Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una Historia entre Líneas por Aeris shinigami

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Buenos días/tardes/noches! Como expliqué un poquito en el resumen este One Shot tiene como protagonistas a Sasori y Deidara. He situado la historia en el período de inicio de la Cuarta Guerra Shinobi, es decir, cuando ellos se encontraban manipulados por el "Edo Tensei". Decidí que este fic trataría sobre "lo que no nos contaron" acerca de ellos durante el (poco) tiempo que estuvieron juntos de nuevo (de ahí el título).

Veamos que salió de la inspiración de una autora estresada jajaja *se le clava un cartelito en la cabeza que dice "en realidad vive estresada"* 

 

 

 

Notas del capitulo:

Para los que ya me conocen (o leen mi fic "Del Otro Lado", con lo que mis paranoias se les hacen más habituales xD) quiero agradecerles el pasarse a leer esta nueva idea! De veras sóis un gran apoyo! *saca sus pancartas de amor eterno* Los que es la primera vez que me leen, espero que no quieran matarme (en el fondo todo el mundo quiere matarme alguna vez a lo largo de su vida... no os contengáis... bueno, las cartas-bomba os aconsejo dejarlas aparte, no son buena idea ^^U).

No sé si será de interés (probablemente no) pero, la verdad es que cree esta pequeña historia (en la cuál intenté ser lo más fiel al manga/anime que pude) para una amiga que cumplía años (amiga a la que tengo que agradecer su apoyo, ya que suele leer casi todo lo que escribo) y que solía quejarse de lo poco que a la gente le gusta el SasoDei... supongo que, como en "Del Otro Lado" estoy en lo que llamo "el valle senil de la imaginación" (cuando ya sabes qué escribir pero todo parece costarte el doble), este proyecto me ilusionó bastante... Espero que el resultado sea el mejor posible ^^ (Felicidades de nuevo, Belén!). 

En fin... Os dejo leer! 

El ligero parpadeo de un tímido rayo de luz fue lo primero que mis nuevos ojos percibieron con escasa claridad, demasiado tenue como para ser algo más que eso: el ligero parpadeo de un tímido rayo de luz. No obstante, después de enfocar la vista, distinguí el contorno de dos palmas rosadas, de piel curtida debido a que solían trabajar con arcilla. Observé el movimiento de éstas como hubiera observado el baile de una marioneta. Manos de un artista. Moví los dedos y caí en la cuenta de que eran mis propias manos, que se contraían y estiraban a voluntad, sin necesidad de hilos. Sin embargo, resultaba una acción impropia, como si mis muñecas se accionaran con voluntad propia. ¿Cuánto hacía que no las movía? Quise hacer memoria pero lo único que me vino como un ramalazo a la mente fue el recuerdo de una luz más intensa, un fugaz momento de catástrofe en el que todo sucumbía junto a mí... Un << boom >> final. ¿No debía estar muerto? Me palpé el rostro, buscando los rastros de cicatrices o los profundos surcos formados tras una quemadura. La piel era tersa, suave como siempre. La nariz tampoco parecía haber sufrido daños... No había nada distinto. Seguía siendo yo. ¿Cómo era posible? Inspiré hasta llenar mis pulmones de aire y me vino un olorcillo a algo putrefacto que me hizo arrugar la nariz. ¿Cuánto hacía que no respiraba?

- Bienvenido, Deidara. - las palabras sonaban silbantes y la voz era rasposa, con un timbre que no acababa de reconocer - Soy Kabuto. La persona que te ha salvado.

Mis ojos se elevaron un tanto, buscando a la persona tras aquella frase. Se trataba de un hombre - si era un hombre - envuelto en una prenda roja a forma de capa y facciones que no llegaba a descubrir, ocultas en las sombras. Lo que sí pude ver fueron aquellas dos pupilas amarillas como las de un animal que acecha en la noche.

- ¿Y quién coño te pidió que me salvaras? ¿Dónde está ese bastard...? - la lengua decidió frenárseme por voluntad propia cuando dos ojos rojos carmín se me atravesaron como un trago amargo. ¿Lo había matado? Si aquella explosión no me había matado a mí, ¿existía alguna posibilidad de que sí lo hubiera hecho con él?

- Creo que no entiendes, joven. - la manga de aquella capa se deslizó hacia atrás, revelando una extremidad escamosa, acabada en unos dedos como garras que atesoraban una especie de semilla blanca - Tú... ya estás muerto. - las palabras fueron pronunciadas con lentitud, degustándolas con sadismo y secreto placer, como atestiguaba la punta de aquella lengua que rozó su labio tras decirlo.

- ¿Ya estoy...? - por un momento me planteé terminar la pregunta, pero me vi incapaz cuando una carcajada escapó de mi garganta - Viejo, ¿te parece que estoy muerto? - mis labios dibujaron una sonrisa petulante.

- Sí, me lo parece. - se recolocó las gafas en un ágil movimiento que me permitió distinguir una facciones tras la capucha - A decir verdad, yo te he revivido.

La comisuras me temblaron un momento cuando mis recuerdos volvieron a azotarme con fuerza. La lucha. La explosión.  La muerte... No era posible, ¿no?

- De hecho... - con rapidez sacó el otro brazo de debajo de sus tapujos, revelando un puñal que se escondía de nuestra vista - te puedo demostrar que, aunque quisiera matarte, - antes de que pudiera decir algo la hoja había perforado mi piel justo en el centro de mi abdomen, rasgando tela y carne como si de papel se tratase - no puedo.

Se apartó con tranquilidad, con una sonrisa maliciosa, sin importarle que estuviera dejando atrás aquel trozo de metal, dentro de mí.

Tragué saliva con dificultad, notando las manos temblarme, temiendo que mi deseado gran final se convirtiera en esa porquería de fin. En un intento desesperado acabé arrancándome el arma y tapando la herida con la palma, presionando para que mi sangre no saliera. No obstante, ningún fluido emanó. Con algo de vacilación fui despegando mi mano del lugar, descubriendo que allí no había ningún corte o herida. ¿Cómo era posible?

- ¿Lo ves? - murmuró, siseando al final, mi acompañante - Ahora eres casi inmortal... Irónico que eso sólo sea posible después de muerto, ¿no crees?

Una nueva sonrisa se dibujó en mis labios, perfilando una línea peligrosamente aguda. Inmortalidad... me gustaba como sonaba aquello. Además, si yo estaba muerto, significaba que también había matado al pequeño Uchiha. ¿Era cosa mía o el destino me sonreía?

- Bueno, supongo que debería advertirte de que tu vida está en mis manos. - aquello captó poderosamente mi atención.

- ¿¡Qué coño significa eso, ah!? - inquirí, molesto.

Sus dedos pusieron ante mi mirada atónita aquella cápsula blancuzca.

- Si rompo esto, todo se acabó para ti. Obedecerás sin protestar. Serás mi más leal soldado. - a aquella corta distancia, sus rasgos de ofidio eran distinguibles - Y si eres bueno, te daré todo lo que desees. Es fácil, ¿verdad?

Solté una especie de carcajada y, sin poder evitarlo, mis labios volvieron a curvarse hacia arriba, entreabriéndose para revelar la dentadura que había tras ellos.

- ¡Acepto!

A fin de cuentas, toda mi vida había sido eso, ¿no? Sólo un soldado luchando en contra de lo que estaba bien.

 

Después de aquella primera vez en que abrí los ojos, Kabuto había vuelto a llamarme para pelear contra el Kage de mi aldea y su nieta. Tras aquella derrota, no volví a abrirlos hasta ahora. No sabía cuanto había "dormido"  - como le gustaba a él llamarlo - puesto que para mí había sido un instante, pero suponía que debían de haber sido días... o puede que meses. Lo único que sabía era que si estaba despierto, habría algo de diversión.

Busqué con la mirada a aquella escurridiza serpiente, pero en su lugar me encontré con algo que nunca hubiera esperado.

- D-Danna... - mis labios susurraron sin que mi cerebro les diera permiso.

Sus ojos no eran los que yo recordaba, cuando se posaron sobre los míos, ya que sus orbes se habían teñido de negro, pero seguían teniendo aquellos irises marrones que contemplé una única vez y los cuales no pude olvidar.

- ¿Deidara...? - sus finas cejas de color rojo se alzaron con incredulidad. La misma que sentía yo, probablemente.

Antes de que pudiera decir algo, una tercera voz irrumpió, consiguiendo que mi lengua chistara, reflejando mi fastidio. Los labios de mi danna se curvaron al mismo tiempo que sus cejas, mirando de forma despectiva al causante de la interrupción.

- Bienvenidos de nuevo. - masculló aquella voz quebrada a la que en aquel momento comencé a odiar - Siento mucho interrumpir los saludos y el reencuentro, pero es necesario que los cinco partáis de inmediato a la batalla. - sus dientes relucieron por instante tan efímero que puede que hubiera sido una jugada de mi imaginación. A su lado, una figura enmascarada permanecía en silencio.

¿Cinco? Fue entonces cuando me percaté de que había otros miembros de Akatsuki a nuestro alrededor. Por un momento sentí el aliento rencoroso de la parca sobre mí, burlándose con crueldad, al encontrarme con unos irises de color carmesí. Tardé lo que tarda un corazón de alguien vivo en volver a latir en darme cuenta de que no se trataba de Sasuke, sino de su hermano mayor, Itachi. ¿También había fallecido? Los ojos de éste se apartaron de mí con algo parecido a la lástima, para centrarse en el hombre demacrado que se apoyaba sobre él. Sentí la rabia bullir dentro de mí. Cuando era todavía un niño, había sido reclutado por algunos de aquellos tipos. En aquel entonces había quedado fascinado por Itachi Uchiha, un prodigio que solo podía clasificarse como: hermoso. Pasé parte de mi tiempo observándolo como lo hace un joven con su maestro, admirando aquellos magníficos ojos que él poseía. Pero la verdad  acabó siendo desoladora. El joven era habilidoso y con una mente fría que lo ayudaba a acabar fácilmente con sus oponentes; pero carecía de "arte" en lo que hacía. Lo que yo buscaba era alguien que viera belleza en la muerte. Un artista del asesinato... alguien que pudiera crear algo hermoso tras el último fin. No me bastaba con un hombre que sólo mataba por obligación o que se compadecía de sus víctimas. Eso no era hermoso. Eso... no era arte.

- La primera línea del ejército enemigo se encuentra a un día de nuestra posición. - volvió a tomar la palabra Kabuto - La "Alianza Shinobi" es un peligro a tener en cuenta para nuestros planes, pero creo que con vosotros en el frente los entretendremos un rato. - se relamió, mirando por el rabillo a su compañero enmascarado que, a su vez, permanecía observándome de una forma extraña que no tardó en hacerme sentir incómodo. Casi podía imaginar la sonrisa que dibujaban sus labios. Que tipo más asqueroso. - pensé y dejé que mi expresión reflejara mi desagrado.

- Id. - ordenó antes de lanzarme un mapa - Kakuzu, - se dirigió al que se encontraba a mi derecha - tu ruta será diferente, así que tendrás que esperar. Enviaremos a más de los nuestros para que os respalden, pero por el momento será mejor que vayáis familiarizándoos con el lugar para que podáis tenderles una trampa. Dividíos en dos grupos, para poder abordar distintas rutas.

Todos asentimos con unanimidad, incapaces de negarnos aunque a alguno se le antojara.

Los primeros en marchar fueron Itachi y el anciano, que desparecieron con rapidez gracias al primero de ellos. Ignoraba por qué éste último iría con él, ¿es que Kabuto también chocheaba? ¿A quién se le ocurría revivir a una antigualla? ¿Es que un viejo servía de algo en una guerra? Dejé de pensar en ello, notando la ira recorrerme el espinazo. Si yo hubiera podido elegir a quién revivir, habría revivido a Pain. Sin duda era el más fuerte después de nuestro misterioso "líder", Madara, al que nunca había visto. Observé al de la máscara. ¿Y si aquel tipo...?

- ¿A qué viene esa mirada, senpai? - murmuró entonces el hombre con una voz que no se correspondía con la debería haber surgido de él.

- ¿Tobi? - si mi boca hubiera podido, hubiera quedado por el suelo.

- Deberías llamarme "Madara". - me corrigió.

En aquel momento las piezas más que encajar fueron como si me estallaran en la cara.

- ¿¡Queeeeé...!?

 

El viaje fue más corto de lo que esperábamos, a lomos de una de mis creaciones de arcilla. No hacía ni dos minutos desde que habíamos aterrizado y nos instalamos entre la maleza para pasar desapercibidos a los ojos enemigos. Lo bueno de estar ya muerto era que no tenías necesidad de comer... realmente ni siquiera necesitaría respirar o dormir, pero eran hábitos que uno no podía quitarse fácilmente.

- Oye, ten más cuidado. - me recriminó mi compañero al ver que iba a pisarle una mano por ir caminando de forma descuidada. Miré hacia mis pies y me encontré con que Sasori se había recostado contra el tronco de uno de los árboles y me contemplaba con el ceño fruncido. Pasé saliva. La palabras de Kabuto todavía resonaban con demasiada claridad, rebotando de un lado a otro por las paredes de mi cráneo.

<< Prometí darte todo lo que quisieras si te portabas bien, ¿verdad? - había susurrado en mi oído antes de que montara en mi creación para emprender viaje - ¿Acaso no es Akasuna no Sasori lo que más deseas? >>

Sí, lo es. - pensé, al tiempo que me apartaba y me sentaba contra un pedazo de roca, quedando justo enfrente de mi susodicho deseo. Durante un instante que pareció extenderse a través de la eternidad, nuestras miradas permanecieron conectadas, hasta que, finalmente, fue el otro quien deshizo aquel vínculo, observando la nada en dirección contraria. Si hubiera tenido un corazón que siguiera latiendo probablemente hasta él hubiera podido oírlo tronar en mi pecho.

- Parece que... volvemos a estar juntos, ¿eh, Danna? - murmuré, agarrándome de las rodillas para tener las manos ocupadas.

- Eso parece. - fue su respuesta en un tono neutro que no dejó ver si éste era un hecho que le agradara o disgustara en lo más mínimo.

Mis labios se fruncieron, tirando de la piel de alrededor para formar un gesto preocupado. A pesar de que las palabras solían salirme con facilidad, aquella vez se me atascaban en algún lugar entre la garganta y la lengua, resbalándome por el paladar. ¿Qué debía decirle? Casi toda mi vida la había pasado a la sombra de su grandeza, más como un peso muerto que como un compañero al que pudiera considerar su igual. ¿Qué debía decirle a la única persona a la que había llegado a adorar, más que a admirar? ¿Cómo podía hablarle de mis sentimientos al único que me había dado la esperanza que me faltaba? Sería pecar el mero hecho de atreverme a ponerme a su altura... ¿verdad? Mis pupilas se deleitaron al contemplar la fina piel de su cuello desde la distancia, moviéndose al compás de su respiración, transparentando alguna vena cerúlea y marcando su yugular de forma tentadora. Era mucho más difícil hablarle cuando se encontraba fuera de su marioneta favorita, enseñándome directamente la persona que había en su interior. Antes, cuando ese muñeco lo rodeaba, incluso había llegado a bromear sobre su feo aspecto o a refutar su forma de pensar... pero eso era antes. Antes de saber lo que era perderlo. Y antes de saber lo que era recuperarlo de una forma tan cruel.

Suspiré y decidí recostarme contra el blando pasto, intentando dormir para no pensar demasiado.

 

En mi sueño lo había recordado. Aquel día en el que había descubierto la verdadera apariencia de mi danna... En aquella deliciosa fantasía me había vuelto a convertir en un muchacho que recorría caminos ocultos y arrasaba aldeas junto a Sasori. Había vuelto a una tarde lluviosa de invierno en la que una coyuntura se le había roto a la marioneta de mi compañero y se había visto obligado a repararla él mismo. En aquella tarde descubrí que debajo de aquel caparazón desagradable se escondía una verdadera obra de arte. Quizá aquello sólo había sido parte del sueño, pero también recordaba que en aquel momento le había cogido de la mano, examinando los finos dedos que la formaban y había admirado cada moldura entre las piezas que los formaban a estos, la manera en que se articulaban como si fueran los de un ser vivo y la forma en que se sentían cálidos entre los míos... como si no fueran los de una marioneta. Hasta aquel momento había menospreciado a Akasuna no Sasori por defender que el arte era algo eterno, cuando, en mi opinión, algo efímero era mucho más sorpresivo e irrepetible, lo que lo hacía único. Sin embargo, al levantar la vista y contemplar los ojos marrones que me observaban con curiosidad, supe que aquello también era arte, que algo así de hermoso era mejor que perdurara para siempre. La belleza de aquella marioneta no tenía comparación con las feas creaciones que aquel hombre me había mostrado hasta entonces y que se habían merecido mi mofa. A partir de ese momento, comprendí que debía llamarlo "Danna", ya que me había enseñado una gran lección.

Fue desde ese entonces cuando, a pesar de que regresó al interior de su otra marioneta, supe que nunca podría olvidar la imagen del hombre que había en su interior.

Parpadeé un par de veces, las pestañas revoloteándome contra las mejillas, antes de poder abrir los ojos y descubrir que ya había oscurecido. La naturaleza parecía más sombría, las ramas de los árboles como garfios que se afanaban en agarrarnos sin conseguirlo y la orquestra formada por grillos de fondo, como compositores de la melodía que anunciaba el final de un día más.

Bostecé y cerré de nuevo los ojos simplemente para no cansar la vista. De todas formas hasta el día siguiente no deberíamos ponernos en marcha.

Pasaron un par de minutos antes de que algo captara poderosamente mi atención. A pesar de que podría haberme pasado desapercibido, puesto que sólo fue un ligero roce, cada terminación nerviosa mía pareció ponerse alerta. Mis párpados se entreabrieron, dejando a mis ojos observar lo que estaba sucediendo. Justo en la palma de mi mano, de forma casi tímida, unos dedos recorrían la rosada piel desde los dedos hasta la muñeca con lentitud, una y otra vez, en una dirección y en la contraria, como si peinara cada milímetro y comprobara su textura. Me quedé en silencio, contemplando sus actos sin decir una palabra, esperando a ver qué haría después.

- Había olvidado lo que se siente. - susurró entonces, deteniendo su movimiento - Cuando puedes sentir calor o frío. Cuando puedes sentir dolor... o placer. Lo había olvidado.

Me incorporé para quedar frente a él, que seguía observando nuestras manos, una sobre la otra. Inspiré profundo, admirando sus facciones y, en un impulso, mi otra mano alcanzó su mejilla, comprobando su suavidad como si de seda se tratara. Al ver que no parecía molestarse, acabé acunando su rostro, fascinado por la semejanza con el que recordaba en mi sueño. No. - me corregí - Este es mejor. Este es perfecto.

- También lo había olvidado. - dijo entonces, llevándose su mano libre al pecho.

- ¿El qué? - pregunté sin pensar, como de costumbre.

- El efecto que tienes en mí. - fueron sus palabras, mientras sus labios dibujaban una sonrisa que parecía más el presagio de una derrota - Supongo que ahora que soy de carne y hueso es más fácil darme cuenta.

Las palabras que una vez oí resonaron en mis oídos como un eco lejano:

<< Lo único que no debes olvidar, Deidara, es la diferencia entre tú y yo: tú desaparecerás porque eres de carne y hueso, serás tan efímero como tus explosiones... Yo permaneceré siempre así, porque por más que me arrepienta, sólo soy una marioneta. Sólo eso. >>

En ese momento sus palabras me dolieron, puesto que lo único que había hecho fue pedirle que me dejara ver su verdadera apariencia una vez más, pero ahora cogían otro significado. ¿Podría ser que aquella vez, esas palabras no fueran sólo dirigidas a mí, sino que eran su manera de recordarse que nosotros éramos muy distintos? ¿Podía ser que él... también hubiera tenido sentimientos?

- Dime, Danna... - dije, mirándole sin verle - ¿Me deseas?

Sus ojos se agrandaron y se encontraron por el camino con los míos, clavándose allí como puñales. Sin embargo, no vacilé, seguro de que quería recibir una respuesta a mi pregunta.

- Eres la única cosa que he deseado y nunca he podido tener. - admitió, con lentitud, sin perder la compostura.

Y sólo hicieron falta esas palabras.

La pequeña distancia que nos separaba desapareció y mi boca invadió ese lugar. Mis labios probaron el sabor de los suyos en un primer encuentro ansiado. Eran tibios e inseguros, al igual que los míos, con un regusto acre que no acababa de resultar desagradable. La primera impresión que tuve fue que, efectivamente, ahora él era de carne y hueso. Succioné su labio inferior un tanto, rozando con los dientes la blanda superficie y pellizcándola. Oh, dulce carne... En respuesta su boca se deslizó en un movimiento desacompasado, probando hasta donde podía llegar, hasta que en un momento pareció ir amoldándose a mí o yo a él. Vacilé entonces, sin saber si podía intentar llegar a más o si aquello era lo máximo a lo que podía aspirar. La respiración me falló, olvidándome de cómo era eso de tomar aire, cuando fue él quien tomó la iniciativa y su lengua invadió de a poco mi boca. La mía propia dudó pero acabó deslizándose sobre la suya, probando su sabor, enroscándose en aquella inexplorada cavidad. Su garganta emitió un sonido ronco y salvaje. Comencé a respirar más agitado. Si aquello sólo era un sueño, no quería despertar jamás. No quería despertar porque entonces... Entonces... Por un momento tras mis ojos resplandeció una visión que hasta entonces no me había permitido recordar. El cuerpo desmadejado de una marioneta que había dejado de funcionar, la figura tirada con descuido sobre un suelo de roca con sendas espadas atravesándole cada costado, recalcándose como armas homicidas, y una triste sonrisa en sus labios a modo de despedida. En aquel momento, al verlo allí yaciendo y sin vida, me vi incapaz de llorar. No porque no quisiera... Simplemente no pude. Me parecía tan irreal que no derramé una sola lágrima, a pesar de que mi corazón se estaba resquebrajando como una fina capa de hielo. No pude... decirle una palabra de despedida. Un simple "adiós". ¡No pude!

En el momento en que las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro, mi acompañante se separó de mí, tan sorprendido que por una vez no le dio tiempo a aparentar indiferencia.

- ¿Deidara? - preguntó, con la voz más aguda de los normal y los ojos fijos en mi rostro.

Dejé caer mis manos al tiempo que agachaba la cabeza, sin poder parar las lágrimas que habían acabado por bañar mi cara. Observé con los ojos como platos mis manos temblorosas y pellizqué la tela de mi atuendo con frustración. ¿Por qué ahora? Gotitas cristalinas se desperdigaron sobre el dorso de éstas, como si de lluvia se tratase. ¿Por qué llorar ahora que realmente era feliz? Escuché que de mi garganta salía un ruido estrangulado y me acallé sin piedad, frustrado por emitir un sonido tan desagradable. Qué patético estaba resultando... De golpe me vi rodeado por él, arropado entre unos brazos que daban un abrazo inexperto y que carecían de ternura pero que me consolaban inmensamente.

- ...lo siento. - fueron las únicas palabras que logré proferir contra su cuello. Aunque nunca supe si lo que sentía era haber roto el momento o no haber llorado tras su muerte... puede que lo dijera por ambas cosas o puede que por ninguna. Puede que simplemente, realmente sintiera que todo esto tuviera que suceder cuando ya ambos estábamos ambos muertos.

- Yo también. - fue su respuesta, antes de que nos quedáramos en silencio, escuchando sólo nuestras respiraciones acompasarse. Y puede que él también sintiera lo mismo.

 

Los dedos me temblaban mientras intentaba desabrochar aquella prenda incómoda.

Si tan sólo me tranquilizara, un simple nudo no sería un problema... Me pellizqué el labio con los dientes y tomé aire profundamente.

- Puedo hacerlo yo... si quieres... - me propuso, no muy convencido.

Cubrí mi rostro con parte de mi flequillo, intentando que él no viera mi rubor, y asentí.

Sus dedos desataron aquel lazo con suma facilidad, lo que me permitió observar su rostro más de cerca, mientras lo hacía. Permanecía serio pero su labio superior presionaba de más el inferior, claro signo de nerviosismo y su garganta pasaba saliva constantemente.

- No hace... - carraspeó - Sabes que no hace falta que hagamos nada que no quieras... ¿verdad?

Asentí y le dediqué un sonrisa petulante más típica de mí.

- No te permitiría hacerme nada si no quisiera. - murmuré, consiguiendo que su ceño se frunciera un tanto y sus mejillas cogieran color.

- Creo que también había olvidado lo insoportable que eres. - gruñó por lo bajo, aunque en broma, ya que sus labios dibujaban un amago de sonrisa.

Me quité sus manos de encima de un golpe y solté un bufido, deshaciéndome de la túnica roja que llevaba puesta y apartándola de una vez para que dejara de incordiar allí en medio.

Por un momento sus ojos se centraron únicamente en mí, recorrieron mi torso desnudo, incapaces de contenerse y capté el ligero tono rojizo de sus mejillas.

- Veo que también olvidaste lo bueno que estoy, Danna. - bromeé con una sonrisa en los labios provocativa - Y eso que todavía llevo los pantalones puestos...

Su mano voló a mi cabeza para estrujarla sin contemplaciones, exprimiéndola como a un limón, y consiguió hacerme soltar algún quejido entre risas.

- Idiota. - suspiró, poniendo los ojos en blanco tras soltarme y pellizcándose el puente de la nariz en un gesto inconsciente.

Me recoloqué un par de mechones rubios, dando por un imposible el peinarme después del desastre que él acababa de hacer con mi pobre cabello. Fui a agregar algo con un toque de ácido cuando mis ojos fueron los que se perdieron en su figura, observando sus ágiles movimientos al deshacerse de su propia ropa como si nada. Tragué duro, paseando la punta de mi lengua por mis labios, sabiendo que en aquel momento me había entrado hambre de él... los mismos labios formaron una sonrisa traviesa.

Dejé que mis dedos escalaran por su torso, una vez me hube acercado tanto a mi presa que podríamos respirar el mismo aire, llegando a sus labios e introduciendo la punta de mi pulgar para conseguir que abriera aquella dulce boca rosácea.

- ¿Qué hac...? - fue a preguntar, todavía con la túnica propia entre manos. Fue mi boca la que le contestó sin necesidad de palabras, besándolo de forma apasionada y dejando que mi mano sujetara su mandíbula para que no pudiera rehusarse, mi cuerpo encajando contra el suyo de forma poco decente. Sus dientes mordieron en respuesta mi labio superior con más fuerza de lo necesario, obligándome a que me apartara por completo, algo asustado, hasta chocar contra el tronco del árbol que tenía justo detrás mía.

- ¿Qué...? - aquella vez me acalló él, cuando su mano se afanó en mi cuello, formando una pinza similar a la de un cangrejo, cortándome la respiración. Sus labios no sonreían y aquellos ojos que me miraban tan oscuros como las profundidades de un mar turbio no decían nada... si no hubiera estado ya muerto hubiera temido por mi vida.

Se acercó entonces, con los movimientos silenciosos de un felino, dejando que sus labios me rozaran la oreja a medida que pronunciaba cada palabra.

- Mocoso... ¿crees acaso que te voy a dejar tomar el control? - y sus dientes mordieron de nuevo, aquella vez mi lóbulo, para después rozarlo con su cálida lengua. Mis ojos se abrieron mucho, sorprendidos por la voz grave y estimulante que surgía de mi compañero y los actos que, uno tras otro, me cogían con la guardia baja. Soltó entonces una risilla maliciosa, divertido ante las reacciones que provocaba en mi cuerpo y la manera en que me estremecía... y por un momento aquel fue el mejor sonido del mundo.

Aquella vez mi respuesta fue diferente. Fueron mis dientes los que se clavaron en la tersa piel de su cuello, dejando pequeñas marcas más oscuras allí a modo de sello. Su mano voló hacia aquel lugar, cubriéndolo en cuanto aparté mi boca, con una sonrisa de medio lado que buscaba provocarlo, al tiempo que sus ojos y los míos volvían a encontrarse, aquella vez los suyos agrandados, atónitos y hermosos.

- Si piensas tomar la iniciativa no quiero que seas suave... No voy a romperme. - le advertí, divertido aunque hablando en serio. Lo último que necesitaba era que se contuviera.

Tan pronto como terminé la frase me vi empotrado contra aquel tronco de nuevo, su brazo presionando mi garganta y su rostro a pocos centímetros del mío... pero aquella vez su mirada no era indiferente. Era turbia e incomprensible como un remolino de emociones. Por momentos indomable como un potro salvaje y otras con un tinte de desolación tan profundo que me encogía el corazón. Vaciló, sin saber qué hacer.

- ¿Y si... y si quiero...? - no pudo completar la frase.

Le rodeé con mis brazos, arropándolo contra mí, consiguiendo que su agarre se soltara. Cerré los ojos y apoyé el rostro contra su pecho.

- ¿Qué es lo que quieres? - pregunté, sabiendo que pidiera lo que pidiera, se lo daría.

- A ti. - fueron sus únicas dos palabras, en un susurro casi inaudible.

- Ya me tienes.

Retrocedí un tanto y nos miramos por un instante antes de volvernos a besar y perder el control. Mis manos se afanaron a los bajos de su espalda desnuda, mientras las puntas de mis dedos buscaban deshacerse de los pantalones que estorbaban. Las suyas fueron más rápidas al tirar de lo míos y arrastrarlos hasta las pantorrillas. Se quedó entonces observando mi entrepierna ya despierta, sin pudor alguno, casi con curiosidad, lo que me hizo enrojecer. Iba a reprocharle cuando sus dedos subieron desde mi rodilla, acariciando la piel de mis piernas hasta detenerse en mi cintura, trazando dibujos allí con las yemas y paseándose por la tierna piel de mi entrada para rozar mi pene, consiguiendo que me olvidara hasta de cómo respirar. Su otra mano dirigió la mía hacia el interior de su pantalón, encontrándome con que su miembro también parecía erguirse con decisión. Lo acaricié con vacilación, pero al oírlo jadear supe que lo que hacía le gustaba, con lo que froté con mayor ímpetu. Tras varios minutos de tocarnos mutuamente, llegamos a nuestro límite y pasamos a la acción. Observé que se llevaba un dedo a la boca, lo lubricaba para que quedara empapado por completo y luego hacía lo mismo con un segundo. Fue a repetir la acción con el tercero, pero atraje su mano hacia mi boca y lo lamí yo, haciendo sonidos obscenos que consiguieron que un escalofrío le bajara por la columna. Cogiendo aire, le llevé yo mismo sus dedos hacia mi retaguardia, incitándole que pasara el esfínter y permitiéndole que los introdujera en mi interior. Impulsó lentamente el primero a través de mi carne y dudó al ver que yo hacía una mueca. La sensación no era agradable, pero tampoco dolorosa, así que le insté a que continuara. Trazó un movimiento circular continuo hasta que pudo introducir un segundo dígito. Éste lo acompañó al principio en aquel movimiento, para después separarlos como si se tratara de una tijera, una y otra vez.  Apreté los ojos, cabeceando incapaz de ordenar mis pensamientos, notando mi necesidad aumentar... Le necesitaba a él adentro.

- Qué... estrecho... - jadeó al enterrar el tercero. Aquella vez lo que hizo fue meter y sacar los tres dedos, como si me estuviera follando con ellos... Solté un profundo gemido desde lo más hondo de mi garganta.

- Ya... mételo ya... - le supliqué, más que ordené. Y así lo hizo. Con lentitud, me abrió cuanto pudo las piernas y, sólo noté por un instante su glande antes de que se deslizara de un golpe, llenándome de él. Durante un momento ambos nos quedamos quietos, sabiendo que si nos movíamos no podríamos aguantar más, nuestra pieles hormigueando de forma ansiosa... Una vez la sensación se hizo más suave comenzó a menearse, de atrás hacia adelante, empujándome contra aquel tronco y haciendo que sonidos agudos salieran de mi labios por más que me los mordiera para silenciarme. El ritmo fue subiendo hasta hacerse imposible de llevar. Y se desató una especie de vórtice que nos tragó a ambos. Me encaramé a él, cruzando mis piernas alrededor de su cadera y dejando que él cargara contra mí, clavándome alguna corteza en la espalda cada vez que cargaba contra mí con brusquedad. Cuanto más me empujaba, más profundo quería que llegara. Arañé su espalda, en un momento de locura, pero no quedarían marcas probablemente ya que nos regenerábamos muy rápido. Gruñó de forma voraz, mientras presionaba mi cuello con sus labios y succionaba aquella piel con hambre. Me mordí el labio hasta hacerlo sangrar... no le dejaría saber lo mucho que lo estaba disfrutando.

Mis caderas brincaban sobre su hombría una y otra vez, coordinándose con su embestidas hasta que en un momento alcanzó un punto más hondo que me hizo gemir, fascinado.

- A-Ahí. - balbuceé, abriendo la boca como un pez fuera del agua.

Sus movimientos fueron más rudos hasta que alcanzó de nuevo aquel lugar, consiguiendo que mi cuerpo entero se contrajera.

- Ahhh... - jadeó y aquella vez no erró al dar en el mismo sitio. El vaivén se transformó en una danza pagana, que nos llevó al paraíso. Sentí que me tensaba un momento antes de explotar en su abdomen y, no mucho más tarde, un fluido cálido me llenó a mí también desde dentro. 

Nuestras respiraciones eran aceleradas cuando dejamos de movernos y el aire que salía de nuestros pulmones, caliente.

- ¿Así que esto es... placer? - pareció preguntarse más a sí mismo que a mí.

 

La mañana del siguiente nos sorprendió yaciendo en la hierba, uno al lado del otro, acurrucándome en su regazo y necesitando del tacto de su piel desnuda para saber que seguía junto a mí, que no me había dejado. Sin embargo una sensación extraña se acurrucaba en mi vientre, como si hubiera olvidado algo importante.

En cuanto pudimos y nos hubimos vestido emprendimos rumbo hacia el lugar que Kabuto nos había indicado. Deberían de dolerme las caderas o al menos sentir agujetas después de que lo hubiéramos vuelto a hacer repetidas veces durante la noche, pero aquel cuerpo que se regeneraba constantemente parecía tener ciertas ventajas.

El resto de la tropa que nos había prestado Kabuto para la ocasión no parecía la gran cosa, no obstante Sasori los agrupó y les reveló cómo atacaríamos sin perder la paciencia. Por mi parte, no era como si fuera un gran estratega ni nada por el estilo, así que permanecí escuchando sus palabras hasta que terminó la explicación, simplemente.

- ¿Estás bien? - me preguntó directamente antes de partir, preocupado.

- ¡Pues claro! - sonreí ampliamente. De hecho estaba entusiasmado por la idea de volver a la carga junto a mi danna. Quizá fuera como antes, los dos como un equipo, luchando contra aquellos que parecían defender el bien.

Mi respuesta no pareció causar el efecto en él que yo esperaba. Sus ojos me contemplaron sin emoción, su rostro con una expresión indescifrable. Nuevamente aquella horrible sensación de estar olvidando algo me retorció las tripas.

- Vamos. - murmuró, consiguiendo que todos le siguiéramos.

Le observé desde atrás, contemplando los anchos hombros de su espalda, devanándome los sesos en busca de aquello que había anoche y que hoy parecía haber desaparecido.

<< Siento que esto no es real y también que es lo más real que me ha pasado nunca. Quiero ser una buena persona... por ti. >> - me vino entonces a la mente un leve susurro que debí de haber escuchado en algún momento, mientras dormía. ¿Qué se suponía que significaba eso?

 

¿Cuándo habíamos acabado así? ¿Nos habían tendido una trampa ellos a nosotros? Intenté zarandearme con fuerza, buscando la forma de romper mis ataduras. Recibí un latigazo de corriente eléctrica a cambio, dejándome noqueado, incapaz de resistirme a aquello. ¡Estúpido imitador! ¡Marionetista de tres al cuarto! ¿¡Qué había hecho con mi danna!?

- ¡¡¡Danna!!! - grité con toda la potencia de mis pulmones, sintiendo mi corazón oprimirse dentro de mi pecho, que parecía inundarse en angustia, dejando mi corazón flotando en aquel líquido desagradable.

Mis captores decidieron ignorarme, mas no fueron los únicos.

- ¡¡¡Dannaaaa!!! - repetí dejándome la voz, implorando por su atención - ¡Danna, no les escuche!

El tipo que nos había atrapado parecía estar hablando con Sasori, convenciéndolo de algo... ¿de qué? No hacía más que hablarle lo hermoso que era su arte, del recuerdo que dejarían sus marionetas para las futuras generaciones, de lo importante que él había sido como individuo y que no valía la pena ser utilizado por otros... Una idea aterradora se perfiló en mi mente, dejándome sin aire. Suicidio.

- No... - susurré y los ojos se me llenaron de lágrimas - No, no, ¡no!

El silencio fue mi única respuesta y la oscuridad de aquel barril mi compañera.

La presión en mi pecho parecía querer resquebrajarlo, abriendo grietas en él y partiéndolo como una manzana. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que volver a pasar por aquello? Me mordí la lengua con fuerza antes de gritarle a la nada:

- ¿¡De qué sirve ser una buena persona!? - temblé en mi soledad. 

Por un momento hubo una suave claridad proveniente de afuera... un brillo perlado que pareció acariciarme y pedirme disculpas. Una claridad que desapareció delante de mis propios ojos sin poder yo hacer nada.

Aunque no tenía forma de saberlo, tuve una certeza.

- Adiós... danna.

Me había vuelto a quedar solo. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FIN.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Qué les ha parecido? 

Reconozco que no suelo escribir finales tristes, pues soy de las que creen (a contra-corriente muchas veces) que la finalidad de uno en la vida es ser feliz (por muy materialista que suene)... Pero, a mí manera, el final de esta historia no lo veo trágico (sí triste, porque la muerte es inevitable que nos entristezca), pues el hecho de que uno se sacrifique por amor no me parece un mal final. Aunque muchos no estén de acuerdo (y no me considere creyente), pienso que quienes se aman volverán a estar juntos. 

Bueno, me dejo de "profundizar" tanto que os aburro y se me escapan las lágrimas ^^U 

Espero que el lemon no quedara muy forzado... cuando lo escribí sentí que tal vez hubiera sido mejor simplemente dejarlos acurrucarse y sentirse el uno al otro de una forma más romántica y no sexual... por otra parte, sabiendo cómo acabaría la historia, "hacer el amor" (nunca más literal) me parece lo más lógico. 

En fin, nos leeremos más en otra ocasión :D me alegro de que hayáis leído algo mío y espero que en un futuro leáis más (y que yo pueda escribir cosas mejores que os gusten). Sin más, me despido! 

Hasta la próxima~ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).