Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Rotten. por SekushinaNeko

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Ninguno de los personajes es de mi propiedad, todos son invecion del maestro Oscar Wilde.

Notas del capitulo:

¡Hola a todas y a todos! Primer historia que subo a esta categoría, y en esta ocasión una versión propia de una de las novelas que marcaron mi vida, El retrato de Dorian Gray, inspiradora y macabra por partes iguales.

 

Para los que ya hayan leído la novela entenderán que partes son sacadas de mi imaginación y que partes pertenecen al libro, si aún no lo has leído te recomiendo hacerlo, es una historia preciosa y conmovedora. Tambien hay una version filmica, una en la que Basil y Doria llega a un poco mas que una relacion de ´´amistad´´.

 

Sin más que agregar, disfruten de la lectura.

Rotten.

 

Aquí estoy, una vez más, abrazado por el calor sofocante, siendo cubierto por el infinito abrazo de las llamas eternas del círculo del averno.

Mi piel arde, otra vez se desprenden las tiras de mi cuerpo, mi carne se evapora, hierve mi sangre, cae mi otrora humanidad por el abismo, siento las garras del verdugo despedazar cada parte de mi cuerpo, las cadenas…las interminables cadenas, su peso, ese peso que rompe mis huesos, que desgarra mis músculos y desbarata mis pasos, como es, y será por toda la eternidad este mi castigo. Cuando era hombre jamás creí en el carma, siquiera en la existencia de dios, la sátira de la vida me ha hecho comprender, que pueda creer en él solo en la muerte y en la agonía que resulta esta condena, que gran ironía.

Cuando era hombre, no, no solo no creí en el, nunca creí en nada, en nada que no fuera yo mismo, yo, siempre yo y mis estúpidas decisiones, aquellas que me condujeron a donde estoy ahora, viví la vida a mi manera, ¿o la manera de otros? Ya no estoy muy seguro de ello, aun me pregunto que hubiera sido de mi vida si jamás hubiese tomado el camino que elegí, pero es tarde de para esas lamentaciones, de nada serviría que dijera ahora que desearía regresar en el tiempo y detenerme a la hora de tomar cada uno de mis pasos, estoy aquí,  y aunque la respuesta fuera una rotunda afirmación, nada cambiara, no lo hare, porque no puedo soportar el dolor, prefiero mil veces más el las llamas abrazadoras, las cadenas del yugo, la caricia del cuero contra mi carne, a la tortura que me supone tan solo imaginar lo que mi vida hubiese sido si tan solo me hubiese quedado a su lado, si tan solo hubiese aceptado su amor, ¡su amor! Ni siquiera las más inocentes doncellas que cayeron victimas de mis encantos fueron capases de demostrar tal devoción a mí, tanta pasión, tanto deseo, tanta ternura, porque solo tú, tú, ¡tú! fuiste el único que permaneció a mi lado aun después de contemplar el monstruo en el que me había convertido.

 

Mi querido y amado Basil…

 

Mi memoria aun evoca la primera vez que mis ojos se posaron en ti, fue en aquella fiesta, recuerdo tu cara, tu nerviosismo al estar frente a mí, tus ojos cohibidos a la hora de mirarme, tu mano temblorosa a la hora de estrechar la mía. Tu humildad, digna para ser uno de los más famosos artistas, tu sonrisa amigable, tu mirada sincera.

 

Tal vez usted y yo estábamos destinados a conocernos…

 

Y claro que no mentí mí querido Basil, lo supe desde el momento en el que te vi, y como habías llamado mi atención, eras tan simple, tan carente de cualquier rastro de orgullo o vanidad, perdido entre aquella gente adinerada, aristócratas y nobles, damas ricas e intelectuales, y tú ahí, ajeno, perdido como una rosa entre ortigas.

Porque eso eras para mí, como una rosa, hermosa pero sencilla, o al menos lo eras. Fue inevitable aquella atracción, conducida casi por una fuerza magnética, un poder invisible.

No pudimos dejar de vernos, con frecuencia nos reuníamos a hablar de todo y de nada a la vez, pero no eras tan bueno para hablar, disfrutabas de oírme, lo sabía, con solo ver tu sonrisa de placer y tus ojos brillantes y atentos, aun si lo que decía era una tontería más de un chiquillo como yo, pero solo por tratarse de mí ya eras feliz, te sentías dichoso de ser el afortunado a quien yo le dedicaba mis palabras. Y después estaban esos días, aquellos en los que ni siquiera era necesaria una sola palabra, éramos felices con nuestra mutua compañía, nos quedábamos por interminables minutos, horas, no lo sé, sentados al piano componiendo esas bellas melodías, tu y yo. Y así, siendo el hombre que eras me diste tu sincera amistad.

 

Dorian, le suplico que visite mi estudio, por favor permítame retratarle, quiero inmortalizarlo en el lienzo…

 

Parecías un pequeño emocionado, las dos cosas que más adorabas se fusionarían en un todo, tu arte y yo, y a pesar de que no me resultara del todo grata la idea de estarme quieto por horas, lo valía con solo verte feliz, porque eras feliz con solo eso, pero lo bueno dura poco, me costó descubrirlo.

 

¿Es su influencia realmente tan mala como dice Basil, lord Henry?

 

No hay influencia buena, míster Gray, toda influencia es inmoral…

 

Quizá debí comprender porque te resistías tanto en hablarme de tus demás amistades, o quizá solo te resistías a hablarme de él, de ese hombre, ese hombre rápido de palabra, con la lengua afilada y viperina, aquel que quizá fuera el detonante de mi súbita transformación y que, sin embargo, jamás culpe.

 

Influir sobre una persona es trasmitirle nuestra propia alma.

 

¿Era eso cierto? Tal vez su alma estaba tan putrefacta como la mía, quizá tambien era un ser corrupto, de reputación dudosa, o tal vez no, yo lo sabía, era demasiado sínico para poder hacer todo lo que decía, porque su don era seducir por medio de la palabra. Y solo aquí pude entender que para él solo fui un conejillo de indias, un mero artefacto bonito en el que puso sus manos y moldeo a su antojo.

 

Porque posee usted la maravillosa Juventud Dorian, y la juventud es lo único que vale la pena.

 

Pero fue tu obra mi querido Basil, tu obra, además de tan venenosas palabras las que abrieron mis ojos, el retrato, ¡aquel maldito retrato! ¿Y cómo no darle la razón al lord? Me vi a mi mismo, con mis rubios cabellos, mis ojos azules, con ese brillo tan realista y vivo, mis labios rojos y carnosos, ¿estaba tan magnifica cara condenada a marchitarse con el paso del tiempo? ¡Que lamentable, que injusto, que detestable!

 

No vaya esta noche al teatro con lord Henry Dorian, quédese cenar conmigo.

 

Y es en estos momentos en los que me doy cuenta que no debí rechazar tu proposición, el me abrió puertas insospechadas, sus palabras eran como agua fresca, pero al mismo tiempo eran el veneno carmesí que muy pronto convertirían a un joven inocente de 20 años en un ser vil, cruel, repulsivo y traicionero.

Deje paulatinamente de pasar tiempo contigo, comencé a rodearme de gente hipócrita y vulgar, cambie tu amistad limpia por convenencieros egoístas, y así, como antaño me pareciste fascinante y atrayente, cambiaste para ser un hombre filisteo y aburrido.

Pero nunca dejaste de adorarme, yo lo sabía, así con lo poco que nos veíamos aun brillaba en tus ojos esa chispa de ternura y esperanza, porque volviera a ser ese jovencito que solo quería estar a tu lado, del jovencito que no quería estar con nadie más que contigo, del que amaba verte pintar, del que disfrutaba tocar música solo para que tú la escucharas.

Me parecían tan cómicos tus intentos por disimular tus celos, los que sentías al ver como los demás se me acercaban.

 

¡Harry, Basil! ¡Deben ustedes felicitarme! ¡Voy a casarme!

 

Mientras para el lord fue una gran noticia, su pequeño experimento estaba empezando a salir del cascaron, poco o nada le importo quien fuera o de que clase. En cambio tú ¡ahora lo entiendo querido mío!  Aquel brillo en tus ojos, un último destello de luz antes de morir, de extinguirse como la más altiva de las estrellas que desaparece en el firmamento nocturno, lo sabias, desde ese momento ya no sería tan tuyo como lo había sido, pero no me importo, como todo lo relacionado a ti y solo lo ignore.

 

Esa muchacha, actriz de un pequeño teatrillo vulgar y sin clase, la que seducida por mi encanto cayo cual ave encerrada en la más fría y sucia de las celdas, la que ame, la que me cautivo y la que me decepciono con su inmadurez e ineptitud.

La que con lágrimas en los ojos y echada en el suelo cual perro apaleado me suplicaba por que no la abandonase, me pareció tan patética, tan repulsiva…

 

¿No sabe usted la noticia mi querido Dorian?

 

La noticia, aquella que desencadeno mi yo reprimido, mis placeres, mis desdichas.

 

La señorita Vane…

 

La marca, ella fue mi primer marca que estigmatizo la belleza de mi retrato, la que saco fuera el ser despreciable que era en realidad.

La misma que me dio el empujón definitivo para terminar de vender mi alma y de la cual ahora pago su precio.

¡Tenia lo que deseaba! ¡El mundo a mis pies! ¡Todas las personas que quería caían a mis manos! En ese mundillo de las drogas y la prostitución, hombres y mujeres por igual caían rendidos a mis encantos, mi rostro inocente, que enmascaraban al demonio que sin piedad los utilizaba y después desechaba como basura cualquiera.

Y mientras yo me hundía cada vez más en la oscuridad, navegando en un mar de opio y sexo obsceno, era mi lienzo el que reflejaba toda la podredumbre en la que me estaba convirtiendo.

 

Pero tú, mi dulce Basil, aun con el corazón desecho por mi indiferencia, y el alma destrozada por los murmullos de la gente hacia mí, nunca dejaste de intentarlo, de recuperar al Dorian que alguna vez fui, anhelabas recuperar la inocencia que alguna vez poseí, la pureza que se encontraba manchada por el rojo del libertinaje y los excesos.

Vienen a mí como puñales aquellas palabras que con tanta pena pero tanta determinación dijiste en mi casa. Oh si, aquella discusión que comenzó a raíz de mi poca importancia sobre la tragedia de aquella pobre ilusa, tu cara de horror ante mi frialdad, sobre la joven a la que dije amar y de la que en ese momento poco y nada me importaba.

 

¡Habla usted como si no tuviera corazón ni piedad! Esto es obra de Harry, bien lo veo.

 

Me reclamaste lleno de ira y celos, como si con esa cháchara sentimental pudiese provocar algún efecto en mí. Estabas tan equivocado.

 

Le debo mucho a Harry Basil, más que a usted, usted solo me ha enseñado únicamente a ser vanidoso…

 

Escupí con veneno, eso pareció dolerte en lo más profundo de tu bondadoso y blando corazón, pues solo pudiste bajar la mirada, apretar los puños y reconocer que tenía la razón. No te entendía entonces. ¿Qué te impulsaba a hacer todo aquello? ¿Por qué esa obsesión por lo que yo hacía o dejaba de hacer?

 

No sé lo que usted quiere Basil, ¿Qué es lo que quiere?

 

No pudiste contenerte mas, solo era la voz de la razón y de la verdad, tu verdad, la que te impulsaba ahora.

 

¡Quiero al Doria Gray que solía yo pintar!

 

Aquella reacción me dejo momentáneamente sin palabras, no lo sabía, que muy dentro de ti se estaba librando una batalla interna, un debate acalorado sobre si era factible, o no, dejar salir aquello que tan bien te habías guardado.

 

Dorian, desde el momento en el que le conocí, su personalidad tuvo sobre mí la influencia más extraordinaria. Quede dominado en cuerpo, alma y potencia por usted…

 

No lo pude ver, o en ese momento al menos, él momento donde habrías tú alma para hablar con la verdad, la verdad que tu corazón gritaba y tus labios callaron hasta ese momento.

 

Sentí devoción hacia usted. Tuve celos de todos aquellos con los que hablaba. Quise tenerlo todo para mí. Era feliz únicamente cuando estaba a mi lado.

 

Porque a tu manera tan única y singular me confesabas, tu fidelidad, tu adoración, y tu amor, porque solo ahora comprendo que lo que te impulsaba a venérame de esa manera era amor, el más puro, inocente y noble de los sentimientos, aquel que nos obliga a nunca abandonar a la persona amada, y yo era lo que más amabas, lo fui desde el momento en que tus ojos se encontraron con los míos.

 

Supe solamente que había visto la perfección cara a cara, y el mundo se volvió maravilloso a mis ojos, demasiado maravilloso quizá, porque hay un peligro en tales locas adoraciones, y es el peligro de perderlas…más aún que el peligro de conservarlas.

 

No lo entendí, o no quise entenderlo, que tú estabas tan enamorado de mi como para permanecer a mi lado aun cuando yo no hacía más que rechazarte con mis desplantes y mi actitud. Pero eso a ti no te importaba, como bien lo habías dicho, eras feliz únicamente con estar a mi lado, solos tú y yo.

No puedo evitar la melancolía al recordar tu curiosa explicación de porque no querías que nadie más que tu viera la infinidad de retratos que tu tan celosamente atesorabas.

 

Me domino el terror de que los demás pudiesen conocer mi idolatría…Sentí que había puesto demasiado de mí mismo en eso.

 

Solo me causaste extrañeza con tu confesión, pero pude ver por tu expresión que tampoco esperabas nada más de mí.

Aunque aquel sentimiento que deseabas que conociera, la asimile con el tiempo, pero solo sirvió para encender una pequeña chispa de curiosidad, la que muy pronto se convirtió en una abrazadora llama, un capricho, uno que hacía que todas las noches soñara con tu cuerpo, con tus facciones marcadas, ¿Cómo serían tus expresiones de placer? ¿Cómo sonaría tu voz cubierta por el éxtasis? Y tus ojos, aquellos que siempre me parecieron tan bonitos, ¿se verían más oscuros de lo normal al ser cubiertos por un halo de pasión?

Tenía que comprobarlo, si tanto me amabas, si ya me habías dado tú alma y tu corazón, también me darías tu cuerpo.

 

Basil…

 

Fue tan sencillo seducirte, lo anhelabas tanto como yo, aunque la única diferencia entre ambos fue que tu tenías la conciencia demasiado puritana como para saber que lo que hacíamos estaba mal, que dos hombres no podían tener esa clase de relación, ni tu sentir ese amor tan profundo por mí, pero por una vez en tu vida quisiste ignorar la decencia y la moral, solo por esa vez te abriste y me diste lo que eras, todo lo que eras.

Y aunque muy dentro de ti sabias que no eras el primero ni serias el único ni el último, quisiste jugar solo por esa noche a que así era, y que mi cuerpo te pertenecería aunque sea solo una vez. Y en ese momento cuando creí que no serbias para el sexo, hoy entiendo que era todo lo contrario, me hiciste el amor, fuiste el único, el único de todos esos hombres y de esas mujeres que me trato con tanta ternura, con tanta dulzura, no pude evitar sentirme abrumado con la cantidad de sentimientos que expresabas con tus besos en mi pecho, tus manos quemaban de pasión al tocar cada rincón de mi cuerpo, al memorizar con tus dedos largos y elegantes cada cm de piel desnuda.

Mis manos te recorrieron por completo, con atrevimiento, con desesperación, solo hasta ese momento me daba cuenta de cuanto te deseaba, había estado con hombres más atractivos y llamativos que tú, pero ese era el chiste de la situación, eras tú, solo tú, y cuando tus labios se unieron con los míos, en una danza armoniosa y pausada me sentí derretir, no había probado nunca unos labios tan puros, ni siquiera los de Sibila, los tuyos eran tan deliciosos, cada una de tus acciones, todo en ti era un enigma para mí. ¿Cómo era posible que me amaras tanto? El éxtasis, el calor, la suavidad de tu ser al adentrarse en el mío, sentirte en mi interior, pero, era extraño, olvide todo por ese instante, olvide que solo eras un juego, un mero amante más, nos miramos a los ojos y de alguna manera supimos que lo que pasaba en ese momento, era una situación que hubiese ocurrido tarde o temprano, aun si las cosas hubieran tomado un rumbo diferente.

Tus movimientos dentro de mí destilaban pasión, entrega, fidelidad, ternura, mis labios se abrieron y brotaron, uno tras otro, centenares de gemidos de un placer hasta entonces desconocido, no como aquellos gritos plagados de obscenidades y suciedad que me provocaban los encuentros donde lo único presente era la lujuria.

 

Dorian…

 

Tu voz tan masculina, llamándome con esos susurros tan sensuales y deseosos, deseosos de sentirme más, de marcarme hasta lo más profundo, querías, por una vez, sentirme solo tuyo y de nadie más.

Te mire, tus ojos tan brillantes, y que con el paso del tiempo parecían opacos y muertos, ahora relucían de dicha y satisfacción.

 

Bésame…

 

Te suplique, hipnotizado por la belleza de tus iris, y no te hiciste del rogar, me besaste de forma candente, pero sin dejar de lado la forma tierna y cuidadosa que tenías y era tan tuya.

Enrede mis dedos en tu pelo negro, arañe tu espalda y gemí con descaro ante todo lo que me hacías sentir.

Y por primera vez en todos esos años de conocerte, pude verte una vez más feliz.

 

Te amo…

 

Fueron las palabras que dijiste, sabias que no obtendrías respuesta, pero querías decírmelas, tal vez, con la esperanza de que, por lo menos, yo renunciara al mundillo de perdición en la que me había metido por propia voluntad.

Solo te ignore, pero no pude evitar acurrucarme en tu pecho mientras tus brazos me rodeaban. Se sentía tan bien, tan cálido.

Si tan solo supieras, mi amor…lo mucho de lo que me arrepiento de en ese momento no haberte dicho ´´yo también´´

 

Y el tiempo paso, y mi vida fue hundiéndose cada vez más en la oscuridad, fui cayendo en un pozo sinfín del que ya no había vuelta atras, los años transcurrieron sin pena ni apuro, las estaciones iban y venían, y yo, seguía mi propio camino de vicios y pecados, y mientras yo abusaba del desenfreno y el libertinaje, mi retrato recibió las marcas de aquella mancha viscosa y oscura en la que se había convertido mi alma.

Y tú, tu seguiste aferrado a la idea ficticia y la esperanza efímera de que mi vida se enderezase, hubieras sido capaz de aceptar el verme casado con alguna doncella inocente y noble si con eso volvía a ser el Dorian que alguna vez conociste.

Pero era demasiado tarde, pues mi destino estaba marcado, del joven puro e ingenuo ya no quedaba nada, solo el recuerdo, el rostro y cuerpo juveniles que el paso de los años nunca marchito, una imagen tan delicada y hermosa, con un interior tan oscuro y sucio.

 

Fue aquella tarde, lo recuerdo tan vívidamente como si fuera hoy, una tarde de niebla espesa y frio profundo, la misma en la que te encontré fuera de mi casa, esperándome. Me dijiste que te ibas, a Paris, debías terminar un cuadro y tu tren partía esa misma tarde, pero antes me pediste unos minutos de mi tiempo, que deseabas decirme algo y que no te tomaría más de media hora,  a regañadientes, y anteponiendo lo que dirías acepte, no pude evitar una inspección completa de ti, del hombre joven que eras ahora solo había un maduro entrado en años, mientras yo aún conservaba mi juvenil aspecto e inmaculada belleza, me inspiraste una infinita compasión por unos segundos.

Y no se izo de esperar el sermón, ese donde me decías que se estaban murmurando cosas horribles de mi por todo Londres, me parecieron tan estúpidas palabras, que un caballero debía preocuparse por su buen nombre, que no era bueno que se dijeran tan viles chismes respecto a mí, pues querías creer que solo se trataban de simples chismes, aunque muy en el fondo supieras que esos chismes eran la más pura y santa verdad, me aburriste tanto con tu palabrería.

 

Sentí rabia, ¿Quién te creías que eras para hablarme de ese modo? No tenías el derecho, en ese momento lo sentí como un ataque de tu parte, como un regaño, me sentí juzgado, pero ahora entiendo que lo que decías, lo decías porque te importaba, porque me amabas, a pesar de todo.

 

Ten cuidado Basil, estas yendo demasiado lejos.

 

Te lo advertí, pero te reusaste a callarte esta vez…

 

No, esta vez voy a hablar. ¡Y vas a escucharme!

 

Cuanta sarta de estupideces dijiste mi querido Basil, al menos me lo parecieron entonces, casi al borde del llanto no pudiste hacer más que gritarme, que tú nunca habías creído aquellas cosas tan horribles que se decían de mí, que me conocías, que yo sería incapaz. Pero me exigiste, ¡a mí! Que te diera una explicación satisfactoria a todas las acusaciones en las que mi nombre estaba relacionado

 

¿Te conozco Dorian? ¿Realmente te conozco? Para poder responder eso tendría solo que ver tu alma.

 

¡Ver mi alma! Que error tan grande cometiste con esa frase, querido mío, pues en ella estarías sellando tu destino, si tanto querías ver mi lama te la mostraría, serias el primero en verla, desnuda ante ti, verías lo que era en realidad, verías en lo que tu dulce e inocente Dorian se había convertido.

Una amarga risa burlona salió de mis labios, si así querías jugar, así jugaríamos.

Te conduje hasta donde se encontraba mi oscuro secreto, tú con paso firme me seguiste, deseando con todo el corazón que lo que fuera, pudiese ser la respuesta a tus preguntas, lo seria, vaya que lo seria.

 

Eres el único hombre que tiene el derecho a saber todo cuanto a mí se refiere. Tú has ocupado un sitio en mi vida más grande de lo que piensas.

 

Y no mentí, era la verdad, habías sido importante para mí, el único hombre que me había amado con locura y devoción, lo suficiente como para permanecer a mi lado sin importar nada, me fuiste fiel, y por lo mismo tenías el derecho de ser quien viera la verdad de mi alma.

Como olvidar la marcada mueca de espanto al ver la deformidad de expresión diabólica que tu lienzo, el que pintaste con tus propias manos había adquirido, con esa cara producto de la demencialidad, retrocediste un par de pasos con ojos atónitos, y yo, imperturbable y frio, cada mancha en mi vida, cada desliz, cada mala decisión, cada error, cada pecado, estampado en la tela del lienzo, imborrable, imperturbable, pero era mejor así, tal vez entenderías de una vez por todas, y te alejarías definitivamente, quería que me dejaras en paz, que te largaras y consiguieras una vida, ya nada se podía rescatar de lo que alguna vez fuimos, no éramos los mismos, yo no lo era, y tú, aunque creyeras lo contrario, tampoco.

Pero siempre fuste un hombre de sorpresas, en vez de salir de allí, aterrado y clamando el nombre de dios como creí que lo harías, solo pudiste demostrar que me equivocaba, pues me miraste con compasión, y ante mi sorpresa me tomaste entre tus brazos y me rodeaste con un cariño que no sentía hace años.

Me dejaste al punto de dejar mi boca abierta, me suplicaste que me retractara, que me arrepintiera de mis pecados y que suplicara al todopoderoso por un poco de piedad y misericordia.

 

Ya es demasiado tarde para mi Basil.

 

Nunca es demasiado tarde Dorian…

 

Fue un minuto, en el que sentí mi corazón acelerado y mis mejillas teñirse como hace mucho no lo hacían, ¿tanto así me amabas? Pero solo por un minuto, pues al siguiente una ira incontenible me asalto, un desprecio como jamás había sentido, te culpe, te culpe de todos mis males, aquí el único monstruo eras tú, tu habías creado esa cosa, con tus manos habías dado vida al lienzo, y así como tú le habías dado vida a ´´el´´ por el demonio que yo te la quitaría.

Solo fue una fracción de segundo en la que contemple el cuchillo sobre la pequeña mesa, tan a la mano, y tu espalda expuesta al abrazarme tan protectoramente como lo hacías.

 

Lo último que recuerdo fue un gemido ahogado, el sonido de algo chocar contra la alfombra, y el rojo, el rojo que empaño el retrato, la alfombra y a mí.

 

Paso tanto después de aquello, fue un descenso, lo poco que me quedaba de alma se pudrió por completo por lo que te hice mi vida, cuanto desee redimir mi camino, limpiar mi nombre, cambiar de vida, de planes, y para eso debía acabar con todo lo que me atara, que equivocado estaba, pues todo en la vida tiene un precio, y mi juventud y belleza inmaculadas también lo tenían.

El puñal que debía ser enterrado en el lienzo quedo incrustado en mi corazón. Ahora estoy aquí.

 

Pero, ¿sabes?, la ironía de todo, es que por lo que me quedo de vida nunca me sentí mal por haberte robado la vida, solo tuve que venir aquí para comprender lo que tenía, ¿Cómo dicen? No sabes lo que tienes hasta que le pierdes, es la total y completa verdad, pues yo desperdicie por completo lo mejor que tenía, tú y mi vida.

No puedo evitar pensar como hubiera sido mi vida a tu lado, no puedo saberlo, solo soy consciente de una cosa, y esa es que me hubieras amado con todo tu ser, ya lo hacías, siempre lo hiciste.

Mi único consuelo es saber que te has ganado las puertas del paraíso, mi amor, que existirás en la gloria y la dicha infinita, se feliz, por favor, se feliz, que yo recibo aquí lo que me merezco, pero yo te conocía, tu corazón era demasiado bondadoso, después de todo lo que te he hecho, probablemente sentirías pena de mí, porque me doy cuenta de lo mucho que te amaba solo ahora, pero solo puedo desear que tu seas muy dichoso, pues yo soy solo un ser condenado al sufrimiento y el dolor  hasta el fin de los días.

 

Desearía saborear tus labios una vez más, para ser feliz por lo que me quede de existencia. Y aunque este podrido, sufriendo del fuego y las cadenas del infierno pediré por ti, porque el todopoderoso se apiade y te envié una vez más al mundo de los vivos, aunque los rezos en mí ya no sirvan de nada, lo hare de todas formas porque te amo.

 

Porque soy un ser putrefacto y enfermo, retorcido y desagradable, pero te amare hasta el fin de los días.

 

Descansa en paz, se feliz en el paraíso…mi querido Basil.

 

Fin.

 

Notas finales:

Espero que haya sido de su agrado, gracias y hasta la próxima.

 

^3^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).