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Tamer. por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Mierda, tardé muchísimo.

Alergia + fiebre + falta de agua + ocupas casas sin Wifi + facultad = mala combinación.

 

 

A modo de disculpa, éste capítulo no será el último, sino el siguiente....y también agregaré un epílogo.

Capítulo 20

 

La lluvia había empezado a caer sobre el hambriento fuego, dejando nada más que troncos negros y pegajosos y restos carbonizados de césped, ramas y frutos: el cielo se había atestado de nubes grisáceas que embestían mutuamente unas contra otras, los relámpagos surcando el aire en el firmamento y luego cayendo en picada al suelo, acompañados de los tardíos truenos que sacudían el piso y hacían que hasta los Dioses temieran del poder de los híbridos.

No se podía ver nada, la tormenta no aminoraba ni podía aminorar: el granizo caía y golpeaba las hojas aún vivas en lo alto, golpeaba la tierra removida y reseca y golpeaba los cuerpos, picando con molestia en las cabezas y las espaldas y los brazos.

Los híbridos corrían hacia sí, se buscaban unos a otros en violentos choques y entonces la verdadera pelea comenzaba: una pelea limpia pero brutal…aquella en la que sólo se valían de su cuerpo, de sus manos.

Sehun lloraba, Sehun lloraba y gritaba y gemía mientras tumbaba gente y le golpeaba, cerrando los puños y atestando a la boca, a la nariz a los ojos. Ahorcaba y torcía brazos y cuellos, se sacudía cuando se volvía presa de alguno de los soldados poderosos y entonces se valían de sus pies para patear, atestar y empujar, haciendo palanca o hundiendo las rodillas en los estómagos y en los costados de los cuerpos.

De su boca, salía un grito de auxilio mezclado con un lema de batalla.

“Váyanse”.

Sehun quería que se fuesen, que se largasen de allí: quería ser feliz, quería poder vivir de sus anomalías y resignificarlas con algo que no estuviese asociado a la sangre. Quería levantarse,dormir y comer como toda persona normal para después alegrar a la gente. Quería poder respirar contento el aire de las praderas o sentir el impacto del Sol en los desiertos…quería poder cerrar los ojos y no tener miedo.

Quería vivir. Y quería vivir con Luhan a su lado.

Aullando de dolor, arrugó la nariz e hizo acopio de todas sus fuerzas para ignorar el punzante dolor entrando en su estómago: tenía una estalagmita apuntando directamente a su cuerpo, y la humedad rojiza fue expandiéndose en la zona de su hígado.

Y antes de perder toda esperanza referente a una vida normal y duradera, abrió los ojos y respiró: Luhan se hallaba adelante suyo, asumiendo la responsabilidad del ataque y temblando mientras la punta rocosa asomaba por su espalda, cortándolo como una hoja de papel.

 

 

Chanyeol sentía que el alma se le caería a los pies y se hundiría más allá del pasto quemado cuando lo vio: estaba sentado, escondido detrás de los arbustos que no se habían chamuscado aún; respiraba con fuerza y se acariciaba el cuello, como queriendo cerciorarse de que no le habían matado. Sus ojos desorbitados le impedían verlo, por lo que Chanyeol procuró avanzar despacio y con una mano en alto.

-…Baekhyun… - cuando el nombrado chilló y levantó la cabeza, el respingo se volvió en un torrente desesperado de lágrimas: las comisuras tiraban violentamente hacia abajo en su boca, y cuando llamó a Chanyeol con dolor, éste se acercó otro paso y alcanzó a entenderlo todo.

Un brazo asomaba por debajo de los arbustos y al costado de las piernas dobladas de Baekhyun, las manos del joven y el cuello manchados en sangre mientras trataba de no bajar la cabeza para ver el cadáver que había matado a mano limpia.

 

 

Decir que Kyungsoo se había cegado era quedarse corto: el muchacho, pequeño y frágil, jamás se había agitado tanto. Sus cabellos empapados lograban desprenderse de su frente sudada y se sacudían vivamente con el viento, sus labios gruesos e hinchados suspiraban y tomaban aire y gritaban mientras las piernas lo impulsaban y corría, saltando con destreza antes de desprender un pedazo de tierra y comprimirlo macizamente en su mano: al aterrizar, las piedras volaban, el combate parecía un tiro al blanco mortal.

Kyungsoo corría y se cansaba y caía de rodillas al suelo, luego sus ojos chispeaban con la imagen de un minúsculo y despiadado Mark vivo, y entonces en su sangre corría adrenalina espesa como el aceite: sus brazos dolían, las venas le dolían, pero no podía parar. No pensaba parar.

Más allá de que no hubiese conocido a Mark de pequeño. Más allá de que le molestara la presencia de los intrusos que pretendían borrar sus existencias del mundo como si se tratase de soplar sobre la palma de sus manos…más allá de toda la molestia, la bronca y el dolor…

…Jongin no se levantaba.

Jongin seguía comprimido y tirado en el piso.

Entonces, había que matar a Mark: para Kyungsoo, no había otra opción.

Para Kyungsoo, nunca habría otra opción.

Fue así que, estirando los brazos, hizo vista gorda al picor en sus pantorrillas: Mark buscaba arrastrarlo como lo había hecho con Jongin, pero lo que el joven aún no entendía era que el joven de ojos grandes era tierra, era fuerza. Y estirando los dedos luego de que sus piernas se vieran envueltas en arena para su seguridad, Kyungsoo frunció el entrecejo y planeó un ataque.

Mark se agachó en pos de atravesar el aire y golpearlo. Kyungsoo no sabría decir dónde, entonces un golpe macizo en su pecho le recordó un ejercicio.

Las lágrimas cayeron por sus ojos.

“Adelántate a mis movimientos”, le había dicho Jongin hace no mucho. “Piensa… ¿Hacia dónde me voy a dirigir?”

El grito lejano de Minseok explotó en su cabeza como recordatorio definitivo, y en cuanto Mark se deshizo en tierra suelta y polvo, Kyungsoo giró sobre sus pies y disparó una estalagmita en diagonal y ascendente.

 

 

Junmyun se estaba cansando, podía sentir el agotamiento en los cuerpos ajenos: aún así, y dejando que la lluvia arrasase, el presentador del circo saltaba y zigzagueaba y corría. Los dragones que seguían sus manos impactaban contra la tierra y volvían a erguirse como pequeños tentáculos que se abrazaban para formar un remolino líquido, un tifón sacado de contexto.

Junmyun resoplaba: el joven de camisa y pantalones de ajustados vestía entonces nada más que harapos; su estómago y pecho quedaban expuestos a través de tres grandes rasguños, la manga izquierda se había perdido y el puño colgaba holgadamente sobre su muñeca. La manga derecha no era más que seis o siete tramos rasguñados y con hilachos.

En sus palpitaba la molestia, pero también lo hacía el dolor: contado mentalmente, iba bajando oponentes mientras intentaba perseguir a HanSol. JiSung ha caído, Jeno y Ten también…Mark acaba de morir y Sehun se encuentra peleando con Jaehyun

Le faltaba gente.

Faltaba TaeYong, faltaba Johnny y faltaba Yuta.

Y tenían que andar por allí.

Perdiendo de vista a Hansol por su descuido, frenó en seco y miró alrededor: salvo la lluvia, lo único que se respiraba era silencio.

Algunos charcos rojizos y aguados se esparcían por el campo destruido y asaltado; por entre la catarata de gotas, Junmyun podía divisar a los chicos de a parejas, podía ver a Chanyeol y a Baekhyun juntos y abrazados como si el mundo estuviese por acabar, dejándolos morir. Pudo ver a Kyungsoo dejando caer un cuerpo muerto al suelo luego de desgranar en arena una aguja de tierra, luego notó cómo el joven se daba vuelta y caminaba hasta Jongin, acariciándole la cara mientras éste se arrastraba e incorporaba a duras penas.

Fue entonces que las cuentas cerraron en su cabeza: Junmyun no había estado escuchando con precisión.

Había silencio. Silencio absoluto.

-Jongdae—suspiró, girando sobre sus pies y siguiendo los nubarrones más oscuros; echando a correr, rogó porque no fuera tarde—¡Maldición, Jongdae!

 

 

Se habían alejado demasiado sin querer, se habían dejado arrear como vacas camino al asqueroso matadero: mientras Taeyong, Johnny y Yuta avanzaban hacia ellos, Yixing arrastraba a Kris más lejos, más detrás de su espalda, para poder así dar un paso hacia atrás sin pisarlo.

Quería protegerlo, debía hacerlo. Pero para pelear era inútil, y la situación de Jeno y JiSung había resultado demasiado oportuna: claramente no volvería a suceder.

Frunciendo el ceño y colocando el antebrazo izquierdo como escudo frente a su pecho, Lay gruñó: necesitaba espantarlos, pero no sabía cómo. Necesitaba demostrarles que podía estar a su nivel, pero no tenía formas de hacerlo.

-Largo—espetó, respirando hondo e intentando concentrar sus reservas de energía—¡Los quiero fuera!—surcando el aire, su grito golpeó contra el muro macizo que formaban los oponentes: avanzando firmemente, Taeyong clavó sus ojos en el curador mientras Johnny miraba pícaramente a la segunda presa—¡¡Váyanse y déjennos en paz, déjennos en paz!!

-Yixing—se escuchó de pronto, con la lluvia pesada levantando el barro y salpicando sobre los cuerpos: Yifan logró arrodillarse en el suelo y tirar de la camisa de Lay, gruñendo por el esfuerzo que parecía triturarle las costillas—. Vete.

-¿Qué? ¡No!

-Corre y sana al resto—titubeó, irguiéndose cansado—. Yo puedo solo.

-¡¡No seas estúpido!!—Yixing giró la cabeza sabiendo que podría declararse así como presa fácil, pero ya nada importaba—¡No voy a dejarte, no podría pensar ni por un momento dejar…!

El estallido masivo y brutal de un relámpago cegó el campo de visión, automáticamente los brazos viajaron a los ojos cerrados, y del cadavérico humo se divisó a un Jongdae molesto corriendo los arbustos que lo ocultaban.

Haciendo sonar sus dedos, ladeó la cabeza y se rascó la nuca, aprovechando entonces para acomodar sus cabellos y levantarse el flequillo oscuro, tirándolo hacia atrás.

-Yifan no puede pelear solo, Yixing—empezó, los dedos doblándose mientras los huesos chasqueaban con furia—, pero tú tampoco puedes estar todo el día con él. Lárgate a curar al resto y luego vuelve—su vista periférica captó movimiento a su izquierda, comenzó a correr—. Lo cuidaré por ti.

-¡Jongdae!

-¡Que te muevas!—bramó, mientras bloqueaba una patada de Taeyong. Yixing apenas había alcanzado a agacharse—¡Sana al resto, créeme que podré cuidar a Yifan mejor que tú!

Y el curador, ofendido pero presa también del pánico, frunció el entrecejo y miró a su alrededor: Yifan mágicamente pareció poder levantar el mentón y estirar los dedos. Sus alas eran todo lo que había logrado tener alguna vez, pero Yixing sabía que, en el fondo, el chico podía ser lo suficientemente fuerte.

Dedicándole un mirada de perdón y despedida, sintió los pies temblar antes de decidirse a dar un paso hacia el rubio, antes de que éste alzara la mano sin despegar la vista de la línea enemiga.

-Estaré bien—sentenció, y Yixing sintió que se descascaraba—. No creas que te querré menos porque tengas que hacer lo que debes.

Asintiendo mientas se tragaba las lágrimas, Lay dio dos, tres pasos hacia atrás, y se giró, corriendo hacia el vacío: en el camino, sus ojos se encontraron con los de Suho, corriendo en la dirección contraria.

Un pequeño y efímero asomo de relajo los invadió.

Probablemente…no todo termine mal.

Probablemente…podamos salir de pie.

 

 

-¿Minseok? ¡Minseok!—los gritos eran plenos, Tao abrió la puerta con furia y buscó dentro de la casa rodante—¡Hey!—lo encontró hecho un ovillo y bañado en lágrimas, Tao mismo estaba bañado en lluvia y del domador ya no quedaba más que un pequeño y temeroso infante que se abrazaba las rodillas y gemía con miedo—¡Hey, escúchame!—bramando y cayendo de rodillas al piso, buscó tomarlo del rostro e ignorar las marcas en su piel: algo había pasado—. Tienes que ayudarnos y salir, allá afuera es un mar de sangre.

Minseok parecía tener otros planes, y con la cara húmeda y pegajosa negó en silencio, dientes apretados y labios torcidos en decepción.

-Me quiero ir…quiero volver.

-No hoy, no ahora—Tao centró la mirada en los ojos perdidos del chico, rebuscando el control en sus orbes, intentando encontrar al Príncipe que nunca había sido pero podía llegar a ser—. Hay que salir, y vas a ayudarnos a ganar esto.

-No puedo, no quiero.

-Xiumin, no te lo estoy preguntando.

-No lo haré—lloró, molesto.

-No te estoy pidiendo permiso para hacerlo.

-¡No voy a seguir!—Minseok jamás había subido tanto el tono, y con sus cabellos erizados, pudo sentir cómo sus palmas chocaban contra el pecho de Tao, tumbándolo en el piso—¡No voy a hacerlo, no quiero seguir aquí!—Su sangre hervía, y a cada centímetro que se levantaba, su cuerpo se iba brotando de temblores furiosos—No tengo por qué estar aquí, ¡No tengo por qué seguir estando donde no me quieren!

Debajo y entre sus pies, Tao se tomó del corazón y sintió la aceleración: abriendo los ojos, irguió la cabeza y se incorporó de un torpe salto, tomándole de los hombros.

-Te necesito así de enojado—dijo—, mantente así, y potencia a los chicos.

-¡¡No!!

-¡Minseok, puede morir gente de nuestro lado!

-¡¡No me interesa!!

-¡Jongdae puede morirse y nosotros podemos desaparecer!

 

 

Luhan sintió la viscosidad de la sangre pesada caer sobre sus dedos, mas supo por el fuerte agarre y el toque nervioso de los dedos que aquel no sería su final: escuchando el ruido de choques y gruñidos, abrió los ojos para encontrarse acostado en el pasto, arrastrado como una bolsa de papas y dejando un rastro asqueroso de lo que alguna vez había sido la sangre de un ser común, normal.

Mirando hacia arriba y por detrás de su hombro, notó los brazos de Yixing aferrados a su cuerpo y cargando con él. Y quizás fuese la mueca de esfuerzo del sanador, o quizás fuese el temor a terminar desaparecer, lo que le sensibilizó el pecho, haciéndole sentir…el desdoblar de su corazón, el chorrear deprimente y oscuro de su alma.

No supo por qué ni cuándo empezó a llorar, pero estaba agradecido: se creía culpable por no poder aguantar más, quería poder levantarse y decir que en realidad estaba bien, que no necesitaba cada cinco segundos que lo curasen porque en realidad era un desastre en combate cuerpo a cuerpo.

Pero no podía, y de su boca no salían más que graznidos forzosos.

-Tranquilo—escuchó por detrás de su cuello, y su ser entero se desplomó: fue entonces que Yixing se arrodilló a su lado y empezó a hundir las auráticas manos, iluminando la piel y regenerando lentamente los tejidos—, estarás como nuevo en unos quince minutos—resopló, agotado—No combatas frente a frente, para eso no sirves, así que conserva la distancia si quieres vivir.

Asintiendo despacio, Luhan ignoró la mezcla aguada con sangre que se unía por el borde de su mentón: de reojo, captó a un Sehun enfurecido atestando los puños a un Jaehyun inerte e indefenso bajo su cuerpo, entre sus rodillas.

 

 

-¿Tao? ¡Tao!—las piernas de Junmyun temblaban pero lograban impulsarse y hacerlo avanzar; su respiración agitada se perdía al golpear contra su rostro bajo la lluvia que aminoraba: frenando cada tanto y echando una mirada a su alrededor, contó a los sobrevivientes, y sintió un tirón de emoción en el pecho—¡Tao!

Su hambre de verlo era tal que se había olvidado de su capacidad para detener la tormenta: el pensamiento de poder correr las gotas de su visión como cortinas le molestaba pero en ese preciso momento, Junmyun se percibía a sí mismo como un simple muchacho buscando a otro. Buscando a su razón de ser, de levantarse y actuar y de seguir.

-¡¡Tao!!—en cuanto su garganta terminó de desgarrarse, captó movimiento en un remolque, y sus ojos abiertos como platos parpadearon súbitamente ante el impacto de una gota: corrió a largas zancadas y con la boca abierta—¿¡Dónde estás!? ¡Tao!

Al poder ver su espalda, sus omóplatos y sus cabellos, Junmyun perdió el soporte y cayó: con lágrimas en los ojos, irrumpió en el cuarto y se desplomó en el piso susurrando su nombre, estirando los brazos para tomar aquel rostro confundido con la yema de sus dedos y así acariciarle la frente con la suya, rozando las puntas de las narices y dejando suspirar fuera todos los miedos y todos los delitos cometidos aquella tarde y de alguna otra lejana vez.

-Tao, amor—murmuró, despojándose de las vergüenzas, inflando su pecho para llorar silenciosamente mientras sonreía—. Ganamos…lo hicimos.

El respingo y el susto hizo eco contra las paredes mientras la lluvía caía más lentamente.

-Ganamos—repitió—, pudimos.


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