis malditos problemas. Ni de, por supuesto, él.

*

La habitual alarma me despertó a las cinco y cuarenta y cinco de la mañana del martes. La casa estaba hecha un desastre. Estaba dormido debajo de la mesa. Shima no se veía en la periferia. Comencé a alarmarme porque Takanori me reñiría en cuanto viera todo eso… pero luego lo razoné y no; Takanori se había largado a su departamento de soltero. Nadie iba a recriminarme porque Shima o yo —no me acordaba— habíamos vomitado justo a un lado del refrigerador, o porque tiramos un cuadro de la pared, o por el montón de platos rotos, o las sábanas de cama en el piso, las fotos en el suelo, o la botella rota con sangre… Con sangre…

Me levanté tan rápido como pude y entonces encontré el punzante dolor el antebrazo. Había una gran cortada ahí, secándose. No muy profunda, pero si larga y costrosa. Me asusté cuando la cabeza me martilleó con odio. Me dieron unas náuseas terribles que me condujeron al baño para devolver un poco. Cuando me sentí mejor, caminé a la cocina esculcando sin cuidado la cajonera de primeros auxilios que Takanori se había encargado de traer, porque según él, yo era bastante descuidado al no tener ninguno. Cuando encontré las aspirinas, batallé ahora para encontrar un vaso para servirme agua. Como no encontré alguno intacto, fui al refrigerador esquivando el vómito del piso y le tomé al cartón de leche para pasarme las pastillas. Pensé en vendarme la herida, pero la verdad sólo quería no tener resaca.

Entonces, habiendo hecho el ritual de los recién despertados de una noche de juerga, decidí buscar a Shima. Fui a todos lados y nada. Hasta que pensé que tal vez en mi cuarto, en mi cama, podía estar. Pero cuando inspeccioné ahí, sólo me encontré con un montón de flores en todo el maldito piso del cuarto. En la cama. En el baño. Del lavamanos salían tulipanes. Del bote de la basura —que esperaba que no tuviera basura— salían girasoles. Pero, en su mayoría había rosas rojas. En las almohadas de la cama había una pequeña tarjeta que me llevó minutos siquiera divisar.

¨Eres un maldito bastardo. Pero así te quiero¨

Esto sólo podía ser de Takanori. Me enterneció su nota que apestaba a que era él, pero también estaba muy cansado. Así que empujé todas las flores al piso y me acosté en la cama. Me volví a levantar porque estaba todo húmedo y le saqué todas las cobijas que tenía, quedándome solo en el colchón. Empecé a reconsiderar perdonar a Takanori, porque en realidad estaba siendo muy atento con eso de contarles a todo, o darle el alcohol gratis a Shima sólo para que se pusiera borracho conmigo y lograr convencerme un poco, o las flores. Luego pensé que si permitía una infidelidad esto volvería a repetirse y sería como los matrimonios que recaen siempre en lo mismo y sólo se mantienen juntos por los hijos o por intentar salvar un poco de amor. Así que sonreí al aire, triste, pensando en que realmente no podía pasar más tiempo pensando en él. En que realmente era mejor dejar las cosas así, como si hubiéramos terminado.

*

Cuando me levanté de nuevo, eran las nueve con cuarenta y cinco.

Me levanté asustadísimo. Pensé dormirme sólo hora y media y luego iría rápidamente en auto a la compañía. Revisé mi teléfono y sólo —me sorprendí hasta lo poco que era— un mensaje de Yutaka que decía que si a esas íbamos, mejor fuera buscándome otro trabajo. Me sentí mal por fallarles a todos y me levanté para vestirme con algo decente. Odié a Takanori por hacerme pisar esas flores bonitas y luego odié más a Shima por solo venir a sonsacarme para tomar y luego irse sin siquiera despedirse. Luego me empecé a preocupar, ¿qué tal que algo le había pasado? Aunque eso era improbable. Sólo había un mensaje. Nadie buscaba a Shima conmigo, así que en teoría, él debía estar contándoles por qué no estaba ahí. Debió haberles explicado de mi cruda. Y, maldita sea, eso aumentaría todavía más mi regaño. Dado el temor al castigo, limpié la herida a velocidad luz, y la dejé sin vendar, a fin de cuentas ya no salía sangre.

Salí de casa y tomé el auto. Cuando me subí noté el perfumado olor que tenía. Era el perfume que Takanori había usado durante años y años. El olor que lo caracterizaba en toda la ropa y en todo él. Me preocupé con severidad: la última vez que me había subido a mi auto tenía un olor a lavanda, no ese. Me alarmé todavía más cuando los ojos empezaron a llenárseme de lágrimas. Era el día siguiente de la ruptura y era una suerte no haber llorado aun. Siempre que nos peleábamos yo siempre lloraba primero y rápido. Golpeé fuertemente el volante del auto. Cerré los ojos con violencia y aspiré hondo. Arranqué el auto pensando en que Takanori estaba llevándose mucho Akira con él.

*

—Hola, Akira.

—Yutaka…

—Los demás están en la cafetería. Tú y Shima han armado la grande. Está que se cae de sueño, quizá será mejor no ensayar hoy. De cualquier forma, quería hablar contigo. Debería estar con el manager… pero, primero mis amigos. Siéntate.

Hice lo que me pidió. Miré el piso y pensé en relajarme, pero estaba tan ansioso que sentía que me tiraría a llorar en cualquier momento. Incluso así de nervioso, sabía que no iba a regañarme por llegar tarde. Lo podía ver en sus ojos.

—Suéltalo, Yuta—dije, de pronto.

—Sé que estás acostándote con Takanori. Peor aún, que están saliendo como una pareja formal. De alguna manera todos sabíamos que esto iba a pasar, pero pensábamos —incluso apostamos—, que tardarían más… y que por alguna razón, nos lo dirían. Pero se lo tenían bien calladito. Lamentablemente nos encontramos en esta situación. Ayer Takanori lloró sobre las piernas de Yuu, diciéndole que se la habías rayado a su madre, repitiendo mil y un veces que él no la besó y que por culpa de eso, habían roto. Lo dijo tanto hasta que se durmió un rato. Cuando despertó, tenía un plan. Esto es parte del plan.

—Ajá…

—Shima era el primero. A él no le correspondía, pero a mí sí. Está más que claro: Takanori fue besado por una fan. A ti te pasó esto hace tres años y medio. Yo estuve ahí. Me dijiste que no le dijera a nadie, porque tú no quisiste rechazarla del todo. Te alejaste delicadamente. Incluso así, Takanori tuvo los huevos y le gritó. Tu cabeza ha hecho de más, lo besó, pero un beso, Akira, no significada nada. El malacara de tu novio lloró ayer y eso no es más patético que tú llorando, pero es lo suficiente como para entender que no puede tolerarlo. Está esforzándose y lo hace como si fueras una mujer porque también está ofendido él, pero fue él quien pronunció las últimas palabras. Así que… —fue hasta la batería y sacó una bolsa deportiva y me la dio—. La bolsa es tuya, lo que hay dentro también.

—Vaya, pues gracias…

—Me voy, Akira. En la tarde Yuu irá a tu casa. Estate ahí. Duerme. Y lo más importante: práctica… que si sigues tocando así le corto la polla a Takanori y a ti, porque son unos idiotas. Sólo quiéranse y déjense de dramas. Ya estamos grandecitos para toda esa mierda.

Entonces abandonó la sala. Abrí la bolsa con cuidado y me encontré con un montón de Kit-kat’s dentro. Sonreí tan amplio como pude. Mi orden era irme a casa, así que me marché feliz con la bolsa.

*

Takanori me importa más de lo que alguna vez pude permitir que me importara alguien. Con esa genuina forma de tratarme, maldiciéndome una y otra vez, pensé que era tan solo un zopenco. Y en cierta forma, lo es, claro. Aunque estuvieran esforzándose todos por él y por mí, creía que lo nuestro no podía continuar más. Mis emociones a lo largo de cuatro años y medio fueron duros y bochornosos, mientras que él siempre me llevaba la delantera, diciéndome cosas vergonzosas que en dado momento odié. Aunque se convirtió en mi persona favorita, hay tantísimas cosas que no me gustan de él… Que pensar algo como ¨he roto con él¨, sonaba a que había hecho algo productivo. De verdad, que sentirme engañado no era un gran motivo para haber discutido con él. Sólo fue… la explosión para que también se molestara él. Llamé a alguna compañía para que limpiara la casa, porque en realidad, no tenía ni una pizca de vitalidad como para hacerlo yo mismo. Apoyé mi cara contra la almohada, y seguí escuchando la construcción de una banqueta más bonita. Nos podrá beneficiar a todos, pero es un martirio levantarme con odio —más odio del que da por el despertador— con ese sonido penetrante. Con él resultaba mejor… Con él, todo resultaba mejor.

… Pero con él, siempre me levantaba a media noche, o muy temprano. Porque parecía un niño con un horario con rígido y rutinario. Eso me ponía un poco molesto. Aunque ahora no puedo ni dormir, sé que si lo hiciera, no habría nadie rezongando a mi lado, diciendo insistentemente  ¨levántate, levántate, hay cosas qué tienes que hacer hoy¨. Cosas como ayudarlo a pintar paredes, o arreglarle una tubería. Él aprovechó mis conocimientos de hogar — los que obtuve con mi madre—  y los usó para él no hacer algo realmente productivo. Eso también me molestaba. También, el que moviera las botellas de perfumes, la de él y la mía, me hacía sonrojarme del coraje… porque a veces tenía que usar ese olor dulzón… Olor del que prefería impregnarme al abrazarlo.

Y sus pláticas de dormido. Sus caminadas sonámbulas. ¡Pero qué molesto!

¿A quién deseo engañar?

En realidad me encanta que hable mientras está dormido. Siempre dice algo como ¨Akira, Akira, bésame más¨, incluso cosas como que no me vaya. Cuando camina dormido siempre puedo abrazarlo con languidez, sin que me diga ¨déjate de tonterías¨. Aunque probablemente Takanori es la clase de persona que no permite que le tome la mano en público —ni en casa—, es un amante apasionado y dulce. Aunque él desee controlar todo lo que hacemos, me gusta que lo haga. Su horario, su parloteo. Porque eso mantiene activo. Mi vida antes de conocer a the GazettE era más terrible; es decir, me levantaba tarde, hacía que iba a la universidad, comía un par de cosas que encontraba en el camino, y luego hacía tareas y dormía. Era incluso más monótono que ahora. Cuando lo conocí, mi casa dio un vuelco. Se desordenó ordenadamente. No encontraba nada de mis cosas cuando él se iba de casa. Comencé a levantarme temprano, a cocinar un poco de arroz (tampoco me esforzaba tanto, digo, cualquier cosa que no fuera arroz sale asqueroso si viene de mí). La banda representó un sentido a mi vida, y cuando me di cuenta de que me había enamorado de él, mi existencia significó todavía más para mí. Así que en ese momento pude gritar: Si ya me enamoré, ¿qué sentido tiene seguir haciendo toda esta mierda sin ti? (Obviamente, no podía habérselo dicho de esta manera).

Aunque sé que él jamás se hubiera declarado, supe casi de inmediato que mis sentimientos eran correspondidos. Jugué con él mientras estábamos ebrios y resultó ser que me besó con tanta calidez como una esposa que espera pacientemente el regreso de su marido. Así que decidí darle tiempo. Porque yo lo sabía, pero Takanori tenía que ordenar su lado punk para verme con claridad. Y bueno, así pasaron los años, hasta que le pedí que saliera conmigo. Sé que me manipula, pero él también sabe que yo lo hago en ocasiones.

Probablemente me enfadé no sólo por ese beso, sino por todo lo que tenía arrastrando durante ya algunos meses. Pero la verdad… él no tiene la culpa de cómo me siento como persona, ni de cómo afronto mis propios problemas. Soy quien debe poner orden, y no dejarme llevar por nimiedades como esa. Soy mejor que cualquier persona para Takanori, y no confiar en él me hace ver mal. Puedo superar mis problemas familiares solo, así que él tampoco debe cargar esto conmigo.

La balanza que teníamos era tan agradable y duradera…

Mientras giraba en la cama, el timbré sonó de nuevo. Ya me había comido unos diez kit—kats pensando en cosas sobre Matsumoto, así que aunque supiera que Yuu estaría en la puerta para darme un sermón que no quería escuchar, me levanté; porque de lo contario seguiría comiendo y engordaría tan rápido que me tendría que salir a correr todas las mañanas, sin falta. Y no es como si yo fuera tan constante.

—Hey…

—¿Hey? ¿Qué pasa con eso, marica?

—Yuu, ahora no, por favor.

Ingresó a la casa, cerró la puerta y me siguió con el seño fruncido hasta el comedor.

—Pues mira, que pensé que estarías más de buenas. Creí que la soltería te sentaría bien, tanto como para invitarte por unas cuantas chicas.

—Yuu… —lo miré a los ojos, y él sonrió. Parecía una esperanza de compañerismo sincera.

—¿Aceptarás, verdad?

—Preferiría tener un trago, eh.

—El alcohol no te abraza, Akira.

—Supongo que no.

Suspiró con gravedad. Supe que no me salvaría ni aceptándole mujeres.

—La verdad es que no me van estas pláticas porque yo no soy tu jodido padre, Akira… Pero Takanori me lo pidió, más bien me rogó, y aquí estoy. Sabes que lo aprecio mucho, que él me considera como su hermano mayor…

—¿De qué quieres hablar?

—De que lo escuches. Yutaka ya te lo dijo, él no estaba en un acuerdo con la chica. Fue besado sorpresivamente. Así que no seas cabezón y ve y encuéntrate con él en el hotel xxx. Va a estar ahí, en la cafetería.

—No voy a ir. Estoy mejor sin él…

Intenté decirlo de manera solemne, pero pareció una mentira… La mentira que quería que sonara creíble. Que parecía como si fuera un guión mal leído.

—Como hermano mayor del afectado… —Se levantó del sofá en el que reposó tan solo unos minutos. Cuando estuvo cerca de mí, me abofeteó tan fuerte que sentí un mareo. Cuando regresé mi mirada enfadada hacía él, solo sonreía con sorna. Me paré, me puse frente a él, y cuando iba a reprochar algo, él se adelantó. —Takanori lo ha pasado realmente mal. Intenta alegrarte por un malentendido, ¿no te parece agradable que hagan eso por ti? —carraspea—. No lo dejes ir. Que tan idiota como está, seguro que va a prostituirse —o peor aún, lo hará sin cobrar—, si no lo ves a las nueve, mañana. Te lo encargo. O, como hermano mayor, vendré a golpearte un poco más. Piénsalo.

Entonces se marchó.

Y me puse a llorar; la verdad esto ya era una lucha de orgullo. Y esta vez, él había asumido su derrota primero. Y yo… había sido estúpido.

(Suponiendo que me creía eso de que no había sido por voluntad ese beso).

*

El orgullo de un hombre se siente severamente lastimado cuando se pierde una pelea en la que uno queda como estúpido. Como irracional. Pero en realidad, ¿qué se podía esperar de mí, que soy un celoso por excelencia? Sí es mío, es mío, pensaba siempre. Hasta que Takanori sembró la inseguridad del ¨no puedes tener a nadie¨. Y Matsumoto no se las gastaba de fiel. Así que me preocupaba… aunque con el paso del tiempo, había aprendido a superar mi inseguridad y a respetar su libertad. Claro, esto pasa y está guay, pero cuando ves con tus propios ojos que te engañan, ahí sí que no puedes hacer nada más que llorar. Como fuera que fuese, en aquel momento, con todos esos sentimientos de amor que tenía por él, decidí perdonar cualquier cosa hiriente que me hubiera dicho, ansiando un perdón para mí también. Razoné y llegué a la conclusión de que si él había contado todo eso a los demás, estaría bien ponerle un poco de confianza; dado que Takanori no solía hablar tanto de esas cosas privadas, ya era algo excepcional y de buena mano.

O sea, podía confiar en ello.

Pero eso también requería decir algo como ¨disculpa mi forma comportamiento¨. En fin. Si debía pedir perdón con sinceridad, tal vez lo haría.

Caminé tranquilamente por la calle que conducía hasta ese pequeño hotel. Ciertamente, no había pensando por qué justo ahí, hasta que recordé que fue dónde nos conocimos por primera vez. O tal vez él siempre escogió ese lugar porque era céntrico. Incluso, ya perdonado dentro de mi corazón, seguía sintiéndome inseguro por lo que sucedería. Tenía tantas inseguridades como persona, como hombre, que haber terminado con él estaba bien por un lado, pero estaba desolado por el otro.

Maldije cuando llegué y lo vi sentado en una mesa solitaria.

Miré mi reflejo por la ventana y mi cara lucía sin esperanzas. Triste y con temor. Lucía totalmente patético. Quizá porque ya sabía yo que iba en rendición. Ya no había qué pelear, ya no tenía nada que reprochar. Más bien, la culpabilidad de haber rechazado sus explicaciones me hacían sentir pesado y abochornado. También me sentía triste: tal vez él había reflexionado toda esa mierda y hubiera decidido darme un último adiós, porque… es cansado.

Luces como si hubieras desayunado en el hotel de los corazones rotos,
dentro de la cabina, en la que hay panfletos y documentación sobre cómo perder.

Ingresé al lugar. Me sacudí el abrigo que llevaba y caminé con dudas hasta donde estaba. Me repetía febrilmente “¡sé un hombre!”. Con simpleza me decía que si yo no decía nada apropiado, él hablaría y hablaría, así que podía dejarme permanecer ahí. Cuando llegué a su mesa, él tenía una bolsa de regalo a su lado y una mirada seria. Cuando atraje su atención, él pareció sonreír un poco. Miré su cara con detenimiento: esos labios, dulces y adictivos estaban secos; su cabello lucía arreglado, pero sin esmero; llevaba maquillaje, pero no podía ocultar su expresión molesta y agria. Su gesto, duro y sincero, me escupieron su preocupación y frustración en pocos segundos.

—Luces como mierda, Akira. ¿Te has bañado?

—Deja esa porquería.

—Sí, lo siento, me disculpo —miró sus piernas. De pronto me pareció tímido—. ¿Te sientas?

Me sentí un poco hostil ante su primera línea. Comencé a dejar de decirme que fuera un hombre, para poder decirme que no me enojara y malinterpretara todo… otra vez. Discutir no era lo mío —mucho menos lo de él—, pero alguno de los dos debía ceder, y como el que me había puesto terco era yo, pues ya iba sentándome tranquilo. Si íbamos a dejarlo todo, sería mejor intentar hacerlo con tranquilidad y sin molestias.

—Pedí dos emparedados de pavo y café, ¿tienes hambre?

Sonreí. Tal vez no necesitábamos decir cosas que me daban vergüenza. Estaba pasando que quizá no teníamos que romper y que,  a pesar de tener que volver a guardarme mis dudas, él seguiría conmigo.

—Deberías preguntarme primero si tengo hambre, ¿no? O esperar a que llegara, tan siquiera, para poder pedir algo.

—Pero a ti te gustan los emparedados de pavo y el café.

—Pues sí.

—¿Vas a comer conmigo, verdad?

—Sí, voy a comer contigo.

La conversación terminó ahí. Pero él sonrió con alegría. Y yo sonreí también.

Cuando los emparedados llegaron, comencé a comer con velocidad, pues no había comido en todo el día.

—Takanori, me alegra que estés invitándome a cenar… tenía mucha hambre. Pensé que me botarías y me darías ese regalo en consolación —dije mientras masticaba; la verdad no era lo que había pensado… al menos no totalmente, pero quería animar un poco la conversación, que hace rato se había apagado.

—No seas idiota. Vas a pagar tú.

—¿Eh? ¡¿Por qué?!

—Por ser tan imbécil.

—¡Hey!

—Lo que sí pagué fue la reservación de hotel y este regalo. Pero el regalo te lo daré cuando salgamos de aquí.

—¿Por qué?

—Porque quiero.

Al final rechacé cualquier idea de seguir la conversación. Cuando terminé, a él aun le faltaba la mitad, así que me ordené un pastel de chocolate. Lucía tan apetecible en el menú que no pude dejar pasar por alto algo tan delicioso.

—Vas a engordar, Akira.

—Tal vez… Pero lo único que he comido hoy son esos hermosos chocolates que me mandaste con Yutaka… Y quiera o no, no me llenaron absolutamente nada.

—¡Come apropiadamente, tonto!

Mi pastel llegó mientras le repetía que sólo pasó un día (pero la verdad tampoco había comido el día anterior, y el día anterior al anterior, apenas y comí algo… Algo que vomité cuando tomé con Kouyou). Estaba tan hambriento que pedí un poco de tiramisú y otro café. Takanori sólo me veía comer. Rebusqué en mi bolsillo y con fortuna encontré mi cartera, con dinero suficiente. Sonreí y comí un poco más.

*

—¡Rayos, estoy tan satisfecho! —me estiré mientras una ventisca me golpeaba con frío—. Entonces, ¿nos quedaremos en el hotel?

—Pues sí. Quiero ver la ciudad desde lo más alto, por eso reservé esa habitación de allá… —Apuntó hasta la punta del hotel, y silbé. Nunca había tenido que levantar tanto la mirada—. Bueno, creo que es un buen momento… toma…

Acercó la bolsa hasta mi cara, y me reí. Su expresión se transformó instantáneamente. Se ruborizó y junto sus cejas.

—¿Me has hecho salir a ver la habitación, tener frío, sólo para darme el regalo?

—¿Quieres el puto regalo o no?

—Ya, ya, ya.

Lo tomé entre mis manos y vi lo que había dentro.

Observé con detenimiento el primer CD que compré de joven y que perdí en uno de los viajes para dar conciertos, hace poco más de un año. Lo miro, incrédulo. Yo no le dije a nadie sobre mi dolor cuando lo perdí. Pero ahí estaba, incitándome a ponerlo en el reproductor de música.

—Cuando estaba ordenando tus discos, vi que faltaba uno… Y tú no pierdes las cosas tan así como así. ¿Me equivoqué?

—No, ciertamente lo perdí… ¡Gracias!

Y lo que era más que obvio sucedió: nos besamos. Sus exóticos labios sólo se mantuvieron firmes junto a los míos. Como la primera vez que lo hicimos cuando estábamos borrachos. Incluso así, millones de sensaciones inundaron mi cabeza, y fue como si todo el tormento sentimental de los últimos días se hubiera desvanecido tan pronto como comenzó, sus labios también lograron lavar mis dudas. Cuando se separó, supe que ya no había ruptura ni nada por el estilo; no creí que fuéramos a necesitar más que eso para poder decir que estábamos juntos de nuevo.

—¿Subimos a la habitación? —me preguntó en medio de mi triunfo mental.

—Sólo si prometes no hacer cosas indecentes.

Guiñé el ojo y el maldijo algo que no logré entender. Entonces regresamos nuestros pasos, para volver a entrar.

*

Cerré la puerta, y lo miré a los ojos.

—Bueno, ¿entonces?, ¿Prendemos la televisión?

—Akira… Yo… Lo siento.

Le miré los labios, luego las mejillas rojas, y me abalancé hacia él. Casi besé su boca en el primer intento; cuando pude ubicarme de manera adecuada, me dispuse a besarlo mientras lo empujaba a  la cama. Había dejado el obsequio de manera rápida en el recibidor de la lujosa habitación. Cuando por fin topamos con la cama, lo empujé y cuando iba a colocarme sobre él, interpuso sus manos contra mi pecho.

—No es que no quiera acostarme contigo… —Alcancé sus labios, removiendo sus brazos para ponerlos justo arriba de su cabeza. Mientras barría su boca, mi lengua fue víctima de una tenaz, dolorosa y poco erótica mordida, que me hizo despertar de mi estupor. Sus ojos estaban mirándome fijamente—. Espera un momento. 

—Muy bien. ¿Qué pasa? —Suspiré con cansancio mientras me reincorporaba y me sentaba sobre su pelvis—. Si planeas no tener sexo conmigo, no podrás llamarte hombre de nuevo. Estas cosas tentativas no se hacen, Takanori.

—Diablos, no me digas qué hacer. Sólo escucha un maldito momento, ¿bien?

—Habla.

—No besé a esa mujer. Fui besado por ella. Entiéndeme, no es que yo quisiera. ¿Crees que podría tener ojos para otra persona que no fueras tú? Eres más de lo que necesito, Akira. Así que por favor, cuando suceda algo así, confía en mí. No es lo que tu mente maquila, es mi palabra contra tus celos. ¿Entiendes? —Soltó un pequeño suspiro—. Además, sé consciente de que aunque llevemos todo este tiempo siendo una pareja, no estoy cansado de ti. Sé que piensas que sí, por mi historial amoroso, pero déjame aclarártelo: quien me va a sacar a patadas de casa serás tú. Está bien que no sea quien puso el primer ladrillo en la relación, pero por lo menos, no dejaré que se caiga la pared. Incluso si lloras o haces cualquier mierda sentimental de nuevo, voy a solucionarlo, porque me encargaré de ti, ¿comprendes eso, idiota? —Llevé mi mano derecha a mi cara, para cubrirme. Estaba caliente de toda la cara. Takanori no es la clase de persona que suele decir esas cosas. Asentí con vergüenza; resulta gracioso lo predecible que se vuelve mi cara, supongo—. Pues bueno, habiendo arreglado eso, ¿estamos juntos de nuevo, o no?

—¡Qué pregunta! —Lo miré a la cara y estaba sonriéndome con tranquilidad. Entonces, pensé en algo—: A decir verdad, no. Pídemelo.

—No. Me limitaré a follar ese trasero tuyo. Sí no puedes hacerte alguna idea con eso, no me importa. Eres mío, Akira.

—Eso si yo te dejo, pequeño tsundere.

—Cuida tus palabras, que a quien casi siempre le dan la vuelta no es a mí…

—Pequeño bastardo…

Entonces lo sé: estoy protegido, estoy protegiendo y estoy más que convencido con sus palabras. Muchos podrán decir que Takanori es el clásico cabezotas —y lo es—, pero cuando se lo propone acaba siendo así de agradable. Incluso si me hubiese engañado, con tan solo haber hecho esto por mí me hubiera bastado para sentirme amado. La tentación existe, pero si él me asegura que soy el único de verdad entonces tal vez no esté tan perdida la cosa. Antes de conocerlo estoy más que seguro que no lo hubiera creído así; que hubiera dicho “está bien” pero no hubiera perdonado. Y aparte de todo esto… yo tampoco planeo echarlo a patadas. Es tan mío como yo soy suyo. Y si me lo permite, lo atosigaré con mi amor todo lo que resta por vivir.

Como dice Yutaka cuando se pone intenso: cometemos muchas acrobacias por el amor, pero está bien. Porque es amor correspondido, el mismo amor que trabajamos.

Takanori palmea con suavidad mis mejillas y me susurra tranquilamente que no llore. Que no se irá y que me ama. Que está bien pedir tartas de fresa para mí en el servicio del hotel.

Lo siento por ser tan estúpido y sentimental.

—No estoy llorando.

—Está bien, Akira. Lo siento.

—Lo sé —sonreí—, bésame.

Y lo hizo. Con esos labios rellenos, firmes que tiene, besó los míos, apagando cualquier reproche. Los sentí resecos, y me sentí responsable. Sin embargo, ese beso llenó a mi cabeza de neurotransmisores amables y felices que me hicieron ir olvidando poco a poco las inseguridades. Takanori es el hombre que logra hundirme hasta lo más profundo, también es capaz de sacarme con la misma facilidad. Y agradezco que sea él, porque le confío mis emociones. Lamí sus labios, y me abracé de su cuello; el abrió sus piernas para quedar sobre mí. Cuando se frotó la primera vez, di un respingo y él dejó de besarme los labios para atacar toda mi cara con besos infantiles. Bajó por mi cuello, besándome y mordiéndome; me quitó la chaqueta (para realizar esta acción tuve que girarme en la cama) y después él se entretuvo restregándose contra mi retaguardia. Me avergoncé al recordar que íbamos a pelear por el control y prácticamente acabé siendo vencido con una renuncia propia. Metió sus manos frías por debajo de la playera, y mi piel se erizo. Tocó con cuidado toda mi espalda, los costados, y metió sus manos lo suficiente para alcanzar mis pezones. Arqueé mi cuerpo ligeramente, y él se aprovechó de eso para poder sacarme la playera y proceder a lamer mi espalda con cariño. Mordió algunas zonas y decía lo de siempre. Que necesitaba un plumón para ver qué dibujo haría esta vez. Alabó mis lunares, me mordió los hombros y me dijo que me desabrochara los pantalones. Apenas me bajé la bragueta, él me los jaló con fuerza, llevándose también mi ropa interior; dejó el pantalón junto a la cama y también me quitó los calcetines.

—Extrañaba el lunar de tu talón…

—No seas idiota, sólo fueron tres días…

—Desde hace más que no nos acostamos —soltó una pequeña risa—, voltéate.

Hice lo que me pidió, sintiendo la cara colorada. Cuando di con su mirada, el deseo se desbordaba de él con tanta violencia que me sentí extrañamente decidido —cohibido también—. Deseé haber apagado las luces antes de haber comenzado, porque ahora podía ver mi líquido preseminal escurrir traviesamente. Cuando por fin me dirigió la palabra, me dijo que abriera las piernas.

Por supuesto lo desobedecí. Aun podía dominar yo y no quería darle el pase directo. Esto dio paso a que él me mirara enfadado… y luego de que me inspeccionara un poco más, junto todavía más sus cejas enfadadas.

—¿Con qué te hiciste eso, Akira? —Miré a donde él y descubrí la rajada que me descubrí la mañana después de embriagarme. Le contesté que no lo sabía—. Más que vale que haya sido accidental.

—Seguro que lo fue. No puedo acordarme, pero no creo haberlo hecho yo mismo.

Bufó y pensé que se iría toda la pasión al trasto, pero entonces él tomó mi erección con brusquedad y recogió mis fluidos en sus dedos. Separaba las hebras entre sus dedos y me decía que si no me había masturbado en todo ese tiempo. Me cubrí la cara y me moleste cuando intentaba abrirme las piernas, mientras me hablaba de que no debía dejar de tener mis momentos íntimos. Me senté con brusquedad en la cama y lo empujé para acostarlo y comenzar a desvestirlo. Desde las botas que traía, los pantalones, los calzoncillos, el abrigo, el suéter, la playera y la camiseta. Me abrumé cuando veía que Takanori no salía detrás de ese muro de ropa. Cuando estuvo en las mismas condiciones que yo, noté que él no estaba erecto, así que le dije que si estaba bien mi boca y me sonrío diciéndome que por supuesto que lo estaba. Así que metí su pene flácido en mi boca, como en ocasiones anteriores.

Despacio, subiendo y bajando, por su erección nueva —formada casi al instante en que mis labios lo tocaron—, lo escuchaba gemir con tranquilidad mientras guiaba mi cabeza con sus dedos. Cuando me cansé, él comenzó a embestir mi boca con gravedad y lo único que pude hacer fue abrir mi garganta y dejar escapar toda la saliva que producía. Cuando quise separarme, me lo impidió y terminó en mi boca. Como la mayoría de su semen cruzó mi garganta con parsimonia, acabé por sorber mi saliva de su glande para poder alejarme por mi cuenta. Me aproveché de su orgasmo para internar mis dedos entre sus nalgas. Tampoco lo iba a dejar libre. De cualquier forma, acabé preparándolo con mis dedos y saliva. Mientras lo hacía, le pregunté si llevaba condones con él —siempre tenía—. Busqué en su cartera, como me dijo, y dejé todo el paquete a un lado de su cuerpo, mientras me ponía uno; seguí dilatándolo. Me indicó en qué momento dejó de sentir dolor y supe que me dejaría hacerle el amor, así que me interné en él lo más lento que pude. Antes de que siquiera pudiera moverme, me advirtió que yo era el siguiente. Lo masturbé con una sonrisa socarrona. Si podía hacerlo venirse antes de que intentara algo, saldría bien librado. Comencé a moverme. Takanori regularmente gime con su voz ronca y un poco floja. Desde arriba, donde lo veía, podía ver sus rosadas mejillas y sus ojos cerrados. Toqué sus muslos con necesidad y me acerqué a él para poder aspirar su perfume y su sudor.

Cuando él recibe siempre suspira más, cuando él domina, parece gruñir.

—Akira…

Me abrazó con sus piernas y separó su cuerpo del mío. Se escuchó un sonido erótico cuando salí de él a su voluntad. Me había quedado tan embobado sintiéndolo que se aprovechó de ello. Me dijo que me pusiera en cuatro, y, aunque pude decir que fue descortés haber hecho eso, decidí darme la vuelta y obedecer. Me preparó con sus dedos y su saliva y poco después escuché cómo abría un condón y cómo me quitaba a mí el que tenía puesto para tirarlo a un lado de la cama. Entonces, mientras me penetraba, me masturbaba y por mi parte, tan sólo pude hundir la cara en la almohada.

Su vaivén nunca fue amable, parecía estar molesto mientras me lo hacía. Pero no lo estaba, cuando giraba mi cara para poder ver, él estaba sonriendo. Entonces supe que, más que estar molesto, estaba desesperado. Se agarró de mis nalgas con mucha fuerza, hundiendo sus uñas. Me hizo juntar las piernas, para que él separara las suyas y poder conducir la situación de una mejor manera. Nunca me había gustado esa posición, porque al final acababa con las caderas muy levantadas y todo el cuerpo laxo. Pero a él parecía encantarle… y si hablamos del placer proporcionado, era la mejor: siempre atinaba a la próstata de esa manera.

Así pues, me corrí primero, con él dentro. Mientras él se corría comenzó a morderme la espalda. Parecía hacerlo con esmero, puesto que me dolía bastante. Pero él siempre lo hacía de esa manera. Aún cuando acabó, se salió de mi trasero, y tiró el condón por ahí, él siguió mordiéndome en todas partes, lo que hizo, eventualmente, que volviera a empalmarme y… La noche fue larga. Más larga que en peleas anteriores.

*

—Takanori…

—¿Sí?

—Me comentaron que estuviste llorando en las piernas de Yuu… Eso es lindo, ¿sabes?

—¿Quién te lo dijo?

—Yutaka… Pero eso no importa. ¿Por qué no lloras cuando estamos juntos?

—Serás imbécil…

—Sólo lloras un par de veces, pero casi siempre me mandas a dormir al sofá cuando eso ocurre.

—Porque, tal vez, se debe a que es tu maldita culpa que lo haga.

—¿En serio? Eso me hace sentir… importante.

—Muérete —me empujó de la cama tan fuerte que me di de culo —sí, recién follado y todo— contra el piso. Cuando me quejé, él se asomó y me preguntó si estaba bien. Entonces, le levanté el dedo medio—. Estaba preocupado por ti, idiota. Así que supongo que sí lloré un poco. No te quedes ahí abajo.

—Fuiste tú quien me tiró. Deberías ayudarme.

—Olvídate. Alguien profanó mi trasero, tampoco estoy en disposición de ayudar.

—Te odio.

—Te amo. Y mucho, Akira.

—…Y yo a ti.

Al final sí me ayudó a ponerme de pie, y me besó los labios con lentitud. Entonces, nos acostamos en la cama y me dejé abrazar toda la noche (una de las pocas noches en que tuvo un sueño tranquilo y no parecía querer patearme).

 

A la mañana siguiente, me levanté más pronto que él y decidí ducharme. Siempre había disfrutado de hacerlo en hoteles, porque los baños eran especialmente buenos ahí. Cuando salí y comencé a reflexionar lo bueno que nos la habíamos pasado anoche, miré mi cuerpo en el espejo y supe que tal vez haber terminado con él hubiera sido lo mejor.

No sabía cómo tapar tantos chupetones del cuello, pecho, muslos y espalda. Menuda noche. Menudo novio.

—¡Takanori! —grité.

Escuché en las noticias que estás intentando lanzarme fuera con un cañón.

Notas finales:

Pues ya está. Es, desde hace ya mucho tiempo, un fanfic que subo en cuanto logro finalizar. 

¿Cuánto tiempo habré durado diciendo que iba a acabar esto? Supongo que más de cinco meses o algo por el estilo. Y, en realidad, a quienes ya lo leyeron, no es el fanfic más especial que tenga, por supuesto. Pero aún así... me sentía en la responsabilidad de acabarlo.

Estoy en medio de una recuperación emocional (¿o debería decir de un doblamiendo/rompimiento?). No sé cómo describirlo, pero están siendo momentos intensos, que, como buena persona, deseo cuidar y proteger en mis memorias. Tan sólo es que... está siendo un poco complicado.

En fin, si les gustó les sugiero dejarme un comentario, si no, pues también(?). Ha de tener algunos errores, no usé una beta y como ya dije, lo acabo de terminar.

Pasen buenas noches. <3

Kiharu.


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