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Tamer. por JHS_LCFR

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Capítulo 15

 

Tenía las manos empapadas en sangre, y los gritos de dolor de Yifan le habían supuesto el sonido más atronador, desgarrador y aplastante que había oído en su vida: había oído a los niños llorar antes de entrar a las cápsulas, había oído los gemidos de la muerte de los soldados y ancianos a los cuales había asesinado lenta y tortuosamente como orden. Había oído el lamento de los animales, de las madres que perdían a sus hijos, de las niñas perdidas que lloraban por sus padres…pero esa noche, incluso todo aquello junto, no le llegaba ni a los talones a la súplica de Yifan, a una súplica que imploraba por la muerte.

Habían decidido dar el paso final, habían decidido saltearse el permiso de Junmyun y ahora pagaban las consecuencias: Lay no había adormecido lo suficiente los hueso de las alas y en cuanto había comenzado acortar y desgarrar, el sonido de la piel y las escamas desprendiéndose llevaron a un estallido de desesperación en el cerebro del joven dragón, que se debatía en el suelo, huyendo a las manos del castaño.

Aquella lucha había llevado más de dos horas, y había terminado hacía quince minutos: Yixing lloraba a más no poder y buscaba limpiarse las lágrimas con las muñecas, ensuciándose de rojo de todas formas, inhalando profundamente mientras ignoraba la pila de cartílagos y restos reptiles a un costado, casi latiendo para recordarle que cabía la posibilidad de que volvieran a nacer, teniendo que repetir a futuro esa suerte de operación de pesadilla.

Yixing lloraba, y Yifan se arrastraba hacia él para abrazarlo.

-Yixing…Yixing, no llores—resoplaba el rubio, acariciándole el pelo, hundiendo las garras—, estoy bien, ¿Lo ves? Lo hiciste, lo hicimos…soy…

-¡¡Pensé que te ibas a morir!!—chilló el más bajo, hundiendo el rostro en el torso desnudo de Yifan, que dejó de respirar y retomó el abrazo, esta vez por el cuello, respirando el perfume de su pelo a medida que hundía entre las hebras castañas su nariz—¡Pensé que no abrirías los ojos, pensé que te ibas a morir!

-Pero no lo hice, Xing…estoy bien.

-¡No quise causarte tanto dolor, lo último que quiero es causarte dolor!

Entonces Kris le alejó el rostro, tomándole de las mejillas, y cuidando de no rasguñar la pura, lamentablemente maculada, piel.

-Yixing…acabas de hacerme feliz, más feliz que nadie. Me diste vida, acabas de darme libertad.

-…Suho me matará si se entera—negó con los ojos entrecerrados, llorosos; hipaba a más no poder—, ya me dijo una vez que las alas servían para que no te escaparas…que te pesaban demasiado como para huir y volar…me matará cuando vea lo que te hice, tendré que irme y no puedo volver al…

-Yixing—su voz grave, gruesa, acentuaba las sílabas con fervor, con más poder que nunca y tiñendo las letras con un deseo de pertenencia que casi podía alcanzar a las estrellas—, no volveré a huir. Ya perdí la cola y las alas…eso era todo lo que quería. Si alguna vez volé lejos del circo…era para tratar de conseguir lo que acabas de hacer—y el castaño no lo escuchaba, y aquello le sacaba la cabeza—¡Yixing!—bramó entonces, sujetándole con fuerza y mirándose por lo que les sentaron como siete eternidades—. Yixing…basta. Esto no fue un milagro, esto demuestra tu capacidad para sanar.

-…Pero yo no…

-No importa lo que digas, no importa lo que digan. Puedes sanar, puedes curar a las personas y hacerlas felices…sin importar lo que digan los demás—insistió, recordando la primera vez que se habían encontrado.

Aquel día, Yifan se había arrancado la cola con las garras, presa de la furia por el peso que le causaba. Aquel día, Yixing gritaba sin consuelo contra el cuerpo de una anciana…su abuela, a quien había intentado rescatar.

Yifan suspiró en cuanto Lay volvió a hundirse contra su pecho, como aquella primera vez, cuando fue testigo del fracaso, testigo de una de las más grandes equivocaciones del castaño, del sentido de su vivir.

Yixing, en aquellos tiempos, sólo sabía matar.

No sabía cómo realizar todo lo contrario.

De pronto, una idea cruzó su mente.

-Xing, apártate, que quiero volar—le dijo, y el mundo se detuvo.

-¿C…cómo?—el rostro pálido asomaba entre sus pectorales, los pómulos tirantes y húmedos por la cara torcida en tristeza—, pero tú no…

-Puedo hacerlo sin alas, puedo sentir que todavía tengo la habilidad impregnada en el cuerpo.

-Yifan, no—negó, el rubio alejándose despacio y poniéndose de pie por primera vez en mucho tiempo, balanceándose por la falta de equilibrio, por la nostalgia, por el miedo a otra equivocación.

-En serio, Xing…sé que puedo.

Y respirando hondo, el nuevo Kris hizo la vista gorda a las gotas de sudor en su frente y alzó la mirada al cielo: pronto amanecería, y en su espalda sentía el frío como nunca antes. Se sentía liviano, se sentía capaz…incluso los tintes anaranjados, rosados y violetas lo alentaban, le pedían.

‘Vuela’, se creía escuchar a las hojas susurrar.

‘Puedes hacerlo de todas maneras, sabemos que vas a volar’, ronroneaban los grillos y las cigarras.

Cerrando los ojos, Kris reacomodó la energía en su cuerpo y oyó un último chasquido: el definitivo, el que marcaba el final; su cuerpo se estaba reacomodando de la manera ‘original’, sin huesos de más, sin cartílagos, sin anda que pudiese entrometerse en su columna o contra sus costillas.

Tenía que hacerlo, tenía que hacerlo por él. Tenía que mostrarle que no le había quitado sus poderes, tenía que mostrarle que él también llevaba los cambios principales en su sangre, debajo de su piel.

No podía defraudar a Yixing, no quería verle llorar otra vez: el castaño seguía arrodillado en el pasto, secándose las lágrimas y manchándose la cara, hipando mientras miraba de reojo al resto de las alas para luego sisear y apartar el rostro, temblando de dolor.

No puedo quedarme así.

Vamos, sé que pueden, ordenó, sus músculos intentando responder

Los del Palacio no son tan imbéciles…debían haber previsto que me cortarían las alas y la cola.

Necesito volar…Necesito…levantar los pies del suelo…y no bajar…

…No puedo…perder…

Yifan cerró con fuerza los ojos, arrugó la nariz: pensó en las noches agarrotado, encerrado entre los barrotes, sus ojos acostumbrándose cada vez más a la oscuridad, encontrando en ella casi a una amiga. Recordó los suspiros, los tirones de dolor, el crujir de los huesos, y en el medio de todo…las manos. Sus manos, acariciándolo en pos de ahuyentar el molestar de su cuerpo.

Recordó el toque sincero, temeroso, casi íntimo…los besos en la frente, en la nariz, sobre las escamas de las cuales brotaban pequeños hilillos de sangre. Recordó las palmas limpiándole el rostro, dándole de comer, las uñas pinchando juguetonamente su labio, las risillas, los ojos brillando cada tanto con los destellos pasajeros de luz…

…no podía perderse eso. No podía ver cómo todos los momentos que le habían ayudado a soportar desaparecían frente a sus ojos.

Furioso, Yifan gruñó y dobló las rodillas. Saltando tan alto como pudo, sintió el aire bajar con rapidez contra su cuerpo, las ventiscas reacomodándose a su dirección: parpadeando, sacudió al cabeza y se encontró en lo alto, en lo más alto y gélido del cielo. Yixing se veía relativamente pequeño, rostro en alto y un débil atisbo de sonrisa en su rostro y en sus ojos.

Kris no lo pudo evitar, y mientras se mecía con la brisa para dirigirse hacia los árboles, dejó que los sonidos escaparan de su garganta: hacía tiempo que no se reía así.

 

 

* * *

 

En el tren, su cabeza y párpados pesaban tanto como su cuerpo y mente ese día. No obstante, el traqueteo del vagón le relajaba, casi como si de una nana se tratase: cerró los ojos y apoyó la sien en el vidrio, sin importarle los golpecitos que daría luego contra la ventana, sintiendo las caricias de un cabello y una mejilla conocidas contra su hombro.

Sonrió: Yixing también tenía sueño.

-¿Estás por dormirte?—habló el nombrado: sus ojos se iban cerrando de a poco, tenía los labios sellados y secos, apenas los separaba para hablar, en el fondo tenía miedo de que los descubriesen—¿Adónde vamos?

El brazo derecho de Yifan se dobló, la mano intentando llegar a su mejilla, a su nariz, a su mentón: acarició la piel, escrutando el paisaje con el tambalear y los tumbos de los rieles. ¿Qué le decía, qué le convenía decir?

-Nos vamos a otro lado—fue todo lo que se ocurrió.

-Eso dijiste la última vez…y allí tampoco fuimos felices—las palabras salieron con cansancio y lentitud, pero cortaron con un filo tremendo e inesperado; Yifan tragó saliva y trató de llevarse con ella el sentimiento inminente de la culpa: no podía fallar, se había prometido algo por primera vez en la vida y Yixing era, a esas alturas, todo lo que le quedaba—¿Por qué nos persiguen, Yifan?—insistió, abriendo perezosamente los ojos, escrutando el pasaje que desaparecía por la ventanilla a toda velocidad— ¿Por qué? Siempre que huimos…siempre, ellos nos obligan a seguir, nos obligan a correr…

-Esta vez será diferente… - le respondió bruscamente, intentando tranquilizarle y rebuscando gramos de valor en el fondo de su pecho. Lo infló con rapidez, esperando no arrepentirse de lo que dijese—. Esta vez, Yixing…no estaremos los dos solos.

-…Se suponía que éramos buenos—gimió, despacio—, que nos querían, que éramos héroes, prodigios.

El traquetear del tren los iba sacudiendo, más sus manos siguieron unidas hasta el último minuto, hasta que Yifan suavemente le tapó la boca con la mano derecha: mejor bajar la voz, el tren podría estar lleno de ellos.

-Lo éramos, Lay—soltó el rubio, perdiéndose en el traqueteo interminable—. Justamente…lo éramos.

 

 

Bajaron en la parada que tenían anotada en el papel y Yixing hizo caso, haciendo lo que habían acordado: capucha puesta cuello del chaleco hasta arriba, bien arriba. Con la nariz y la boca ocultas, metieron las manos en los bolsillos y caminaron a paso vivo, cabizbajos. Tenían que llegar a la vereda, ir a la esquina por la izquierda y luego doblar a la derecha y caminar cinco cuadras, doblar a la izquierda y seguir caminando ocho manzanas más y luego verían. Verían si se había tratado de una emboscada, verían si lo que había dicho Kris era cierto.

Lay ya estaba emocionadísimo, no podía mentir: se le habían abierto de la sorpresa los ojos en el tren, y había contado las paradas desesperadísimo. Cada tanto pasaba un guardia perteneciente al Palacio, pero ya ni siquiera les prestaba atención: hacía frío de todas formas, podría mentir con que se encontraba presa de la fiebre y no habría más interrogatorios, no más.

-Fan—susurró, el susodicho respondiendo con un tarareo corto—. ¿Dónde está la salida de esta cosa?

Yifan levantó apenas la cabeza, apretando los dientes: sorprendentemente, no había guardias cerca. De hecho, no había ninguno: algo no cerraba, definitivamente algo andaba mal.

Deben estar afuera.

-Xing—habló, corto y preciso—. Si no hay trenes andando cerca, bajemos por los rieles y saltemos el alambrado.

-¿Eh? ¿Por qué?

-Sólo…no tengo un buen presentimiento—mientras se dirigían a los rieles para saltar y cruzar agachados, sin que nadie los viese, alcanzó a mirar dentro de la cabina del tren que habían tomado: el motorman se veía acompañado de un guardia de armadura plateada, asquerosamente enorme y tosco con un arma descansando en sus manos, casi surcando en diagonal ascendente su pecho.

Yifan abrió los ojos, ambos le estaban mirando con tranquilidad, una tranquilidad aplastante y explosiva, pues en cualquier momento podrían actuar: lo único que pudo hacer el muchacho de capucha y cuello alto fue saludar asintiendo con la cabeza, para luego girar y tomar a Lay de las manos.

-Olvídalo—concluyó—, tendremos que salir por el otro lado.

 

 

Los dedos de Yixing latían con poder, como si toda su sangre se concentrase allí: Yifan se repetía una y otra vez, incansables veces, de que en realidad el chico no se estaba congelando. Él estaba bien así, él ahora era así. Casi como él, pero con un par de cambios: Yixing viviría con las manos latentes y más energía que nadie, Yifan sufriría dolor en el cuerpo hasta el último de sus días.

Frunciendo el ceño ante el dolor mientras caminaba y arrastraba más rápidamente al otro, pensó en cómo se verían sus nuevos…nuevos… ¿Compañeros? ¿Acompañantes? ¿Amigos? Quiénes eran y cómo los había encontrado, no tenían ni idea; lo único que Yifan retenía en su mente como rayo de esperanza era ese papel que les había llegado al viejo departamento una semana atrás, ese cuadradito doblado, rasgado y mugrosos con tres simples oraciones, seguidas de una dirección que ahora trataban de encontrar desesperadamente.

Las probabilidades eran mucho más que escasas, probablemente se tratase de una trampa. No obstante, la fragilidad y el descuidado en el papel le resultaban humanos, reales, posibles: recordó esa última semana en el departamento, Yixing ayudándole a limpiar la casa de piso a techo para luego quemar todo, absolutamente…todo. Habían elegido una noche con viento, para que las llamas crepitasen más rápido, la limpieza impediría que encontrasen cabellos o restos de lo que fuese, nada, algo. No debían hallar una huella, no debían encontrar ni un solo cabello.

No llevaban equipaje, convenía empezar de cero, la carta decía que contaban con suficiente dinero como para ayudarlos. El problema era su situación actual: caminaban a través del frío y helado Diciembre, las calles estaban atestadas de gente que festejaba y decoraba los árboles y no contaban con ropa, dinero o armas. Sólo se tenían a ellos, y si ellos mismos actuaban y los veían…

-Fan, me duele la mano—gimió Lay desde atrás, estirando los dedos bajo la garra apresadora y punzante de Kris, que temblaba de la impotencia al sentirse un completo idiota—¡Y…Yifan!

De pronto, el mayor dio un respingo: mirando hacia atrás, pudo ver la cara del más bajo torcida en dolor y frustración; siempre pasaba lo mismo. Soltándolo y acercándose para disculparse, repitió los perdones mientras juntaba sus frentes y le tomaba de las mejillas.

-Lo siento, lo siento, lo siento tanto…—el perfume de Lay se disipaba a lo largo del día, pero aún podía sentirse: esa esencia de manzanilla corrompida por algo de sudor y polvo; Kris suspiró y cerró los ojos, bajando las manos por el cuello del chaleco y dejándolas caer a sus costados, buscándole los nudillos rojos y entumecidos—, ¿Seguro que no quieres que compremos medicina? Estás…todo rojo, seguramente debes tener fiebre.

El otro simplemente le miró con los ojos tiernamente entrecerrados, como si se estuviese durmiendo. Separando los labios, dejó que el vaho le abrigase al menor el rostro. Se sentía como un niño pequeño al lado de la persona que le había rescatado y, aún así, tenía un par de años menos.

-Fan…estoy bien. Me acostumbré a esto hace tiempo.

-Pero…el invierno para ti es más crudo…

-En el invierno, soy más sensible—sonrió, los pómulos tirándole por el dolor de la temperatura—, pero eso no me convierte en alguien débil.

Yifan quiso sonreír ante sus palabras, pero el hecho de saber que Yixing podía matarlo si lo tocaba mal le entumecía hasta la garganta: aún así, surcó el espacio que los separaba y lo besó en su punto más sensible, en la punta de la nariz.

 

 

-¿Es aquí?

-Puede ser—ambos miraron hacia el cielo, el rascacielos extendiéndose hasta perderse unos metros más debajo de las nubes: Yifan sabía que las ciudades del Sur no permanecerían por mucho tiempo más así, y los recuerdos de las cámara y cápsulas en la época de entrenamiento le bombardearon como los ataques sorpresa que ocurrirían dentro de un mes en la ciudad de Jade; entrecerrando los ojos, sólo podía ver un punto negro interrumpiendo un mar blanco y celeste—. Piso 17, ¿Verdad?

-Sí, el que tiene la terraza—contestó el menor, presionando el botón sin pensarlo, y pudo sentir la mirada acusadora de Yifan—, cuanto más rápido, mejor. Si nos detenemos a dudar…cada segundo cuenta.

Tragaron saliva, el intercomunicador zumbó para luego escupir una voz aguda pero autoritaria.

-¿Sí?—ninguno de los visitantes se animó a contestar—¿Hola, Yifan?—El corazón les dio un vuelco: ¿Cómo sabían su nombre?—, asumo que eres tú porque no respondes. Ahí bajo—En cuanto la comunicación se terminó, Yifan retrocedió tres pasos.

-Tenemos que irnos.

-Fan, es esperable que sepas quién eres.

-No, no lo es.

-¡Apareciste en todos los televisores cuando te fugaste! Te describieron de pies a cabeza e incluso registraron tus conversaciones con ellos para que pudieran reconocer tu voz…—Yixing suspiró, decepcionado, tenía que decirlo—. Yifan, tienes cola, tienes alas…eres un maldito…fenómeno para ellos, eres el primer premio. Sabes que todos te conocen…todos te están cazando.

El impacto del ascensor llegando a la planta baja se escuchó desde afuera, y mirando hacia los vidrios con filminas azules, pudieron distinguir una curvatura negra y delgada caminando tranquilamente hacia la puerta: cuando estuvieron a sólo el grosor de una ventana de distancia, Yifan y Lay escrutaron al joven de piel pálida y pómulos marcados, mirando la cerradura con un asomo de sonrisa, como si los estuviesen recibiendo.

La puerta se abrió hacia dentro, a pesar de que el detector de tarjetas descansaba sobre la pared, a su lado: Yifan arqueó una ceja, dudando si entrar o no. El anfitrión, de cabello caoba oscuro, sonrió con su boca pequeña.

-Nos quedamos sin luz, automáticamente se apaga el sistema y tenemos que recurrir a las llaves—extendiendo un brazo y corriéndose a un lado, les invitó a pasar por aquel pasillo de baldosas bordó y paredes de piedra marrones y claras, como una suerte de oro sin brillo, un oro muerto, marchito, opaco—Entren, hace frío.

Lay cruzó el umbral sin dudarlo, Kris tropezó sobre sí mismo antes de acercársele y andar con el de pelo caoba hasta el ascensor. De pronto, una bomba explotó en su cabeza y se giró, puños en posición.

-¿¡Si no hay luz…!?

-Tranquilo—le cortó, tranquilo y con la inquebrantable sonrisa, manos en alto para mostrar la carencia de defensas—, Jongdae y Baekhyun se encargan de eso. Los demás vecinos no podrán oír nada si mantenemos calma y silencio.

Lay tardó en comprender, no se le había cruzado por la cabeza que pudiese tratarse de un truco: no obstante, tomó a Yifan del brazo y le susurró al oído.

-Si puede hacer andar un ascensor en un día sin luz…definitivamente son como nosotros. Tranquilo.

-¿Y bien?—inquirió entonces, molesto y enfrentado al joven de sonrisa socarrona y ropa hecha trizas—¿Qué piensas hacer tú y tu grupito de robotitos infernales? Porque no podemos detener la guerra y salvar el mundo, creo que eso está bastante claro.

-Ya lo verás—le dijo el más bajo, considerablemente más bajo, mientras chasqueaba los dedos y las puertas del elevador se deslizaban, dejando ver a dos jóvenes más, dos jóvenes que recordaría antes que nadie, y hasta el último de sus días—, espera a que nos reunamos todos. Para empezar, yo me llamo Junmyun…ellos son Jongdae y Baekhyun, encargados de la luz y el trueno.

Y Yifan y Yixing entonces dieron el paso, adentrándose en el pequeño cuadrado metálico, elevándose a lo que pronto se convertiría en la reunión que panificaría su futuro y les salvaría la vida.

 

 


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