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Tamer. por JHS_LCFR

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Capítulo 06

 

Decir que el lugar estaba descuidado era quedarse bastante corto. Seguían allí las manchas de sangre seca, salpicaduras por todas partes y mal olor, como si recientemente se hubiese producido la más salvaje de las carnicerías; el aire que flotaba allí, se suspendía denso, se mecía con dolor y pesadez, y el temor crepitaba y subía por las paredes, alcanzando el techo, acechando como estalactitas desde allí, amenazando con aplacarlo todo. Porque Minseok no podía moverse, presa del pánico: ya había estado allí una vez, y el encuentro de las cadenas seguido del quebrar de los huesos seguía erizándole los pelos, por no hablar de la incipiente bilis gorgoteando en su lengua.

-¿Quién anda ahí?

La pregunta había sido directa, Minseok había percibido movimiento entre las capas de sombras al segundo de haber puesto un pie en la tienda: Inspirando hondo, se concentró en enfocar la vista, tratando de demarcar una figura, un borde, lo que fuera. Ignoró el sudor que empezaba a pegarle el flequillo a la frente. No podía tener tanto miedo.

-Soy…soy Min… - el recuerdo de su nuevo nombre lo atacó; atropelló las palabras rápido, intentando enmendarse—. Soy Xiumin, el nuevo domador—un chasquido, después otro; Minseok percibió el peso de algo colgándole sobre la cabeza, pero siguió hablando—. Lay me envió…me dijo que debía revisar tus heridas, por si te habías vuelto a lastimar.

El zumbido que cortaba el aire se detuvo. Pudo sentir que la respiración del portador de la voz se ralentizaba, buscando un ritmo estable. No evitó ni queriendo un enorme suspiro de alivio.

-¿Cómo conoces a Lay? No has hablado con él cuando estuviste aquí.

Entonces sí me conoce, me recuerda, pensó el otro, astuto. Arqueando una ceja, se arremangó los harapos de la pierna del jean para subirlo hasta la rodilla, mostrando las vendas que bordeaban su pantorrilla.

-Me ha curado, y me ha contado un poco sobre todos.

-¿…Ha hablado de mí?—Minseok se arrepintió al instante, tragando con fuerza.

-N…no. Sólo me ha dicho tu nombre…Kris, ¿Verdad?

Un gorgoteo ronco y rastrero burbujeó en la esquina oscura: parecía estar riéndose.

-Hace un tiempo me dicen así, sí…pero también hubo una época en la que me llamaba Yifan—las manos con garras volvieron a arrastrarse por el suelo, Kris parecía exhausto—. En fin, si Lay te ha enviado…debes ser inofensivo—otro crujido, y otro más, y otro más—. ¿En serio vas a revisarme la espalda? Porque, en realidad, sólo siento dolor en las escamas.

Entonces era cierto. Este tipo…este hombre no es común. No es…como los otros.

-Hey—bufó el encerrado, sonando casi molesto—¿Vas a venir y hacer tu trabajo o vas a quedarte ahí como un idiota y sin hablar?

Minseok saltó en su lugar, víctima de un respingo. Pronto, tropezó con sus pies mientras caminaba vivamente, buscando una forma de llegar a él: Acomodándose y agachándose, dejó que la luz del atardecer se adentrase mejor, bordeando huesos pequeños de animales esparcidos o pobremente amontonados por el suelo.

-Por la izquierda, chico. La puerta está de ese lado, bordea la carpa.

Y Xiumin obedeció, pisando con cuidado y aplastando huesitos en el camino. El ambiente era espantoso, se asemejaba al depósito de un caníbal: no podía haber tanta sangre y tantos restos óseos. En cuanto chocó con una calavera semejante a la de un plumífero, chilló y corrió en curva hasta chocarse con los barrotes. Luego se frotó la nariz por el dolor y tanteó la cerradura para empujar la puerta.

-¿Está abierto?

-Sí…creo que Lay dejó por aquí una linterna.

-Entonces, ¿Por qué no la prendiste en primer lugar?—resopló Minseok, escabulléndose dentro de la jaula y agachándose para gatear, tanteando el suelo hasta encontrar el objeto luminoso.

Kris rió.

-Cuando veas mi estado, entenderás un poco.

Y, prendiendo la luz, Minseok comprendió. Dios santo, sí que lo hizo.

Era rubio, de facciones masculinas y duras, con pómulos, mandíbula y mentón marcados con exactitud y decisión. Tenía en la ceja izquierda dos cortes que impedían que el pelo volviera a crecer, y su boca era pequeña mas los labios eran ligeramente gruesos: sus ojos negros carecían de vida, incluso con el brillo de la linterna rebotando en sus iris.

Al notar Minseok que la suciedad que bordeaba su rostro desde la sien hasta el cuello era la misma que había encontrado en el piso, tembló: las escamas seguían saliendo, rasgando la piel y bañando su piel con hilillos rojos.

-¿Qué…te…?

-Aún no viste el resto de mi cuerpo—sonrió, con malicia—. ¿No sentiste un zumbido extraño al entrar? Mira para arriba—y apuntando la linterna para el techo de la jaula, Xiumin notó dos enormes y rojizas alas, con la piel desnuda y tirante en los pliegues que unían los huesos, apenas cubiertos por la textura semejante a la de un reptil—. Te las presento, y Lay me matará cuando se entere de que las he sacado afuera—los bordes, puntiagudos y con un color hueso opaco, similares a los de sus garras, rozaban el techo de metal y se extendían casi metro y medio fuera de la celda, escabulléndose entre los barrotes, y tirando cada tanto, como si sufriesen calambres—. Ese ruido a roto que oyes…es el resto de mi cuerpo reacomodándose—rió, pasándose la mano por la boca—. Pesan tanto que apenas me puedo poner de pie. Por eso estoy encerrado aquí: vivo de rodillas, o restregando mi cara en el suelo.

Vive con dolor, pensó el más bajo, en silencio: incluso sentado, el rubio parecía llegar a medir dos metros. Como supuso, tenía las muñecas encadenadas a la pared: Minseok no tardó en calcular que Kris tal vez se lastimaba de vez en cuando, arañándose el rostro o los omóplatos. Tanto en las manos como en los pies, las garras se curvaban hacia adentro y estaban rotas: de pronto, empezó a notar una profunda pesadez en el pecho, como si se hundiera de la tristeza.

Soy un domador, se recordó. Mi trabajo…mi trabajo es…

-¿Cómo…?—Minseok negó, aturdido. No podía despegar los ojos de las exóticas extremidades, e incluso llevó una mano cerca de las falanges, acariciando los dígitos. No pudo evitarlo, y Kris se echó automáticamente hacia atrás, llevándose todo puesto.

-No puedes tocar mis alas—sentenció, ofendido—. Sólo Lay puede hacerlo… ¡No vuelvas a tocarlas así!

-Sólo quería…acariciarte—murmuró el otro, corriéndose el cabello castaño de la frente para verlo mejor—. La última vez…dijiste que duele. Sólo quiero ayudarte, no es sano estar encerrado aquí—y, volviendo a tocar, recorrió los metacarpos huesudos, dándole a Kris escalofríos—. ¿Te duele incluso si te toco?

-En realidad—susurró, sonrojado y mirando al suelo con fingida indiferencia—…me haces cosquillas.

 

 

Media hora había pasado, el Sol ya se había escondido pero la Luna lograba aportar algo de iluminación: después de unos inútiles masajes en la zona de los trapecios, Minseok corrió hacia la esquina derecha de la carpa y tomó una escoba; a pesar de vivir en las sombras, Kris parecía ver y recordar dónde se hallaba todo.

Juntando, los huesos, el más bajo sonrió:

-Al principio, pensé que matabas gente—rió—. Quiero decir, ¡Mira cuántos huesos! No sabía que te gustaban tanto las gallinas.

-Simplemente las adoro—sonrió Kris, pasándose el pulgar por el labio inferior—. Sé que no soy muy limpio para comer, e incluso puedo comer alimentos humanos, comunes y corrientes…pero desde que me internaron en la Capital, siento un instinto animal y asesino…por eso siempre le pido a Lay que contrabandee palomas o pollos. Los plumíferos son mis favoritos.

-¿Y si no hay ninguno a la redonda?—retrucó el castaño, cuerpo más relajado y vista adaptada a la oscuridad.

-Un par de veces, Suho me trajo animales muertos. Ya sabes, atropellados en la ruta por las carretas…o restos de animales sacrificados en el campo. Por suerte, en el Sur hay muchos de esos.

-¿En el Sur no hay ciudades?

-Muy pocas—respondió el rubio, sentándose con la espalda contra los barrotes y estirando las piernas—. Ahora creo que estamos en Esmeralda…un pueblo pequeño pero que, gracias a sus mercados, está volviéndose ciudad y un punto de transacción. Quién sabe, quizás hasta te lleven ahí para comprar comida.

-¿Un domador debe ir de compras?—preguntó Minseok, agachándose para echar los huesos en un saco sucio. A continuación, encontró varios trapos ennegrecidos y mojados: seguramente eran para limpiar el piso.

-Un domador debe ganarse la confianza de sus animales, incluso si éstos son híbridos, originalmente o mayoritariamente humanos—mirando por el hueco que hacía de ventana, inspiró hondo y se tiró el pelo hacia atrás—. Para que tus subordinados confíen en ti, debes amigarte pero no perder la superioridad…una vez logrado, nosotros le damos al domador un poco de nuestra sangre.

-¿Y eso, para qué sirve?

-Técnicamente tenemos que hacernos un corte y tú debes beber—soltó, restándole importancia con un gesto—. Obviamente, la sangre va a tu estómago. Pero cada organismo, conjugado con las sustancias y líquidos experimentales, termina teniendo un sabor y espesura diferente, y es tu trabajo memorizar y aprehender cada sabor, cada gota, en tu cuerpo. Debes asimilarlo, volverlo simbólicamente una parte de ti.

-¿Quieres decir…que básicamente debo hacer de vampiro?

Minseok no estaba bromeando, mas Kris estalló en carcajadas roncas y dolorosas (pero genuinas) por lo que parecieron horas: casi pareció ignorar el tirar de las cadenas y grilletes, se olvidó de su dolor y del peso de sus extremidades escamadas tratando de entrar de vuelta en su cuerpo…y sonrió como un niño, entornando los ojos y tomándose del estómago.

-¡Como si pudieses serlo! Básicamente, eres nuestro pequeño mosquito molesto y difícil de matar.

 

 

En cuanto los reflectores de la carpa principal se encendieron, Kris alertó a Minseok de que debía irse: nada malo había sucedido, simplemente él no se presentaría esa noche y Xiumin tenía que estar allí, presenciando el espectáculo, si quería saber más acerca de su labor Según Kris, había una parte mucho más complicada y aberrante relacionada con la labor de un domador de Resultados fallidos.

-Suho te lo enseñará, ha aprendido un poco sobre ello—le había dicho—. No lo suficiente, pues no lleva las habilidades de un domador en su sangre, pero sabrá explicarte lo básico...el resto depende de ti.

Así fue que, corriendo entre los remolques estacionados detrás del circo, buscó entrar por algún costado para no mezclarse con el público que iba llegando: todos, desde ancianos hasta niños tomados de las manos de sus madres, cruzaban el sendero de polvo de ladrillo y entraban a caminar por la alfombra roja: le llamó la atención que la mayoría vestía con harapos o ropas de estilo feudal…como si todo avance tecnológico hubiese desaparecido del universo.

Quizás es cierto que la tecnología se concentra en el Palacio Capitolio, pensó, después de todo, Lay pudo  haberse traído un par de cosas del Norte.

En cuando notó a Tao salir de una casa rodante con el cabello despeinado y los ojos perfectamente delineados, se acercó al trote y buscó llamar su atención: llevaba ropas distintas, una camiseta bordó suelta y de cuello amplio junto con pantalones ajustados y negros que brillaban según el efecto de la luz. Con su mano derecha, empuñaba una espada de cuyo mango colgaba un finísimo hilo color coral, con un nudo antiguo en la punta y varios flecos anudando bolillas amarillas. El pequeño accesorio portaba los mismos colores que los dibujos en el mango, por no mencionar un extraño grabado sellado a lo largo el filo.

-¿Necesitas algo?—le preguntó el morocho: siguiendo la mirada de Minseok, sonrió a su empuñadura—. Linda, ¿Verdad? Es un regalo de mis ancestros. Logré tomarla cuando me desterraron, antes de venir aquí—jugó entonces a blandirla por el aire y a sus costados, girando las muñecas y los dedos para hacerla bailar y tajear el silencio—. Tiene grabado el nombre de uno de mis bisabuelos, él participó en la guerra entre el Norte y el Sur.

-En realidad, quería saber… - Minseok mantuvo la vista en el nombre: tuvo que tragar un nudo y disimular el temblor de la nostalgia en su voz—, quería saber adónde tengo que ir.

-Eso lo decido yo—anunció Suho, saliendo del remolque con su aspecto impecable, galera en mano para hacerla girar y depositarla en su cabeza—, te vi salir del cuarto de Kris, ¿Ya lo conociste?

-Sí—asintió el castaño con decisión—Y también….también me prestó juramente—añadió, juntando las rodillas y pegando los puños a su cadera para que no temblasen—. Él y Lay me explicaron bastante, les estoy agradecido—y quiso agradecer un “sólo a ellos”, pero sabía que eso le costaría una buena paliza u otro desmayo improvisado.

Suho, por su parte, endureció la mirada: Tao dejó de jugar con la espalda, mirando a ambos con sorpresa. Estaba incitando a Junmyun a responder, le estaba rogando con la mirada que hiciera algo. Y Junmyun lo hizo: sonrió genuinamente, aún sin mostrar los dientes. Incluso una chispa traviesa cruzó sus ojos, y tarareó, asintiendo, a modo de felicitación.

-Supuse que con tu curiosidad, no me necesitarías—anunció, tomándole del hombro y apretándole con cariño, lo meció un poco—. Serás un buen domador, y rápidamente perderás todos esos miedos que tienes.

-Lay me dijo que me ayudarías con ‘lo básico’—tartamudeó, sin terminar de creer ese súbito ataque de alegría.

-Oh, claro, claro…pero eso será mañana—guiñándole un ojo, retrocedió dos pasos y tomó a Tao por la zona baja de la espalda, profundizando el hueco de su espalda como si se deleitase con él—. Ya sabes…el show está por comenzar.

 

 

Notas finales:

Me di cuenta de que soy una enferma de los dos puntos: puedo llegar a usarlo hasta tres veces en una oración, sin comas en el medio ni nada ._.


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