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Tamer. por JHS_LCFR

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Capítulo 12

 

Luhan notó la presencia de su supuesto domador en el momento en que escuchó el crujir de las ramas más allá de su espalda, resonando en los pequeños vacíos que abrazaban los troncos de los árboles, tiñendo a la oscuridad de un azul oscuro sombrío, aparentemente sin fin: Quiso sonreír, pero sólo pudo levantar a duras penas una comisura.

No le gustaba que el chico se metiera en el cuerpo de Sehun.

No le gustaba siquiera el hecho de volver a ser dominado.

La sodomía era algo que Luhan bien conocía desde hace tiempo. Muchísimo tiempo.

Su mente y su cuerpo estaban plagados de restos y huellas de control abrupto, deshumano y desmedido, y el hecho de que él hubiera soportado una vez no significaba que pudiera hacerlo siempre. Mucho menos sabiendo que también podían controlar cuales títeres a las personas más importantes para él.

Mientras bajaba la cabeza, fingiendo no escuchar sus llamados, pensó cuidadosamente las palabras, dejando que los rizos en la base de su cabeza cayeran sobre su frente, acariciándola: no recordaba haber tenido el cabello así, al menos no de pequeño. No recordaba tener el pelo lacio y rapado a los costados, no recordaba siquiera si ese marrón chocolate y brilloso era siquiera su verdadero color.

Incluso su rostro…no podía ser normal. Todos los días, al levantarse y encontrar su reflejo delicado pero con gestos filosos, la duda lo atormentaba: este rostro quizás no es real.

-¡¡Hey!!—sintió una mano agarrotándose a su hombro, el hombro del cual colgaba la mano aferrada a la pobre mochila, sucia, rotosa y a punto de perder una correa—¡Te estoy hablando! ¿¡Qué haces con…!?

Al girarse, Luhan notó la chispa desaparecer: Minseok lo reconocía, podía verlo en el movimiento sistemático de sus pupilas. Y eso lo único que lograba era alargar la mueca de sorna en su rostro, surcando su cara más como un tajo mal cocido y abierto que como una sonrisa producto de la burla y la decepción.

-¿Qué…por qué tienes…?

-Seguramente Chanyeol te dijo que Suho tenía tus cosas, ¿Verdad?—le preguntó Luhan, sintiendo el frío abrazar sus brazos desnudos, la ropa grisácea y metálica apenas brillando por alguna luz o destello pasajero—, seguro que sí…si le dices algo, lo que sea, incluso si es una mentira…él te creerá—asintió, sellando sus labios momentáneamente—. Pobre, Chanyeol…se nota que no fue alterado para contar con un poquito de suspicacia.

Minseok frunció el ceño, y a Luhan eso no le pudo gustar más. Echó una carcajada.

-Deberías verte la cara…se nota que no estás cómodo aquí, ¿Verdad? ¿O acaso estoy mintiendo?—dando un paso hacia adelante, se permitió disfrutar de la poca diferencia de altura, débiles e imperceptibles milímetros separando sus frentes—. Escucha, tú podrás jugar a hacerte el amigo con todos los que quieras…pero yo sé que estás todo el tiempo alerta. Y eso no me gusta.

Las últimas palabras habían salido cual gruñido feroz de un animal. Un depredador echando un último suspiro antes de lanzarse a la carrera para tumbar a su presa.

-No sé por qué estás todo el tiempo atento a todo—continuó, apretujando la correa hasta quedar con los nudillos blancos—, no sé si estás con el Palacio, con el Norte todo o si eres algún espía del Sur que no cree en el supuesto llamado a la paz de Suho…y tampoco me importa. Pero quiero que te quede clara una sola cosa—sentenció, pronunciando las palabras con desprecio, acercándose a tal punto que Minseok trastabilló hacia atrás en el intento de alejarse—. No jugarás con Sehun…no te lo permitiré. ¿Entendiste?

Minseok tragaba saliva con fuerza a sus ojos y Luhan podía incuso sentir el atropello de los pensamientos en su mente: era un mar en plena tormenta, olas chocando entre sí aturdiéndolo todo. Sabía que no le podría contestar.

-Si llego a enterarme de que lo lastimaste…cuélgate tu estúpida mochila y empieza a correr.

Y antes de partir, con la mano en alto, dejó el bolso caer, la tela empolvándose hasta los hilachos y costuras de adentro, la computadora crujiendo bajo un cuadernillo amarillento y doblado.

Después de eso, Luhan sólo tuvo que hundir las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón oscuro como la noche misma y caminar: en el momento en que percibió el pensamiento de Minseok para agacharse y tomar sus pertenencias, logró que la mochila levitara frente a sus ojos y saliera disparada al lago.

Ya no tenía nada más que hacer allí.

 

 

<¿Me escuchas, mocoso?>, oyó Minseok en su cabeza, al momento en que se aferraba a la rama de un árbol, parado sobre las rocas y echando el cuerpo al agua, estirando el brazo para tomar por lo menos una correa de su bolso y tirar.

Perdió el equilibrio al reconocer la voz del muchacho de hacía unos minutos, instintivamente se incorporó, casi abrazado a las ramas gruesas y zigzagueantes: el cerebro mismo le empezó a doler.

< Espero que te haya quedado bien en claro que no me gustas, que no me caes bien y que, por algún motivo, tu rostro me resulta demasiado familiar...no te quiero cerca del circo, de mí o del resto, ¿Has entendido?>

Mirando sus pies y sintiendo el calor en su cuerpo, el mareo resultó inminente, y tuvo que tomarse de la cabeza, intentando rasguñar: dolía, palpitaba, latía contra su cráneo como si fuese una bomba a punto de estallar.

No lo soportaba, le dolía. Hundiendo los dedos y clavando las uñas, la respiración empezó a desestabilizarse mientas caía sentado sobre las piedras porosas, jadeando por el cansancio de intentar hacer foco y distinguir la altura, el horizonte y sus pies.

<Ah, y por cierto…tienes poco aguante>, pareció reír, siguiendo con el martirio.

.

Minseok apretó los dientes y ahogó un grito, rostro entre las rodillas, las piernas dobladas con fuerza, tensando los músculos a pesar del dolor en sus huesos. Su mente parecía delirar, y en el medio del caos de ecos y martilleos macizos contra sus ojos, sus oídos y su nuca, una sola orden parecía reiterarse infinitas veces, chillada casi como una orden, cuando en realidad no era más que un grito de auxilio.

Búscalo, le dijo su instinto. Búscalo, muérdelo y tira de él hasta tumbarlo en el piso.

Necesitaba su sangre, necesitaba probarla y dormirlo. Ya.

Muérdelo. Rasgúñalo. Clávale algo, córtale… ¡Ya!

¡¡Camina, Minseok!! ¡Busca a ese hijo de puta y enséñale quién manda!

Una suerte de risa suave y maliciosa cruzó su fuero interno como un disparo, después todo se sumió al más mortífero y gélido de los silencios: podía respirar, podía ver y podía tranquilizarse si se quitaba la camiseta o si se tiraba el agua…pero el hambre de poder seguía.

-Hey—escuchó a lo lejos, distante, amortiguado: lo último que necesitaba era que lo molestasen, lo último que necesitaba era otra gota que llenase el vaso de sus inquietudes—, ¿Estás bien? ¿Por qué estás…?

Podía sentir su propia sangre hirviendo, buscando como una sigilosa serpiente el momento justo para elevarse y morder: necesitaba seguir, necesitaba encontrar al muchacho de rizos color chocolate y desplomarlo como peso muerto, la imagen de Kyungsoo siendo reemplazada por el chico…ese chico…

Luhan.

-Xiumin…yah, ¿Me estás escuchando?—esa molesta voz mínimamente familiar permanecía a sus espaldas, los pasos que dio hacia él le sonaron como martillos en el pecho, aplastando sus costillas—, me pareció ver tus cosas flotando en el agua… ¿Son éstas?

No me toques.

No me hables.

Puedo lastimarte.

Tirándose de los pelos, Minseok cerró los ojos con fuerza e intentó reconocer la voz…le sonaba tanto, la había escuchado hace poco. ¿Pero por qué le molestaba tanto? ¿Por qué se encontraba tan inquieto? ¿Por qué quería arder, arder y explotar como Chanyeol lo hizo? ¿Acaso creía que así podría librarse de todas sus molestias?

No podía volver a conectar los cables en su cabeza, no podía volver a la Tierra que parecía vomitar colores y olores putrefactos bajo sus pies.

-Xiumin—le llamó la persona de vuelta, y súbitamente cinco dedos helados comenzaron a amoldarse y acoplarse a su hombro derecho, intentando apaciguar el caos que le taponaba a Minseok los oídos, la garganta y hasta los  poros de la piel—. Xiumin, estás temblando, detente.

No puedo.

No quiero, ¡Me quiero ir!

-¡Xiumin, deja de pensar, relájate! ¡Xiumin!

En algún momento, había bajado la cabeza. Estaba bufando, agarrotado a su propio cuerpo y a los pies atornillados al césped que parecía zigzaguear a sus ojos, amenazándolo con derribarlo y hundirlo en lo más profundo del lago, incapaz de poder salir a superficie.

Los gritos de alerta y los llamados preocupantes seguían, mas no podía pensar: quería irse, y ya no tenía ganas de seguir, ya no sabía qué más hacer.

Apretando para llamar su atención, otros cinco dedos le tomaron salvajemente de la muñeca izquierda, y su respiración finalmente se detuvo, sólo logrando aplacar la ira y la molestia con una pequeña duda: no tenía idea de quién lo tocaba.

-Para. Por favor…para—le dijo, ¿Quién era?—. Acabo de ver a Luhan…sé que debes tener muchas ganas de romperle la cabeza a ese idiota, sé que debes querer tirarlo al agua y ahogarlo contra las piedras—continuó, y Minseok sintió el calor de un cuerpo pegándose a su espalda, la mano pasando del hombro por sobre el pecho para atraerlo a sí—, pero él es así, debes entender que…que él no quiere… - un resoplido molesto aturdió su entumecimiento total, intentó recordar esas notas, esos graves, pero no podía—…no lograrás nada más que alterarte si te descontrolar, y sé que lo último que quieres es preocupar a Suho y a los otros. Es mi culpa por haber discutido contigo, estarías mucho más calmado si no hubiésemos hablado…lo siento.

Minseok suspiró entonces, reencontrando la unión entre las luces, los colores y los sonidos mientras inhalaba el aire sucio y frío, cargado de partículas miserables de agua que alcanzaba a salpicar la cascada. No supo hacer otra cosa que no fuera endurecer y adormecer su propio cuerpo. Con suerte podía mantenerse de pie, y por suerte la calidez del abrazo también descargaba cierto deje de protección, de preocupación…como si, por primera vez, alguien hubiese entendido.

Entendido que Minseok no buscaba compañía que lo alegrara o le diera comida, a costa de un posible reto; que no buscaba salir a pasear para calmarse sabiendo que en cualquier momento lo podrían a dormitar, producto de otro molesto desmayo.

Como si por fin ese alguien hubiese entendido que eso era todo lo que él necesitaba: un abrazo lento y callado, para así recuperar la paz: el equilibrio se fue adentrando en su interior, y con el vaivén de la balanza, sus ojos se volvieron llorosos.

Se mintió diciendo que tenía sueño.

-Detente, por favor… - continuó—, si sigues así, podrías lastimar a alguien…lo digo en serio.

-…No puedo—lloró el domador, exasperado. Volvió a cerrar los ojos—, te juro que intento pero no puedo…no sé, no sé por qué ni sé cómo pararlo. Quiero…tengo ganas de hacer algo…malo, malo e imperdonable.

-Escucha la cascada—oyó en un murmullo—, escucha el correr del agua, escucha el viento en las hojas. No sé, escucha las…las cigarras—continuó, apurado—, escúchame a mí. Escucha mi voz, sígueme.

Minseok no pudo percibir hilillos alrededor de su cuerpo, no pudo asimilar la presencia que se aferraba a su cuerpo con ninguna imagen: debía ser alguien que no le había prestado su sangre, tenía que ser alguien negado a dársela o…

-¿Me escuchas, Xiumin?—y el susodicho lentamente asintió, relajándose—, siente el tono, te estoy hablando por lo bajo. Necesitamos que bajes, Xiumin. Necesitamos que te tranquilices.

-No puedo.

-¡Sí puedes! Sólo respira, respira y concéntrate en lo que escuchas, en lo que ves.

Y abriendo los ojos, contempló el verde del pasto, el azul oscuro del agua reflejando la noche estrellada, como un manto enorme y negro cubierto de pequeñas velas prendidas. Y suspiró: frente a sus ojos estallaron recuerdos desteñidos, tirando a un blanco o sucio grisáceo; no podía concentrarse en algo que no conocía, no podía relajarse en un lugar que no le resultaba familiar.

Más allá de Jade, de Esmeralda, de lo que fuera…no estaba en casa. No estaba en casa, y si no estaba de vuelta allí, en poco tiempo perdería la cordura: sabía que no podía echar a correr, sabía que nadie sabría qué carajo decirle. Sabría que nadie podría decirle hacia dónde ir, dónde encontrar un atajo.

Necesitaba volver a su cuarto. Necesitaba volver con su madre.

-No entiendo…no entiendo por qué disfrutan haciéndome sentir tan perdido, tan lejos de todo y de todos. Sé que todos, en algún punto lo hacen, todos han aprovechado para ir borrando poco a poco mis referentes, mis recuerdos…ya sea con desmayos, con pistas inentendibles, con historias…tontas—rió, sintiendo los surcos en su cara, marcados por las lágrimas—pero…no es como si yo hubiese deseado ser un domador. Yo sólo quiero irme a casa—A cada palabra temblorosa y cargada de vergüenza, los brazos ajenos respondieron con cuidado y terminaron de bordear su pecho y su cintura.

Un mentón descansó sobre su hombro y vio caer ciertos cabellos oscuros.

Tenía más o menos su altura, debía ser Chen.

-Sé cómo te sientes—le farfulló con pena—…quizás te tratamos así por la envidia.

-¿…Qué envidia?—musitó Xiumin, cansado, molesto de las mentiras, de las trampas…completamente abatido—¿Qué me pueden llegar a envidiar?—lo había espetado con sorna, ya no tenía más ganas de jugar.

-Xiumin…Tú sí puedes volver a tu casa.


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