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Efectos Secundarios por Leana

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Notas del capitulo:

Semana 2: sigo viva. Dudo que por mucho tiempo más. Chile ganó la Copa América. Soy más feliz que la cresta. Cambio y fuera.

Perdón por el retraso, pero ya saben, la celebración no se pospone :v

Ojalá les guste este capítulo, aw, sí que les gustará.

 

 

Capítulo 26

 

 

 

 

Jean termina de ordenar los galones que contienen el gas que impulsa su equipo con la ayuda de Ymir, justo bajo el cuartel, en el sótano. Ambos están exhaustos, la bodega, a pesar de ser fría, al estar bajo tierra los hace sentir abochornados por la falta de ventilación, además de que sus cuerpos han estado en constante movimiento, llevando y trayendo los largos galones.

La pecosa se sienta para beber un poco de agua, la misma que le trajo su rubia novia hace un rato mientras estaban por terminar la tarea. Jean no puede evitar soltar un suspiro entre enojado y apenado ante la acción de la dulce Christa, sí, son celos; como también al recordar su pelea con Marco esa mañana.

— No te he visto con el ex fanático del rey en todo el día —suelta con ese tono mordaz, ni siquiera tiene la intención de fingir tacto.

— No le digas así, Ymir —la reprende Jean tapando la botella de frío líquido, que Christa también le trajo.

— Ya veo... están peleados ¿no? Apuesto a que tu cola de zorro le da alergia.

— Ymir —la interrumpe el castaño echando las orejas rojas de puntas negras hacia atrás, con clara señal de irritación—. No estoy de humor para tus palabras odiosas.

— ¿Y eso debería preocuparme? —Pregunta la pecosa alzando una ceja y encogiéndose de hombros con una simpleza que le saca de quicio al zorro—. ¿Mal sexo?

— Mikasa.

No sabe ni porqué ha soltado eso. ¿Quizás necesita hablar un poco? Pero no podía ser alguien con más tacto, al darse cuenta de que se lo ha dicho precisamente a Ymir, se arrepiente, con unas enormes ganas de golpearse la frente contra la pared.

La chica suelta una carcajada irritante, tan típica de ella. Jean muestra sus colmillos y se cruza de brazos mirando al frente, pero a la chica parece no importarle ni un poco su molestia.

— No le veo lo gracioso.

— Yo sí, Jean —dice la chica dejando de carcajear para seguir con su sonrisa—. ¿Acaso Marco no sabe que Mikasa no tiene ojos para nadie más? Eren, Eren y Eren... y se me olvidaba... ¡Eren como titán!

— No importa para quién tenga ojos o no, ella dejó de gustarme hace mucho pero Marco no me cree.

— Por lo menos no eres un baboso masoquista. —La voz de la chica parece más serena, más seria y lo mira volviendo a darle un sorbo a la botella, y cuando traga dice—: Aunque me cuesta imaginar a Marco celoso, él es tan... estúpidamente dulce.

— Como Christa.

— Nah, ella es hermosa y perfecta, no la compares tan a la ligera.

— Él también lo es —afirma Jean con una sonrisa de autosuficiencia mientras acaricia su peluda cola un tanto descolocado al darse cuenta de lo orgulloso que está de ese hombre.

Entonces Ymir entrecierra los ojos para estudiar la situación—: Aunque no lo culpo, tú, zorrito, recuerda la cara de perra en celo que ponías cuando Mikasa se te cruzaba.

Jean la mira tragando duro, sintiendo el sonrojo azotar sus mejillas hasta esparcirse hacia sus orejas humanas. No puede creer que realmente pusiera un rostro así. No, definitivamente la pecosa está exagerando. Luego se carcajea, que idiota se tuvo que haber visto.

— Me agradas Jean, solo porque eres realmente sincero, así que te daré un consejo… —dice la castaña levantándose para darle la espalda, así él sólo podrá concentrarse en sus palabras y no intentará discernir en su expresión—. Hazlo sentir seguro, Marco es de esas personas que necesitan de las palabras explícitas y tú no se las has dado con claridad.

Jean pestañea varias veces al darse cuenta de aquello. Su roja cola se agita con nerviosismo, sabe que nunca le ha asegurado lo enamorado que está, siempre huye, ¿Cómo es que Marco confiaría en él así? ¿Cómo estaría seguro de sus sentimientos? Él lo estaba, pero tampoco estaba listo para arriesgarse en una relación tan seria. Ahí está el punto: su miedo a perderlo otra vez le ha jugado en contra. Su estúpido orgullo camuflando ese miedo a sufrir.

Tiene que dejar las cosas claras de una maldita vez, o perderá lo que más ama, y lo sabe muy bien.

 

 

 

 

 

Jean termina de colocar los utensilios sobre la mesa de la cocina para aprovechar el calor de la estufa mientras se cocina en ella, al tiempo que Conny revuelve la sopa.

De pronto una corriente de aire agita el cabello castaño del más alto haciendo que se gire, viendo a Sasha que está justo atrás del calvito de su novio, oliendo el estofado mientras la saliva se le escurre por la comisura de la boca.

— Sasha, basta —dice Connie poniéndose entre la chica y la olla para intentar detenerla en su ataque a la comida.

— Será solo una probadita...

— No mientas, serías capaz de comerte todo lo de la olla de una sola vez —rebate el chico de ojos ámbar negando con la cabeza.

— Tú también dijiste que serían solo unos besos y terminamos sin rop...

— ¡¡Sasha!! —Exclama el chico con el rubor pintando sus pómulos, tapándole la boca con la mano libre—. ¡Jean está aquí!

— Jajajaja —se hecha a reír el castaño ceniza ante la expresión de su amigo—. Será mejor que los deje solos un rato, no quiero funciones para adultos en vivo antes del almuerzo. Iré por Marco.

Cuando sale de la cocina, Jean se dirige a las caballerizas mientras intenta calentar sus manos con su aliento. Entra cerrando la enorme puerta de madera que protege a los animales del frío y camina por el pasillo hasta dar con el chico de pecas, que llena el bebedero de un caballo con el pelaje gris. Se ve tan tierno, le sonríe al animal mientras le acaricia sobre el hocico con cariño.

Marco se gira y sus miradas se encuentran. Jean traga duro sintiendo la ansiedad en su pecho ante todos los sentimientos que se atiborran dentro de él.

 

Marco's POV

 

Él me mira con el ceño levemente fruncido y los labios tensos, sé que está nervioso, pero antes de que yo diga algo, Jean comienza a acercarse sin decir palabra alguna y mi mirada se clava en su cuello. La mordida reluce roja, con toques lilas, haciendo que la culpa se expanda como bilis por mi garganta, espesa y muy caliente. Respiro profundo, comenzando a avanzar para encontrarme con él.

Al fin quedamos frente a frente y me relamo los labios repentinamente secos debido a la ansiedad y el nerviosismo. Sé que terminará conmigo, si es que alguna vez tuvimos algo serio para él. Pero estoy dispuesto a asumir mi culpa, mi error, y las consecuencias que eso traiga.

— Yo... lo siento, Jean —digo con voz ahogada, sintiendo el nudo, apurando aquello.

— Eres tan estúpido...

Sus brazos pasan tras mi nuca atrayéndome hacia él en un abrazo apretado. Yo le correspondo colocando las mías en su cintura, firme y masculina, casi como acto reflejo. Lo aprieto con fuerza, cielos, desde que discutimos en la ducha que ésta sensación de vacío me carcome por dentro y sólo con su presencia me siento lleno otra vez. Es entonces cuando siento esta necesidad, tan fuerte y desesperada, por sentirlo en este preciso momento.

— Te amo, Marco, y no quiero que vuelvas a dudar de eso nunca más. —Lo miro con los ojos muy abiertos, eso no me lo esperaba, pero la sensación de calor en mi pecho aumenta—. No hay nadie más. Sé que no soy muy demostrativo y esas cosas, pero te pido paciencia, siempre me la has tenido, ¿no?

Suelto una carcajada al tiempo que mí expresión se llena de la más pura felicidad. Lo amo tanto, y el miedo de hace unos instantes comienza a hacer meya en mí.

Deslizo mis manos por su espalda baja y las detengo sobre sus glúteos, siento los pelitos de su cola hacerme cosquillas en el dorso de las manos. Aprieto suave haciendo que Jean dé un respingo y aleje su rostro para dejarlo a escasos centímetros de mi boca.

— Quiero hacértelo, por favor —pido sintiendo mi voz ronca.

— ¿Aquí? —Pregunta el chico tragando duro con el nerviosismo a flor de piel, puedo sentirlo con los movimientos de su cola.

— Sí —susurro con una sonrisa dulce—. Sígueme. —Y lo guío hacia el fondo de la caballeriza, en la zona donde se guarda el heno para alimentar a los caballos.

Sus orejas rojas y de puntas negras se alzan tensas ante mis palabras, pero me sigue. Me muerdo el labio cuando llegamos y le tomo la mano para lanzarlo hacia la paja, su risa reverbera por el cuarto de madera mientras me asomo levemente hacia el pasillo para ver que nadie venga en este momento.

Vuelvo hacia él desabrochando mi camisa en el proceso, Jean me observa y se relame los labios agitando la punta su cola bajo su cuerpo, sonrío de medio lado, tomándolo de la cintura y pegándolo al mío para unir nuestras bocas al fin.

El beso es suave, nuestros labios juguetean al tiempo que mis manos desatan su cinturón, quitan la camisa dentro de ellos y la desabotono separando mi rostro para observarlo. Mi mirada es intensa y él intenta reanudar el beso cuando se alza mirando mi boca, pero me alejo terminando de desabrochar el último botón para quitar la tela por sus hombros. Veo como suelta un bufido de molestia y que esté tan ansioso sólo enciende mi deseo.

Lanzo la tela hacia un costado para dejarlo caer sobre la paja de nuevo, los palitos cafés se pegan a su cola mientras me posiciono sobre él, y descendiendo mi boca mordiendo la piel dura sobre su abdomen, el castaño suelta un suspiro hondo. Mi lengua pasa por su ombligo y sigo subiendo hasta detenerme en el botón derecho, dándole un lametón.

— Mn —se queja apretando los labios y me asombra lo “sincero” de su comportamiento.

Mi mano se apodera del otro, acariciando mientras se endurece y luego tomándolo entre mis dedos para apretujarlo suave. Adoro cada parte de su cuerpo y sus reacciones cuando lo toco de mil y un maneras.

Desato su cinturón bajando el pantalón y la quitándolo junto a la ropa interior, su cola esponjosa se posiciona entre sus piernas y una sonrisa se forma en mi rostro ante la acción.

— No te haré daño —susurro inclinándome hacia su boca.

— Lo sé, lo sé, es que… esto se siente… distinto.

Siento mi estómago encogerse ante aquello, sí, se siente distinto, como si por fin se estuviera entregando por completo.

Acaricio los sedosos cabellos rojizos haciendo que Jean se estremezca, quito la cola hacia un lado y veo su erección. Inclino el rostro sacando mi lengua y le doy un lametón lento. Un bufido ronco escapa de sus labios, abro la boca y tomo el trozo de carne para meterlo en mi boca, succionando cuando lo saco de nuevo. Alzo la vista, Jean se aferra con una mano a la paja mirándome con las pupilas dilatadas de deseo. Tomo su erección y deslizo la punta de la lengua por la punta.

— ¡AH! —Grita Jean y luego se muerde los labios con fuerza, dejándome ver sus colmillos.

Alzo dos dedos frente a mi rostro, dejo caer la saliva y los guio hacia su entrada. Meto los dígitos y él aprieta por inercia, sintiendo la incomodidad, entonces comienzo a moverlos. Dejo su pene en mi boca y muevo el rostro de arriba abajo, al ritmo de mis dedos. Alzo la otra mano acariciando su tetilla endurecida, mis dedos lo delinean para luego jalarlo levemente. Jean se estremece, no puedo dejar de observar y deleitarme con cada una de sus reacciones, con cada jadeo, con cada mirada. El castaño tiene el dorso de su mano sobre su boca y sé que es para callar sus gemidos. Esto, a pesar de que lo hemos hecho antes, sé que le da vergüenza y solo dejará salir todo cuando ya no pueda con el placer.

Lo conozco tan bien... tanto como lo amo.

Le doy un chupetón fuerte sobre la dura carne y sus orejas se echan hacia atrás, dejando por fin escapar ese delicioso gemido ronco que tanto me excita. Sigo moviendo los dedos mientras le doy suaves apretones al botón rosado y su cola se enrosca y desenrosca a su costado.

— Estás muy resbaladizo —digo dándole un mordisco juguetón al hueso de su cadera, justo en esa línea que se marca a sus costados.

— Tch.

Una risa suave se escapa por mi garganta viendo el sonrojo brusco en su rostro y como desvía la mirada con algo de molestia. Sigo moviendo los dedos, tocando su torso con la otra mano. Es entonces cuando los estremecimientos y jadeos se vuelven más prolongados, más audibles, he encontrado lo que buscaba. Me relamo los labios y sigo con las lamidas sobre su pene.

— ¡Agh! —Gruñe sacudiendo la cabeza—. Ya... ya no... no... puedo...

Saco los dedos, desato mi cinturón para liberar mi dolorosa erección y la froto sobre su húmeda entrada apretando los dientes para poder contenerme. La acomodo entre sus piernas y lo embisto entrando de una sola vez, sintiendo su interior contraerse con brusquedad alrededor de mi pene.

— ¡Marco! —Grita Jean envolviéndome son sus piernas y aferrando sus manos en mi nuca, acabando entre nuestros cuerpos, y puedo sentir su cola rozar mi muslo con sus movimientos frenéticos.

— Aaahh —suspiro sintiendo el calor de sus entrañas y la presión de él debido al orgasmo.

Jean aún tiembla bajo mi cuerpo, saco mi pene por completo y vuelvo a embestir profundo. Mi pelvis choca con la suya haciendo un sonido húmedo, morboso y que solo me incita a poseerlo. Las penetraciones toman ritmo, se vuelven rápidas, profundas. Arrancando gemidos de su garganta. Me arrodillo frente a él poniendo mis manos tras sus rodillas para mantenerlas abiertas. Se siente deliciosamente estrecho, tan caliente, y la presión me lleva lentamente hacia el delicioso éxtasis con cada vaivén.

Mis manos sueltan sus piernas y recorren desde su vientre hacia su pecho, sus pectorales duros y su piel húmeda le dan un aspecto muy sensual. Me inclino para dejar mi cuerpo pegado al suyo, necesito sentirlo.

— ¡Mn! —me quejo apretando los labios cuando lo penetro, ya no puedo contenerme—. Aaaah.

Succiono fuerte sobre su clavícula, apoyando mi peso sobre mis codos a los costados de su cuerpo. Jean gime sin control ante las embestidas bruscas, en busca de apaciguar mi necesidad de él. Sus manos se aferran a mis brazos, apretando con fuerza mientras sus orejas rojas se agitan con cada penetración. Atrapo una con mis labios, sintiendo la suavidad y delgadez de su piel entre ellos. Sigo bajando y detengo mi boca sobre su mejilla, donde le doy pequeños besos.

Jean gira su rostro y nos quedamos viendo, sus ojos como la miel fundida me atrapan, pero más lo hace el sentimiento que se esconde en ellos. Mi boca queda sobre la suya, nuestros alientos chocan  y es cuando siento que se avecina el placer. Me apodero de su boca succionando su labio inferior mientras gime apretando los ojos con fuerza. Sigo moviéndome, pero el placer me abruma y ya no puedo hilar más de dos pensamientos. Su interior caliente me aprisiona con fuerza cuando se derrama entre nosotros y el calor del líquido calienta mi abdomen.

— ¡Aah! Umn… —gime arañando mis brazos y escondiendo su rostro en mi cuello.

El mordisco que me da, desata el orgasmo justo cuando se contrae entre temblores. Acabo dentro, calentando sus entrañas con mi esencia y un gruñido gutural sale desde lo más hondo de mi garganta.

— Jean... Jean...

— Te amo tanto, jamás me abandones otra vez, jamás.

Me quedo estático, jadeante, su rostro aún se esconde en mi cuello y esa confesión, esa petición, solo hace que la felicidad me abrume. Sin salir de él busco su mirada, pero Jean solo se aferra más a mí. Insisto acariciando su cabello, solo entonces deja su rostro frente al mío.

— ¿Marco?

— Te lo prometo, Jean. —Mis ojos llorosos lo toman por sorpresa, pero una radiante sonrisa por mi parte lo tranquiliza arrancándole una a él.

El castaño ceniza me besa, acariciando mis labios con delicadeza, aún estamos exhaustos, pero eso no disminuye la efusividad de nuestro beso. Jean desliza su lengua sobre la mía, que sale a su encuentro, chupo con fuerza y un suspiro muere contra mi boca. Abro más la mía para succionar su labio inferior al tiempo que me alejo levemente, la lágrima cae por mi mejilla y el de ojos miel me observa, luego sonríe y desliza la punta de su lengua por la humedad, limpiándola. Me dejo caer sobre su duro cuerpo, apenas puedo con la felicidad que embarga mi pecho y lo aferro con fuerza.

— Pero aún hay algo que debo decirte. —Alzo el rostro y frunzo el ceño, pero al ver su expresión serena, supongo que no es nada malo—. Yo… bueno, ¿recuerdas que no nos hicieron el examen para saber si…? Agh, ése examen… —Su expresión serena flaquea y puedo atisbar la vergüenza en el sonrojo de su rostro—. El punto es que yo… puedo. Eso mismo.

— Jean…

— Puedo tener hijos.

— ¡¿Qué?! —Exclamo al oír eso y me alzo sobre mis dos manos para encararlo, pero él parece muy serio—. Oh, dios mío… —suelto al tiempo que salgo de su interior, ganándome un gemido dulce, pero que pronto ignoro al ver mi semilla cayendo entre sus piernas—. ¡Acabé dentro! ¡Acabé dentro por segunda vez!

Jean me mira con una sonrisa divertida, al tiempo que alza una ceja y yo frunzo en ceño. — Primero, no estoy embarazado. Segundo, si es que voy a tener un hijo, será contigo, pero me gustaría aplazarlo, así que deberás, ya sabes, hacerlo afuera.

Quiero llorar de nuevo, de pura felicidad. Entonces eso era lo que me ocultaba. Bajo el rostro y veo sus pómulos tan rojos que pareciera que tiene fiebre. No puedo contener la risa que se escapa por mi boca y Jean rueda los ojos sonriendo también.

Estoy enamorado de todas y cada una de sus expresiones, de su sinceridad. De Jean Kirschtein.

 

 

 

 

 

Caminamos hacia el cuartel, sintiendo el repentino frío del exterior sobre nuestros cuerpos y puedo verlo fruncir el ceño con molestia. Lo peor es que aún intentamos sacarnos los palitos de paja que se pegan a la ropa y, sobre todo, a su cola.

— No creo que haya sido buena idea hacerlo sobre el heno —se queja tomando su esponjosa cola y quitando los trocitos enredados en el pelaje.

— Lo siento —digo sin mucha convicción.

— Realmente no lo sientes —me giro para ver su rostro y tiene el ceño fruncido con fingida molestia—. Podrías contenerte un poco, además nos perdimos el almuerzo.

— Tienes razón —acepto con una sonrisa ladina, porque sinceramente, no me arrepiento de aquello—. Será mejor que entremos por la puerta de atrás.

Asiente mientras giramos para rodear el cuartel y entrar por la puerta de servicio, donde se reciben los encargos y otras cosas. Supongo que ya todos se han ido para aprovechar su rato libre, lo más probable es que ni se hayan dado cuenta de nuestra ausencia.

Llegamos y abro dejándolo pasar, pero choco contra su espalda y frunzo el ceño confundido, miro por su costado y los veo:

Todos, absolutamente todos los chicos están aquí, con cajas en sus brazos y paños en sus bocas. Jean se pone tan rojo que en cualquier momento se desmaya y yo voy en la misma dirección. Mierda, he olvidado que hoy todos se ofrecieron para ordenar los cuartos para la llegada de los bebés.

— ¡Chicos! —Exclama Christa con sus bellos ojos azules clavados en nosotros—. ¿Qué les paso? ¿Se cayeron? ¿Están heridos?

— Este... —Comienza a hablar el de ojos miel.

— Creo que Marco se cayó encima de Jean —dice Ymir acercando la boca al oído de la rubia, pero hablando lo suficientemente fuerte para hacerse oír.

— ¡Tú! —Exclama el castaño ceniza apretando los puños y puedo ver sus orejas echarse hacia atrás.

— ... —Eren olfatea el aire y se baja el pañuelo que cubre su boca mirándonos con una sonrisa divertida—. Sí, huele a sexo en toda su ropa.

Ymir y Eren se echan a reír, suelto un suspiro mientras me rasco la nuca, apenado. Miro a Jean de reojo y ya se puso morado. Suelto otro suspiro.

— Eren —la voz del Capitán reverbera por la estancia. Todos lo miran y el mayor agita su cola negra de un lado a otro—. En vez de estar olfateando y metiéndote en cosas que no son de tu incumbencia, deberías terminar de limpiar o tú serás el que dormirá sobre el heno.

— Sí, Capitán. —El castaño asiente e Ymir se muerde la lengua para no soltar una risotada ante esa escena.

— Y ustedes dejen de perder el tiempo y vayan a bañarse, el olor a caballo me dan ganas de vomitar.

— Ay, Levi —interrumpe Hanji entrando a la estancia—. Tú no eres el único que puede tener sexo cuando quiera.

Se escuchan las carcajadas contenidas de todos los presentes y el felino la mira con los ojos grises cargados de furia.

— Ese no es tu puto problema, cuatro ojos —gruñe el más bajo, y no puedo evitar estremecerme ante ese tono, aunque la mujer parece totalmente ajena a la mirada de amenaza por parte del Capitán, además de que su cola se agita aún más fuerte, como un látigo.

— No es mi problema, pero tómalo como un consejo: el buen sexo arregla tu humor, así que no agotes mucho a Eren... lo necesitamos para calmarte.

— Te mataré, maldita loca.

Pero antes de que el azabache llegue a la mujer, ésta nos mira y nos hace una señal para que la sigamos antes de salir corriendo, evitando a tiempo un zarpazo por parte del felino.

Le doy un golpecito al costado a Jean para llamar su atención, empiezo a caminar y sé que me sigue. Salimos del cuarto de mantenimiento y diviso a la mujer entrando a la cocina. Ambos hacemos lo mismo y la vemos revolviendo algo en una olla.

— Siéntense chicos —dice Hanji con una voz suave—. Les aparté comida.

— Muchas gracias —le digo mientras sirve los platos humeante del líquido caliente y los trae a la mesa.

— No hay de qué. —La mujer nos sonríe, creo que puede ser muy dulce cuando de titanes no se trata—. Sé que Jean aún debe acostumbrarse a sus instintos de zorro, así que cuenten conmigo para lo que sea, incluso en sus tapaderas para poder tener relaciones sex...

— De acuerdo— la interrumpe Jean con el sonrojo que aún no se quita de sus mejillas. Siento que en cualquier momento se va a desmayar por la acumulación de sangre—. No es necesario decirlo. Y muchas gracias.

No puedo evitar reír suavemente mientras tomo la cuchara y como del caldo que está caliente, muy delicioso. Como la piel de Jean, que hasta en estos momentos da vueltas en mi cabeza.

 

 

Notas finales:

¿Al fin Jean ha sepultado sus miedos?

 

Por sí. Ya estaba bueno de imbecilidades.

Pero… la paz no es para siempre D:

Gracias a todas por sus reviews que me animan a seguir escribiendo y por el apoyo con este fic. ¡Son las mejores!

Saludos y besos pegosos~


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