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Efectos Secundarios por Leana

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Notas del capitulo:

Más de Marco&Jean ♥

Es que estos dos habían quedado algo abandonados :C

 

 

Capítulo 20

 

 

 

 

Jean termina de escribir el informe del progreso de los reclutas, anotando lo que se debe reforzar y peticiones para implementos nuevos. El lápiz se desliza por el papel con facilidad y aunque en chico está concentrado, a veces la imagen de Marco se le viene a la mente, acompañada a una leve punzada de culpabilidad. Jean frunce el ceño ante la irritación y termina con las últimas líneas.

Después de estirarse frente al escritorio, se levanta y camina hacia la ventana. El terreno de entrenamiento está vacío, mira la posición del sol y sabe que es la hora en que llevan a los futuros soldados al bosque a combatir con los titanes de madera.

Y ya no encuentra motivos para distraerse. Suelta un suspiro hastiado y se lleva la mano a la frente, porque sabe que ha exagerado con Marco. El chico no tiene la culpa de su mal temperamento. Marco no tiene ni puta idea de sexo entre hombres. Porque perdió la memoria en aquel accidente y porque tenían 16 años cuando se conocieron, ni siquiera habían dado su primer beso. Hablar de sexo les daba vergüenza y no paraban de reír con las palabras oídas. Pero con los años, Jean se informó de todo, escuchaba los relatos de algunos conocidos, que comentaban como se colaban a los cuartos de las chicas durante la noche o como entre dos se habían acostado con un compañero del mismo sexo. Jean conocía cada detalle de aquello y él no quería hacer el papel de la chica.

¡Él es un hombre, maldita sea!

Para Jean es complicado aquello, primero, porque jamás imaginó que su mejor amigo estuviera enamorado de él, siendo ambos chicos. Y para rematar él le corresponde. Segundo, siente que si cede, su hombría se irá al carajo. Pero es que cada vez que esta con el pecoso, su cuerpo reaccionaba a sus caricias, dejándose llevar por esas manos que descubren su cuerpo, enternecido por su torpeza y alagado por aquellos sentimientos.

Realmente la está cagando. Se cruza de brazos y siente su pomposa cola agitarse, debe admitir que lo extraña, que evitarlo de alguna manera le duele, es como si se arrancara el alma lentamente. Trocito por trocito. ¿Es que acaso no ha aprendido ya? Había perdido a Marco hace tanto, ya ha probado el sabor de la muerte. Del dolor de una pérdida, entonces, ¿por qué simplemente no deja que las cosas sigan su curso? Ya tiene 19 años, está a cargo del entrenamiento de un pelotón completo. Debería dejar de huir a todo lo que le teme y disfrutar de esa nueva oportunidad que le estaba dando su joven y sanguinaria vida.

— Todo es tú jodida culpa, Marco —gruñe el castaño tensando sus orejas zorrunas.

La puerta es golpeada un par de veces y Jean se gira, ha olido aquel aroma antes, reconoce a su subordinado, el que lo cubre ante los cadetes. Camina hacia la puerta y lo deja entrar, ahora debe centrar su mente en aquellos chicos que se esfuerzan por ser los mejores.

 

 

 

 

 

Marco está frente al escritorio de Irvin, que lee el informe de los cadetes que han sido reclutados durante los últimos años. El rubio parece complacido, aunque algo nostálgico mientras lee el documento entre sus manos.

— Si los titanes siguieran aquí, esto jamás hubiese sucedido —suelta Irvin dejando los documentos sobre el escritorio para mirar a Marco.

— Lo sé, pero hay que agradecer que por fin esa masacre parece haber terminado.

Irvin siempre se ha sentido cómodo con el pecoso, el chico posee un aura muy tranquilizadora, algo que te impulsa a confiar en él. Por ello, el rubio lo escogió para que diera el discurso de reclutamiento todos los años. Los cadetes que han decidido entrar a la Legión han ido en aumento, quizás por la curiosidad de conocer lo que hay fuera de los muros impulsada por las palabras de Marco, aunque deben tener presente que si los titanes regresan… no hay vuelta atrás.

El mayor se quita los lentes y mira al pecoso un momento, el chico parece percibir que algo sucede y sus palabras son confirmadas con la mueca que compone el hombre frente a él.

— Creo que necesitaremos de tu ayuda muy pronto, Bodt.

El moreno asiente, él jamás replicará a alguna orden de su superior y con una sonrisa se retira de la oficina.

Cuando llega a la cocina, Armin está preparando un poco de café y el aroma tibio se impregna en el aire.

— Ah, Marco ¿cómo te fue? —Pregunta el rubio girándose levemente para ver al pecoso.

— Bien, como de costumbre, el Líder de la Legión parece complacido con el alza de reclutas que ingresan a la rama —responde Marco sacando otra taza y poniendo café, sabe que le costará dormir, pero el aroma se le ha antojado muy apetitoso—. ¿Desde cuándo bebes café?

— Ah, no es para mí. Irvin parece muy agotado y aún tiene que revisar varios planos para la próxima salida de los muros.

— Ya veo.

Marco sonríe ante la ternura de Armin, sin mencionar esas lindas orejas que se alzan sobre su cabeza, el chico es muy atento con Irvin. Lo más lindo de todo, es que es mutuo. Ambos se tratan con cariño, cuidado y casi devoción. Pero esa sonrisa se vuelve extrañamente triste, porque Marco siempre ha querido tratar así a Jean, pero él nunca se lo permite y nunca lo hará.

Por fin el chico comprende: Jean solo está siendo empático, no le corresponde de la misma manera.

Algo se rompe dentro de su pecho, pero Marco traga con fuerza y sirve el agua en la taza para dirigirse al living, donde la chimenea sigue encendida y ve sobre el sillón a un acurrucado Capitán que lee un libro. Levi lo mira con ese típico semblante aburrido que tiene y luego cierra el libro para acomodarse mejor en el sillón.

— No se preocupe, Capitán —dice Marco con una sonrisa amable—. Me iré pronto.

— Ya veo.

Levi siempre ha sido muy correcto en cuánto a modales, pero ahora su instinto gatuno solo lo llama a acurrucase al calor, y ya que Marco no se preocupa, él vuelve a su posición inicial, pero no toma el libro.

— Irradias una maldita aura de tristeza, eso me molesta —suelta Levi con el ceño fruncido.

— Lo siento.

— ¿Por qué? Esas cosas no se pueden evitar, no deberías disculparte por ello.

Marco asiente y desvía la mirada al fuego. Los minutos pasan y nota que Levi también ha dejado su mirada gris divagar en las llamas. El silencio no es incómodo, pero se atribuye a que Marco sigue meditando el asunto con su amado y mejor amigo, quizás lo mejor sea conversar todo con Jean para terminar por fin. Definitivamente tiene que cambiarse de cuarto. No cree poder seguir cerca de él después de haberlo tocado de aquella manera, de haberlo probado. Realmente se siente muy mal.

Termina su taza y se levanta rumbo a su cuarto, cuando la voz de Levi lo hace girarse, pero no puede ver la expresión del mayor escondida tras el libro.

— No deberías atormentarte. No es tu culpa tener aquellos sentimientos y si él no es capaz de enfrenarlos como se debe, es porque ni siquiera merece ser tu amigo.

Marco no sabe qué contestar ante aquello. Mucho menos cómo es que el Capitán se ha enterado de lo que sucede. Sabiendo que en parte tiene razón, asiente con una leve sonrisa y se limita seguir su camino hasta detenerse frente a la puerta de la habitación que comparte con Jean.

Su mano tiembla levemente cuando va a tomar el pomo, desliza la lengua sobre su labio inferior y abre la puerta en un impulso casi de valentía. Sus ojos cafés se topan con el cuerpo de Jean que está sentado sobre su cama, ni siquiera mira a Marco cuando entra y camina hacia la propia. Se quita la chaqueta del uniforme con lentitud, dándole la espalda al zorruno chico.

— Jean…

Pero su nombre queda en el aire, aun vibrando cuando el susodicho desliza sus brazos por el abdomen del moreno y lo abraza desde atrás hundiendo su rostro en la espalda firme del chico. Inhala aquel aroma, ese que se le antoja delicioso, que lo atrae y aturde. Esa piel que lo seduce, que lo envuelve.

— Te amo, Marco. Lo siento… lo siento tanto…

Sus piernas flaquean, el alivio bulle por sus venas como una felicidad efervescente. Marco se siente confundido de pronto, su cuerpo tiembla por completo y se deja girar por Jean, que al verlo frunce el ceño viendo las lágrimas caer por el rostro lleno de diminutas pecas del chico. Algo se remece dentro de él, Jean piensa en cómo pudo haberse dejado llevar por pensamientos tan estúpidos como su masculinidad e ignorar los sentimientos de Marco. Se pone de puntillas y desliza su lengua por las lágrimas, haciendo que Marco deje de llorar con aquel gesto.

— Eres muy llorón, no es justo —dice Jean soltando un aleve risita.

— Cállate, Jean.

Marco toma su rostro y une sus labios en un beso profundo, tan necesitado que Jean se arrima a su cuello para no caer. La lengua del moreno se desliza entre sus labios, humedeciéndolos y frotándose con la suya de manera insinuante. Jean succiona y muerde aquel músculo mientras se aleja y observa a Marco, que jadea frente a su boca. Su cola se agita y la resolución se manifiesta a través de sus acciones, cuando se deja caer en la cama, con Marco sobre su cuerpo.

Su cabeza se hunde contra la almohada, sus cabellos castaños cenizas se despliegan sobre la tela mientras sus jadeos se oyen altos por el cuarto. Marco alza su vista y el rostro de Jean está sonrojado, con la boca levemente abierta. El pecoso baja su rostro de nuevo, guiando la lengua hasta el pene erecto del chico, lamiendo mientras sus dedos entran y salen de su entrada. Ya van tres dígitos que se deslizan con facilidad ante la humedad de la zona.

Jean se siente desfallecer, Marco es un inexperto, pero lo hace malditamente increíble. Tiene cuidado con él, centra toda su atención en hacerlo sentir bien y lo está logrando. El pecho de Jean se alza con cada bocanada de aire que intenta tomar, pero que deja salir con los jadeos de placer. El pecoso lo observa, haciendo tijeras y tratando de entrar un poco más.

Hace tan solo unas horas, Marco estaba dispuesto a dejarlo ir, pero se alegra de no haber abierto la boca. Jean le está permitiendo amarlo y le corresponde. Pero no se quedará ahí, Marco se encargará de que cada día se enamore un poco más, de hacerlo tan feliz que sienta que toca el cielo con la punta de los dedos y sumirlo en el más bello de los placeres.

— Serás todo mío, Jean —murmura Marco con voz ronca.

Jean se estremece, su voz reverbera por su cuerpo, incitándolo. Jamás lo ha oído tan serio, tan preocupado, y eso lo derrite lentamente. El pecoso se acomoda sobre el chico, viendo sus orejas tensarse sabiendo lo que se viene. Marco sonríe levemente, tratando de calmarlo antes de deslizarse dentro de Jean, que se aferra a sus hombros desnudos con fuerza.

Lo llena por entero y el dolor le recorre la columna vertebral de manera brusca, haciendo tensar cada músculo de su cuerpo. Sus orejas decaen y el moreno espera a que el chico se relaje antes de moverse. El calor lo envuelve, jamás imaginó que podría sentirse tan bien, tan caliente y apretado. Tan húmedo.

Gruía la mano entre sus cuerpos y comienza a masturbar a Jean para apaciguar el dolor de la penetración.

— Te amo tanto —susurra Marco besando la frente de Jean, bajando por el puente de la nariz, la boca, el mentón, su cuello—. Te amo, te am…

Las manos de Jean le cubren la boca, su rostro está rojo como un tomate y su mirada es severa.

— Ya basta… deja de atacarme con aquellas palabras. O me correré, carajo —Piensa Jean quitando las manos para ver esa sonrisa sincera, pone las manos en sus mejillas, acariciando con los pulgares las pecas que pintan el rostro de Marco.

Alza sus labios y lo besa de nuevo, sintiendo como vuelve a moverse. Le arde, pero sus quejidos mueren contra esos suaves labios que acarician su boca, sumiéndolo en una especie de sensual letargo. Jean siente esas caderas chocar contra su pelvis, produciendo un sonido húmedo que lo avergüenza, pero no es lo suficiente como para resistirse. Marco sale y entra a un ritmo un poco más rápido y el zorruno chico lo aleja para dejar salir su voz.

Algo se activa dentro de Jean, cegándolo de deseo e ignorando cualquier prejuicio que pudo haber tenido antes, aleja a Marco para girarse de boca contra el colchón y alzar las caderas mientras su respiración intenta regularizarse.

Ante aquello, el moreno parpadea un par de veces intentando comprender y dejando que su cuerpo reaccione, se arrodilla tras el chico que agita su pomposa cola y lo penetra de manera lenta, viendo como el anillo de carne lo va tomando lentamente. Jean aferra sus manos a las sábanas, apoyando la frente en el colchón antes de arquearse cuando lo recibe.

— Agh —gruñe, aquella posición permite que Marco entre con mayor facilidad, dejándolo sentir cada centímetro de ese duro miembro.

Jean se siente en el limbo, al borde de la inconciencia y el deseo. ¿Cómo es que puede sentirse tan maravilloso? Hace mucho que debió haber dejado que Marco lo tocara de aquella manera, hace mucho que debió haberse permitido amarlo y ser amado por él.

Todo es sublime, las sensaciones se sienten celestiales, cuando el pecoso saca su pene y vuelve a embestir con fuerza. La humedad de Jean comienza a mojar las blancas sábanas y sus orejas rojizas se tensan capturando el sonido de los movimientos hechos por el moreno, que toma su cola y la acaricia apoyándola contra su pecho, enviando miles de descargas eléctricas por el cuerpo de Jean.

— ¡Marco! ¡Umn! —Gime el castaño ceniza con una voz que más tarde le avergonzará, pero que en ese momento no puede contener.

Esas manos grandes se aferran a sus caderas cuando el cuerpo pide por más, anhelando llegar a ese punto culmine que los enviará directo al cielo.

Marco mira como su pene se pierde dentro de Jean. El moreno se siente tan excitado con ello que sus pensamientos se tornan muy sucios. Porque al ver la humedad del líquido pre seminal uniendo sus cuerpos, al oír el sonido húmedo y morboso, sabe que Jean es capaz de sacar lo más escondido de su personalidad.

— Jean —lo llama el pecoso dejando su pene dentro e inclinándose para que su voz se oiga mejor—. Déjame acabar dentro.

Jean se estremece, imaginando como se sentirá aquello. Pero no es capaz de decirlo en voz alta, así que solo mueve sus caderas a modo de confirmación. Con una sonrisa ladina, Marco besa su espalda, aferrando la suave cola del chico para frotarla de manera insistente mientras se endereza, soltándola y volviendo a aferrar esas caderas. Jean deja que la saliva escurra por sus labios hasta las sábanas bajo él, y apoyado en sus codos siente como Marco reanuda la penetración, siendo esta vez mucho más brusca.

El moreno siente las contracciones dentro de Jean, las paredes se cierran en torno a su erección mientras él entra y sale a un ritmo enloquecedor. Los quejidos roncos salen desde lo más profundo de su garganta, pero los del zorruno chico son mucho más fuertes y por un segundo se le pasa por la mente que los demás pueden oírlos. Y de alguna manera se excita por eso.

Ya no lo soporta y con un par de estocadas más, acaba dentro de Jean. El castaño ceniza siente el calor en sus entrañas, el líquido deslizarse por dentro, y en acto reflejo se lleva la mano al abdomen.

Marco se mueve un poco más y Jean se deja ir, manchando las sábanas bajo él, acabando entre la excitación de todo aquello. Apenas puede respirar, siente su cuerpo adormecido y los últimos coletazos de placer lo derrumban contra el colchón. Siente a Marco levantarse y lo ve tirando las sábanas de su cama hacia atrás y se gira hacia Jean sacando un pañuelo de la mesita de noche para limpiar su cuerpo. Jean compone una mueca cuando siente la tela en su entrada, pero está demasiado agotado como para replicar.

Marco lo ayuda a levantarse y se acuestan en la otra cama, el moreno lo abraza justo después de cubrirse con las frazadas.

— Me siento agradecido —murmura Marco jugueteando con las orejas rojas y suaves de Jean, que siente sus párpados ceder lentamente.

— ¿De qué?

— De haber vuelto, que la vida me permita amarte como siempre debí haberlo hecho.

Si Jean no conociera a Marco lo suficiente, apostaría que sacó aquella frase de algún texto. Pero no, sabe que el pecoso es sincero, que es tan malditamente lindo que el sonrojo azota su rostro, calentando todo su cuerpo de golpe.

Jean no dice nada mientras se arrima al tibio cuerpo del pecoso, inspirando su aroma e inconscientemente también agradece poder percibirlo de tal manera, porque lo ama y jamás volverá a dudar de ello.

 

 

 

 

 

La mañana es fría, por ello deciden comer en la cocina, donde está tibio gracias al fuego que se usa para cocinar.

Irvin alza el diario, un nuevo invento por parte de un revolucionario hombre, para poder informar sobre noticias importantes a las masas de gente, de manera rápida y eficaz. Pero como siempre, el Rey y los nobles han intervenido, lo único que se puede leer son los logros y avances por parte de ellos. Pero eso está lejos de la verdad e Irvin lo sabe muy bien. Dobla las hojas cuando Hanji le deja una taza de café recién hecho frente a él. Le agradece, acompañado de una sonrisa.

Los demás no tardan en aparecer, tomando asiento mientras Hanji y Conny sirven el desayuno, puesto que es su turno de hacerlo. Todos tienen sus tareas asignadas, se las reparten y realizan bien, ya que así la convivencia es mucho más grata y amena. Sin mencionar que nadie quiere sucumbir al enojo de Levi.

De pronto Eren mueve sus orejas perrunas, se gira y mira hacia la ventana, Hanji lo nota y camina hasta pararse tras el cristal. Ve a aquel hombre bajarse del carruaje, amable pero con el porte y semblante de un líder, uno al que muchos hasta quieren.

— Irvin —lo llama la castaña haciendo que el hombre se gire levemente—, Pixis ha venido a visitarnos.

Mike aparece en la puerta de la cocina e Irvin asiente mientras Hanji vuelve a su puesto, cambiando miradas con Levi, que agita su cola.

Todo aquello no pasa desapercibido para lo demás, si bien las visitas de aquel hombre siempre han sido motivo de alegría, esta vez se siente algo diferente en el ambiente. Ahí pasa algo de lo que ellos no están enterados.

 

 

Notas finales:

 

¿Por qué Pixis ha ido a verlos de manera tan repentina?

 

Ese viejete me cae genial! Es tan cool y su manera de pensar es alocada, arriesgada pero siempre acerta~

Pero, esta vez no creo que sean buenas noticias…

¿Lo bueno? Es que Jean por fin se deja hacer y Marco, sin duda, es un inexperto excelente *suspiros*

 

Saludos y besos pegosos~


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