El día de la fecha despedí a mi secretario. ¡¿Por qué?! Es una historia algo larga, pero que va, tengo mucho tiempo para contarla.
Desperté por la mañana con un único pensamiento en mente: "¡Hoy es mi cumpleaños!".
Estaba totalmente emocionado. Este, sin lugar a dudas, sería el mejor de mis cumpleaños. No todos los días se cumplen 28.
Así pues, con ese único pensamiento mente, salí de la cama, tomé un baño rápido, y bajé a desayunar...
Mi marido, Sai, leía el periódico sentado en una de las puntas de la mesa, mientras tomaba su café, y comía galletas de una fuente, junto a nuestros dos hijos. Creo que ese momento fue el más horrible de todos.
Me acerqué a ellos, con la esperanza de que me abracen y me llenen de besos (aunque siempre me quejo de los mimos, ellos saben que me encantan).
Pero nada, ¡nada de nada!
Lo único que obtuve fue un simple "Ya nos vamos cariño, dejé café en la cafetera", y un beso rutinario de despedida.
Algo molesto partí (antes de tiempo) hacia la oficina. Si mi familia se olvida de MI CUMPLEAÑOS, no significa que el resto de las personas también lo hayan hecho, ¿no? ¡No podía deprimirme así sin más! Seguro que en el trabajo me esperan con muchas sorpresas.
He aquí la segunda desilusión, el mismo panorama que en casa, todos se olvidaron de mi cumpleaños.
Con pésimo humor, y totalmente derrotado caminé hacia mi oficina a paso lento, respondiendo los saludos diarios con algunos vagos monosílabos.
Cuando me senté en la silla del escritorio, la puerta se abrió y mi asistente, Naruto-kun, entró con una enorme sonrisa y un pequeño paquete.
"¡Feliz cumpleaños, Gaa-san! ¡Ten, es para ti!".
En ese momento, me entraron unas terribles ganas de llorar, ¿cómo es posible que el único que se acuerde de mi cumpleaños sea él?
Pasé un largo rato con él, hablando de cosas triviales, hasta que en un momento me invitó a almorzar, alegando que la oficina no era un lugar apropiado para pasar un cumpleaños.
Debo admitir, que me llevó a comer a un hermoso local, donde servían unos platillos riquísimos.
Con una sonrisa seductora, dijo "vayamos a mi casa, tenemos que hablar de muchas cosas".
Y así es como terminó la cosa.
Me llevó a su casa, donde las luces estaban apagadas y un sahumerio había dejado (hace ya algunas horas) su dulce y exótica fragancia por todo el ambiente.
Con una risilla, él me pidió que le espere unos minutos.
¡Oh, por Dios!
Comencé a desvestirme, y me acomodé sobre uno de sus sillones.
Solo mi fina camisa (media desabrochada) y mi ropa interior cubrían mi cuerpo.
Y, he aquí, lo peor del día. Las luces se encendieron y...
"¡Sorpresa!"
Allí estaban todos, familia, amigos, compañeros. En medio de todos, estaba Naruto, con una sonrisa de por sí boba, y un enorme pastel entre sus manos.
Y luego estaba yo, semidesnudo y con ganas de empezar una relación con él.
Por esto lo despedí, por pelotudo.