Para la princesa
Era verano. La estación preferida de los niños. El sol estaba en su punto máximo y brillaba con intensidad, más sin embargo no hacía demasiado calor; las olas rompían en las piedras haciendo un hermoso sonido, y las familias en la playa mantenían sonrisas en sus rostros pues era un día hermoso. Entre tantas caras felices estaban las familias Xi y Wu, quienes pasaban unas divertidas vacaciones en la playa como ya era costumbre desde hacía muchísimos años.
-¡Yi Fan! ¡Yi Fan! – Un pequeño de unos seis años revoloteaba de allá para acá por la playa. Su castaña melena desordenada por el viento y los pies llenos de arena. - ¡Mira lo que encontré! – Decía a su rubio amigo que corría emocionado hacía su dirección. Luhan, agachado en la arena, tenía las manos juntas y ocultaba algo entre ellas, como haciendo una casita para lo que sea que tuviese escondido allí.
-¿Qué es eso? – Dijo Yi Fan después de arrodillarse frente a Luhan mientras este abría las manos ante la expectación del mayor. Había un animalito muy raro que Luhan nunca había visto, y Yi Fan tampoco. - ¡Woah! – Dijo el rubio asombrado al ver como el animalito caminaba en las pequeñas manos de Luhan, y cargaba en su espalda una concha de mar.
-Quiero llevármelo a casa. – Habló el castaño con ilusión mientras miraba su nuevo descubrimiento con ojos brillosos. Yi Fan soltó una risa divertida y Luhan lo miró mal.
-Si te lo llevas se morirá de hambre Lu, así como Gyum y Happy. – El mayor recordó a los peces dorados que Luhan había tenido. Ambos peces inocentes vieron su fin porque su dueño se olvidaba de darles comida.
-¡Claro que no! – Chilló. De repente, el pequeño animalito se desprendió de la concha ante la mirada sorprendida de ambos niños. Ambos vocalizaron un “¡Oh!” y observaron como el animalito se iba de las manos de Luhan y se metía entre la arena perdiéndose de la vista de ambos.
La pequeña concha quedó en las manitos de Luhan, quien al ver que su nuevo amiguito se había ido se puso triste y parecía que iba a llorar. Pero Yi Fan, que lo conocía desde que nacieron, se adelantó a tomarlo de la mano y correr con él por la orilla del mar. Como era de esperarse, el castaño olvidó rápidamente su tristeza y una sonrisa sincera apareció entre sus labios. Yi Fan, con sus siete años de edad, siempre sabía cómo devolver esa sonrisa al rostro de su mejor amigo.
Se detuvieron después de un rato por el cansancio y Luhan, con la respiración entrecortada, se dio cuenta de que aún tenía en su manita cerrada en un puño la pequeña concha. La contempló con una expresión indescifrable, pensando en ¿Qué iba a ser de su amiguito de ahora en adelante? Yi Fan supo leer en sus facciones su pena, lo que para un adulto no era gran cosa, para un niño representaba algo seriamente importante.
-¿Me la prestas? – Luhan lo vio con desconfianza y luego volvió su vista a la concha.
-Bueno. – Respondió con un mohín en los labios. Extendió su mano y dejó el rosadito objeto en manos del rubio, viéndolo aun con los ojos entrecerrados.
-Te la devolveré luego. – Le avisó metiéndola en uno de los bolsillos de su pantaloncillo.
-¿Qué vas a hacer con ella? – De repente Luhan se preocupó, Yi Fan podría perderla y no quería eso.
-Ya lo verás. – Se acercó a la mejilla de Luhan y dejó un sonoro y tierno beso en ella, notando como luego esta se tornaba de un rosa pálido.
-¡Niños! ¡Vengan a comer! – Avisó la madre de Luhan quien había estado buscándolos como loca. Y ambos críos salieron corriendo emocionados pues sus pancitas pedían comida a gritos.
***
Luhan casi se estaba quedando dormido ahí parado, se restregaba los ojos, demasiado cansado del largo día en la playa. Se encontraba en la habitación de hotel donde dormían los Wu, y su amigo rubio hacía quien-sabe-qué en el baño. Yi Fan le había dicho a Luhan que lo esperara en el cuarto, y el menor muy obedientemente así lo hizo. Pero luego de diez minutos sus ojitos se cerraban solos y era un gran esfuerzo mantenerse de pie; por lo que decidió sentarse en una de las camas, la más pequeña, en posición de indio. Luhan se preguntaba qué sería lo que Yi Fan estaba haciendo. Justo en ese momento, una melena rubia apareció en la habitación, con las manos en la espalda ocultando algo.
-Cierra los ojos. – Dijo el mayor con una sonrisa acercándose a la cama. Luhan obedeció sintiendo al instante que se quedaba dormido, pero resistió como pudo para no hacerlo.
-¿Qué haces? – Preguntó en un hilo de voz. Yi Fan se subió a la cama frente a Luhan y colocó algo sobre la cabeza de este.
-¡Ya está! – Dijo emocionado. Cuando Luhan abrió los ojos tenía un espejo frente a él, que devolvía la imagen de un niño con un pijama azul de carritos y una diadema hecha de ramas y hojas, la cual tenía en el medio una concha de mar de tonos rosa pálido, blanco y un poco de marrón. Luhan hizo una mueca y miró raro a Yi Fan quien había puesto el espejo en la cama. - ¿No te gusta? – El mayor preguntó preocupado de haber hecho algo malo.
-Umm… - Luhan pareció pensarlo. – Esto es de niñas. – Dijo apenado y bajó la mirada. Yi Fan le quitó con delicadeza la diadema y despeinó sus cabellos castaños.
-Lo siento. – A pesar de sus palabras en su rostro había una sonrisa. – Pensé que te gustaría. – Y se iba a levantar para botar su pobre creación cuando Luhan lo detuvo jalándolo por la camisa.
-Dije que es de niñas… Pero me gusta. – Sus mejillas encendidas concedieron a Yi Fan la imagen más tierna que en su corta vida había visto, nunca podía negarse a nada que Luhan le pidiera con ese rostro tan adorable.
-¿De verdad? – Los ojos del rubio brillaron de felicidad y volvió a acomodarse en la cama mientras el otro asentía con vehemencia. – Pues es tuya. – Yi Fan se la volvió a poner y dejó un beso leve en la frente de Luhan, como la promesa de un amor futuro.
-¿Qué tal me veo? – Luhan se paró de la cama y empezó a pasear graciosamente como si estuviese modelando, arrancando risas y risas del rubio. Cuando por fin Yi Fan pudo recuperarse respondió.
-Pareces una princesa. – Y Luhan se acercó de nuevo a la cama sentándose frente al mayor.
-Entonces… Tú serás el príncipe. – Yi Fan asintió y se levantó dándole la espalda a Luhan, quien entendió y se subió a la espalda del rubio aferrándose a su cuello. De inmediato el mayor pasó sus manos por debajo de las rodillas ajenas y comenzó a correr por la habitación con su “princesa” a cuestas, riendo como locos y pasando un buen momento.